El conocimiento del poder

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POR JORGE ISLAS

 

Gianfranco Pasquino estudió ciencia política en la Universidad de Turín donde fue alumno de Norberto Bobbio, se especializó en política comparada en la Universidad de Florencia bajo la dirección de Giovanni Sartori. Ha participado en política y actualmente es profesor titular en la Universidad de Bolonia, Italia. Ha conversado con Jorge Islas sobre El Príncipe, a 500 años de la aparición del opúsculo de Nicolás Maquiavelo.

 

JI: Diversos autores defienden la idea de que Maquiavelo escribió un texto para la redención de Italia, para otros es una sátira del mal gobierno de los príncipes déspotas, para otros autores el libro fue básicamente una solicitud de empleo, una petición fina y muy elaborada para conseguir el favor de los Médicis. ¿Cuál es su opinión al respecto?

 

GP: Un análisis político de rara agudeza para demostrar lo que Maquiavelo conocía, para obtener un trabajo importante que él podía hacer con el objetivo de unificar Italia, es decir, con ambiciones nacionales, republicanas, éticas para la libertad y el bienestar de un pueblo.

 

JI: ¿Considera a Maquiavelo como el referente que dio a la política las bases para constituirse como una actividad o ciencia social autónoma, que tiene sus propias reglas de comportamiento? ¿Hay un Maquiavelo pagano anticlerical?

 

GP: Maquiavelo no es pagano. Es indiferente a la religión. No es anticlerical pero no gusta de los curas y de los Papas que interfieren, sin tener bastante virtud y conocimientos, en las actividades políticas y sociales de los hombres. Maquiavelo intentó fundar la autonomía de la ciencia política ante la religión. Y logró hacerlo. Su mensaje es: la política tiene sus propias reglas; la política es una actividad que se puede comprender y explicar a través de la política, esto es lo que quieren y hacen los hombres en una comunidad. La política requiere hombres de coraje y virtud que desafían la tradición y las supersticiones. La política no es lo que dictan los curas o los Papas. Es lo que hacen los hombres con mucha virtud y que luchan contra la fortuna.

 

JI: Autonomía de la política, pero también realidad de la política. En diversas cartas y escritos podemos observar a un Maquiavelo interesado únicamente por la utilidad de la política, por las acciones políticas eficaces que detonaron una mejoría para sus respectivos estados. La originalidad de su trabajo también incluyó la presentación del poder por su cruda realidad. Según Bacon, es a Maquiavelo a quien le debemos el conocimiento del poder por lo que es en la realidad y no por lo que debería ser. ¿Es Maquiavelo quien logra desmitificar el idealismo político que previamente nos habían presentado Aristóteles, Platón, Cicerón?

 

GP: No idealismo sino un ideal. Solamente los hombres libres que han unificado una nación pueden seguir siendo libres y perseguir su destino.

 

JI: Entre las falsas leyendas y lo que nunca pronunció Maquiavelo está la doctrina de la razón de Estado y de que el fin justifica los medios. ¿Cuáles fueron las razones para atribuirle ideas y conceptos de los que no tuvo participación alguna?

 

GP: Una respuesta satisfactoria debería combinar los análisis de los antimaquiavelos (maquiavelians), sus motivos, sus colocaciones sociales con su ignorancia de la historia. Maquiavelo fue el objeto de críticas (target) de todos los que no querían ver una nueva ciencia política y una nueva política.

 

JI: ¿Usted cree que hay un Maquiavelo que se contradice, que es inconsistente, dado el contenido y postulados que leemos en El Príncipe y los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio? Por un lado se pronuncia abiertamente por una monarquía absoluta y por otro por una república popular.

 

GP: No hay contradicciones. En algunas situaciones históricas la monarquía puede ser necesaria. En la Italia de 1513 el Príncipe podía ser la persona, el líder capaz de cumplir un acontecimiento decisivo que ninguna otra forma de gobierno —por supuesto no el Papa— podría producir.

 

JI: En su perspectiva, ¿cuál o cuáles son las mayores aportaciones de El Príncipe, para la construcción de un Estado fuerte, funcional, eficaz?

 

GP: Toda la discusión sobre las armas y contra los mercenarios, y la oración en favor de las virtudes públicas y de la necesidad que el Príncipe actúe con el consenso de los ciudadanos, constituyen aportaciones fundamentales.

 

JI: ¿Siguen vigentes las reglas y postulados de El Príncipe en el siglo XXI? Cuando se escribió dicho opúsculo, no había estado constitucional, era otra la forma de hacer política, pero los sentimientos y las pasiones del poder, supongo, y de acuerdo con Maquiavelo, siempre han sido las mismas.

 

GP: Las reglas fundamentales descubiertas por Maquiavelo y su mismo análisis de la psicología del poder y de los hombres tienen aún mucha validez. Hoy Maquiavelo sería un verdadero maestro en la interpretación de la hipocresía de los líderes políticos.

 

JI: Si Maquiavelo estuviera entre nosotros, ¿cuál cree usted que sería el modelo del Príncipe contemporáneo? Claramente no sería Berlusconi. ¿Cuál sería su Moisés o César Borgia contemporáneo?

 

GP: No puedo elaborar todo eso. Pero yo diría que Maquiavelo buscaría las cualidades del Príncipe contemporáneo en Nelson Mandela y en la señora Aung San Suu Kyi.

 

JI: En este mismo sentido, con un poco de imaginación y con la debida proporción guardada, ¿qué estado-nación reuniría al día de hoy las virtudes públicas o institucionales de las que Maquiavelo habla en los discursos sobre Tito Livio?

 

GP: La mayoría de las democracias parlamentarias europeas y las de la diáspora anglosajona tienen las virtudes públicas apreciadas por Maquiavelo. Los indicadores del desarrollo humano de Naciones Unidas ofrecen un ranking muy aceptable

 

JI: El Príncipe fue escrito, según palabras de Maquiavelo, para que tuviera alguna utilidad a quien lo entendiera. ¿Sirve de algo o para algo el método y mensaje reunido en El Príncipe? ¿Le podría servir a los políticos contemporáneos para ser mejores gobernantes?

 

GP: El método de Maquiavelo sigue siendo útil y esencial, por las siguientes razones: en primer lugar, por la experiencia de las cosas contemporáneas, es decir, la observación participante y la investigación empírica; en segundo lugar, por las enseñanzas de los antiguos, es decir, conocer la literatura sobre los fenómenos políticos, que es la única manera de “subir a los hombros de los gigantes”; y, finalmente, por el método comparado. Nada más y nada menos.

 

 

Profesor de derecho constitucional en la UNAM

 

*Fotografía: Gianfranco Pasquino, experto italiano en Ciencia Política/ FOTO TOMADA DEL SITIO CLARKE.DICKINSON.EDU

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