El rastro del reportero

Feb 15 • destacamos, principales, Reflexiones • 3584 Views • No hay comentarios en El rastro del reportero

POR JAVIER GARCÍA-GALIANO

 

En abril de 1945 en Demokratische PostOrgano de los Antinazis Alemanes de México y Centro América, se publicó el anuncio de un “banquete en honor al gran escritor Egon Erwin Kisch con motivo de su 60 cumpleaños. Jueves 26 de abril a las 8:30 de la noche en el restaurante del Palacio de Bellas Artes, Cubierto 15 pesos. Baile incluido. El comité del festejo. Presidente, Dr. Enrique González Martínez”.

 

Egon Erwin Kisch había llegado a México en tren desde Nueva York los últimos días de 1940 o los primeros de 1941 acompañado de su esposa, Gisl, de André Simone, que en realidad se llamaba Otto Katz y la mujer de éste, Ilse. Vivió en el edificio que todavía se halla en el número 130 de la calle Amsterdam, esquina Michoacán, en la colonia Hipódromo del Distrito Federal, que acaso le recordaba ciertos edificios de Praga y de Viena, y según Harald Wessel, en abril de 1942 se mudó al departamento número 6 de Avenida Tamaulipas 152 en la misma colonia.

 

Amigo de Franz Kafka y conocido como der rasende Reporter, el reportero veloz, había sido reportero del periódico alemán Bohemia de Praga, había dirigido Die Rote Garde (La guardia roja) y el semanario Der freie Arbeiter (El trabajador libre). Fue llamado a incorporarse al ejército austríaco al declararse la Gran Guerra, en la cual combatió en los frentes de Serbia y los Cárpatos, de donde procede su libro Schreib das auf, Kisch! (Anótalo, Kisch). Viajó siete días en el ferrocarril transiberiano desde Moscú hasta China. A los pasajeros que inquirían las razones de su viaje, les decía que se dirigía a la caza del oso en Transbaikalia; en realidad, iba como enviado de periódicos de Praga a China, que se hallaba en guerra.

 

Tropas japonesas habían ocupado Manchuria. Sus reportajes se convirtieron en el origen de China geheim (China secreta). Debido a que las autoridades le negaron el permiso para desembarcar en Australia, a las dos y cuarto de la tarde del 13 de noviembre de 1934, cuando el barco de bandera británica Strathaird, que había abordado en Marsella, empezaba a zarpar del puerto de Melbourne, decidió saltar desde la cubierta, a una altura de cinco metros y medio, rompiéndose una pierna al caer en el muelle, a lo cual parece aludir el título de su libro Landung in Australien (Tomar tierra en Australia). No sólo por presunción, llamó a uno de sus volúmenes Abenteuer in fünf Kontinenten (Aventuras en cinco continentes).

 

Como le ocurrió a muchos, hacia las cinco de la mañana del 28 de febrero de 1933, dos agentes armados se presentaron en su departamento de la Motzstrasse, en Berlin-Wilmersdorf, para decirle: “Señor Kisch, tenemos órdenes de llevarlo a la Jefatura de Policía”. Aquella noche, el Reichstag había sido incendiado. Fritz Tobias refiere que Adolf Hitler, que recibió la noticia en casa de Joseph Goebbels, donde había cenado, fue guiado hasta un palco que daba a la Cámara de Sesiones, para entonces en llamas. “Se apoyó en el parapeto de piedra y contempló el rojo océano de llamas.

 

De súbito, se volteó. Tenía el rostro escarlata por la excitación y por el calor reinante… y de pronto empezó a gritar con todas sus fuerzas: ‘¡Ahora les enseñaremos! Cualquiera que se interponga en nuestro camino debe ser aniquilado. Todo dirigente comunista debe ser fusilado. Todos los diputados comunistas serán colgados esta misma noche. Todos los amigos de los comunistas serán puestos tras las rejas. Y eso vale para los socialdemócratas y el Reichsbanner también”.

 

Según Stephen Koch, “Kisch era un comunista declarado comprometido con los asuntos internos del Komintern. Había llegado temprano a la esfera de influencia de Willi (Münzenberg). Este lo había nombrado ‘trabajador cultural’ encargado de apoyar los intereses soviéticos en Berlín”. Kisch, que había sido arrestado repetidas veces, recordaba quizá apócrifamente que aquella noche de su detención en febrero de 1933, levantó las manos como se lo indicaron los agentes, se dejó catear en busca de armas, respondió a un interrogatorio sucinto y descubrió con placer el interés detectivesco que sus visitantes le dedicaron a un volumen de sus reportajes en holandés. Su pasaporte checoslovaco lo protegió deparándole la deportación.

 

Kisch aprendió español en España, donde participó en la Guerra Civil al mando del Batallón Masaryk de la 129 Brigada Internacional. En México, su conocimiento del idioma no sólo le facilitó la vida práctica, sino que lo condujo a descubrir un país incitante, que pretendía ensayar una forma de revolución, cuyo paisaje deparaba prodigios como el nacimiento de un volcán, en el que la historia se entreveraba con lo cotidiano no sólo en los vestigios prehispánicos, sino en el mercado donde convergían culturas fascinantes y donde podían descubrirse historias secretas de la emperatriz Carlota.

 

Friedhelm Schmidt sostiene que Marktplatz der Sensationen (Plaza de las sensaciones), que fue el primer libro que publicó El Libro Libre, la editorial que crearon, entre otros, Anna Seghers, Ernst Römer, Leo Katz, Ludwig Renn, Lion Feuchtwanger, Bodo Uhse, Kisch, es menos un libro autobiográfico que un “reportaje sobre el reportaje”. Considera que si Kisch había exigido la reproducción precisa de los “hechos reales” en otro tiempo, cuando vivía en México creía que “la descripción directa de la realidad es mucho más difícil” de lo que se piensa y que “nada es desmentido de manera más pronta, radical y enérgica como la verdad”, por lo que concluye que la creación de un reportaje debe basarse en la fantasía.

 

Entdeckungen in Mexiko (Descubrimientos en México), que editó en español la editorial Nuevo Mundo en 1944, traducido por Wenceslao Roces poco antes de la edición alemana hecha por El Libro Libre, puede ser la demostración de esa idea. En sus reportajes la imaginación propicia audacias literarias como una entrevista a las pirámides y le permite indagar en la historia y en la fascinación que ha producido un país que no puede reducirse al exotismo.

 

“Con la nutrida asistencia de sus numerosos amigos”, informó Demokratische Post el 1 de marzo de 1946, “se despidieron de la capital mexicana Egon Erwin Kisch y Gisl Kisch, André e Ilse Simone el domingo 17 de febrero en la estación de Buenavista… Tocó un grupo de mariachis y corrieron algunas lágrimas”.

 

Luego de viajar en tren a Nueva York, en barco a Inglaterra y en un avión militar desde Londres, Kisch regresó a Praga, donde preguntó: “¿Y qué es de Praga? ¿Todavía existe?”

*Fotografía: ESPECIAL. El periodista checo Egon Erwin Kisch era conocido como “el reportero veloz”

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