Cuarteto para el fin de los tiempos

Ago 6 • Miradas, Música • 4746 Views • No hay comentarios en Cuarteto para el fin de los tiempos

POR IVÁN MARTÍNEZ

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Vi un ángel lleno de fuerza descendiendo del cielo (…)

y juró por quien vive los siglos de los siglos, diciendo: ya no habrá tiempo.

Pero el día de la trompeta del séptimo ángel, el misterio de Dios se consumará”.

Apocalipsis de San Juan, citado por Messiaen en el prefacio del Cuarteto para el fin de los tiempos

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El 15 de enero de 1941, en el campo de concentración de Görlitz, Olivier Messiaen (1908-1992) estrenaba, junto a Etienne Pâsquier, Jean Le Bouilaire y Henri Akoka, también prisioneros del nazismo, su Quatour de la fin du temps –como aparece nombrado en el afiche de esa primera audición. Pronto, esta imponente y espiritualmente poderosa obra recibió no solo el reconocimiento como la más importante en el catálogo de cámara del compositor, sino también como una de las más importantes en la historia de la música del siglo XX; como una gloria de la arquitectura sonora monumental de ese siglo.

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Las posibilidades colorísticas y diversidad tímbrica logradas por Messiaen en su Cuarteto para clarinete, violín, violonchelo y piano (dotación que no refleja una búsqueda primaria sino la que corresponde a sus compañeros en prisión), que ya en 1938 habían sido exploradas con menos éxito por Paul Hindemith, son musicalmente sus características más notables, técnicamente requiere de sus intérpretes enormes retos sonoros que van del más inaudible ataque en pianísimos hasta los más violentos fraseos, mientras que artísticamente su principal atractivo –o desafío, desde donde se analice– reside en la concentración religiosa, en su significado; en su lenguaje “esencialmente inmaterial, espiritual, católico”, para retomar el prefacio de su compositor.

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Ésta, la primera partitura de fe católica manifiesta que Messiaen dedicó a las salas de concierto y no a los templos, sirvió de cierre a un festival de verano en la Escuela Superior de Música del INBA en el que el principal profesor invitado fue el clarinetista Philippe Cuper, primer solista de la orquesta de la Ópera de París desde hace más de treinta años y visitante frecuente de nuestro país por la larga lista de exalumnos mexicanos que le siguen venerando. A Cuper le acompañaron en la ejecución del Cuarteto para el fin de los tiempos del pasado martes 2 de agosto la violinista Vera Koulkova, la violonchelista Sona Posjotyan y la pianista Camelia Goila, tres artistas que en otra combinación forman el muy activo Cuarteto Aurora.

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Messiaen no usa los cuatro instrumentos durante toda la obra, y aunque el material melódico es muy cercano en los ocho movimientos, cada uno de ellos es muy específico y característico en sus procedimientos rítmicos para dar el sentido narrativo de su visión de eternidad.

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El primero, “Liturgia de cristal”, es un juego polifónico que aunque leído con la mayor precisión, pudo sentirse arrastrado en sentido rítmico, y desapegado musicalmente. Como si se tratase de una lectura rutinaria y no de una búsqueda artística que, como corresponde, despertara a las aves en el día final. El segundo, el “Vocalise para el ángel que anuncia el fin del tiempo”, me impresionó por lo apacible y transparente de su ejecución, especialmente la sección central en la que los acordes “azul-naranja” del piano acompañan el coral con sordina del violín y el violonchelo, tocado éste con elogiable cuidado.

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Cuper tuvo su momento al ejecutar el no tan breve tour-de-forcé que es el tercer movimiento, el “Abismo de las aves” para clarinete solo, brindado con buen carácter dramático y especial lucimiento técnico en sus ataques. Y con ímpetu fue leído el breve Intermedio, bien conectado con el quinto movimiento, “Alabanza a la eternidad de Jesús”, espacio para el brillo individual del violonchelo; melodía poderosa y dulce, fue brindada con particular y riguroso cuidado del tempo, y un sentido muy reposado de la sonoridad.

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El movimiento más característico de todos, la “Danza del furor para las siete trompetas”, un gran palíndromo rítmico en el que los cuatro instrumentos tocan prácticamente al unísono, sufrió de ciertos desfases quizá algo naturales por el poco tiempo que puede dedicarse al ensayo en festivales.

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Con mejor fortuna y ensamble se escuchó el séptimo, la “Confesión de arcoíris para el Ángel que anuncia el fin del tiempo”, no el más atractivo pero sí el más complejo y elaborado por sus propias secciones internas y la construcción de los arcos entre ellas. “Extremadamente lento y tierno” es la indicación al último movimiento, la “Alabanza a la inmortalidad de Jesús” para violín con acompañamiento de piano; leído quizá con poca ternura, de él Koulkova ofreció un canto puro e intenso para conmover hasta al “Jesús-hombre, al Verbo hecho carne, resucitado inmortal”. Fue una ejecución que no puede llamarse rutinaria, pero que tampoco llegó a lo sublime.

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A manera de epílogo y para gusto de los alumnos asistentes, además de un par de ensambles de clarinetes junto a otros profesores, Cuper ofreció junto a Goila la Fantasía para clarinete y piano sobre temas de la ópera Cavalleria Rusticana de Carlo Della Giacoma, una delicia de virtuosismo que en esta ocasión sirvió para refrendar el constante elogio a la pianista más instintiva que pueda buscar un clarinetista. Como siempre, ¡Brava!. Como siempre, ¡Brava!

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FOTO: La pianista Camelia Goila acompañó al clarinetista Phillipe Cuper en la ejecución de Fantasía para clarinete y piano sobre temas de Cavalleria Rusticana, de Carlo Della Giacoma./ ESPECIAL

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