El Zapata de Guillermo Arriaga

Ene 11 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 6610 Views • No hay comentarios en El Zapata de Guillermo Arriaga

POR JUAN HERÁNDEZ

 

La coreografía Zapata, de Guillermo Arriaga (1926-2014), estrenada en Bucarest, Rumania, en 1953, se convirtió en la obra emblemática de la danza moderna de corte nacionalista que colocó al coreógrafo como uno de los protagonistas fundamentales en la evolución del arte de Terpsícore en México.

 

Inspirada en la figura de Emiliano Zapata y su lucha revolucionaria a favor de los campesinos, la pieza de Arriaga es una obra que ostenta un lirismo esencial en su construcción dramática. En esta coreografía expresionista, el creador asumió las influencias recibidas por sus maestros Anna Sokolow, Waldeen, Doris Humphrey y, sobre todo, de José Limón, en la parte dancística; pero también recurrió a imágenes del mural La trinchera, de José Clemente Orozco, ubicado en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

 

Armado de los recursos conseguidos en su formación y conocimiento artístico, Arriaga renunció a la grandilocuencia de la escenografía y del elenco numeroso, muy comunes en los espectáculos de la danza moderna de aquellos tiempos, para dar un paso adelante en el sentido estético al construir una obra cuyo poder estaba sustentado en la expresión íntima y dramática de la interpretación.

 

El gran pas de deux, recurso coreográfico utilizado por Arriaga, le permitió al coreógrafo crear una obra que expresara desde una atmósfera íntima un universo de amplísimas connotaciones simbólicas; consiguiendo la alegoría de la tierra-madre, de la libertad, la justicia, la revolución y el sacrificio.

 

Si bien la pieza se enmarca en la cúspide del movimiento nacionalista del arte en el siglo XX, también es cierto que uno de los logros de Guillermo Arriaga con esta pieza es que supera con mucho el panfleto, la demagogia y el carácter adoctrinador, para subirse a una ola nueva del quehacer artístico que aspiraba a la universalidad de su lenguaje.

 

Zapata está ahí con su mensaje revolucionario, con los emblemas referentes al carácter sagrado de la tierra, de su pertenencia a la gente que la trabaja, a la dignidad de los indígenas y campesinos despojados; sin embargo, ese grito de libertad y de dignidad humana es también el de la lucha emancipadora de los pueblos en todas las épocas.

 

Con vestuario y escenografía de Miguel Covarrubias y la sinfonía Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo, la obra de Arriaga consigue una estructura de fuerza fulminante; llena de matices dramáticos, sencilla en su ejecución técnica, pero contundente en su discurso y proposición estética.

 

El coreógrafo editó la sinfonía de Moncayo —con la aprobación del compositor que era su amigo— para su obra. En escena, la mujer-tierra vestida de enaguas rojas y una blusa blanca, y Zapata-héroe revolucionario con un calzón de manta, cananas y cadenas, dieron vida a una de las obras clásicas de la danza moderna mexicana.

 

Luego de su estreno en el Cuarto Festival Mundial de la Juventud, en Bucarest, el 10 de agosto de 1953, con la interpretación de Rocío Sagaón y el propio Arriaga, la obra se presentó en México en el Teatro Juárez de Guanajuato, el 31 de octubre, y en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, el 10 de noviembre, del mismo año.

 

Arropado por Miguel Covarrubias, promotor de la danza moderna y la gran figura orquestadora de la llamada “época de oro” del quehacer dancístico en México, Guillermo Arriaga legó a la cultura mexicana y universal una de las obras que ha trascendido en el tiempo. Zapata ha sido representada por bailarines de diferentes generaciones y está en el imaginario de los creadores contemporáneos de la danza como una de las referencias fundamentales de su quehacer artístico.

 

El coreógrafo, bailarín y promotor cultural Guillermo Arriaga nació en la ciudad de México el 4 de julio de 1926, y falleció el 3 de enero de 2014. Su trabajo incansable como bailarín, que abrió la brecha para el desarrollo de la danza mexicana, es insustituible; su producción coreográfica amplísima, pero Zapata es, sin duda, la obra por la que tendrá su lugar en la historia mexicana del arte.

Descanse en paz.

 

*Fotografía: Guillermo Arriaga, interpretando a Emiliano Zapata, 1954/Anaya Soto, foto del libro Zapata sin bigote, de Adriana Malvido.

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