Jacobo Siruela: imaginación, brevedad y memoria

Jul 14 • Conexiones, destacamos, principales • 7519 Views • No hay comentarios en Jacobo Siruela: imaginación, brevedad y memoria

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“El libro del siglo XXI no es el libro electrónico, sino el libro real y sensual”, asegura el editor español Jacobo Siruela, fundador de la editorial que lleva su apellido y, más recientemente, de Atalanta, sello que apuesta, ante todo, por el conocimiento y los libros bellos

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POR J. C. GUINTO

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Después de haber creado, hace 36 años, la editorial que lleva su apellido, Jacobo Siruela (Madrid, 1954), junto con su esposa, la artista, editora y escritora Inka Martí, se retiró al campo, a un lugar llamado Mas Pou, en Gerona, España, y comenzó de nuevo: fundó en 2005 Ediciones Atalanta, con el propósito de reivindicar los libros físicos, sensuales, cuidando al máximo su factura y contenidos. Después de haber creado, hace 36 años, la editorial que lleva su apellido, Jacobo Siruela (Madrid, 1954), junto con su esposa, la artista, editora y escritora Inka Martí, se retiró al campo, a un lugar llamado Mas Pou, en Gerona, España, y comenzó de nuevo: fundó en 2005 Ediciones Atalanta, con el propósito de reivindicar los libros físicos, sensuales, cuidando al máximo su factura y contenidos.

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Siempre lo atrajo lo oculto, lo místico, la alquimia a este hombre alto, de cabello blanco y largas patillas, cuyo nombre, Jacobo Fitz-James Stuart Martínez de Irujo resulta ideal para un título nobiliario, que también tiene: el conde Siruela. Sus ojos son ambarinos y los mocasines de ante que trae puestos para esta entrevista, en una terraza del Hotel Four Seasons de la Ciudad de México, son del color que distingue a su editorial: azul puro.

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De niño gustaba leer historietas, tebeos, y deambular por el Palacio de Lira, y correr por los pasillos que lo llevaban a salones fantasmales. Ha dicho que en esos tiempos el centro de su imaginación se encontraba en el jardín. Un día leyó literatura fantástica, y su mente se abrió a mundos lejanos y asombrosos. Quizás, como escribió Patrick Harpur sobre Jung, “se sentó en su escritorio, cerró los ojos y se dejó ir. Tuvo la sensación física de que el suelo se abría, de sumergirse en oscuros abismos donde encontró no la locura que esperaba, sino… un mito”.

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Siruela gusta de buscar inspiración en las cosas lejanas, raras, que le enseñan a mirar con nuevos ojos el pasado. Ha mencionado que siempre se ha movido en el campo de la memoria, que gusta publicar libros no actuales. En su más reciente libro publicado, Libros, secretos, escribió: “Somos lo que creemos ser y todo nuestro mundo es el reflejo de ello. Somos palabra, pero nuestras emociones están condicionadas por nuestras estructuras imaginarias (aunque a veces la imaginación parezca muerta)”.

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Antes de hablar, Jacobo Siruela medita muy bien sus palabras, acaricia sus manos, sus dedos largos y delgados.

 

¿De dónde viene su fascinación por hacer libros exquisitos, bellos, y algunos raros? Pienso en los ensayos de Joseph Campbell, James Hillman y Eliot Weinberger, por ejemplo.

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Por un lado yo creo que las pequeñas editoriales tienen su razón de ser si ofrecen lo que las grandes editoriales no hacen. Atalanta es una editorial pequeña, hacemos diez libros al año, y no tiene sentido comenzar a editar para editar lo mismo, para ir a buscar los mismos temas. Creo que las pequeñas editoriales tienen que buscar otros caminos. También debido a una razón de sensibilidad, ya que en Siruela fui también un editor un poco raro, como dices tú (risas), que dio a conocer libros bastante fuera del ámbito normal. A mí me interesa investigar esas formas que son despreciadas. Generalmente se desprecia aquello que se desconoce. Entre esas parcelas descubro muchas cosas nuevas, incluso creo que son una fuente de inspiración mayor de cosas distantes, de cosas distintas, que las leyes del mercado tienden a uniformar.

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Atalanta ofrece autores fuera de lo común, como Liudmila Petrushévskaia, Vernon Lee o Yasutaka Tsutsui.

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Lo de Tsutsui tuvo mucha gracia. Fuimos a Londres para ver un agente literario, Atalanta llevaba poco y nos preguntaron qué tipo de libros hacíamos. No publicamos novela, les dijimos, publicamos cuentos. Y me dieron un libro: Salmonella men on planet porno (Los hombres salmonela en el planeta porno) y dije no, realmente ese no es nuestro campo. Bueno, no importa, lléveselo, me dijeron. Y entonces Inka, mi mujer, leyó el primer cuento, me lo explicó, nos fuimos riendo. Yo leí el segundo cuento y nos alternamos las lecturas. La verdad nos hizo mucha gracia porque la obra cómica es muy difícil, si no se sabe manejar puede resultar vulgar. Y Tsutsui tiene una originalidad extraordinaria; luego cuando vimos que era un señor de 70 años que había recibido la Légion d’Honneur en Francia, lo contratamos. Con los cuentos siempre hay que descubrir cosas nuevas. Nuestra colección, Ars brevis, tiene la función de dar a conocer un autor en pocas páginas, ofrecer su esencia con un prólogo. O bien descubrir nuevos autores…

 

¿Como a Francisco Tario?

Como Tario para España, o como Robert Aickman, otro escritor fantástico extraordinario que descubrí tarde. Realmente en España no se lee mucho cuento, los éxitos están en las grandes novelas y en los ensayos, curiosamente. Nuestros libros de cuentos, tanto de Tsutsui y alguno más, nos han ido discretamente bien en ventas.

 

Aunque publicó una novela, Paprika, donde una científica investiga los sueños de sus pacientes…

 

Claro, con Paprika rompimos nuestra norma, pero las normas están para eso, para romperse.

 

Luego está su libro sobre la historia del sueño, y los Cuadernos de noche de Inka, en el que aparece una selección de sueños que ha tenido y anotado durante años. Tres maneras de tratar un mismo tema.

 

Es verdad, en Atalanta se interconexiona todo. De alguna manera es un catálogo que tiene coherencia, sobre todo en el campo del pensamiento y el ensayo. En literatura, bueno, lo que es el arte y la creación siempre es más diversa, pero puedes ceñirte a un estilo.

 

Siruela confiesa que en la elección de sus títulos interviene tanto el azar como la experiencia. “La literatura contemporánea es un cajón de sastre donde caben todos los retales. En Atalanta quise hacer tres colecciones para no perderme en el relativismo del mercado, tracé tres campos de investigación: la brevedad, la memoria y la imaginación, en un sentido distinto del que es normalmente”, dice.

 

¿Alguna vez Atalanta ha atravesado dificultades económicas?

 

Mira, te diré que aunque a los editores no se les debe de creer, solamente hemos perdido cuatro libros, de los más de 120 que tenemos en el catálogo. De algunos hemos hecho cinco ediciones; también tenemos otros que tienen tres mil páginas, como el de Jin Ping Mei, o la Decadencia y caída del imperio romano, de Edward Gibbon. Hemos hecho muchas locuras cuerdas, pero nos ha ido bien. Una vez que has hecho y vendido una obra de tres mil ejemplares, y has tenido éxito, ya sabes que tienes mercado para ello, y que lo siguiente que hagas, los que han comprado eso, también se van a sentir interesados.

 

A la pregunta sobre qué libro está leyendo en estos momentos, Siruela responde que los cuentos completos del venezolano Ednodio Quintero, al que publicará.  “Generalmente leo ensayo. Realmente he leído poca novela en los últimos años. Tengo inquietud por el conocimiento, estoy fascinado con la filosofía, generalmente tengo libros de ciencias. Creo que la manera de entender las cosas es cruzar diferentes conocimientos. Esta es la época de mayores conocimientos, pero la de menor sabiduría”. Cuenta que de niño fue feliz leyendo las historietas de Tintín.  “Luego a los 14 ó 15 años empecé a leer cosas muy intelectuales de repente, y cambié. No sé, es una cosa muy rara. De repente me empezó a fascinar el mundo intelectual. A los 15 años leí La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset. Pero también comencé a leer lecturas equivocadas, del 98 español. Realmente mi maestro fue Borges. Cuando lo descubrí, ¡pum!, ahí ya cambió todo mi universo. Borges me abrió a la literatura universal, a tantos temas, épocas. Me globalizó”.

 

¿Cómo ve el panorama actual de las editoriales independientes?

 

No ha hecho más que crecer. Quizás España sea el único país en el mundo que tiene ese crecimiento disparatado de editoriales pequeñas. Evidentemente hay algunas que no llegan ni al tercer libro, o cuarto, pero una cantidad considerable se está abriendo camino entre los preceptos, son gente joven que siempre he defendido, como defiendo que hagan libros cuidados, que traten de hacer libros bellos, ediciones buenas, cuidadas, con un papel digno, con un diseño que pretenda ser lo más aceptable posible; es decir, que respondan a una especie de culto al libro. Cuando salió el libro electrónico todas las editoriales se volcaron a hacerlos, nosotros fuimos quizás los únicos que no quisimos. Creo que el libro del siglo XXI no es el libro electrónico, sino el libro real y sensual. Todo el mundo me dijo: bueno, pero tú eres un romántico, sois un poco retrógradas vosotros, ahora el mundo va por la tecnología. Y dije bueno, eso está por ver. El libro lleva muchos siglos, y yo decía irónicamente que el libro era un arquetipo platónico, y que los arquetipos son eternos, como decía Platón. El tiempo me ha dado la razón porque en España, al menos, las ventas del libro electrónico están al 4 por ciento; en México, influenciado por Estados Unidos, creo que está en el 12 por ciento, pero está bajando. La gente pensó que era algo así como el paso del barco de vela al barco de motor, algo así que se vinculaba al progreso. No tiene nada que ver con la modernidad. La modernidad se calibra en el contenido, no en el continente. Lo importante son los contenidos. Porque mucha de la modernidad es efímera, pertenece a modas y pasa rápido.

 

¿Hay alguna editorial independiente que le atraiga?

 

Me gusta Sexto Piso, Impedimenta, Páginas de espuma, que están haciendo un papel interesante. Proyectos que apuestan por una idea que las distingue, eso me parece bien. Yo creo mucho en las pequeñas empresas, a las multinacionales las detesto. Sin embargo creo que los cambios de esta sociedad, por supuesto, no pueden venir a través de los políticos, hay que olvidarnos de ellos, no sirven para nada, están todos sumidos en la corrupción y en la retórica. Quien realmente cambia las cosas, quien realmente hace que las cosas se muevan y evolucionen, es la sociedad civil. Yo creo sobre todo en la diversidad.

 

¿Y qué me dice de las librerías?

 

Las librerías son fundamentales, y más que eso, el librero: es una pieza fundamental. Porque las librerías también tienen que cambiar, las librerías necesitan buenos libreros. Aquí he encontrado libreros extraordinarios, sorprendentemente loables. Las nuevas librerías no pueden ser un local, como una farmacia donde el farmacéutico está cruzado de brazos y entra la gente a pedir medicamentos con recetas. Las librerías deben crear, digamos, una especie de pequeños clubs donde se pueda beber algo, donde se pueda reunir la gente, donde el librero pueda sugerir los libros, donde se hagan presentaciones, es decir: que sean pequeños núcleos vivos.

 

En su ensayo sobre Valentine Penrose habla del mal “como una cualidad que aparece y desaparece en nosotros”. ¿De qué sirven los libros en un país como México, en el que a las persona se las disuelve en ácido?

 

Evidentemente los libros no van a solucionar ese problema. Pero los libros son conocimiento, y el conocimiento es algo fundamental, importantísimo. Lo que pasa es que el conocimiento del bien y del mal es un problema filosófico, moral y ético, que realmente comporta un esfuerzo, y las sociedades están bastante llevadas por la inercia. El mal terrible que está pasando, las cosas atroces que he visto que pasan en México, son de una complejidad enorme, es un sistema piramidal granítico que no cambia, que ya se ha apoderado de las estructuras del Estado. El ser humano puede cambiar. Creo que es fatal ser fatalista. Si se cae en el fatalismo eso nunca cambia. Pienso que el principio de la realidad no está fuera de nosotros, sino dentro. Está en la mente de cada persona. Y si esa persona cae en el fatalismo, su vida va a ser fatalista. Aquí veo que hay fatalismo, lo cual lo entiendo. Pero en lugar de grandes cambios hay que empezar con los pequeños, hasta cambiar cada vez más las cosas.

 

Jacobo Siruela sonríe y se queda meditando. Se acomoda en el respaldo de la silla. Antes de irme les tomo una fotografía instantánea a él y a Inka. Nos quedamos viendo cómo emergen lentamente sus imágenes: primero parecen sombras blancas, después se van pintando de colores tenues. Al poco, la imagen aparece completa y ellos se ven nítidos. Entre los dos hay una figurilla de los perros danzantes de Colima, un par de pequeños xoloitzcuintles de barro que parecen bailar, símbolo mexica de la transmisión del conocimiento. Un perro le susurra al otro todo lo que sabe: el viejo sabio le transmite sus enseñanzas al joven, quizá un poco como hace Atalanta con sus lectores.

 

FOTO: El editor Jacobo Siruela durante su más reciente visita a México en mayo pasado / Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

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