Plenitud y gozo en la OFUNAM

Dic 17 • Miradas, Música • 3694 Views • No hay comentarios en Plenitud y gozo en la OFUNAM

POR IVÁN MARTÍNEZ

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La Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) está por terminar la tercera temporada 2016, que ha dedicado a las nueve sinfonías de Beethoven; misma que llevada sin un director titular, ha tenido resultados tan extremos y variopintos como variado es el historial y capacidad de cada director huésped que ha estado al frente.

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El sexto programa, que escuché el sábado 3 de diciembre en su sede, la Sala Nezahualcóyotl, fue dirigido por el israelí Avi Ostrowsky (1939) y estuvo dedicado a la Séptima, aunque el principal atractivo esa noche fuera en realidad escuchar el estreno absoluto del Concierto para vibráfono y orquesta que el reconocido jazzista Héctor Infanzón (1959) escribió para el percusionista Ricardo Gallardo.

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El Concierto, escrito en un solo movimiento con una estructura cercana a la rapsodia, fue una sorpresa. Para nada es una pieza predecible ni complaciente, rítmica o armónicamente; es un trabajo en toda forma clásico, que en lo personal me recordó mucho la escritura de compositores ingleses, principalmente Finzi pero también Elgar o Vaughan-Williams, en tanto el tratamiento solista-orquesta y la forma de la escritura para la cuerda, como en ciertas sonoridades de los alientos que juegan con las texturas y otras del arpa, siempre doblando alguna figura melódica de manera “escondida” pero inteligentemente sugerida para crear color.

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Una anodina nota de programa indica que el compositor, antes de llegar al piano, su instrumento, tocó vibráfono; suena lógico y pareciera que entre los instrumentos que domina está también el arpa, pues sus líneas se sienten escritas con la misma soltura idiomática que la parte solista. (Y, hay que decir, sonaron delicadamente en este concierto, característica de la que suele adolecer esta orquesta).

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La ejecución de Ricardo Gallardo, un mito viviente de nuestro medio musical que no requiere más introducción que su trayectoria como eje del ensamble Tambuco y la interminable lista de obras escritas para él, es al mismo tiempo que la pieza una joya de plenitud y de gozo. Qué manera de articular con lucidez los pasajes virtuosos, de sincerarse en los más líricos, de hacer sonar el vibráfono en el pasaje misterioso construido para tocarse con arcos de contrabajo, y qué artística la naturalidad con que respira musicalmente entre cada episodio.

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Ostrowvsky, quien llevó cuidadosamente el estreno, había llevado a la orquesta a un buen nivel de coordinación y fogosidad en la pieza que abrió el programa, la Fantasía para violín y orquesta sobre temas de la ópera Carmen de Bizet, de Franz Waxman, la que tuvo como solista al violinista Oswaldo Urbieta, principal en la sección de los violines segundos de la OFUNAM. Una lástima que Urbieta no hubiera podido llevar a cabo su empresa con la soltura y cuidado esperado. Imprecisa, su ejecución pasó desapercibida sin alcanzar a ensuciar el resultado de la que quizá sea la mejor versión de la OFUNAM que suela escucharse.

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Para el registro, quedan los dos
encores ofrecidos por los solistas: Gallardo repitiendo un fragmento del Concierto de Infanzón y Urbieta brindando el primer movimiento, “Obsesión”, de la Segunda sonata para violín solo de Eugène Ysaÿe; quizá más limpia que la Fantasía, todavía no del todo asentada.

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Sin ser trágica o combativa como las quinta y tercera, la
Sinfonía no. 7 en La, op. 92 de Beethoven es una de las de energía más significativa: de vitalidad en todo apogeo, de exuberancia sonora y rítmica, que por algo Wagner llamó “la apoteosis de la danza”.

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Caer en lugares comunes, sonoros, es fácil. Como lo es hacer obsoleta su amplitud narrativa reduciendo su significado a la repetición de los temas principales, sin caer en cuenta cómo estos se van desarrollando a golpe de cambios de armonía, ritmo o matiz.

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Ostrowvsky sin embargo, regaló una de las versiones más conmovedoras que haya escuchado de ésta y parte de ese resultado se lo debe al cuarteto estelar de primeras maderas con que cuenta la OFUNAM: la flautista Alethia Lozano, el clarinetista Manuel Hernández, el fagotista Gerardo Ledezma y, sobre todo en esta ocasión, el oboísta Daniel Rodríguez, quien desde las primeras cuatro notas tan características del Poco sostenuto inicial hizo gala de su ecuanimidad y de ese sonido suyo que combina presencia y nobleza; los cuatro ofrecieron un espectáculo de concentración, sutilezas, precisión y afinación que no será sorpresa en ellos cuatro, pero que sí llegó esta noche a niveles inenarrables, emocionantes.

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Viejo conocido de la orquesta y reconocido por cierta firmeza que puede parecer a veces ruda en su estilo de dirección, Ostrowvsky hizo honor a la memoria de su mentor, Franco Ferrara, dirigiendo con fuerza y veracidad, logrando de cada sección características como la precisión extrema de cada figura rítmica, dándole valor necesario a cada detalle armónico, fidelidad a cada matiz y amplitud a cada fraseo.

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En términos románticos, si Beethoven es la búsqueda de la verdad, la OFUNAM tuvo una epifanía esa noche. Junto a Ostrowsky, ofrecieron quizá el mejor concierto sinfónico del año.

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FOTO:  La ejecución hecha por Ricardo Gallardo del Concierto para vibráfono y orquesta del reconocido jazzista Héctor Infanzón, lo confirmó como un mito viviente de nuestro medio musical. / Iván Stephens/EL UNIVERSAL

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