La metáfora de los impulsos

May 31 • Ficciones • 2991 Views • No hay comentarios en La metáfora de los impulsos

 

ADONIS

 

La metáfora de los impulsos, aliada a la alquimia del verbo, constituye, me parece la estructura profunda de la esfera poética de Serge Pey.

 

La primera vez que lo vi y oí leer su poesía, me pareció que venía del seno mismo de la naturaleza, y que era de los brazos de ésta que surgía su canto. Es como si cada movimiento de su cuerpo se transmutara en palabras por su voz, y su cuerpo se convirtiera en palabra. Ninguna separación entre su cuerpo y sus palabras: hay en él una elocuencia distinta que procede de un concierto secreto de voz, gestos y signos, dirigido por su cuerpo mismo orquestado por el cuerpo imaginario —y yo diría místico— de la tierra.

 

Es una elocuencia que los libros, por lo general, ignoran.

 

Según la visión mística, al principio, entre el creador y la criatura, está la palabra. El segundo no conoció del primero más que su palabra, y al escucharla, gozó hasta el punto de hacerlo existir. El placer de la palabra, y en consecuencia de la voz y del canto, está en la base del ser, y por eso el canto arrastra al movimiento, a la conmoción y a la efervescencia a todos los que lo escuchan. Ahí está el origen de la pasión entre las gentes que escuchan el canto, y esa pasión les permite conocer sus imperfecciones para, gracias a ese conocimiento, hacerse más perfectas.

 

Un canto que no comunica una pasión creadora de existencia, no lo es. La voz está ligada al canto, que es en sí mismo, y antes que nada, una voz, y el universo no es otra cosa que un canto. El encuentro entre la voz-palabra y la palabra-canto es el instante de la expresión poética por excelencia, , instante del canto diciendo la indecibilidad del mundo y de las cosas. A través de sus palabras, Pey liga voz y materia, como si su poesía fuera el lugar donde vendrían a disolverse el afuera y el adentro, donde se reencontrarían lengua y naturaleza.

 

La voz de Serge Pey evoca las voces que manan de las gargantas de los valles y las cimas, y, por la voz que que hay en ella, su poesía se encarna en el cuerpo identificándose con el universo. La voz de Serge Pey es demiúrgica, al hacer de la creación un lenguaje de furor que permanece en perpetuo estado amoroso, al preservar los misterios en el momento de nombrarlos.

 

Así, Serge Pey devuelve la palabra a su origen, la voz, a la energía inicial y constitutiva, principio de la aparición del mundo.

 

El mundo se crea y se recrea en el impulso vocal, transformándose en energía cuya manifestación es el poema. El poeta no parte de la lengua hacia el universo sino de la voz hacia este último, que encarna entonces en el impulso mismo del cuerpo encarnado en el poema.

 

La poesía de Serge Pey nos dice que la relación entre el hombre y su cuerpo está esencialmente ligada a la que mantiene con el universo, y esas relaciones se integran en un solo y mismo aliento. Así, el poema oído o leído no es sino un llamado al éxtasis, a la inmersión en la energía cósmica. Se dirige al corazón-carne, se abisma de luz aboliendo el espesor, ahí donde se enlazan lo efímero y lo eterno, lo manifiesto y lo oculto.

 

Traducción de Enrique Flores

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