Los estiras y aflojas de Nicanor Parra con el mundo

Ene 27 • destacamos, principales, Reflexiones • 4000 Views • No hay comentarios en Los estiras y aflojas de Nicanor Parra con el mundo

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El impacto de la obra de Nicanor Parra, fallecido el 23 de enero, ha variado: adorado en Estados Unidos gracias al impulso que recibió de sus amigos Beat; y sin mucha repercusión en España, donde recibió el Premio Cervantes a los 97 años; o en Francia, donde recién fue traducido en 2017

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POR ROBERTO CAREAGA C. / El Mercurio / GDA

Fue en Inglaterra, a fines de la década de 1940, donde Nicanor Parra encontró la iluminación que buscaba. La poesía tradicional que había explorado en Cancionero sin nombre (1938) ya no le hacía sentido y, de pronto, en la vitrina de una librería vio el libro Apoemas, de Henri Michaux. “Me dije: ‘¿Por qué no le pondría directamente ‘antipoemas’ en vez de ‘apoemas’?”, contó años después, cuando ya había echado a andar la revolución de la antipoesía.

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Más allá de la ruptura con la tradición lírica chilena —con Pablo Neruda como gran antagonista—, el proyecto parriano afectaría las bases de toda la poesía hispanoamericana en la segunda mitad del siglo XX, e incluso más allá de nuestra lengua. Pero el reconocimiento fue lento. Salvo los estadounidenses, que en los 60 lo publicaron en inglés, Europa ha sido muy esquiva a la antipoesía: tenía 97 años cuando en España le entregaron el Premio Miguel de Cervantes, en 2011, y recién el año pasado la editorial Seuil publicó una antología de su obra en francés.

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Los amigos beat

Con fans anglosajones del peso del crítico Harold Bloom, Parra tuvo una relación estrecha con la Generación Beat: en el marco del Primer Encuentro de Escritores Americanos, en 1960, el antipoeta fue el anfitrión, en Chile, de Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti. Tras varios días acá, de vuelta a su país ellos publicaron sus primeros poemas en inglés y luego, en 1967, Ginsberg operó como uno de los traductores de la edición norteamericana de Poems and antipoems, publicada por New Directions. Sólo cinco años después la editorial española Seix Barral entraría al baile al publicar, en 1972, Poemas y antipoemas.

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Pero Estados Unidos también puso en serios aprietos a Parra: en medio de un festival de poesía de la Biblioteca del Congreso, en Washington, el escritor asistió a la Casa Blanca y una foto de él junto a la primera dama, Pat Nixon, apareció en la prensa. Se desató el caos. “Yo relativizo todo, hasta la revolución”, decía por entonces Parra, pero la foto enfureció a Fidel Castro, que de inmediato le quitó una invitación para ser jurado del premio de Casa de las Américas en La Habana. Se le consideró instantáneamente un enemigo de Cuba.

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El caso tuvo efectos políticos para el antipoeta en Chile y también en toda la intelectualidad del continente, que por esos años se cuadraba ante la revolución castrista. Si su lugar político afectó su lectura en el continente —Parra no fue un defensor de la Unidad Popular— es menos obvio, pues su influjo aparece en la poesía peruana, argentina, mexicana.

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De hecho, cuando en 1991 se dio por primera vez el Premio Juan Rulfo en México, fue él quien lo recibió. Al recibir el galardón, abrió otra veta de su obra e inauguró los “Discursos de sobremesa”.

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Las puertas de España

Tras la dictadura, años en que Parra se reconcilió con la izquierda y estrechó relaciones académicas y literarias con Estados Unidos, su obra empezó a golpear las puertas del mundo. Pero sólo en 2001 España lo sumó definitivamente a su canon: mientras en la Fundación Telefónica en Madrid exponía sus artefactos, recibió el Premio Reina Sofía. “Os aseguro que fue complicadísimo”, contó años después uno de los jurados, Luis Alberto de Cuenca. Dos años después, Jorge Edwards integró el jurado del premio Cervantes y propuso a Parra: “Lo conocían muy poco y se optó por Gonzalo Rojas”, contó. “No lo han leído. Nunca lo entendieron”, dijo Raúl Zurita.

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La relación de Parra y España es especialmente esquiva. Cuando en 2011 le dieron el Premio Cervantes, diferentes críticos salieron a enfatizar lo problemático de la antipoesía en la tradición hispana: “Desde Quevedo, la poesía española perdió la comicidad y vivió varios siglos bajo la solemnidad”, aseguró Niall Binns, uno de los editores de Obras completas & algo más, que Galaxia Gutenberg publicó en dos tomos, en 2007 y 2011.

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Editada por Binns e Ignacio Echevarría, las obras completas tuvieron un largo parto que empezó con las dudas del propio Parra: en 1999, en su casa en Las Cruces, Roberto Bolaño le propuso la idea, pero sólo se convenció en 2011 en Madrid. Pocos meses de que se publicara el tomo dos, el jurado del Cervantes falló a favor del antipoeta, quien a sus 97 no viajó a recibirlo. Envió a su nieto, Cristóbal Ugarte, Tololo.

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Por increíble que nos parezca a los chilenos, sólo en junio pasado fue publicado un libro de Parra en francés. La editorial Seuil lanzó Poèmes et antipoèmes. Anthologie 1937-2014, un volumen de 700 páginas, bilingüe, que cubre toda la obra del escritor.

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“Hay que reconocer que la obra de Parra es poco o nada conocida en Francia”, decía el poeta Waldo Rojas en 2006, y recién cuatro años después el por entonces agregado cultural en Francia, Felipe Tupper, inició el proyecto, con Bernard Pautrat como traductor. El retraso en Francia se extiende a casi toda Europa y ciertamente a Suecia, donde se entrega el Nobel. Y claro, plantea una advertencia: la revolución antipoética parriana aún no ha terminado de estallar.

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FOTO: La influencia de la antipoesía de Nicanor Parra es notoria en la poesía argentina, peruana y mexicana. / El Mercurio / GDA

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