Minería: su gala de fin de temporada

Sep 3 • Miradas, Música • 4109 Views • No hay comentarios en Minería: su gala de fin de temporada

POR IVÁN MARTÍNEZ

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La Orquesta Sinfónica de Minería (OSM), terminó su temporada anual el pasado domingo 28 de agosto. Lo hizo bajo la dirección de su titular, Carlos Miguel Prieto, con un programa variopinto en estilos, repertorio e invitados: dos violinistas ya muy familiares a la orquesta y al público mexicano, Philippe Quint y Vadim Gluzman, en la primera parte, y el New Orleans Black Chorale (NOBC), que ya había visitado a la OSM el año anterior, para la segunda. Heterogéneo también en resultados.

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Lo primero que hay que anotar del primer solista es la sorpresa que debió llevarse esta estrella otrora acostumbrada a llenar la Sala Nezahualcóyotl; espacio que deslució con una tercera parte de sus butacas vacías. Lo segundo, es la sorpresa al hacer notar a este reseñista que la etapa juvenil no ha sido superada y que quizá nunca lo sea. Una lástima estando ante un violinista con ese magnetismo y esas capacidades sonoras.

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Quint, en algunas de las últimas visitas, había mostrado visos de madurez que lo alejaban de las ejecuciones virtuosas pero inmaduras hasta la desesperación y el arrebato de los primeros años; sí, es verdad que lo había mostrado en obras más “serias” que la Fantasía de concierto sobre la ópera “Carmen” de Bizet, op. 25 de Pablo de Sarasate que abrió este programa, pero sugeriría yo que hay que escuchar con atención las óperas completas cuando un instrumentista se enfrenta a este subgénero que ha sido mal entendido y por ello limitado a los pasajes circenses, para sacarles jugo al contenido musical.

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En este caso específico, reducir Carmen al elemento folklorista y renunciar al trabajo sofisticado, ya no de drama, sino simplemente armónico profundo que Bizet legó en su obra maestra, no aporta. Explotarlo a manera de caricatura, menos.

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En esta ejecución hubo además pasajes, de las melodías más fácilmente identificables, que ni siquiera se reconocieron. Ya no hablar de las muchas ocasiones en que variaciones provistas para el show hayan estado llenas de sospechosismo por afinación o articulación.

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Gluzman ofreció luego una Tzigane de Maurice Ravel que representó totalmente lo opuesto. Aunque comenzó con una concepción de sonoridad que me hubiera gustado más amplia y honda en esa primera sección de violín solo, lo demás fue una masterclass de cómo se puede tocar apasionadamente sin perder la cordura.

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Como siempre que toca al lado de un solista con madurez y autoridad, Quint se apegó a él al tocar juntos la Suite para dos violines, op. 71 de Moritz Moszkowski, una pieza de cuatro movimientos bastante anodina, casi estudiantil, que sirve para dos cosas: juntar a dos solistas como estos y mostrar la orquestación llena de brillo straussiano que le hizo el siempre instintivo Carl Topilow.

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La segunda parte fue dedicada a la tradición coral negra del sur de los Estados Unidos teniendo como protagonistas al tradicionalista NOBC y dos óperas que se llevan más de cien años de distancia pero que comparten su naturaleza femenina y política.

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Dan Shore escribió Freedom Ride (2015) tomando como punto de partida el movimiento de principios de la década de 1960 en la que los llamados “viajeros de la libertad” tomaban autobuses desafiando las reglas prohibitivas hacia la comunidad afroamericana. Su personaje, nacido de la ficción, es una mujer de Nueva Orleans, donde Shore ha desarrollado su carrera. No se ha estrenado completa y aquí se escucharon apenas cuatro breves números que juntos no hicieron más de doce, trece minutos. Su escritura es tradicional y muy apegada al negro spiritual. Aunque la premisa promete, su música no tanto; hay algo en ella que se siente desapegada, ligera y simple para una trama así. Es también una pieza, desde donde se le vea negativamente, local.

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Para fortuna de la música y el público, Prieto eligió una selección más completa de Treemonisha (1910), la ópera de Scott Joplin; casi media hora. Supone una premisa feminista y de liberación de la comunidad negra durante la Era de la Reconstrucción basado, dicen los estudiosos, en la segunda esposa de Joplin; compositor afroamericano quien vivió por esos mismos años esas mismas historias. Es un trabajo mucho más profundo y, se piense lo que se piense por lo sentado alrededor del género popular por el que es famoso –el ragtime –, sofisticado; de hecho, está más apegada a la tradición europea clásica que a la música popular, sin separarse nunca del alma de esta comunidad.

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Mientras los violinistas ofrecieron una moderna y muy aplaudida lectura del tango “Por una cabeza”, de Carlos Gardel, junto a dos miembros de la OSM, la pianista Edith Ruiz y el contrabajista Alexei Diorditsa, el NOBC terminó el concierto con una selección de negro spirituals que, literalmente, prendió con animosidad al público.

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Es necesario hacer sobresalir el instinto que ha desarrollado la batuta de Carlos Miguel Prieto al enfrentar –y muchas veces, como ésta, recuperar– el repertorio estadounidense, el que entiende y comunica con eficacia. Valga la recomendación para escucharle, el próximo viernes 9 de septiembre, la Primera Sinfonía de John Corigliano, máximo compositor estadounidense vivo, al frente de la Sinfónica Nacional.

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FOTO: El fin de temporada de la Orquesta Sinfónica de Minería tuvo como invitados a Vadim Gluzman y Philippe Quint, quienes interpretaron la Suite para dos violines, op. 71 de Moritz Moszkowski. / Cortesía: Lorena Alcaraz Minor/OSM

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