Mayo del 68, una tentativa de balance

May 19 • Conexiones, destacamos, principales • 7143 Views • No hay comentarios en Mayo del 68, una tentativa de balance

A cincuenta años del movimiento social que sacudió toda Francia e inspiró en algunos aspectos a la trágica protesta estudiantil mexicana de 1968, filósofos, novelistas, periodistas y académicos que participaron en las manifestaciones y asambleas universitarias, hacen un diagnóstico sobre la revuelta que sigue siendo un paradigma para los jóvenes

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POR INGRID DE ARMAS

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Medio siglo después de los acontecimientos de Mayo del 68, que transformaron a la sociedad francesa, el tema sigue suscitando discusiones, desavenencias y rara vez un análisis neutro. Pese a ello, muchas voces coinciden en afirmar que las barricadas del Barrio Latino de París estremecieron las certezas y marcaron el inicio de la modernización de determinadas estructuras sociales.

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Varios elementos confluyeron en lo que desembocó en una transgresión a escala nacional. En marzo de 1967 se iniciaron protestas en la Universidad de Nanterre, en París, contra la imposibilidad para los jóvenes de visitar a sus amigas en las residencias femeninas. El descontento se manifestó por diversas razones, durante varios meses, hasta el 22 de marzo del 1968, en que el estudiante Daniel Cohn-Bendit encabezó la toma de locales en la universidad, a causa de la detención de dos compañeros que destruyeron las vitrinas de American Express en señal de protesta contra la guerra de Vietnam. La agitación continuó y la universidad cerró. Los estudiantes se trasladaron a La Sorbona y la policía los desalojó a la fuerza. Las marchas se incrementaron en el Barrio Latino hasta culminar el 10 de mayo en la llamada noche de las barricadas. Cohn-Bendit llamó a la huelga general y el primer paro estalló el 13 de mayo. Se iniciaron las ocupaciones de fábricas y a partir del 21 los huelguistas aumentaron hasta llegar a unos 8 millones. Francia se inmovilizó y el 25 el gobierno de De Gaulle convocó a negociaciones tripartitas con los sindicatos y los patrones. Sin estudiantes.

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Por otra parte, desde 1966, el célebre panfleto De la miseria en el medio estudiantil había alterado los ánimos en las universidades. Lo firmaba Mustafá Khayati y se atribuyó a Marc Kravetz, miembro de la Internacional Situacionista. Este grupo de extrema izquierda, nacido en 1957, proponía una ideología del cambio social a través de la democracia directa, ejercida por consejos obreros. Uno de sus líderes, el filósofo francés Guy Debord, preconiza en su libro La sociedad del espectáculo (1967) una transformación total del mundo y arremete contra el trabajo como fuente de alienación. En este marco, Debord había lanzado la frase “No trabajen nunca”. Los situacionistas marcaron de una manera profunda al Mayo del 68. Son autores de numerosos folletos y de eslóganes que le dieron la vuelta al mundo: “Sean realistas, pidan lo imposible”, “Profesores, ustedes son viejos… su cultura también”, “Consuman más, vivirán menos”, “¿Cómo pensar libremente a la sombra de una capilla?”, “Ni Dios ni dueño”, “Se prohíbe prohibir”.

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A cincuenta años de los enfrentamientos entre policías y estudiantes en el corazón de París, de las tomas de facultades, de la ocupación de fábricas y de las huelgas que paralizaron al país, y a falta de un balance objetivo, se impone al menos un recuento de ciertas tendencias sociales surgidas del movimiento y de su transformación en medidas concretas.

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Empecemos por recordar la atmósfera que se respiraba por aquellas fechas en las calles.

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Ambiente insurreccional

El novelista, filósofo y ensayista Pascal Bruckner era por aquel entonces un adolescente. El autor de Los ladrones de belleza, premio Renaudot 1997, y de Un buen hijo, premio Transfuge al mejor libro de bolsillo en 2015, habla de su experiencia de liceísta. “Yo no pertenecía a ningún grupo político. No era izquierdista ni comunista, tampoco castrista o anarquista. Era un espectador que estudiaba en el Liceo Henry IV e íbamos todos los días a La Sorbona. No comprendía nada del movimiento. Era como una distracción que nos permitía escapar un poco a los estudios. Había llegado a París dos años antes y me sentía un poco perplejo. Íbamos a las manifestaciones, a veces lanzábamos piedras y nos daban bastonazos”.

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Para una liceísta que vivía al otro extremo del país, en Toulon, puerto militar del Mediterráneo, oír por radio a Jacques Sauvageot, de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), Alain Geismar o Daniel Cohn-Bendit, dirigentes del movimiento, era algo maravilloso. Se trata de Florence Olivier, hoy profesora en La Sorbona, especializada en literatura y cultura mexicanas, autora de libros y numerosos artículos sobre México y América Latina: “Para una alumna de un liceo de señoritas, como lo era yo, bastante desconcertada y poco informada, eran como héroes. Estudiaba en el Bonaparte, un liceo público pero conservador. Teníamos un profesor, el señor Blanc, un hombre muy culto, muy de su época, que visiblemente aprobó que los chicos del otro liceo de la ciudad manifestaran frente a las rejas del Bonaparte. Mi padre era militar, oficial de la armada. En ese medio conservador, a veces ultraconservador, mi mamá se interesaba mucho en lo que sucedía en La Sorbona, en las calles de París y en todo el país porque, en realidad, el movimiento se extendió a todo el país. Este es el testimonio de una liceísta bastante ingenua, que vivió todo aquello en medio de las opiniones políticas de una madre de izquierda y un padre de derecha”.

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La periodista parisina Victoire Mabit, hoy jubilada, era una joven de 24 años que ya trabajaba: “Iba al trabajo en coche pero era imposible comprar gasolina, pues no había y además el Metro no circulaba. Así que hice una incursión en el sótano de mi papá, que almacenó combustible desde los primeros síntomas de la situación. Mi madre había acabado con los productos alimenticios en los comercios del barrio. Tenía azúcar, pastas, arroz, aceite y me dijo que comprara lo mismo rápidamente. Habían vivido dos guerras mundiales y su primer reflejo fue aprovisionarse. Lo que me impactó en las calles fue que la gente estaba alegre, comunicaba, se hablaba. Si hubiera sido estudiante habría participado de lleno en el movimiento. Me entusiasmaba la idea de barrer con todos esos clichés educativos pesados, paralizantes y estúpidos que nos impedían vivir”.

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El periodista franco-peruano Pablo Paredes estudiaba Sociología en La Sorbona y ya era cronista en la Oficina Francesa de Radiodifusión y Televisión (ORTF). De este organismo nació Radio Francia Internacional, donde Paredes continuó y culminó su carrera. Participó en las marchas y recuerda la que llegó a las puertas de la fábrica de autos Renault, pero un sindicato de filiación comunista, la CGT (Confederación General del Trabajo), hizo todo lo posible para que no hubiese ese encuentro entre estudiantes y obreros. Como a muchos, lo impresionó el clima de apertura general: “Lo que más me marcó fue la solidaridad y la espontaneidad. Se formaban corrillos en las salidas del Metro, en las calles, en las plazas y la gente exponía sus problemas de trabajo y vivenciales de manera natural, como si despertaran de un letargo. Había toda clase de personas, no sólo estudiantes y obreros, sino también burgueses. Se preguntaban por qué vivían de esa manera, como si hubieran querido un cambio radical. Era difícil encontrar gente indiferente. Además, la solidaridad fue enorme. Llevaba en mi auto provisiones a los obreros en huelga en las fábricas ocupadas. Muchos lo hacían”.

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La antropóloga e historiadora franco-venezolana Elizabeth Burgos, ex esposa de Régis Debray, intelectual francés enrolado en la guerrilla del Che Guevara, regresó a París, procedente de Sudamérica, casi en vísperas del estallido de los sucesos: “Llegaba de Cuba y Bolivia y mi mirada se volvía más hacia lo que sucedía en América Latina. Lo primero que me sorprendió en ese movimiento fue el espíritu de cuestionamiento. Por allí empezó todo. Eso fue creciendo hasta hacer tambalear al gobierno de (el presidente) De Gaulle, lo que significa que no era algo baladí. Todo acto social de este tipo trae consecuencias que se viven durante mucho tiempo, positivas y nefastas”. Burgos aclara que no desfiló en las calles en ese momento “porque el gobierno francés estaba ocupándose del caso de Régis”, capturado en abril del 67 en Bolivia. Estuvo presente, sin embargo, en la toma del Teatro Odeón. A su juicio, “al principio, todo fue cultural, parisino y elitista”.

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Víctima de una vinculación hecha por las autoridades de los acontecimientos en Francia con la política cubana de exportación de la revolución, Pablo Paredes fue a dar a una prisión en la ciudad de Foix, en el departamento de Ariège (en la región de Occitania, en la frontera con España), donde estuvo detenido dos meses y medio: “Pensaron que era uno de los cabecillas, implicado en una política de lucha armada, que azuzaba, que metía las narices en los grupos de izquierda franceses. Creían que estaba muy comprometido con la ultraizquierda. Tuve largos interrogatorios en el Ministerio del Interior y como no me probaron nada, anularon los decretos de residencia vigilada en los Pirineos y de expulsión”.

“Sous les pavés, la plage” (Bajo los adoquines, la playa), el más célebre eslogan del Mayo francés, aludía a los adoquines que se despegaban de las calles para ser usados como proyectiles. / Philippe Gras /IFAL

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Pervivencia del movimiento

Las vibraciones del Mayo francés se dejan sentir aun en la sociedad y, si en su momento la revuelta provocaba polémicas, enfrentamientos y polarizaciones, las voces que analizan el fenómeno no se han puesto de acuerdo. Se oscila entre un ensalzamiento con poco sentido crítico y ataques apasionados, pasando por un distanciamiento a veces burlón.

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Pascal Bruckner opina que las repercusiones del movimiento, tanto positivas como negativas, continúan presentes: “Queda el individualismo democrático, el narcisismo omnipresente, el hedonismo consumista, el feminismo, la revolución sexual. Todo eso es herencia de Mayo del 68, que no inventó nada pero sintetizó todo, un poco como un precipitado químico. Sintetizó los movimientos anteriores, sobre todo el culto a la juventud, el odio a la madurez y a la frustración, el terrorismo del orgasmo. Fue una revolución más cultural que política”. Por otra parte, en el terreno político, estima que marcó “el principio del fin de la ideología comunista en la intelectualidad francesa”. Después de todo, según él, “el izquierdismo es una suerte de pérdida progresiva del comunismo estalinista”.

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Para Florence Olivier, el Movimiento agitó las conciencias y gestó una sólida actitud de rechazo de la cultura tradicional: “Fue como un movimiento sísmico en las mentalidades, en los comportamientos, en las instituciones. Acompañó algo que se generaba desde hacía varios años en Estados Unidos y que adquirió modalidades propias en Francia, (relacionadas con) la contracultura. El movimiento muy político del 68 contenía una connotación tan fuerte desde el punto de vista de la contracultura que llegó a alterar de manera acentuada las relaciones institucionales en la academia, en las universidades. No alteró del todo las jerarquías porque esas instituciones son muy antiguas… A la escala de la segunda mitad del siglo XX es un movimiento sísmico socarrón cuya propagación, cuyas ondas, persisten todavía”.

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Olivier señala que si bien es cierto que los dirigentes del Movimiento, y quienes creyeron en él, terminaron por dejar de lado la utopía, no abdicaron del todo: “No renunciamos a ciertos ideales culturales, éticos, políticos, de justicia; a cierta sorna y a cierta crítica del poder; a una determinada concepción del poder; a ciertos deseos de autogobierno, a lo que viene de Mayo del 68, aunque los de esa generación no lo practiquen”.

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Desde su punto de vista, Mayo del 68 sigue siendo un paradigma para los jóvenes de hoy a partir del momento en que se lanzan en luchas por obtener reivindicaciones de orden social, en el contexto de una ideología contestataria, tal como sucede actualmente: “No es la misma izquierda de antes, es otra. Además los sueños o las utopías pueden parecer diferentes. No reivindican un sistema político de manera clara. Hay algo de anarquismo. Pero el modelo de lucha que tienen en mente —el modelo político de lucha ya legendario para ellos, sobre todo porque estamos en primavera—, sigue siendo Mayo del 68”.

La noche del 24 de mayo se produjeron disturbios en el Barrio Latino y la Rive droite, en París. / Philippe Gras /IFAL

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Liberación con igualdad

Las opiniones tienden a ser unánimes al afirmar que este movimiento desembocó en la liberación de la mujer.

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Victoire Mabit se hace preguntas en torno al asunto: “No sé si se puede decir que nos liberamos verdaderamente. Pero, poco a poco, las mujeres se hicieron escuchar, lograron una existencia autónoma. No obstante, en general siguen siendo víctimas del sistema social: en muchas familias divorciadas con niños son ellas las que asumen la responsabilidad de mantenerlos. Se sabe que el número de familias a cargo de mujeres que viven en el umbral de pobreza es más importante que las que están a cargo de hombres. Es decir, es un asunto social que Mayo del 68 no resolvió, pese a haber solucionado el problema del divorcio. En este plano lo que queda es la libertad de la mujer para escoger su manera de vivir. Para mí significó la oficialización de la contracepción. La píldora estaba autorizada sólo como tratamiento ginecológico y la Seguridad Social la rembolsaba. Lo que no se hizo a partir de su generalización: un detalle destructor de mitos”.

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Elizabeth Burgos recuerda que fue el inicio “del movimiento de las mujeres por los anticonceptivos, que estaban prohibidos. Había que irlos a comprar a Inglaterra. No se trataba de una cuestión de moral porque De Gaulle era muy lúcido, sino de una política gubernamental natalista para compensar las pérdidas humanas durante la guerra”. Evoca asimismo a la socióloga Evelyne Sullerot, creadora en esos años del planeamiento familiar y de los centros denominados “Retrabajar”, donde tuvo la oportunidad de colaborar: “Se ocupaba de las mujeres clásicas, comunes y corrientes, dedicadas al hogar. Creó una formación profesional para ellas”, con el fin de integrarlas al mundo del trabajo.

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Añade que fue también en esa etapa que se marcaron progresos en la relación con los niños: “Françoise Dolto (médica pediatra y psicoanalista francesa) hizo un excelente trabajo en su favor, cambió la manera en que se los trataba, por ejemplo a nivel de la medicina, de la anestesia”. Señala que de ese entonces data también el parto sin dolor.

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Burgos recalca que “lo que consiguieron los obreros fue enorme: cuando se percataron de que estaban abandonando el terreno a los estudiantes, se integraron al movimiento y obtuvieron un aumento de salarios espectacular”. En efecto, tras los acuerdos de Grenelle en el 68, firmado por sindicatos y patrones, se pactó un aumento de 35% del salario mínimo y de 10% de los sueldos en general.

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Bruckner destaca que el movimiento condujo poco más tarde a la promulgación de leyes que consagraron algunos derechos de la mujer: “La familia se transformó profundamente porque en 1970 se aprobó la ley que dividía la tutela de los hijos entre el padre y la madre, en 1975 se abolió el divorcio que imponía la exposición y demostración de las faltas de los cónyuges y, sobre todo, en 1974, en que se aprobó la Ley Weil que autoriza el aborto. Esta ley fue fundamental, cambió completamente la vida de las mujeres francesas y, desde entonces, no ha sido cuestionada, un poco por los católicos, pero terminó por aceptarse”.

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Bruckner considera además que Mayo del 68 fue el punto de partida para la integración de la ecología en las mentalidades, desde un ángulo práctico: “Significó el regreso a las utopías concretas, se trataron de instalar comunas rurales. La gente se iba a vivir a Ardèche (en la región de Auvernia-Ródano-Alpes), al Luberon (en la región de la Provenza, al sur), para criar cabras y hacer quesos. Todo eso viene de movimientos anteriores y el padre espiritual de esta tendencia es (el filósofo suizo) Jean Jacques Rousseau, con un pequeño desvío hacia el norteamericano Henry David Thoreau. Fue la voluntad de huir de las ciudades y recrear una vida auténtica en el campo”.

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Olivier indica que en Mayo del 68, “como todos sabemos y como también sucedió en México, hubo una liberación de las costumbres: la liberación en el terreno sexual. Al menos la aspiración a eso, con sus engaños, espejismos y realidades”.

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Adiós al estado de bienestar

Para Bruckner los factores negativos no faltan: “Son muchos, entre ellos la explosión del narcisismo. A partir de esa fecha, los individuos tienen sólo derechos y ningún deber. Por lo tanto, se promueve el infantilismo, la inmadurez como derecho humano. Todo el mundo puede desear lo que quiera, como y cuando quiera, sin que el Estado ponga el más mínimo límite a sus deseos. También marcó el inicio de la crisis de la autoridad familiar. Es el principio del fin de la escuela tradicional. El papel y la autoridad de los profesores y maestros se cuestionaron. Y cuando el Estado muestra su autoridad se dice que es fascista. Pese a estos aspectos negativos, Mayo del 68 ha influido a las generaciones posteriores, comprendidas las personas más conservadoras”.

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En general, se habla de la degradación de la educación y del resquebrajamiento de la autoridad a todos los niveles. Victoire Mabit lamenta que en educación haya habido una especie de renuncia a ciertos valores: “Ha habido una suerte de desintegración del término educación porque había que escuchar a los hijos, consentirlos, y hoy nos encontramos frente a las consecuencias de esas ideas”. Al mismo tiempo, en lo concerniente a los herederos de Mayo del 68, la periodista Mabit estima que “están destruyendo los logros sociales del Consejo Nacional de La Resistencia (CNR), establecidos en la posguerra; están atacando al sistema social actual, es decir, las jubilaciones, la Seguridad Social, las ayudas a las familias. Es una voluntad deliberada de los políticos porque la solidaridad social es costosa”.

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Elizabeth Burgos subraya que si bien se desestabilizó el sistema rígido de autoridad en las universidades, el poder de los “mandarines” paralelamente “se degradó el nivel de la educación”. Por si fuera poco, a su modo de ver se “abrió la puerta a la americanización, tomando lo más negativo de la cultura norteamericana”.

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Bruckner responde a este último planteamiento: “Es en parte cierto porque se adoptaron algunos aspectos del capitalismo norteamericano pero, al mismo tiempo, las diferencias culturales entre Francia y Estados Unidos son fundamentales. La americanización es superficial y eso no debe ocultar que somos dos mundos diferentes. Si se afirma que estamos en Estados Unidos porque Starbucks abre donde antes estaba una librería, no se conoce Estados Unidos. Las diferencias son importantes a nivel de las costumbres, de la forma de considerar el dinero, de la economía, de la sociabilidad. Francia es un país de antiguo régimen”.

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Balance

Para el escritor Pascal Bruckner el inventario de Mayo del 68 es sin lugar a dudas constructivo. “Pese a todo”, dice, “lo positivo se impone frente a lo negativo. No pienso que haya sido el principio del fin para Francia, como dicen la extrema derecha y los llorones. Creo que liberó energías, que cambió todo, que fue un momento bastante maravilloso durante los diez años posteriores, los setenta. No había desempleo ni guerras, a excepción de la de Vietnam, que estaba muy lejos. Ello nos permitió tener una juventud fantástica. Mayo del 68 relanzó el movimiento antitotalitario de apoyo a los disidentes de la Unión Soviética, de Europa del Este, de la China de Mao Tse Tung, de Vietnam, lo que despertó una lucidez política que antes era minoritaria. Después de todo era una reivindicación de las libertades”.

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Cabría preguntarse si, como en otros países durante esa época, el progreso de la sociedad francesa, producto de esta suerte de erupción volcánica que fue Mayo del 68, no hubiera podido ser la resultante de reformas logradas, digamos, de un modo tranquilo. Para Bruckner “en Francia para hacer una reforma es necesaria una revolución, como decía de una manera brillante Raymond Aron. Fue necesario en 1789, 1830, 1848, 1870, 1917”.

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Y no se pregunte a Pascal Bruckner si está de acuerdo con la idea de homenajear al Movimiento: “¡Sería un entierro! No se trata de un tesoro que se debe salvaguardar. Es un acontecimiento histórico que hay que analizar fríamente, con su grandeza y sus callejones sin salida. Habría que hacer un balance”.

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En todo caso, el gobierno del presidente Emmanuel Macron, ante las numerosas críticas y reticencias, retrocedió y engavetó de momento la conmemoración oficial del Mayo francés, que debía tener una dimensión internacional, abarcando desde los acontecimientos de Francia hasta la primavera de Praga, pasando por la masacre del 2 de octubre en la Ciudad de México.

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FOTO: Asamblea en el estadio Charléty de París, el 27 de mayo de 1968. La Confederación General de Trabajadores (CGT) y el Partido Comunista (PC) desaconsejaron a los estudiantes participar. / Philippe Gras /IFAL

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