Baca Lobera: la forma es fondo

Jul 8 • Miradas, Música • 3805 Views • No hay comentarios en Baca Lobera: la forma es fondo

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El disco Música de cámara rinde homenaje al compositor Ignacio Baca Lobera con lo más selecto de su trabajo musical, en el que abunda la variedad de texturas, intensidades y lenguajes sonoros

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POR IVÁN MARTÍNEZ

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Hace unas semanas, en el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras, de Morelia, se presentó el álbum Ignacio Baca Lobera: Música de Cámara (FONCA/Cero records, 2016) en el que el ensamble Liminar homenajea a este compositor (1957) presentando los que quizá sean los trabajos más representativos de su producción camerística del último cuarto de siglo./ Contrario a lo que podría adelantarme la combinación de un compositor al que conozco poco, que suele ser mal entendido fuera de sus círculos casi de culto, al que se tiene en la idea de “muy intelectual”, con un ensamble que puede representar una radicalidad a la que es mejor tener de lejos sonoramente, descubrí un disco muy disfrutable. Me encontré, desde la primera escucha, con la sensación de haberme estado perdiendo de algo muy bueno.

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En el repertorio presentado hay ideas tanto formales de largo aliento, de estructuras amplias y acabadas, que miniaturas que no representan de ninguna manera la idea de un boceto, sino de pequeñas declaraciones sonoras (ideas muy directas: cortas, certeras y determinantes; o para los millenials: a la manera de “tuits” perfectos).

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Musicalmente hay exploración de texturas, de sonoridades, pero no experimentación con las ideas, no en el trabajo final en papel (o ahora en el disco): el compositor es claro, da la impresión de ser un creador que sabe lo que quiere, sabe cómo lograrlo y lo disfruta. El lenguaje puede sonar intrincado, pero es natural, orgánico, es una música que siempre camina; es transparente no sólo en sus texturas, y aun cuando la intensidad de éstas sea obscura, sino en la dirección del sonido, que siempre parece palpable.

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El disco lo abre el Dúo para flauta y guitarra de 1992, a cargo de Wilfrido Terrazas y José Manuel Alcántara. Se trata de una pieza de plenitud moderna imposible de no pensarla como una fuga a dos voces a la manera de Bach; en intenciones y en profundidad. Está escrita en un lenguaje claro y espontáneo, idiomático para cada instrumento, donde no es el virtuosismo sino una intención de musicalidad lo que la representa.

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La obra más luminosa quizá sea Recollection, cinco miniaturas escritas entre 1999 y 2000, para flauta, clarinete bajo, percusión, piano, violín, viola y chelo; en forma e ideas muy emparentada con la siguiente serie de miniaturas, Tempi II, de 2003, para piano y percusión, aunque ésta resulta más transparente en sus texturas, que paradójicamente mantienen una identidad más obscura, que llega a ser casi violenta.

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La más difícil (visceral es la palabra bien elegida por Carlos Sandoval en las notas que acompañan el disco) es Dislocación, de 2007. Su discurso es menos contenido, más disperso, más imprevisible; recuerda la música de Manuel Enríquez. Está escrita para un ensamble mixto de clarinete bajo, percusión, guitarra y violonchelo, pero es el primero de estos instrumentos el que mantiene una voz que actúa como solista; es un pequeño concierto en el que la aportación de un intérprete como Antonio Rosales, de autoridad interpretativa y fuerza sonora, la hace la más atractiva. Es difícil pensarla con otro instrumentista que la hiciera tan deslumbrante.

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Emparentada, en el mismo camino, va Escritura automática (2007-2008), pieza amplia para ensamble mixto, de energía incesante. Es quizá más rica que las anteriores en posibilidades, en “narrativa”, en exploraciones sonoras;. No me parecería descabellado imaginar que el compositor la pensó para la escena: crea una atmósfera a la que se le agregan comentarios de diferente naturaleza.

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La pieza Habilidades desconocidas, de 2010, es la que cierra el disco. Coincidencias fortuitas: suena a su título. Es como el primer Dúo, una especie de fuga, para viola –encargada a Alexander Bruck– y electrónica. Esta ejecución suena dispersa y desordenada, el sonido de la viola no es el más atractivo y queda la sensación que la comunicación entre ambas voces podía ser más orgánica, más en un acercamiento pensado desde la tradición de la música de cámara, donde ambas se conjugaran, y no sólo como en el de un solista por encima de la electrónica. A la nota de Carlos Sandoval que piensa en ella como la respuesta a la “pregunta capciosa acerca de la misteriosa relación entre forma y azar”, vale el clásico: forma es fondo.

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El disco lo produjo musicalmente el mismo Baca Lobera, lo que explica un cuidado extremo no sólo en la calidad sonora sino en la fidelidad de las intenciones interpretativas de los artistas invitados, lo que, a la par de las conocidas dotes de músicos como Rosales, Alcántara, Terrazas o la cantante Carmina Escobar (Dislocación), explica el resultado tan atractivo y honesto. Identificado como creador de lenguajes complejos, es, para fines prácticos, una característica que interesa al intérprete: para el público que no le conozca, encontrará aquí una música viva y viviente; una voz atractiva y fascinante.

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FOTO: Las seis piezas que incluye este disco significan un recorrido por los 37 años de trabajo de este compositor.

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