En busca del público perdido

Mar 8 • Miradas, Música • 2609 Views • No hay comentarios en En busca del público perdido

 

LUIS PÉREZ SANTOJA

 

Una de las mayores carencias de nuestro medio musical es la escasez de grupos de cámara que logren subsistir al paso del tiempo. Siempre aparecen grupos formados y conformados por buenos músicos y con una valiosa propuesta, pero su vida es efímera, incluso cuando alcance algunos años. Por eso sorprenden ensambles como el ya legendario Cuarteto Latinoamericano (¡30 años!) o Tambuco (¡20 años!), pero también Onix, Trío Neos, entre otros, que auguran un próspero futuro, por su persistencia y compromiso. El Cuarteto de Bellas Artes cumple, como antes, con las necesidades de la institución de la que depende, y el Trío México, casi ausente desde que perdió a sus músicos originales y a los primeros sucesores de estos, han perdido el contacto con el público. El resto de los grupos, algunos excelentes, tal vez ya no sigan vigentes o sus esporádicos conciertos le restan a su perspectiva de vida.

 

Por eso es muy promisoria la aparición de un nuevo disco, Tríos mexicanos, grabado recientemente y con una distribución eficiente, del Trío Témpori, que fue fundado hace 10 años por la pianista suizo-mexicana Monique Rasetti. El trío cuenta con dos valiosas grabaciones de mujeres compositoras (distinción de género que no me satisface hacer): Clara Schumann, Fanny Mendelssohn, Cécile Chaminade y Germaine Tailleferre. Con su nueva conformación, el Trio Témpori está cobrando nuevos bríos y no es para menos, pues sus otros miembros son el violinista Carlos Egry, de amplia carrera de estudios, concursos y conciertos en Europa, y la más reciente integrante, la espléndida primera violonchelista de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, también integrante de la Sinfónica de Minería, Fabiola Flores.

 

Editado hace pocas semanas por la marca Tempus Clásico, reúne cuatro obras de cuatro compositores de épocas y tendencias musicales diversas. Las dos obras más tradicionales ya habían sido grabadas, alguna en tres ocasiones. Pero la triste realidad discográfica propicia que sean inconseguibles —y no precisamente debido al caos destructor que impusieron las nuevas tecnologías y la mentalidad cibernética de los antiguos compradores de discos—. Además, destacan dos obras inéditas de compositores actuales.

 

Ricardo Zohn-Muldoon es un talentoso compositor jalisciense, con una casi total carrera internacional, tanto pedagógica (Eastman School de Rochester, pero también Universidad de Guanajuato) como creativa (candidato finalista al Premio Pulitzer de 1911). Si en Jácaras los títulos de sus movimientos anuncian un son, un jarabe, un huapango o un zapateado, estas disfrutables formas de nuestro folclor son transformadas (¿por un espejo valleinclanesco?) en su esencia rítmica y musical, y la impresión que nos queda es la de una música armónicamente compleja, cuyos continuos cambios temáticos y rítmicos nos ubican en el serialismo weberniano; con un contrapunto endemoniado, donde cada músico debe tocar para sus colegas sin dejar de pensar también en lo que aquellos tocan; además de un sentido muy singular del uso de los tres instrumentos (¡ah!, ese genial zapateado que imitan las cuerdas punteadas en el interior del piano) y una búsqueda muy personal del color sonoro como parte del contenido musical. Todo ello en miniaturas que en la experiencia auditiva nos dejan la sugestión de haber escuchado algunos de los ritmos y géneros anunciados… pues podrían aún estar divagando…

 

Leonardo Coral es uno de nuestros compositores más talentosos y prolíficos y, tal vez, uno de los dos más interpretados y grabados de los últimos tiempos. Es también uno de los autores de mayor número de conciertos en México (para piano, guitarra, viola, clarinete… por ahora). El Homenaje a Siqueiros es una de sus piezas de cámara más propositivas, con cambiantes texturas sonoras a semejanza de las texturas pictóricas y la contundencia de los murales del polémico pintor. Si los trazos y colores de Siqueiros pueden sentirse agresivos, así pueden ser en su energía temática y rítmica los pasajes más rápidos y ásperos del primer movimiento. El más introspectivo segundo movimiento está basado en una pintura específica del artista en que se refleja la soledad del individuo ante su entorno inhóspito o represivo, tema conceptual muy usual del pintor. Encomienda difícil de lograr, describir la fuerza expresiva del gran muralista; en todo caso, Coral sí logra una fuerza expresiva, pero la de su propia obra, que lo caracteriza y lo determina.

 

Tal vez el punto central del disco, especialmente por su ambiciosa dimensión, sea el Trío romántico de Manuel M. Ponce, que podríamos considerar la culminación de su concepto romántico (es decir, excluyendo sus creaciones nacionalistas de las que fue pionero en México, o sus escasos escarceos en la modernidad), aunque ello no significa que haya sido la última obra compuesta en ese lenguaje. Pero hay que destacar su concepto profundo y su expresión emocional, así como sus bellos temas que, excepto en algún momento, escapan a la tradición melódica de la belle époque porfirista y se acercan a la estética musical que estudió personalmente durante su estancia parisina. El trío es perfectamente clásico en su respeto de la estructura formal. Sin embargo, su contenido lo lleva más allá con su invención de recursos, adornos contrapuntísticos, una curiosa forma de alternar los tres instrumentos y la sorpresivamente mágica y emotiva sección final, reposada y nostálgica, tal vez vislumbrando el fin de una época y de una forma de hacer música. Acaso el título de la obra sea más significativo de lo que habríamos pensado.

 

El disco concluye con el sabroso mundo popular de Mario Kuri-Aldana, quien nunca pretendió hacer otra música que no fuera la que le dictaba su gusto y su pasión por los ritmos regionales de México. Denominada Trío mexicano, la obra desarrolla con gran riqueza y vivacidad variados ritmos de son alternando, en el primer movimiento, una triste canción con un vivaz huapango; mediante la armonía modal, una típica canción —no hay que olvidar que Kuri-Aldana es también el autor del famoso bolero Página blanca— adquiere varias personalidades, desde la sutileza de un adagio hasta el empuje de una danza folclórica lenta. Y al final, la fiesta se alborota y todo termina en un desatado y brillante huapango. Un delicioso final para un disco impecable.

 

*Fotografía: Especial

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