La mirada portátil

May 6 • destacamos, principales, Reflexiones • 7267 Views • No hay comentarios en La mirada portátil

POR BRENDA LEDESMA Y ARTURO ÁVILA CANO 

Coautores de 100 años de fotografía en EL UNIVERSAL (Secretaría de Cultura-EL UNIVERSAL, 2016)

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No podía ser de otra manera. Al igual que sucedió en otras latitudes, el contexto finisecular del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, enmarcan la irrupción y el desarrollo de la prensa industrial y de las primeras publicaciones gráficas en México. En ese sentido, el 11 de mayo de 1917 fue fundado El Universal Ilustrado. Semanario Artístico Popular, una de las revistas ilustradas que durante su vida marcó tendencia por su contenido y diseño vanguardista, y que en este año cumple un centenario de su nacimiento.

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Este semanario –fundado por Félix F. Palavicini y bajo la dirección de Carlos González Peña– se distinguió por la elegancia de su edición, por la puesta en página de los textos, por el uso de las viñetas para enmarcar los títulos y las imágenes, por la calidad de sus colaboradores, por el uso del color en la portada principal y sobre todo por el amplio uso de la fotografía.

El 11 de mayo de 1917 se publicó el primer número de El Universal Ilustrado con una fotografía de los canales de Xochimilco, del fotorreportero Carlos Muñana.


El 11 de mayo de 1917 se publicó el primer número de El Universal Ilustrado con una fotografía de los canales de Xochimilco, del fotorreportero Carlos Muñana.

El 11 de mayo de 1917 se publicó el primer número de El Universal Ilustrado con una fotografía
de los canales de Xochimilco, del fotorreportero Carlos Muñana.

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Texto e imagen interactuaron en este Semanario Artístico Popular. En éste destacan la lucidez de los artículos de opinión, la elegancia de la crónica, la solidez del reportaje y la oportunidad de la nota informativa. Todos estos géneros periodísticos estuvieron acompañados por excelsos dibujos y, sobre todo, por magníficas fotografías. Las crónicas de los cafés, de la moda y los reportajes sobre los espectáculos de cabaret y la vida teatral alternaron con la crítica de arte y fotográfica. El relato de la vida bohemia de la capital se entremezcló con los comentarios sobre distintos tópicos de la vida cultural y política del país, y en la mayor parte de las páginas de este semanario la presencia de la fotografía fue fundamental.

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Las páginas de El Universal Ilustrado dieron cabida tanto a excelentes retratistas –como María Santibañez, Martín Ortiz, Ismael Rodríguez Ávalos, Juan Ocón y el enigmático Librado García Smarth, por mencionar a algunos–, al igual que a paisajistas y fotógrafos costumbristas como el chaparrito Rafael García. Destacaron también los trabajos de los experimentadores de la imagen como Tina Modotti, Edward Weston y Man Ray, pero también el trabajo de los primeros reporteros gráficos como Carlos Muñana, Fernando Sosa, Rafael Carrillo y los hermanos Casasola, que publicaron tanto imágenes de coyuntura como breves e interesantes ensayos que son el antecedente de las puestas en escena que años más tarde elaboraría Nacho López para revistas como Mañana.

Fotografía de Edward Weston de Ruth Stallsmith de Quintanilla. ca. 1926.

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A lo largo de casi cuatro décadas, lo mejor de la fotografía en México se dio cita en esta publicación que tenia un precio módico de 40 centavos por ejemplar o 2 pesitos por suscripción. La nutrida visualidad que caracterizó las primeras décadas del siglo XX se reflejó en el trabajo de los fotógrafos de El Universal Ilustrado, que a la par de la pintura, la escultura, la literatura, el teatro y el cine, renovaron su quehacer tras la lucha revolucionaria. La importancia de la imagen fotográfica en el discurso de este semanario popular se percibe desde la misma portada.

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En los primeros números destacan los retratos elaborados por el joven Carlos Muñana, por ejemplo en la portada de la primera edición del semanario, donde se muestra una fantasía de colores elaborada en Xochimilco. En esa imagen, una trajinera es conducida por un hombre que, acompañado por un niño, navega por las apacibles aguas de aquel canal milenario. En esta fotografía se concentran gran parte de los intereses editoriales de esta publicación, que se dividía entre lo tradicional y lo moderno.

Fotografía de Librado García "Smath", publicada el 23 de diciembre de 1926
Fotografía de Librado García "Smath", publicada el 23 de diciembre de 1926

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Asimismo, en la portada del ejemplar fechado el 25 de mayo de 1917, año 1, número 3, se aprecia el bello retrato de Nelly Fernández, María Caballé y Clemencia Llerandi, tres tiples que marcaron época en los espectáculos nocturnos de la Ciudad de México. Para la portada del siguiente número, Muñana acudió a la alameda de la Santa María La Ribera, en donde retrató a dos hermosas muchachas de “sociedad”. Para la portada del número 7 de El Universal Ilustrado el notable fotógrafo llegado de Guadalajara, elaboró el retrato de la señorita Guadalupe Sánchez, quien reposa en el jardín de la alameda bajo el abrigo de una sombrilla. Otro retrato notable es el de la señorita Elena Meneses, cuyo rostro, enmarcado por bellas hortensias, fue publicado en la portada del número del 3 de agosto de 1917.

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Sin lugar a dudas, las bellas cantantes y tiples, así como distintas señoritas de sociedad ocuparon gran parte de las portadas del primer y segundo año de este semanario, tal es el caso de Cipri Marti, María Caballé, María Conesa, conocida como la “gatita blanca” y Esperanza Iris, cuyas figuras destacan en los números 11, 17, 30 y 51, respectivamente. Sin embargo, uno de los mejores retratos elaborados por Carlos Muñana es el publicado en el número 66, en el cual nos comparte una “escena íntima” de la hermosa María Caballé, mientras la popular tiple leía un libro bajo la tenue luz de una lámpara. Todos estos retratos fueron publicados bajo la técnica de la tricomía, un procedimiento fotográfico de reproducción bajo el cual se estampaban en una superficie los colores primarios.

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En la portada del número 67 de El Universal Ilustrado sobresale un retrato de la famosa actriz mexicana Esperanza Iris, que ataviada con un traje de charro y montada a caballo, se retira el sombrero para saludar al espectador. El trabajo de edición para esta fotografía es notable pues además de que fue elaborado con la técnica de la tricomía, se cortó de tal modo que en la parte superior destaca la figura de la actriz y gran parte del cuerpo de aquel elegante equino, enmarcados en un óvalo, mientras que en la parte inferior sobresalen las patas del animal y parte del suelo, rodeados por un marco rectangular.

Portada del número 67 de El Universal Ilustrado en la que aparece la actriz Esperanza Iris montada en un caballo. Foto de Carlos Muñana.
Portada del número 67 de El Universal Ilustrado en la que aparece la actriz Esperanza Iris montada en un caballo. Foto de Carlos Muñana.

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Otro gran retratista que compartió las portadas de El Universal Ilustrado con Carlos Muñana fue Napoleón. En el número 46 se aprecia un bello estudio artístico de una hermosa niña que sostiene entre sus manos un ramo de flores, mientras dirige una mirada lacónica al fotógrafo. Más allá de las fotografías de portada sobresale también la puesta en página de las imágenes que formaron parte de los interiores de esta publicación vanguardista. Tanto los retratos como los paisajes fueron enmarcados por bellas viñetas elaboradas por los diagramadores de El Universal Ilustrado. Esos diseños le otorgaban distintición y elegancia a las fotografías. Como ejemplo de lo anterior basta ver la portadilla o página legal del número fechado el 11 de mayo de 1917, en el que un bello retrato de estudio de Martín Ortiz –“La niña que pesca”–, es enmarcado por unas viñetas decorativas art decó. Y qué decir de los bellos retratos elaborados por María Santibáñez, que fueron elegantemente enmarcados por los diseñadores de este semanario.

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El trabajo fotográfico en El Universal Ilustrado fue bien acompañado por distintas reflexiones, elaboradas tanto por críticos de arte como por amateurs de la fotografía. En este tenor destacan las reflexiones del pintor Carlos Mérida acerca de la necesidad espiritual de la fotógrafa María Santibáñez por resolver de manera artística ciertas ideas y emociones, que le hacían preferir los retratos de mujeres. En el terreno de la imagen, Santibáñez especulaba sobre la psique y los estados del alma de quienes posaban.

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Por su parte, Rafael Vera de Córdova comentó la obra de la italiana Tina Modotti, y de los californianos Edward Weston y Margrethe Mather, cuando sus lotes de fotografías fueron recibidos en la Escuela Nacional de Bellas Artes para la exposición, junto con otros artistas, que se proyectaba en los primeros meses de 1922. La muerte de su esposo Roubaix L’Abrie Richey y el proyecto de exposición serían el motivo por el cual Modotti se aventuraría por primera vez en México. Vera de Córdova admiraba la fotografía “sin artificios ni oropeles” de aquellos personajes, y rescató además la obra del mexicano Gustavo F. Silva, quien sobresalió entre los fotógrafos mexicanos de “distinción pictórica”.

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La fuerza de expresión de las formas geométricas y la fantasía de la luz que Tina y Weston exploraban en busca de un lenguaje estrictamente fotográfico serían abordados en repetidas ocasiones en El Universal Ilustrado con sorprendente gala de imágenes. Así también sucedería con Gustavo F. Silva, “el loco Silva”, cuya personalidad excéntrica de melena alborotada y “ojos de obsidiana auténtica” fascinaría a los periodistas tanto como su obra retratística.

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Entre los fotógrafos pictorialistas, Silva, María Santibáñez y Librado García Smarth fueron presentados como grandes artistas por El Universal Ilustrado. Smarth recibió su atención a partir de los retratos de mujeres tan etéreas como fatales, que merecieron elaboradas diagramaciones a doble página. Se publicaron sus fotografías de arquitectura colonial, de muros donde las hidras se retuercen y se aferran a los muros centenarios, así como las escenas mexicanas que lo llevaron a ser nombrado “el indígena de la cámara”.

Portada de El Universal Ilustrado, publicada el 29 de abril de 1920, con obra de la lente de María Santibañez.
Portada de El Universal Ilustrado, publicada el 29 de abril de 1920, con obra de la lente de María Santibañez.

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Fue la época de “los magos” y “los brujos” de la lente. Juan Ocón –autor de las mejores retratos de María Bibiana Uribe, nombrada como la india más bonita de México–, Martín Ortiz, Antonio Garduño y Rodríguez Ávalos fueron otros personajes que con artilugios de alquimista arrancaron los estados emotivos y psicológicos más hondos de sus modelos para plasmarlos en imagen.

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Los paisajes bucólicos y escenas costumbristas también tuvieron cabida en las páginas de El Universal Ilustrado. La sensibilidad romántica de fines de siglo XIX y la acuciante necesidad de reconocer “lo mexicano” en el paisaje y las labores del campo de los tiempos posrevolucionarios se reflejaron en las fotografías de José María Lupercio, Hugo Brehme y Luis Márquez que en distintos momentos se difundieron en el semanario.

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Por otro lado, la vida cotidiana de la capital fue narrada en imágenes: reportajes sobre la miseria vivida por hombres y mujeres en las calles de la ciudad, sobre los oficios nacidos en las primeras décadas de la revolución industrial, o con la inocencia de la niñez y las penurias de la cárcel fueron elaborados por Gustavo e Ismael Casasola, por los hermanos Sosa, así como por el versátil Rafael Carrillo. En otras publicaciones de la época como Revista de Revistas, se abordaron temáticas similares.

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En las centenarias páginas de esta publicación, imagen y texto, fotografía y palabra, interactuaron con vivacidad para crear un notable discurso editorial. Las formas de diagramación evolucionaron con el paso del tiempo. Y si en algunas publicaciones de los años veinte había una tendencia a reducir el tamaño de las ilustraciones, y ornamentarlas con ondulaciones, en la década de los treinta todo tuvo que ver con la línea quebrada y reluciente del metal y las máquinas. Eso no ocurrió en El Universal Ilustrado ni en las páginas de El Ilustrado (así se renombró el semanario en septiembre de 1928). Posteriormente, se acusó un desgaste en el diseño y el trabajo de los fotógrafos cobró una importancia menor.

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Los bellos retratos, las reflexiones inteligentes, los mosaicos y las diagramaciones en las que se colocaban múltiples fotografías en ramilletes, así como en viñetas art nouveau y art decó, permanecen para la historia. El trabajo de los editores, diseñadores, fotógrafos y redactores de El Universal Ilustrado reflejaron una dedicación excelsa, que llevó a esta publicación a ser considerada como uno de los mejores semanarios ilustrados de este país.

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FOTO PRINCIPAL: Retrato de la actriz Dolores del Río, por Tina Modotti, publicada el 15 de septiembre de 1927.

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