Achebe y su tiempo histórico

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POR HILDA VARELA B.

 

Directora del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México

 

Chinua Achebe, escritor, académico, historiador y activista nigeriano, en su último libro, que es en parte la memoria de sus primeros 40 años de vida (There Was a Country. A Personal History of Biafra, Londres, Penguin Books, 2012), recordando sus inicios en la literatura bajo el colonialismo británico, preguntaba: ¿cuál es el papel del escritor en África? Y respondía que un objetivo importante era desafiar los estereotipos, mitos e imagen que existían en torno a los africanos, mediante la escritura de relatos que contaran la verdad de los africanos y de África. Agregaba que para él escribir siempre había sido un asunto serio, una obligación moral y su principal preocupación era, en ese momento, la ausencia de la “Voz Africana” en la literatura. No se trataba de proyectar una imagen romántica de Nigeria (y de África). En la vida de los seres humanos, planteaba el escritor, hay cosas buenas y malas que deben ser narradas en la literatura, sin pretender que la historia escrita sea mejor que la realidad.

 

Para Achebe sus primeros años de vida fueron maravillosos. Nació en noviembre de 1930, en Ogidi, un pequeño poblado del grupo étnico igbo, en la región este del entonces protectorado británico de Nigeria. Su padre fue uno de los primeros predicadores cristianos en su tierra natal, quien junto con su madre (una mujer extraordinaria y fuerte, recordaba el escritor) hicieron posible que Achebe integrara la educación y religión occidentales con los valores tradicionales. Su madre y su hermana mayor lo introdujeron en el mundo maravilloso de su cultura igbo y convivió con familiares que conservaban su cultura tradicional. Su hermano mayor influyó de manera decisiva para forjar su carácter fuerte y el amor por su cultura y por el conocimiento. Cuando era muy joven percibió el peligro potencial entre la occidentalización y las culturas africanas, que se traducía en luchas latentes entre culturas, religiones y lenguas.

 

Para explicar la trascendencia de este autor es fundamental tomar en cuenta la riqueza histórica y cultural de Nigeria, lo que no se puede hacer en unas cuantas líneas. Durante la vida de Achebe, entre 1930 y 2013, sucedieron grandes acontecimientos en Nigeria: la colonización británica, el nacimiento de los movimientos anticoloniales, la independencia, las amargas disputas entre los líderes locales, la guerra de Biafra, los golpes de estado entre 1975 y 1990 y los primeros pasos de una incipiente y contradictoria experiencia que pretende orientarse hacia la democracia, en un país marcado por el desarrollo desigual.

 

La vida de Achebe fue de lucha, con grandes triunfos y recompensas, reconocido internacionalmente pero muchas veces incomprendido en Nigeria, en donde vivió momentos amargos que marcaron su obra. En la lectura de sus libros se aprecia una profunda conciencia histórica de quiénes han sido y quiénes son los nigerianos, el amor por la libertad y el orgullo de sus raíces culturales. En sus libros —incluidas las novelas— siempre hay algo personal, algo que nos refiere a momentos históricos específicos y al mismo tiempo la ficción parece realidad.

 

En Nigeria hay unos 250 grupos étnicos. Cuatro de esos grupos son numérica y políticamente importantes: hausa, yoruba y fulani, en el norte y occidente, y el igbo, en el este. Era casi imposible forjar una identidad pannigeriana: con trayectorias históricas, costumbres, estructuras, niveles de desarrollo, lenguas y hasta religiones distintas sus destinos fueron arbitrariamente unificados por el colonialismo británico, que fomentó las diferencias y las relaciones de explotación entre los distintos grupos.

 

El fenómeno colonial tenía como antecedente el comercio transatlántico de esclavos, que en las costas nigerianas duró casi cuatro siglos. Entre el fin oficial del comercio de esclavos y la ocupación colonial, en Nigeria se registró un breve periodo de relativa paz y prosperidad. Es con la añoranza de ese periodo perdido que Achebe inicia su trabajo literario, con la narración de la historia y la cultura del grupo étnico igbo.

 

En 1936 —más o menos especificaba Achebe— inició su educación formal, en la escuela de misioneros cristianos de su poblado. Ahí aprendió inglés y a corto plazo se distinguió por su inteligencia. En 1944 fue becado para estudiar gramática inglesa en un prestigiado “colegio del gobierno” —muy lejos de su familia— con una disciplina casi militar. La lectura transformó al joven Achebe, quien tenía una actitud crítica frente al fenómeno colonial: denunciaba los excesos pero también reconocía que no era el origen de todos los males de Nigeria y agradecía la educación formal que recibió.

 

En 1948, Achebe ingresó en la primera institución universitaria de Nigeria (más tarde Universidad de Ibadán), en donde estudió inglés, historia y teología. En esa época empezó a escribir ensayos cortos y fue editor del periódico de la universidad. En esos “años formativos” se incrementó su rebeldía ante la negación de las culturas africanas por el colonialismo y ante la ausencia de voces africanas en la literatura, debido a que en la universidad sólo se leían libros escritos por europeos, que reproducían mitos denigrantes para “legitimar” primero el comercio de esclavos y más tarde el colonialismo. En conflicto entre el cristianismo y las religiones tradicionales, él rechazó su nombre cristiano (Albert) y empezó a usar la forma corta de su nombre africano, Chinua. Terminó sus estudios en 1953, cuando en Nigeria se agitaban las aguas en favor de la independencia, pero en un contexto manipulado por el colonialismo, que había propiciado el mal gobierno y la corrupción en la incipiente elite política. Ante las demandas de las voces nacionalistas, el gobierno colonial introdujo reformas, con un proceso gradual de autogobierno. Poco después fue descubierto el petróleo en el delta del río Níger.

 

A la sombra del fenómeno colonial, empezaron a surgir nuevas disputas, se acrecentaron rencores históricos entre los diferentes grupos étnicos —los igbo eran casi siempre considerados “culturalmente inferiores” por la elite política y cultural de otros grupos étnicos, en especial del yoruba— y las identidades étnicas se consolidaban, adquiriendo relevancia política.

 

Entre los grandes temas que acentuaron la división interna destacaban el reparto de “prebendas” a los jefes étnicos a cambio del cobro de impuestos para la administración colonial, la distribución injusta del presupuesto entre las diferentes regiones del territorio y el surgimiento de una nueva elite igbo, con educación occidental: muchos de sus miembros fueron enviados por la administración colonial hacia las regiones norte y occidental del país, lo que fue interpretado por las elites de los grupos étnicos de esas regiones como una “invasión igbo”.

 

Achebe realizó diferentes trabajos que le permitían vivir. Además inició el gran desafío de su vida: contar la historia de África a partir de una perspectiva africana, en una época en la que era muy difícil para un escritor africano publicar. En sus escritos quedaron registrados tres periodos fundamentales en la historia de Nigeria: el breve lapso de paz y estabilidad antes de la colonización, la colonización y la independencia.

 

En una “elección dolorosa”, Achebe se apropió de la lengua del invasor para escribir en inglés, con una nueva dimensión: su escritura es singular y coherente con su propia complejidad, marcada por una educación escolarizada en inglés y por profundas raíces en su cultura africana. Su inglés no es el británico, es la voz de un africano escribiendo en inglés. En sus novelas emerge con naturalidad la cultura igbo, con su mitología, sus proverbios y su milenaria tradición oral de contadores de historias. En 1958 apareció su primera novela, Things Fall Apart (Todo se desmorona).

 

En 1960 Nigeria se convirtió en un estado independiente. El futuro parecía promisorio, con un gran potencial de crecimiento económico y con yacimientos de petróleo. Sin embargo, herencia de la creación artificial de la colonia, el nuevo estado carecía de cohesión social y el único vínculo que unía a las diferentes regiones, grupos étnicos y culturas era la dura experiencia del pasado colonial. Achebe publicó su segunda novela en 1960 y la tercera, Arrow of God (La flecha del dios), en 1964.

 

Achebe trabajaba en una estación de radio del gobierno, en la entonces capital Lagos, cuando publicó su cuarta novela, A Man of the People, en la que narra la corrupción política en una sociedad similar a la de Nigeria, pero a la que ubicaba en un país imaginario, que sufría un golpe de estado. Poco después de publicada esa novela, en 1966, se registró el primer golpe de estado en su país, instigado por jóvenes oficiales igbo, producto del profundo malestar social. En el contexto del atentado perdieron la vida algunas personas destacadas, sobre todo en la región norte del país, pero sobrevivió el jefe del ejército, un igbo. Ese golpe en realidad no fue tan sorpresivo: era un país sin un proyecto nacional, con una clase política —como sostenía Achebe— que solo perseguía sus intereses, mientras que la sociedad civil era prácticamente inexistente.

 

Achebe, injustamente, fue acusado de complicidad con el complot debido al relato de su novela. En un clima tenso y violento en contra de los igbo en el norte y occidente del país, se desataron matanzas en contra de los igbo. Achebe se refugió en su región natal, junto con su familia, y aceptó un puesto en la Universidad de Nigeria. En julio de 1966 un segundo golpe de Estado (norteño) acentuó la violencia en contra de los igbo, victimas de matanzas que se prolongaron cuatro meses.

 

En 1967, la región este (igbo) declaró su independencia, con el nombre de República de Biafra. Achebe se involucró con la república separatista, trabajando en el efímero gobierno de Biafra. En vísperas de la Guerra de Biafra (1967-1970), Achebe participó en misiones de paz y durante la guerra realizó algunos viajes para explicar el sufrimiento de los igbo y las causas de su lucha. Sostenía que la represión del gobierno norteño en contra de los igbo constituía un genocidio. En su último libro narra la historia ignorada de la guerra, la sufrida por los igbo.

 

Al concluir la guerra, el petrolero se convirtió en la base del auge económico, acentuó el desarrollo desigual y la injusticia social. Achebe fue profesor en la Universidad de Nigeria y aunque varias universidades de Estados Unidos estaban interesadas en contratarlo, el nuevo gobierno nigeriano le negó el pasaporte. No fue hasta 1972 cuando finalmente pudo salir del país.

 

Entre la cuarta y la quinta novelas de Achebe pasaron 21 años, durante los cuales el autor se refugió en la poesía y la escritura de un libro para niños. En esos años tuvieron lugar varios golpes de estado en Nigeria, con un fallido intento de gobierno civil.

 

El cambio político en Nigeria comenzó a finales de la década de 1990. Achebe siguió su lucha en contra de las injusticias y de la “dolorosa transición” hacia la democracia. Denunció desde la irrupción violenta de Boko Haram —calificándolo como síntoma del fracaso del estado— hasta la corrupción, la indisciplina y las políticas arbitrarias de los gobiernos nigerianos, oficialmente electos, que no se preocupaban por la gran mayoría de la población, cuya pobreza contrastaba con la gran prosperidad de la elite política y económica. Achebe decía que su incursión temporal en la política fue una experiencia decepcionante.

 

En 2004 rechazó una condecoración del gobierno de Nigeria, en protesta por las políticas gubernamentales. Años después, otro presidente le ofreció de nuevo la condecoración, pero Achebe volvió a rechazarla. Su muerte, en marzo de 2013, fue lamentada incluso por los políticos nigerianos que tiempo antes habían mostrado su enojo ante la voz crítica de Achebe. Enterrado en su pueblo natal, el historiador T. Falola afirmó: “El Árbol Gigante descansa en paz”.

 

* Fotografía: El escritor nigeriano Chinua Achebe logró rescribir la historia de África desde una perspectiva africana / AP

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