Eva, mapa de una pasión criminal

Jul 7 • Lecturas, Miradas • 3384 Views • No hay comentarios en Eva, mapa de una pasión criminal

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La segunda parte de la saga protagonizada por el mercenario español Lorenzo Falcó rompe con los códigos que existen entre víctima y victimario en la tradición de la novela policiaca

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POR OMAR PAREDES

A final de los años treinta, en una histórica región al norte de Marruecos, cerca de estrecho de Gibraltar y en medio de las desavenencias provocadas por la Guerra Civil española que dio fin a la Segunda República, las vidas de dos ex amantes, Falcó y Eva, se encuentran por segunda vez con un único propósito: aniquilarse uno al otro.

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En Eva (Alfaguara, 2017), segunda entrega de la serie literaria Falcó, creada por el escritor Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951), Lorenzo Falcó, un mercenario sin escrúpulos que trabaja para el Servicio Nacional de Información y Operaciones del espionaje franquista, se interna en los caminos de Tánger para impedir que el Mount Castle, un barco cargado con treinta toneladas de oro que el gobierno de la República ha enviado a la URSS para garantizar el suministro de material de guerra salga a su destino.

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Lorenzo Falcó, un camaleón de talento natural, se mimetiza en una guerra sucia para intentar convencer al capitán del barco, Fernando Quirós, de traicionar al bando republicano y volverse al nacional, cuidadoso de eludir el pasado que lo vincula con una de las tripulantes del buque mercante, la espía soviética Eva Neretva.

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En el puerto de la ciudad marroquí, donde la neblina espesa oculta las farolas del muelle dejando visible sólo la sombra de los marinos, permanecen a la espera de zarpar dos viejos barcos enemigos: el Mount Castle y el Martín Álvarez. Este último, “El destructor”, al mando del capitán de fragata Manuel Navia, tiene como misión hundir al primero apenas éste rebase la franja de aguas neutrales, esto, en caso de que Quirós decline la oferta del negociador.

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En esta nueva historia –a diferencia de Falcó (Alfaguara, 2016), donde el criminal debe liberar de una prisión de Alicante, junto a Eva, a José Antonio Primo de Rivera, líder falangista español–, el personaje de Falcó es más personal y muestra una faceta íntima del “hombre criminal, guapo y sin vergüenza” que vuelca su miedo en el amor y los fantasmas del pasado que regresan con nuevos nombres y nacionalidades.

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“Estamos en paz.”
Eso había dicho Eva la última vez.
Nunca lo habían engañado antes, recordó absorto. Nunca una mujer, y nunca de esa manera. Eva Neretva, alias Eva Rengel, alias sabía Dios qué. Se había revelado maestra indiscutible en el juego turbio, arriesgado, que jugaban ambos. Con su frialdad tan soviética. Casi inhumana.

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Arturo Pérez-Reverte construye una interesante analogía entre los personajes y elementos del relato. Así, por ejemplo, ambas embarcaciones mantienen una relación de víctima-victimario; de forma similar, Falcó y Eva encarnan una lucha insistente en el que uno funge como verdugo del otro, en donde los códigos de guerra y de lealtad determinan la hora final.

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Eva camina sobre las huellas de Falcó, deja la suavidad de su perfume, como una marca, por las callejuelas y permite que su mirada se cruce con la de él mientras finge no advertir su presencia, y sin embargo, evade el enfrentamiento que podría conducirla bajo las sábanas y el cuerpo de su mortal rival.

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Sólo son dos encuentros. Para llegar a ellos habrá que enredarse en una serie de conspiraciones y conjeturas que tienen como escenario los hoteles, calles y comercios de una urbe situada al extremo de África que, con sus colores y contrastes, abrazan esta audaz narración repleta de sonidos de armas nacionales, republicanas y soviéticas, producto de la imaginería del autor que recorrió, antes que sus personajes, este sitio reconociendo la peligrosidad de una tierra desértica tan cercana a Europa y tan distinta a ella.

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Meticuloso con la ficción y la congruencia histórica, el autor ofrece un abanico de personajes integrado por hombres y mujeres de distintas regiones del mundo, partícipes de una guerra que no les da más opción que morir. Recupera viejos nombres de la primera parte como el del secuaz homosexual de Falcó, Paquito Araña, e introduce nuevos, como Moira Nikolaos, de origen griego, personaje inspirado en una mujer que Pérez-Reverte conoció durante su juventud, en Medio Oriente.

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Nikolaos es, además, un acercamiento al interés del escritor por el mundo clásico. Como una auténtica Afrodita de Milos –con el brazo mutilado–, Moira se desliza con sutileza en las negociaciones que intentan comprar la voluntad del capitán del Mount Castle. Al igual que Eva, la mujer es el pasado de Falcó, pero también una referencia histórica a la Guerra Greco-Turca y al episodio ocurrido en septiembre de 1922 en el puerto de Esmirna, Turquía, cuando tropas otomanas arrasaron con las comunidades griegas y armenias cometiendo una serie de saqueos y crímenes que dejaron gran parte de la mítica ciudad destruida por un incendio en las costas turcas del Mar Egeo.

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Falcó, el antihéroe; y Eva, una mujer sin miedo, se mueven junto con el resto de los personajes entre las fronteras de la ficción y la realidad; son espías y matones al servicio de personajes históricos que cambiaron al mundo durante el periodo de entreguerras. En Eva no existen los finales felices ni desafortunados, tampoco trágicos. Esta historia concluye en misiones fallidas y nuevas encomiendas, dejando las incertidumbres para próximas entregas.

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Eva, un homenaje a la novela policiaca y de espionaje anglosajona de la primera mitad del siglo XX, recupera las vibraciones de una época determinante para Occidente y las entrelaza con un mundo más real y contemporáneo en donde el crimen, el sexo y el dinero son cartas de apuesta para repetidas ocasiones. En esta novela, el periodismo y la literatura juegan en sincrética dinámica con la historia y el estilo narrativo de Pérez-Reverte para ofrecer un relato por demás fascinante.

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Foto: Eva, Arturo Pérez-Reverte, México, Alfaguara, 2017, 400 pp. /Especial.

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