Ex (el pasado ya no es lo que era)

Dic 20 • Escenarios, Miradas • 3404 Views • No hay comentarios en Ex (el pasado ya no es lo que era)

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

El director mexicano Fernando Bonilla (1985) llevó a escena la obra Ex (el pasado ya no es lo que era), del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón (Montevideo, 6 de noviembre, 1982), la cual tuvo una corta temporada en el Teatro Benito Juárez de la ciudad de México. Se trata de una comedia que refleja inquietudes formales y temáticas de un autor sobresaliente del teatro joven latinoamericano.

 

Calderón es miembro de la generación más reciente de dramaturgos uruguayos. Fundador de la compañía COMPLOT, en la que ha realizado alrededor de 25 obras de teatro y danza. Ha escrito 15 textos dramáticos, entre ellos: La casa que decía la verdad (2010), Un día en la vida de Monseñor Rasguño (2008), Las nenas de Pepe (2007) y Las buenas muertes (2004); algunos han sido llevados a la escena en Argentina, Brasil, Panamá, Perú, España, Francia y México, y traducidos al francés, alemán, inglés, portugués y español.

 

Ex (el pasado ya no es lo que era), adaptada por el mismo autor para la puesta mexicana de Fernando Bonilla, expresa preocupaciones relacionadas con los conflictos sociales, la guerrilla, la represión del Estado, la desaparición forzada de personas y la desintegración familiar como consecuencia de la violencia.

 

Se trata de la historia de una joven decidida a conocer el pasado de su familia para acallar sus demonios. Los personajes son: la joven, la madre, el novio, el abuelo materno, la abuela paterna, el padre y el tío. Personajes reales e irreales, vivos y muertos, cuya historia se va revelando de a poco en el armado de un rompecabezas que define la estructura de la obra.

 

El autor recurre a una convención que exige la clemencia del público contemporáneo, el cual debe aceptar el recurso de la máquina del tiempo por donde regresan al presente personajes que ya han muerto.

 

Una vez reunidos los miembros de la familia —vivos y muertos—, en la víspera de la Navidad, la joven busca que le cuenten los secretos de un pasado tormentoso, de violencia y desintegración filial. La consecuencia es una noche delirante en la que lejos de aclararse el misterio se incrementa el caos.

 

La propuesta de Fernando Bonilla rompe, de entrada, con la separación entre lo que ocurre en la escena y el público, con el objetivo de comprometer al espectador en el desarrollo de la historia.

 

El espacio recrea la sala y el comedor de un departamento, en donde sobresale un árbol de Navidad. En ese espacio doméstico se desarrolla la historia. El tiempo es accidentado: se va, una y otra vez, del presente al pasado, y se busca la sensación de un viaje en el tiempo.

 

La obra tiene en un personaje, que funge como narrador, el hilo conductor de la historia. Un narrador que se dirige al público en busca de complicidad. Es él quien va señalando los saltos temporales y determinando la convención del juego escénico.

 

Valentina Sierra, Gabriela Murray, Regina Flores, Mario Alberto Monroy, Pedro de Tavira, Sergio Bonilla y José Carlos Rodríguez integran el reparto de la puesta en escena. El elenco se sale del control del director y se manifiesta de manera dispareja.

 

La eficacia y el dominio de la escena de Gabriela Murray y José Carlos Rodríguez contrastan con el atropellado desempeño del resto de los actores, en particular de Valentina Sierra, quien lleva sobre sus hombros el peso del personaje protagónico de la obra.

 

El tono de la puesta es un reto para los actores, quienes a través de la comedia deben traslucir la profundidad de un drama conmovedor. Éste se adivina pero no es expresado con contundencia por el equipo de histriones. La dirección de escena pierde de vista la importancia del detalle, de lo que no se dice, de los silencios y del dolor que se esconde detrás de la evasión de los personajes cuando deben hablar de su pasado.

 

Valentina Sierra, de manera particular, no logra construir a un personaje que manifieste la angustia y el dolor frente a los misterios en la historia de su familia. Tampoco expresa la inquietud emocional, reduciendo el drama al ímpetu curioso de una joven aniñada, que intenta cumplir un capricho navideño.

 

Gabriela Murray salva del naufragio al montaje, con una interpretación memorable. En el delirio, su personaje se revela contra la muerte y una vez vuelta a la vida por la máquina del tiempo decide expresarse a sus anchas, liberada al fin de las prohibiciones y las condicionantes sociales.

 

La obra en conjunto ofrece momentos hilarantes; sin embargo, la actualidad respecto al malestar social y los efectos devastadores de la represión no logran permear la ligereza e inconsistencias de la puesta en escena.

 

*Fotografía: Esta obra de la compañía COMPLOT se presentó en el teatro Benito Juárez de la Ciudad de México / Cortesía: Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

 

 

 

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