La verdad que ofende

Ene 31 • destacamos, principales, Reflexiones • 3414 Views • No hay comentarios en La verdad que ofende

 

POR LEONARDO TARIFEÑO
Autor de Extranjero siempre; @leotarif

 

“Según han informado fuentes cercanas a dos señores muy amables vestidos de negro que han irrumpido en la redacción y están apuntándonos con un Kalashnikov, Alá podría ser ‘grande’ o incluso ‘muy grande’. Al parecer, no hay nada mejor que Alá, siempre según la información facilitada a gritos por los señores del Kalashnikov. ‘Alá es increíble’, reiteran las fuentes cercanas a la redacción tras la visita de los señores del Kalashnikov y la muerte fortuita, y por causas ajenas a la religión, de la libertad de expresión de los redactores de este diario. ‘Pues nunca me había fijado en lo genial que es el Islam y lo mucho que me gusta’, ha declarado el redactor que escribe estas líneas. A última hora, las mismas fuentes han informado también que no queremos morir, por favor”.

 

El párrafo anterior corresponde al artículo “Alá es la polla”, del portal satírico español El Mundo Today, publicado online apenas unas horas después del atentado del 7 de enero en la redacción de la revista francesa Charlie Hebdo. Curiosamente, o no tanto, el link de “Alá es la polla” desapareció de la página de Facebook de El Mundo Today antes de que muchos de los miles de seguidores del portal pudieran acceder a él. Tras las denuncias de los usuarios ofendidos, los administradores de la red social se encargaron rápidamente de eliminarlo, sin aviso ni consulta, y sólo al final del día reactivaron el enlace con la misma silenciosa arbitrariedad con la que lo habían retirado. “Gracias, Facebook, buen momento para la censura”, habían respondido en el portal español desde su cuenta de Twitter. El jueves 8, ya con el artículo disponible, Xavi Puig, responsable de El Mundo Today, se mantuvo fiel al espíritu que define a la revista al resumir el incidente. “No es la primera polla que metemos en Facebook”, dijo, en declaraciones a la Cadena Ser. Si alguien se había sentido ofendido por “Alá es la polla”, las palabras posteriores de Puig redoblaban la apuesta de la provocación. Con el resto del mundo todavía asombrado por la brutal matanza en la redacción de Charlie Hebdo, ¿era el momento para reivindicar el poder de la burla?

 

El atentado contra una de las grandes revistas humorísticas de Francia cuestionó la legitimidad de la sátira cuando la risa apunta a las creencias sagradas de la religión. “La mentira que ofende es calumnia; la verdad que ofende es sátira” reza la defensa histórica del género, y la potencia del argumento parece decaer en una época que en teoría rechaza el imperio de una única verdad. La discusión sobre los límites del humor aterrizó en noticieros, cafés y medios de prensa de todo el planeta, y hasta el Papa Francisco señaló que nadie debería burlarse de la fe, ya que “la libertad de expresión debe ir acompañada de prudencia”. Los profesionales del género, en cambio, piensan todo lo contrario, y creen que replegarse tras lo que alguna autoridad permite o no decir es traicionar la naturaleza de la sátira. En su editorial del 15 de enero en la revista chilena The Clinic, su fundador y director Patricio Fernández explicó que “la sátira no busca la delicadeza. Esa se la deja a los artistas. La sátira es escandalosa por excelencia. No es el amor al hombre lo que la mueve, sino una parte de ese espíritu muy consciente de su imperfección. Allí donde alguien cree conocer la respuesta definitiva, asoma para ridiculizar nuestras ambiciones desmedidas”. Fundada en 1998, The Clinic le debe su nombre a The London Clinic, el sanatorio donde Augusto Pinochet permaneció hospitalizado entre 1998 y 2000. En sus páginas se ríen de lo políticamente correcto, de los sueños de los derechistas, de las religiones, del “buenismo” con el que cierta elite ilustrada analiza los conflictos sociales o raciales y, sobre todo, de la petulancia y la soberbia de los políticos, artistas e intelectuales. Pedro Lemebel, Nicanor Parra, Enrique Vila-Matas, Rafael Gumucio y Alejandro Zambra han sido algunos de sus más brillantes colaboradores. Sus artículos han despertado la ira de la iglesia católica chilena y de los representantes del gobierno, y quizás por esa larga trayectoria de combate contra la intolerancia el propio Fernández concluye, en su editorial, que “no es pacífico quien le exige al otro que no moleste. ¡Tarde o temprano el otro molesta! Pacífico es el que sabe convivir con lo que le desagrada. No vive en paz una comunidad en la que se teme a la furia del vecino. Si el atentado en Francia, cuna de racionalistas, deriva en una discusión sobre los límites de lo expresable, los terroristas habrán vencido. Y la sátira deberá pasar a la clandestinidad”.

 

En los últimos veinte años, el humor ácido y corrosivo ha vivido una época floreciente en Hispanoamérica. Compañeras de viaje de la indignación contra la corrupción política y de la consigna “le llaman democracia y no lo es” popularizada por las protestas del 15-M español, las revistas y portales web The Clinic (Chile), El Deforma (México), Barcelona (Argentina) y El Mundo Today y Mongolia (España), entre otros, representan el incómodo reverso del discurso oficial de los gobiernos de sus respectivos países. Su éxito -desde 2005 The Clinic figura entre las revistas de mayor promedio de lectores en Chile, y Barcelona tira el doble de ejemplares de las revistas de actualidad política- parece basarse en lo que siempre ha caracterizado al humor: la posibilidad de decir, contar y sugerir, con mayor o menor sutileza, lo que el poder se ve obligado a callar. Primas no del todo lejanas de Charlie Hebdo, cada una de estas publicaciones defiende el compromiso de reírse de todo, como si su ética sólo respondiera al mandato de ganar la batalla contra la solemnidad y la arrogancia de creer que algo o alguien en el mundo es el dueño exclusivo de la verdad. Y la provocación llega hasta sus propios héroes. En ese sentido, el 16 de enero, la edición web de Barcelona publicó la noticia de que Coca Cola habría lanzado una edición especial de sus latas con los nombres “Charlie” y “Hebdo”. ¿Resulta válido ironizar alrededor de una tragedia saldada con 12 víctimas fatales? Para quienes defienden a la sátira, sí.

 

“Ahora que mataron a 12 personas en Francia, ahora que asesinaron a tres importantísimos dibujantes, ahora que vienen por quienes trabajamos en los medios, parece que no se pueden hacer chistes con eso. Pero, ¿está bien que no se pueda? ¿No es eso hacer exactamente lo contrario de lo que proponían Cabu, Wolinski, Charb y compañía?”, escribió el argentino Pablo Marchetti, ex director de Barcelona, en el diario Perfil. “Físicamente, lo peor del bestial atentado en Francia es la pérdida de vidas humanas. Pero simbólicamente, lo peor de todo es haber logrado, por fin, la vigencia del ‘con eso no se jode’. O, dicho de otro modo, la certeza de que estamos frente a una barbarie tal que sólo puede ser abordada de un modo: la seriedad y la consternación con cara de consternación. ‘Con eso no se jode’, ésa parece ser la consigna. Porque ante algo como esto, el lugar común sale a preguntarse: ¿hay que poner límites al humor? Pero, ¿qué significa exactamente ‘poner límites al humor’? Y de ser así, ¿quién debería ponerlos?”.

 

En enero del año pasado, El Deforma publicó que el gobierno de Enrique Peña Nieto no había renovado los derechos de autor del Himno Nacional, con lo cual México se quedaba sin canción patria. La noticia era inverosímil y absurda, como muchas de las que lanza el portal, pero a los editores del diario Tribuna, de Ciudad Obregón, les pareció real. Como si hubieran recibido un cable urgente de una agencia de noticias, la retomaron, la reescribieron y la publicaron en sus páginas con el alarmante título de “Se queda México sin himno nacional”. En un país acostumbrado a que lo más inverosímil irrumpa en la realidad con una fuerza inusitada, la falsa noticia de El Deforma resultaba creíble. Los editores de Tribuna pecaron de ingenuidad, pero a su manera demostraron que la intervención del humor político en la vida pública podía explicar, risa mediante, las contradicciones de un presente que muchas veces le niega a la sociedad el derecho a enfatizar públicamente lo que intuye en secreto. Con un espíritu quizás menos cínico que Barcelona, The Clinic y El Mundo Today, El Deforma no sostiene su burla con la risa políticamente incorrecta, sino a partir de la falsedad de una noticia soñada. Como la de la presunta aceptación del jugador holandés Arjen Robben de que su clavado en el área chica de México en el último mundial no era penal, “noticia” replicada en diversos medios deportivos del mundo que concluyó con el rumor de que el México-Holanda se repetiría para decidir quién pasaría a los cuartos de final. Tal es el tono entre juguetón y paródico de El Deforma, cuyos editores optaron por el respeto y la sobriedad a la hora de referirse a la masacre en las oficinas de Charlie Hebdo. “Condenamos los ataques terroristas contra la sede de Charlie Hebdo y manifestamos nuestra creencia y defensa de la libertad de expresión y la sátira política, social y religiosa como elemento importante de la crítica y humor en sociedades tan heridas como la nuestra y, hoy, la francesa”, escribieron en el “comunicado de El Deforma sobre la muerte de un gran personaje”. Para el portal mexicano, a la sátira también se la puede honrar con seriedad. Y no sólo con ella, sino también con compromiso: el 8 de enero, un día después de la masacre de París, publicaron un “top 7” de las mejores caricaturas que homenajeaban a la publicación francesa.

 

Muchos años antes de estas revistas y portales, diversas publicaciones hispanoamericanas de humor político cumplieron un rol decisivo en la instauración de la democracia en sus respectivos países. El Jueves en España, Humor Registrado en Argentina y El Gallo Pelón en Venezuela son sólo algunos de los medios que opusieron la risa y la burla al autoritarismo de gobiernos empeñados en perseguir cualquier forma de disidencia. Hoy parecería que la intolerancia se ha diseminado en una multitud de formas, desde la tradicional de los oficialismos gubernamentales a la del integrismo religioso o de lo “políticamente correcto”, que limitan el ámbito de la provocación y asfixian el territorio ganado por la burla inteligente. Como si las distintas sociedades se hubieran puesto más serias y rígidas que nunca, dispuestas antes que nada a hacer valer el orden y el peso de la autoridad que a reírse de sí mismas. Justo lo contrario de lo que aconseja el mismísimo Mahoma, para quien resulta fundamental “mantener siempre el corazón ligero, por que el alma se ciega cuando el corazón se ensombrece”. El apogeo de la sátira en los portales y revistas en español acompañaron la crisis de la democracia. Su supervivencia actual ya no parece estar tanto en manos de la política como de los corazones sombríos.

 

*Fotografía: “Chávez not dead”, portada de la revista argentina Barcelona tras la muerte del ex presidente venezolano en 2013 / Crédito: Cortesía Barcelona

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