Bélico porvenir

Jun 28 • Lecturas, Miradas • 2642 Views • No hay comentarios en Bélico porvenir

 

POR ALEJANDRO DE LA GARZA

 

Hace poco más de 20 años, en su ensayo El Centauro en el paisaje (finalista ex aequo del Premio Anagrama de Ensayo 1992) Sergio González Rodríguez aventuró el trazado de un elusivo y proteico mapa del futuro mediante una relato ensayístico seminal, en el que fusionó tiempos y espacios para prefigurar los escenarios culturales, tecnológicos e informativos del siglo XXI y a la vez desenmascarar sus contenidos tradicionales: la mistificación de la técnica, el fetiche de las mercancías posmodernas y la percepción de la tecnología como nueva “magia” en el horizonte de la comunicación planetaria, las redes globales, la fantasmagoría de la realidad virtual, el vértigo iconográfico, la cibernética, la biotecnología, la sofisticación del instrumental bélico por venir.

 

En su reciente ensayo Campo de guerra (ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2014), aquel posmoderno escenario posible, acaso un tanto optimista, en nuestro tiempo ultracontemporáneo se ha convertido en un espacio de batalla, de lucha, de guerra y emergencia bélica. Autor de media docena de ensayos indispensables (Los bajos fondos, De sangre y de sol, El hombre sin cabeza, El mal de origen) y de la más arrojada y radical investigación narrativa sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (Huesos en el desierto), el autor traza ahora en seis vertiginosos capítulos otro informe, mapa, radiografía, diagnóstico panorámico y cartografía de amplia perspectiva sobre la condición de nuestro país y su singular guerra contra el narcotráfico, pero inserta en una estrategia global impulsada desde Estados Unidos, potencia única, por el control estratégico de América del Norte, sus recursos, sus posibilidades geopolíticas y sus fronteras.

 

El horizonte nacional vislumbrado por la mirada de González Rodríguez no admite ya concesiones y deviene trágico, realista: “En México se vive bajo una idea formalista de las instituciones cuya disfuncionalidad pone en evidencia la dinámica de simulación que rige la vida pública y en la que participa la integridad del Estado: de los partidos políticos hasta la Suprema Corte de Justicia, de los gobiernos a las cámaras de diputados y senadores, del accionar del capital a los monopolios de la comunicación, de las fuerzas públicas al sistema judicial y penal, del ciclo electoral a los intelectuales y propagandistas que apoyan esa simulación” (p. 17).

 

Para el autor, el plan estratégico de militarización del mundo, el modelo global de control y vigilancia, pasa por el campo de guerra padecido en México a principios del siglo XXI, un caso de prueba no privativo de nuestro país. En él, la remodelación del intercambio y la cooperación militar (Iniciativa Mérida, Acuerdo para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte, Comando de América del Norte, Cumbre de Líderes de América del Norte) tienden al mantenimiento de una posición estratégica de Estados Unidos en nombre de su seguridad nacional, la paz y la estabilidad del mundo.

 

La lógica de la guerra en el orden global está ya reorganizando al planeta, como la guerra en México reconfigura al país. Esta radiografía de la guerra mexicana abunda en esa reconfiguración de nuestro mapa interior, de sus regiones y amplios territorios regidos ya por la lógica del trasiego de droga, el flujo de personas y sus trayectos, por la ocupación de amplias zonas del país en manos del crimen organizado y sus pugnas con otros en la misma empresa: el control y gestión del delito común y el resto de las industrias ilegales alentadoras de la dislocación territorial.

 

En un punto nodal, González Rodríguez propone incluso, con datos e informaciones pertinentes, la voluntad de las agencias estadounidenses como la CIA y la DEA de intervenir y manipular al interior de los cárteles de la droga en el país para obligar al Ejército a enfrentar escenarios reales de combate, elevar su capacidad, mejorar su entrenamiento y estandarizarlo con las exigencias de esta nueva realidad bélica, en la que ya se equiparan la insurgencia, el crimen organizado y el terrorismo. La apuesta estadounidense, insiste, es el endurecimiento del Estado mexicano hacia una sociedad militarizada, llevar a México a cumplir un papel de gendarme en Centroamérica y el Caribe, para vigilar las fronteras ampliadas de Estados Unidos.

 

Se coligen la falta de Estado de derecho en México, la corrupción y la connivencia del crimen organizado con todos los niveles de gobierno como parte crucial del problema, pero aislar el fenómeno de la violencia de su contexto político y geopolítico, y encarar el fenómeno como una simple lucha y meras pugnas del gobierno contra los criminales son una simplificación bárbara de un fenómeno complejo y vasto.

 

Otra redefinición destacable apunta a la concepción misma de “las víctimas” de la violencia en México, desde el punto de vista jurídico, legal, humanista. La anamorfosis de la víctima propuesta aquí ahonda en esa calidad y sus consecuencias, más allá de la estadística y la demagogia, para significar a la víctima junto con “su vivencia extrema de la violencia, la especificidad intransferible de su cuerpo y entendimiento en el trance de ser blanco de un delito, un abuso, una atrocidad”.

 

González Rodríguez vuelve a estimular la reflexión honda sobre nuestro presente y nuestro futuro desde una perspectiva dura y realista, ubicando además esta reflexión en el determinante contexto planetario. “Por fortuna”, nos dice después del impacto de este ensayo, “persiste el misterio ante el porvenir”.

 

*Sergio González Rodríguez, Campo de guerra, Anagrama, Barcelona, 2014, 166 pp.

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