Ishiguro de pelo lavado

Oct 7 • destacamos, principales, Reflexiones • 3351 Views • No hay comentarios en Ishiguro de pelo lavado

POR MÓNICA LAVÍN


Cuando el escritor Kazuo Ishiguro recibió la llamada de su agente de que seguramente era el ganador del Premio Nobel, se sorprendió y no lo creyó (aún no había llamada de la Academia Sueca); cuando por fin recibió la noticia oficial, dijo que si hubiera sospechado algo se habría lavado el pelo, revelando su sentido del humor y sencillez. También dijo que se sintió joven para ello, frente a los autores de gran talla, y luego cayó en cuenta que ya tenía 62 años. Lo que no sabemos es con qué talante recibirían la noticia sus compañeros del llamado dream team de la literatura inglesa. Así como Ishiguro, un autor de prosa elegante y contenida, clásico y versátil en sus temas, épocas y formas distintas es notable, lo son también Julian Barnes, que con El loro de Flaubert propuso el careo del ensayo y la ficción como una forma de narrar; o Hanif Kureishi —quien estuvo en el reciente Hay Festival de Querétaro— y que después del El Buda de los suburbios, donde ironiza sobre la percepción exótica de los indios en la Inglaterra de los setentas, ha hecho de la relación de pareja y sus silencios un tema permanente; o Ian McEwan que ahonda en lo oscuro cotidiano, en las “otros” que amenazan nuestra intimidad, sea desde el espionaje institucional (Operación dulce), el callejero (El consuelo de los extraños), la coincidencia frente a un globo aerostático que se escapa con un niño al que es preciso salvar (Amor perdurable) o la invención de un suceso que destruirá la vida de los otros (Expiación). Sabrán, como todos, que es muy probable que su turno de ser acreedores de este premio se haya esfumado para siempre o llegue muy tarde. Bien sabemos que hay una rotación entre países, lenguas, géneros (aunque 77 de los 114 premios han sido para la narrativa) y tradiciones literarias. Tal vez este grupo de escritores concluya que es un premio para todos —asunto improbable— (aunque no les toque el dinero, son leídos en muchas lenguas), para esa generación de ingleses, los nacidos a la mitad del siglo XX. Entre ellos está la voz de la Inglaterra postcolonial donde el escritor proveniente de una familia de migrantes de Japón, como es el caso de Ishiguro que llegó a Londres a los 5 años cuando su padre fue invitado como profesor de oceanografía, recalcó su pertenencia inglesa y universal. Japón e Inglaterra están en sus novelas. Aurelio Asiain comentó en Twitter que “es un gran narrador de lengua inglesa con una sensibilidad inconfundiblemente japonesa”. También es Japón el escenario de sus primeras novelas: Un artista del mundo flotante y Pálida luz en las colinas. Novelas que ocurren en dos momentos históricos distintos: la primera narra la decisión de un artista de dedicar su trabajo al movimiento imperialista que derivará en el estallido de Segunda Guerra Mundial; la segunda ocurre después de la bomba atómica, tanto en Londres como en Nagasaki, donde Etsuko resuelve el sucidio de su hija. La búsqueda de una explicación dislocará el tiempo entre memoria e indagación.


Pálida luz en las colinas fue la novela por la que conocí a Ishiguro. No era fácil su lectura porque había planos de espacio y tiempo intercalados. Sin embargo, la atmósfera era poderosa y no me podía sustraer a ella, así como al resquebrajamiento emocional, al vaivén de los recuerdos y el presente en la cabeza de la protagonista y al misterio de algo que no se alcanza a explicar del todo. Estaba ante lo que me gusta leer: lo subrayable y lo sutil, lo que me conecta con algo íntimo y callado, lo que se me queda puesto como un andar en otro mundo. La Academia ha dicho que Ishiguro es una mezcla entre Austen y Kafka. Me quedo pensando en que la comparación con los dos autores refleja las intenciones de sus distintas obras. Es clásico en Los restos del día (Premio Booker 1989), en la que acompañamos el epílogo de uno de los últimos mayordomos ingleses en un estilo de vida que fenece en los años cincuenta, donde su corrección, lealtad y pudor habrán de secuestrar el último reducto de una posibilidad amorosa. Me gusta esta novela por sus silencios, por sus espacios en blanco, por lo contenido de la prosa y los personajes que no se pueden decir lo que quieren. Este atributo de la escritura de Ishiguro le da la grandeza y sugerencia que se expresa claramente en Nocturnos, cinco cuentos largos donde los personajes son músicos. Maestro en la precisión de una prosa que expresa con gran poder lo necesario, los cinco cuentos nos revelan los sueños de quienes son, fueron o desean ser famosos, músicos que se enfrentan al tiempo y la crudeza del olvido. No dejo de pensar en aquel donde coinciden en una clínica el músico que, por sugerencia de su agente, debe devolver a su rostro juventud para el escenario y la mujer que necesita ser la que fue adorada por otros. Los cuentos exhalan la crueldad de la decadencia y exhiben la frágil exigencia de hacer música viva. Los Nocturnos de Ishiguro encarnan dos de sus grandes temas: el pasado y su colocación en el presente, la fragilidad y nuestras formas de sobrevivir al olvido; y otra de sus pasiones: la música.


Ishiguro tenía la idea de componer canciones y cantarlas cuando joven, pero en la escuela de Creación Literaria en la Universidad de East Anglia se descubrió escritor. Cuando participó en un conocido programa de radio inglés, Desert Island Disc, eligiendo ocho piezas musicales, mencionó a Stacey Kent, de quien dijo le gustaba cómo interpretaba para su generación las canciones que cantaban Billie Holiday y Ella Fitzgerald. Casualmente Kent, que se había mudado de Estados Unidos a Londres, lo oyó y le escribió para decirle que leer Nunca me abandones —una historia de ciencia ficción de un orfanato donde los jóvenes no saben que serán donadores de órganos y están destinados a morir, una novela más kafkiana que clásica como Los inconsolables, por atender al señalamiento del jurado del Nobel— la había marcado y le pidió escribir las palabras para su nuevo disco de entonces. Más tarde Ishiguro visitaría sus viejos anhelos musicales y escribiría las letras de Ice Hotel y Breakfast on the Morning Tram para el álbum del mismo nombre. A Ishiguro le gustó poder emplear la voz introspectiva de la primera persona que ha usado en varios de sus libros. Escucharlas en la voz dulce y confidente de Kent es asentir con ella cuando dice “un universo Kazuo escrito sólo para mí”. Curiosamente fue por Ishiguro que descubrí a Stacey Kent, así como leí Los restos del día por la espléndida película interpretada por Emma Thompson y Anthony Hopkins. La lectura de la novela reveló que sólo dos grandes actores podrían estar a la altura de los silencios de una novela triste y dulce, donde la dignidad de la soledad es una manera de sobrevivir.


En el 2015, Ishiguro publicó su más reciente novela, El gigante enterrado, que se convirtió en un bestseller inglés. Está situada en tiempos artúricos, un relato entre gótico y fantástico donde una pareja de viejos, Axl y Beatriz, emprenderán un viaje para visitar al hijo que no han visto en años. Un argumento como éste subraya que Ishiguro es un escritor impredecible en sus historias, en sus intereses argumentales, que tan pronto visita el pasado reciente, como el futuro o el medioevo, que escoge otros tiempos y escenarios y maneras narrativas, riesgos escriturales diversos para ahondar en el olvido y la memoria, en lo poderoso y frágil de las relaciones humanas.

Ahora, el Premio Nobel 2017 tendrá que defender el espacio íntimo de la escritura para atender el asombro de sus lectores.

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FOTO: Este 5 de octubre la Academia Sueca anunció que Kazuo Ishiguro será galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En la imagen, el autor de Pálida luz en las colinas y Los restos del día. /EFE

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