Sebastián del Amo y la reinvención noir

Abr 27 • Miradas, Pantallas • 4366 Views • No hay comentarios en Sebastián del Amo y la reinvención noir

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El cine negro toma un segundo aire con esta película que recupera, con la genialidad de sus actores y la puesta en escena, un género que vale la pena explorar

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 POR JORGE AYALA BLANCO

 

En El complot mongol (México, 2019), estilizadísimo opus recreador de época 3 del egresado cececiano de 48 años Sebastián del Amo (El fantástico mundo mágico de Juan Orol 11, Cantinflas 14), con guion suyo basado en la novela homónima (1969) del plurigenérico escritor Rafael Bernal (1915-72) para hacerle por fin honor a ese gran clásico fundacional de la literatura policiaca mexicana (tras una infame versión ínfima de Eceiza 78), el anarca pesimista escéptico de la justicia y compulsivo detective-expolicía judicial matón ya envejeciente Filiberto García (Damián Alcázar tan neotintanescamente autoirrisorio como en las sátiras políticas de Luisito Estrada) es llamado por el viejo lobo feroz Coronel (Javier López Chabelo) y el político redundantemente corrupto Del Valle (Eugenio Derbez) para encargarle el desentrañamiento de una complejísima trama clandestina de espionaje múltiple tendiente a un magnicidio en la hora de la visita de Kennedy a México 62, que involucra a chinos comunistas, pistoleros a sueldo, espías de potencias como los agentes del FBI, Graves (Ari Brickman con calva a lo Yul Brynner), y del KGV, Laski (Moisés Arizmendi con quevedos y piochita de Trotsky), mil 500 jugosos dólares en incinerables billetes de a 50, y que pronto será bautizada como Complot Mongol, por lo que García debe aprovechar sus contactos con los sospechosos restauranteros chinos de la calle de Dolores, tipo Fumanchú (Gustavo Sánchez Parra), para comenzar sus pesquisas, recibir amorosa respuesta de la victimada chinita inmigrante Marta (Bárbara Mori) a quien adora y castamente le permite refugiarse en su vigiladísima casa (hasta por la obviota espía rusa con binoculares en la ventana de enfrente, Dobrina Cristeva subtitulada), contactar en vano con el inasequible cantinero capomafioso señor Liú de la calle de Donceles (Salvador Sánchez torvamente momificado en vida), y aceptar lecciones de cuatachismo perverso por parte de la ruina ebria El Licenciado (Roberto Sosa), una vez que García no haya podido evitar la eliminación a quemarropa, por él mismo, de los sicarios foráneos, el falso polaco Manrique (Héctor Kotsifakis) y el tijuanense Villegas (Ramón Medina), serán precisamente las patéticas viudas de éstos, la descompuesta gringa borracha Annabella (Lisa Owen) y la mojigata prosti redimida Esther (Diana Lein), quienes ayudarán a desentrañar por fin la inextricable intriga del Complot, no dirigida contra Presidente extranjero alguno sino contra el propio Presidente mexicano, a través del traicionero general Miraflores (Rodrigo Murray) confabulado con los malditos mayores Hugo Stiglitz (él mismo) y El Sapo (Enrique Arreola), rumbo a los ametrallamientos, las inesperadas vueltas de tuerca y el reguero shakespeariano de cadáveres en que perderá la vida Martita para desconsuelo de nuestro héroe e indiscutible triunfo final de la reinvención noir.

 

La reinvención noir se ha atrevido a transformar en gozoso gracejo cábula y delirante desmadre puro las antes deleznadas virtudes de la hoy novela de culto de Bernal, a saber: su trama enrevesada y abstrusa, su galería de caracteres citadinos y su solipsismo autorreferencial, ahora traducidos en insólitos apartes atrevidos de Alcázar hacia la cámara para crear una continua complicidad malsana con el espectador de sus arrepentimientos y delicadezas sensuales, o en chistes privados-públicos muy 60s (“Yo sí trabajo con Sebastián del Amo y no con Tarantino”), o en onirismo despierto deseando volar románticamente a Acapulco, o en lúdico recurso a la inspiración camp (tan malo, tan malo que resulta bueno, o en esos segundos sentidos y terceras intenciones tan subrepticias como las de los personajes simuladores hasta de su propia realidad/irrealidad. La reinvención noir tiene irritantemente, pero con buen tino y sin desatino como destino evocador, al margen de cualquier prurito realista, el imaginario espía-aventurero en una añorada etapa del México ingenuo ya perdido, tal como podía detectarse en las populares historietas diarias y en sus modestos filmes de los 40s, y en cuyos espacios ya se situaba la desaforadamente antirrealista y calenturienta fantasía-thriller de Bernal, para lo cual resultan cruciales la inconcebible belleza plástica que logran las monocromías (rojas frenesí, blanquecinas) o bicromías (dominante gris sobre fondos amarillentos, carmesí sobre azul o así) de la fotografía esteticista autárquica artística per se de Alejandro Cantú, la contundente separación capitular de la edición de Barko Andrés Gómez Palacios y el realizador, la dirección de arte cual prolongación del vestuario fantasioso de Cynthia López y los efluvios de la música original de Gus Reyes en colaboración con Andrés Sánchez y Dan Zlotnik de índole neoarrabalera retro.

 

La reinvención noir delinea por último un cine noir mexicano bien armado y con alucinados alucinantes personajes ni de papel ni de cartón, sino sólidos y apasionantes, aunque sólo sea para devolverlos al imposible mundo de aventuras al que pertenecen, si bien sea para mantenerlos a distancia (oh el V-Effekt brechtiano) y orillados hacia la calculadora tragicomedia grotesca, análoga a la que absorbía a Juan Orol o a Cantinflas, sus semejantes, sus hermanos predecesores en este desatado carnaval de monstruos tan distintos entre sí por perfectamente caracterizados, Derbez o Chabelo en las antípodas de sus personajes habituales como si a Buñuel se le hubiera hecho convertir al Loco Valdez en Simón del desierto (64), y en medio de ellos, reinando como diosa de bondad vencida, la chinita Marta entornando grácil y efusivamente los ojillos siempre aquiescente y ofrecida (“Filibelto, eles muy buena pelsona”).

 

Y la reinvención noir habrá de culminar con un popurrí del trío Los Panchos (Caminemos, Sin ti), imprescindible en la omnipresente hora perdurable del desgarramiento interior en plano fijo de la señorial figura desequilibrada del héroe inconsolable (“¡Pinche soledad!”).

 

 

 

Cine negro contemporáneo:

 

 

 

Cazador de cabezas

El thriller noruego dirigido por Morten Tyldum cuenta la historia de Roger (Askel Hennie), el cazatalentos más reconocido de Noruega. Él está casado con Diana (Synnøve Macody Lund), propietaria de una galería de arte. Llevan una vida de lujos y excesos que pueden costearse gracias al otro trabajo de Roger, ladrón de obras de arte. En la inauguración de la galería, Diana le presenta a su esposo a Clas Greve (Nikolaj Coster-Waldau ), propietario de una obra de arte que podría darle independencia financiera a Roger. Mientras el protagonista planea robar la propiedad de Clas, éste hará lo que sea por borrar a Roger de la foto. El filme estrenado en 2011 está basado en la novela de Jo Nesbø.

 

FOTO: Damián Alcázar es Filiberto García en el filme mexicano El complot mongol. / Especial

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