Los niños desaparecidos de El Salvador

Mar 30 • Conexiones, destacamos, principales • 6129 Views • No hay comentarios en Los niños desaparecidos de El Salvador

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El fenómeno de la desaparición forzada de niños durante la guerra civil en ese país centroamericano entre 1980 y 1991, fue un tema silenciado que hoy toma relevancia por el trabajo de las asociaciones civiles que han logrado la reunificación de las familias.

/  POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ   

En enero de 1982, la periodista mexicana Alma Guillermoprieto cruzó, con un grupo de colegas, la frontera entre Honduras y El Salvador. Como parte de su cobertura de la guerra civil en este país, buscaba conocer los testimonios directos de los pobladores en los que se diera cuenta de lo que unas semanas antes había ocurrido en el departamento de Morazán. Luego de recorrer la región y conocer los testimonios de los habitantes, el 27 de enero, The New York Times y The Washington Post –éste último donde trabajaba la periodista– informaron de la masacre de El Mozote, ocurrida durante una de las operaciones del ejército salvadoreño para doblegar uno de los puntos de operación de la guerrilla.

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De esta manera se conoció fuera de ese país que entre el 11 y el 13 de diciembre de 1981 el batallón Atlacátl del ejército salvadoreño asesinó a más de mil habitantes de esta comunidad. Si bien, la Comisión de la Verdad recabó los testimonios de violaciones a los derechos humanos, hubo casos particulares que no aparecieron en su informe: la desaparición forzada de niños a manos de las fuerzas de seguridad estatales. / /

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Lo ocurrido en El Mozote fue una acción sistemática que se repitió en otras zonas de El Salvador, donde se registraron al menos 888 casos de menores de edad que fueron separados de su familia, como documenta Tania Ocampo Saravia en Voces sobre la desaparición forzada de infantes durante la guerra en El Salvador (Bonilla Artigas Editores, 2018). A lo largo de 185 páginas, la historiadora y maestra en Estudios Latinoamericanos expone cómo ocurrieron muchas de estas desapariciones, el negocio que funcionarios de gobierno hicieron con las adopciones en el extranjero y el trabajo de la Organización Pro-Búsqueda, creada en 1994 por el padre jesuita Jon de Cortina en su misión por localizar y reunir a las familias separadas por la guerra.

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Ocampo Saravia explica que en el repertorio de todas las violencias de Estado la desaparición forzada de infantes es un tema poco estudiado, por lo que los testimonios de las víctimas, en este caso de los familiares, son determinantes para conocer la verdad y llevar a la reparación del daño. Luego de 25 años de trabajo, la organización Pro-Búsqueda ha localizado a 400 de estos niños. Cerca de 228 se han reencontrado con sus familias biológicas y se sabe la ubicación de 93 de ellos y la defunción de 49.

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Al inicio, la única fuente que había era el reporte de la Comisión de la Verdad, pero no daba cuenta del tema. Después encontré información sobre una asociación Pro-Búsqueda. Hice contacto con ellos y así pude adentrarme al tema en mis estudios de maestría. Tuve la fortuna de que la asociación me dejó trabajar durante cuatro meses con ellos, lo que me dio posibilidad de conocer a familiares víctimas de la desaparición forzada. Así pude entrevistarlos y conocer su archivo”, comenta Ocampo Saravia.

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¿Cuántos niños desaparecieron, en qué años y en qué circunstancias?

En principio, los casos no aparecieron en el reporte de la Comisión de la Verdad porque quienes comenzaron a hablar de esto fueron unas pocas familias del departamento de Chalatenango. Parecía que no había una acción sistemática y que no eran muchas. Las cifras que manejaba Pro-Búsqueda cuando hice la investigación estaban entre 800 y mil niños desaparecidos en esas acciones del ejército, pero se estima que pueden ser más.

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Llegaron a ese número porque generalmente los casos llegan a partir de denuncias directas de algún padre o hermano. Pero se cree justo que podrían ser más porque hubo casos de familias que murieron completas, muchas que salieron al exilio o por el hecho de que hay personas que ni se han enterado de que existe esta organización, aunque parezca increíble y aunque El Salvador sea muy pequeño. Al inicio fue muy difícil recabar las denuncias porque la gente tenía mucho miedo. Estaba el temor de que si ponían la denuncia pudiera haber represalias.

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El contexto en el que ocurrió la mayoría de las desapariciones fue en medio de operativos militares, principalmente en los primeros años de la guerra, entre 1980 y 1984, cuando se realizaron estos grandes operativos militares en contra de puntos importantes que tenía la guerrilla. Aunque la guerra inició formalmente en 1981, se considera el periodo de investigación desde 1980 porque ya había un clima preinsurreccional y hubo muchas masacres antes de la declaración formal de guerra del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en contra del gobierno.

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Hay algunos casos que ocurrieron en entornos urbanos. Ahí hay una particularidad porque esas desapariciones ocurrieron cuando se detectaba una célula de la guerrilla en la ciudad. Generalmente esas células creaban “pantallas” para no evidenciar sus actividades clandestinas. Se instalaban en un barrio simulando que eran una familia normal y parte de esas “pantallas” era la presencia de niños. Éstos provenían de las zonas de conflicto, muchas veces eran hijos o hijas de algún militante, que además no podían cuidarlos en un campamento guerrillero. Cuando llegaban los operativos para desmontar esas células, se llevaban a los adultos, pero no hay noticia de los niños. La responsabilidad es estatal porque fueron las fuerzas del estado las que se llevaron a los niños.

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Ahí también podemos involucrar a la guerrilla, aunque también en sus campamentos era muy complicado mantenerlos. Muchas veces, en contra de la voluntad de las madres, que eran militantes de la guerrilla, las separaban de sus hijos y los colocaban en casas seguras o en orfanatos. Pero en un contexto de guerra, muchas veces la persona que era el contacto entre madre e hijos murió o fue asesinada. De este modo, cuando terminó la guerra estas madres no supieron el paradero de sus hijos. Estos casos también son considerados como desaparecidos por la organización Pro-Búsqueda y se establece un grado de responsabilidad del grupo insurgente.

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Pro-Búsqueda ha logrado localizar a cerca de 400, hoy adultos. De éstos, 228 se han reencontrado con sus familias biológicas. Esto es importante porque muchos de estos niños ahora son adultos jóvenes y fueron hallados en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos y en Italia. Algunos sí muestran entusiasmo porque siempre sospecharon que su origen era incierto. Pero hay otros que no han querido reencontrarse con sus familias biológicas. Tienen una vida construida y no quieren encontrarse con un pasado que puede ser doloroso o incomprensible.

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Familias separadas

En el capítulo “¿Dónde están las niñas y los niños desaparecidos de El Pulgarcito?”, la investigación de Ocampo Saravia aborda el negocio de las adopciones en el que participaron militares, abogados y notarios salvadoreños. El incremento de adopciones de niños salvadoreños en Italia y Estados Unidos llevó a estos países a endurecer los requisitos para la entrega de visas y adopción de niños provenientes de El Salvador. El padre Jon de Cortina llegó a exhibir cables de la embajada de Estados Unidos en los que se mencionaba al capitán del ejército salvadoreño José Alfredo Jiménez como uno de los militares que lucraban con las adopciones.

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Parte de la labor de Pro-Búsqueda ha sido llenar los vacíos de la Comisión de la Verdad. ¿Qué lección puede encontrar México en el caso salvadoreño?

Hay que escuchar a las víctimas. Es importantísimo. Hay que partir de ahí. No digo que la Comisión de la Verdad no lo haya hecho, pero el desarme aún no estaba consolidado, trabajó en un escenario turbulento, por decir lo menos, en términos políticos, sociales y en términos de la violencia que aún seguía ejerciendo. Además, el trabajo de esta comisión tuvo un plazo de seis meses para recabar testimonios por todo el país. Creo que privilegiaron los casos que podríamos llamar “tradicionales”: tortura, desaparición forzada de adultos, las grandes masacres. No quiero desacreditar su trabajo –que fue fundamental– pero por alguna razón consideraron que esos testimonios no constituían un hecho grave de violencia porque no lo veían como un fenómeno sistemático y de gran magnitud. Esto nos demuestra la importancia de escuchar a las víctimas.

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Por otro lado, el trabajo de Pro-Búsqueda nos muestra que las personas cuando se organizan puede hacer mucho y en el ámbito de los derechos humanos se ve en muchas dimensiones. La primera tiene que ver con la denuncia, es decir, señalar que algo sí ocurrió. Es algo fundamental; dos, en el señalamiento de que eso que ocurrió es responsabilidad del Estado está la exigencia de justicia. Se tiene que reconocer que eso pasó, se tiene que indagar cómo ocurrió, reconocer quienes fueron los perpetradores y garantizar la justicia. Esa ha sido la exigencia de Pro-Búsqueda. Incluso, en el mejor escenario de voluntad política es muy importante la presión de la sociedad. La labor de una Comisión de la Verdad es conocer la verdad para que haya justicia y reparación.

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¿Qué peso tiene el testimonio en un trabajo histórico como este?

Es fundamental porque hablamos de historia del presente. Cuando tratamos de obstáculos. El primero es que probablemente el historiador no podrá acceder a información de archivo por distintas causas. Una puede ser porque son archivos confidenciales o de seguridad nacional o por el tiempo de reserva. En ese sentido, los testimonios son fundamentales para entender esa parte que no está en los archivos. Por otro lado, el testimonio es importante porque generalmente las historias oficiales en los casos de grandes violaciones de los derechos humanos, lo niegan. El Estado no reconoce sus crímenes. Es muy extraño que el Estado reconozca que asesinó, que torturó, que hizo ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias o desaparición forzada.

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A mediados de febrero hubo elecciones en El Salvador. ¿Qué se puede esperar del próximo gobierno de Nayib Bukele sobre el tema de los niños desaparecidos durante la guerra?

Algunas posturas dicen que la victoria de Nayib Bukele acabó con el bipartidismo y que se pasa a una nueva etapa. En el caso de Bukele se alió de una escisión de Arena –de centro derecha–. Bukele ha hecho comentarios en el sentido de dejar atrás esos problemas, olvidar, dar borrón y cuenta nueva para la reconciliación y la paz.

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El Salvador tiene un problema muy fuerte de violencia. Ésta no ha desaparecido de la vida cotidiana de la gente. Tiene mucho sentido apelar a la construcción de la paz. Pero no se puede construir la paz si no hay verdad, justicia y reparación. No puedes construir una paz social si no ocurre eso y otras exigencias que tienen que ver con las necesidades económicas y sociales. Frente a la postura de Bukele, el expresidente Mauricio Funes dejó un precedente cuando fue a El Mozote a pedir perdón en nombre del Estado y logró enjuiciar a algunos militares. Me parece que para Nayib Bukele no es prioridad el tema de los crímenes del pasado, entre ellos la desaparición forzada de infantes. Las organizaciones deberán poner el dedo en la llaga.

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Más sobre Centroamérica El arma en el hombre: Horacio Castellanos Moya, México, Tusquets, 2001, 136 pp.

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Luego de la desmovilización del Batallón Atlacátl, famosa tropa de asalto del ejército salvadoreño, uno de sus elementos conocido sólo como Robocop se ve en el desempleo. Ante la nueva realidad que lo obliga a incorporarse a la vida civil, Robocop debe buscar un sustento en la única actividad que sabe hace y que hace muy bien: pelear. El arma en el hombre es un relato sobre la vida cotidiana de un ex combatiente de la Guerra civil en El Salvador luego de los Acuerdos de Paz.

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Una historia de violencia: vivir y morir en Centroamérica: Óscar Martínez y Juan José Martínez, México, Debate, 2016, 264 pp.

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Estas 14 crónicas cuentan la vida cotidiana de los habitantes de El Salvador, Honduras y Guatemala, donde la violencia es parte la realidad que en muchas ocasiones orilla a sus habitantes a la migración. Martínez es uno de los periodistas de El Faro, el periódico digital centroamericano con mayor presencia internacional, que en sus coberturas diarias ha consignado la violencia en esos países. / / /

FOTO: Manifestación de familiares de desaparecidos durante la guerra en El Salvador/  Especial

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