Diego Herrera: de música y silencios

Mar 14 • Conexiones, destacamos, principales • 4638 Views • No hay comentarios en Diego Herrera: de música y silencios

 

 

POR VICENTE ALFONSO

 

 

Reconocido por su labor como productor y por ser el tecladista de Caifanes, Diego Herrera define en una frase lo que bien puede ser la clave de sus logros: “Para cualquier músico es esencial escuchar a los demás”, dice a Confabulario en una charla que toca temas como el proyecto que comparte con Juan Villoro y su carrera en solitario. Habla también de la experiencia que ha representado formar parte de Caifanes, del papel del silencio en el proceso creativo y de la importancia de abrirse a otras disciplinas artísticas como la literatura y el cine.

 

Háblanos del proyecto Mientras nos dure el veinte, ¿cómo nace?

Todos los años voy al festival de Cine de Morelia y me invitaron a hacer algo en vivo, una proyección, y empecé a buscar películas. Invité a Alfonso André y empezamos a buscar pelis, pero no encontrábamos. Chema Arreola se enteró de esto y me dijo: “Oye, ¿tú conoces a Juan Villoro?” Y le dije sí, somos cuates desde hace muchos años. A raíz de una cosa que Chema Arreola genera para el Vive Latino de hace un año armamos esto de musicalizar cuentos de Juan Villoro. Escogimos algunos de Tiempo transcurrido y los presentamos con una banda en vivo, la idea es que Juan los lea como si fuera un cantante, nosotros estamos musicalizando conforme a lo que va sucediendo en el cuento. Comencé a generar canciones, a componerlas, y luego empezamos a ensayar con la banda. Aquí lo complicado es tocar porque hay muchas variaciones: si tú vas a tocar una rola, ésta tiene un puente, un coro, una introducción, dos vueltas al coro, un puente… Hay una estructura, ya sabes a dónde vas, dónde vas a acabar y todo eso. Acá no. Acá es como hacer unos espacios flotantes y cuando la palabra mágica sucede, cambiamos de un barco a otro. Hicimos el Vive Latino, nos fue muy bien y dijimos: la chamba está hecha, ¿por qué no lo producimos para grabarlo y que por lo menos quede un documento? Fue lo que hicimos en diciembre en El Chopo.

 

Desde Caifanes integraste muchas vertientes e influencias, ¿cómo ha sido para ti   abordar no sólo otros géneros musicales sino géneros literarios como el cuento y la crónica?

Pues te digo, tiene esta particularidad de compartir primero con Juan, que ha sido muy divertido, con las historias te mueres de la risa. En este momento estoy trabajando en ello, porque ya estamos mezclando el material para una edición que saldrá en un par de meses, por parte del Fondo de Cultura Económica en que estará incluido el disco.

 

Desde hace mucho coqueteo con muchos géneros que no necesariamente son rock, tal vez el rock ha sido mi accidente en un momento dado, mi desviación en el camino, una desviación muy afortunada y por la cual estoy muy agradecido. He coqueteado con muchos géneros. Toqué salsa mucho tiempo, toqué jazz mucho tiempo. Entonces es muy divertido, es como una cosa teatral que sí cambia en cierta manera. Hay una necesidad imperiosa de escuchar a los demás. Cosa que sucede también en la banda, cuando estás en la banda. Pero aquí es como mucho más esencial y de supervivencia, para llegar a buen puerto, el estar escuchando mucho lo que está pasando. Hay que manejar muchos matices para saber en dónde está Juan, etcétera. En fin, tiene sus peculiaridades pero ha sido muy divertido, y muy contentos estamos con la banda, donde por cierto están Javier Calderón en la guitarra, Federico Fong en el bajo, yo estoy tocando guitarra y teclas, y Alfonso André en la batería.

 

Rescato algo que acabas de decir: es esencial escuchar a los demás. Desde que con Caifanes empezaron a meterse con otros géneros, el rock no necesariamente tenía que ser una cosa de glamour sino de alteridades, de escuchar lo distinto ¿cómo viviste tú ese momento de rompe y rasga con el rock mexicano?

Rescato con qué empezaste esta pregunta: creo que eso es una ley de vida escuchar a los demás. Acabo de estar en una master class de Wynton Marsalis aquí en Cuernavaca, un par de ellas, ¡qué belleza, maestro, qué cosa! Un concierto me hubiera gustado mucho, pero verlo a él platicando con los chavos, unos chavitos de 18 a 25 años tocando jazz… Él palomeando con ellos. Él hablaba muchísimo de la conexión y bueno, en el jazz, como en todas las músicas, es esencial escuchar a los demás. Tampoco puedes escuchar mucho al público. Es una cosa medio egoísta, pero te hace perder la brújula eventualmente. Si uno se pone a pensar en qué es lo que quiere la gente escuchar y lo que está pasando en términos de las tendencias y las bandas, te vuelves loco. Una de las cosas que hemos hecho ha sido como escucharnos mucho a nosotros mismos y confiar mucho en esa intuición.

 

Ayer tuiteabas que nada hay mejor para un domingo que estar picado con un libro ¿nos puedes decir qué libro es y cuáles son tus autores favoritos?

He leído varias cosas, éste es un best seller (se ríe), pero no me importa. Es uno de Ken Follet que se llama El umbral de la eternidad. Está cañón, yo no lo había leído nunca, y necesitaba que me lo regalaran porque difícilmente lo iba a comprar, ¿me entiendes? Yo soy más de Siruela, Murakami me gusta mucho, Javier Marías, Santiago Gamboa también me gustó mucho. Héctor Abad Faciolince, ¡no manches! El olvido que seremos, ¡uff! Una joya, men.

 

¿Y qué representan para ti los libros en tu proceso creativo?

Soy de la idea de que es sumamente importante nutrirte y no sabes cómo pero es con cine, con música, con libros, ¿no? Insisto en que si te haces grande te pierdes de todo lo chiquito. Eso es lo que sucede muchas veces. No, yo: ¡qué hueva, qué hueva! Esta vez que fui pensaba ¿Wynton Marsalis? Yo ya he oído mucho jazz… La madre. Fui y no sabes lo que aprendí. Es bien importante nutrirse, son cosas que no sabes ni cómo vas a acomodar. Y es un proceso… te digo, hay que irse más a la intuición, ¿no? Veo este asunto de Marsalis que es una cosa muy bonita, muy desde el corazón. Ves al tipo, al ser humano, al músico ahí, bien chingón. Después no sabes cómo lo vas a almacenar en tu disco duro y a la hora de requerirlo vas a jalar de ahí… Pues lo mismo pasa con los libros: te dan imágenes, te dan un espacio, te dan una calma, una onda pa’ dentro. A tocar contigo, pues. Que aunque estés en un libro y te lo estés imaginando, pero es como pa’ dentro, que creo que también nos hacen muchísima falta. Ta´todo afuera, en el pinche Facebook y en el Whatsapp. Es pa’ dentro el rollo. Entonces, creo que es muy importante nutrirte de todas esas cosas que al final quedan.

 

Esto de volverse hacia adentro, de saber escucharse, nos lleva también al tema que teníamos pendiente: el silencio, no nada más como tu proyecto de Música en Silencio, sino como la mitad de la música. Por lo general pensamos que el silencio es un vacío, y no es así…

No, hombre ¡el silencio es poderosísimo! Hay una cosa que a mí me pasa, no sé si a todos los músicos: a veces estoy en mi estudio trabajando en un rollo y estoy con las orejas como lechuga, pelando oreja para mezclar o para grabar, o para arreglar lo que estoy haciendo. De repente al final del día que llevas ocho o diez horas haciendo eso, el silencio es una cosa muy poderosa. Yo te diría que el silencio es más del cincuenta por ciento de la música. Con este proyecto que se llama Música en silencio hay una parte donde buscaba darle espacio al silencio. Tratar de concebirlo, tratar de componerlo desde ese lugar. Para mí la creatividad es como plantearle trucos a la mente y cambiarle la jugada de tal forma que tengas mucha más libertad. Entonces, esa era la idea: de repente hacer una rola donde haya más silencio que sonido, por ejemplo. Música en silencio surgió a raíz de la muerte de mi padre. Se trataba de hacer las paces con él antes de que se muriera, y de ahí derivó en agradecer a muchos hombres que han sido importantes en mi vida. La intención es hacer un proyecto muy de notas, de música. Poco de secuencias y de gran producción.

 

Entiendo que una de las canciones está dedicada a Eugenio Toussaint. ¿Cómo nace este homenaje?

Sí. Yo viví con ellos. Cuando decidí ser músico tuve un altercado ahí con mi jefe y me fui de la casa. Entonces me dijo Fernando Toussaint, con quien tocaba, que su mamá me podía rentar una cama. Y dije: ah, pues chingón. Viví con ellos como dos años y medio. Cuando murió Eugenio dije: no manches, yo cómo le aprendí a este hombre. Él no lo sabía, no me daba clases, pero yo veía a esta figura que de repente andaba buscando, que todos necesitamos. Todos necesitamos esta figura paterna, y justo tengo la ruptura con mi jefe y quiero estudiar música pero no estoy ni en la escuela, no tengo ni estructura, ni nada. ¿De qué me agarro? Le aprendí muchas cosas a Eugenio y me dieron ganas de componerle esa rola; luego invité a Enrique su hermano a tocar. Y como que ya iba a sacar el disco, pero no lo saqué, me daba miedo que fueran a pensar que soy el Richard Clayderman del rock and roll, Raúl di Blasio, la chingada… Neta. Me daba miedo. ¿Pa’ qué lo saco? “Pinche disco mamón de pianista…” En fin. Son de esas cosas que uno se dice. Y le mandé el track a Enrique, Enrique grabó después de como ocho o nueve meses y me mandó su bajo. Entonces dije “Voy a tener que sacar el disco. Este güey ya le metió una semana de chamba o tres días de chamba, o lo que sea, ¿no? No se puede quedar en un demo rodando por ahí”. Eso me hizo terminarlo. Es un proyecto bien interesante, porque, pese a todas las cosas que pensaba y todos los fantasmas que tenía y los miedos y todo eso, al final el mensaje llegó, la intención con la que fue hecha la música funcionó. Eso te habla de todas las cosas que uno se dice que no son. En la onda de la creatividad, y en la onda de la composición yo creo que el peor amigo y el peor enemigo es uno mismo.

 

 

 

 

*Fotografía: El proyecto Mientras nos dure el veinte incluye a Javier Calderón (guitarra), Alfonso André (Batería), Juan Villoro (voz) Diego Herrera (teclado y guitarra) y Federico Fong (bajo)  / Crédito: Especial

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