Dos ensambles visitantes

Nov 29 • Miradas, Música • 2352 Views • No hay comentarios en Dos ensambles visitantes

 

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

No deja de ser curioso que, entre pasillos y en algunos círculos, sobre todo de jóvenes, de lo que más se haya hablado durante la segunda quincena de noviembre fuera la presencia en México de dos ensambles visitantes que no fueron presentados por las instituciones culturales del gobierno, o no de manera centralizada desde el Instituto Nacional de Bellas Artes. Que el esfuerzo por traer al Cuarteto Brodsky (la UNAM, Instrumenta Oaxaca, el Festival de Morelia) y a la Orquesta del Teatro Estatal en la Gärtnerplatz de Múnich (el Festival de Morelia, la Sociedad de Autores y Compositores de México, el Cenart) se diera de manera más bien modesta pero tuviera mayor trascendencia que los muy promocionados ciclos de cuartetos de cuerda y orquestas internacionales presentados en el Palacio de Bellas Artes hacia la primera mitad del año, siempre de resultado heterogéneo, pero de marcada diferencia en el tamaño del dispendio y pocas veces de acuerdo a la medida de su trascendencia artística y cultural.

 

La del Cuarteto Brodsky se trató de una masterclass y me refiero a toda su visita: las dos semanas en Oaxaca dentro de la iniciativa académica Instrumenta, donde no sólo ofreció los cursos de cuerdas y de música de cámara y presentó un ciclo completo con los cuartetos de Shostakovich, sino que éste incluyó un side-by-side con algunos de los alumnos, ejercicio único e invaluable para ellos; su concierto en Morelia, cuya visita también incluyó una clase para estudiantes michoacanos; los recitales en otras latitudes tan disímbolas como Tlacolula, en Oaxaca, o León, en Guanajuato; y la presentación que me tocó atestiguar el viernes 21 en la Sala Nezahualcóyotl, en la ciudad de México, a la que quizá ya deba referirme como la mejor sesión de música de cámara que haya escuchado este 2014.

 

De larga tradición —fue creado en 1972 y dos de sus miembros originales, el violinista Ian Benton y la violonchelista Jacqueline Thomas, siguen ahí— y viejo conocido de los mexicanos, el Brodsky es uno de los pocos grupos de su envergadura que suele combinar sus giras de conciertos con actividades académicas. Aún recuerdo la que me tocó vivir como estudiante y lo que escuché la noche del viernes no me ha hecho sino revivir, reaprender cada concepto e ideal que en la primavera de 2005 le aprendí a su violista, Paul Cassidy: más allá de la perfección técnica y la uniformidad en la manera en que se toca una música, la disciplina camerística tiene que ver con una cuestión inenarrable de química y comunión entre sus miembros; no son —en este caso— dos violines, una viola y un violonchelo tocando juntos y parejo, es un solo instrumento, un solo timbre nacido de una complicidad que no sólo se ve, sino que se escucha: se siente al pasar una frase de un instrumento a otro, en cómo una línea que comienza en uno de los instrumentos, pasa a otro sin ningún atisbo de cambio en el color y que fuera del cuarteto sería evidente.

 

Además de esas cualidades muchas veces injustamente obviadas, el repertorio está perfectamente elegido para muchos propósitos. Cada obra está allí no sólo para redondear un arco programático, sino como un manifiesto: los Contrapuntos 1 y 6 del Arte de la fuga de Bach, prueba de la unidad de su sonido y del entendimiento del camino que transitan las voces por los cuatro instrumentos, como ejercicio auditivo; la Preghiera de Henning Kraggerud, de su capacidad para crear atmósferas de carácter íntimo, de concentración casi religiosa; el Cuarteto no. 5 de Bártok como demostración de virtuosismo; y el Cuarteto no. 14, op. 131 de Beethoven de otro tipo de virtuosismo, éste de mayor profundidad que tiene que ver con un concepto intelectual bien arraigado que nunca pierde la naturalidad musical de esta cumbre del repertorio para cuarteto.

 

Escuché luego a la Orquesta del Teatro Estatal en la Gärtnerplatz de Múnich, bajo la batuta de su director Marco Comin, en lo que fue el último concierto de su gira por México, el miércoles 26 de noviembre en la Sala Telefónica del Centro Cultural Roberto Cantoral. El atractivo se centraba en el solista invitado, el joven y reconocido cornista Christoph Ess, a quien únicamente escuché los solos del segundo Minueto de la Serenata no. 9, “Posthorn” de Mozart incluida en este programa; de sonido excepcional en el pequeño corno que da sobrenombre a esta obra, pero no exento de imperfecciones y, sobre todo, de volumen excesivo en este entorno orquestal.

 

Además de escuchar a su solista, la visita de este ensamble debió servir, como ocurre con otros de su tipo, para tirar algunos mitos: en este caso, el de las orquestas germanas. Ésta, aun con su larga tradición, resultó ser un ensamble de cualidades medianas, más bien insoportables (cuerdas chillantes, poco cuidadas, maderas de poca personalidad y dificultad para pronunciar todas sus notas, metales descontrolados y de ataques inexactos), cuyo director no ha sabido moldear y que dejará en la memoria una lectura a la Quinta Sinfonía de Schubert que no puede calificarse como plana… porque para aplanar un camino, primero habría que quitar las piedras.

 

*Fotografía: El Cuarteto Brodsky aprovechó su estancia en México para participar en actividades académicas en el Festival de Música de Morelia y en Instrumenta Oaxaca / Especial.

 

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