¿Por qués es perseguido Sergio Ramírez?

Ene 15 • Lecturas, Miradas • 1573 Views • No hay comentarios en ¿Por qués es perseguido Sergio Ramírez?

 

Tongolele no sabía bailar expone la política nicaragüense a través de la figura de Anastasio Prado, jefe de los servicios de inteligencia del régimen de Daniel Ortega

 

POR VICENTE ALFONSO 
¿Cómo es que el gobierno de un país llega al grado de prohibir en pleno siglo XXI una obra de ficción? Por “realizar actos que incitan al odio y la violencia”, el gobierno de Nicaragua emitió el pasado siete de septiembre una orden de arresto en contra del escritor Sergio Ramírez, quien desde entonces ha tenido que exiliarse en España. La pieza clave en esta persecución es su más reciente libro, Tongolele no sabía bailar (Alfaguara, 2021).

 

En un primer plano, esta nueva novela puede ser leída como un thriller, pues contiene los mejores recursos del género: ritmo trepidante, altas dosis de suspenso y enigmas que se resuelven con creatividad. Y bastaría atender a su sola estructura para advertir que el autor domina desde hace décadas eso que ha llamado “el viejo arte de mentir”, pues nos permite seguir en capítulos alternados a dos personajes que los lectores de Ramírez ya conocíamos: por un lado vamos tras los pasos del inspector Dolores Morales, expolicía metido a detective privado, quien tras haber sido exiliado reingresa en forma clandestina a territorio nicaragüense, y por otro seguimos al jefe de los servicios de inteligencia del régimen, un oscuro y elusivo personaje llamado Anastasio Prado (alias Tongolele), quien de la noche a la mañana ve amenazados sus privilegios de alto funcionario debido a una serie de filtraciones procedentes de su oficina.

 

Algo o mucho tiene esta novela de tragedia griega, dado que los personajes se mueven por las calles de Managua como avanzando a oscuras hacia su destino y sin ser conscientes de la forma en que sus acciones afectan a los otros. El inspector Morales y el asesino Tongolele tiran sin saberlo de los extremos de una misma cuerda a su vez enlazada con otras, formando así un complejo entramado que incluye a una exfarmacéutica convertida en adivina (quien con sus vaticinios trastoca la vida del país), un grupo de sacerdotes (que levantan la voz para denunciar los atropellos del régimen), a una zarina del contrabando (que encabeza una red ilegal de vendedores que fungen como informantes del gobierno) e incluso a Lord Dixon (ese fantasma parlanchín que desde la entrega anterior de la trilogía desliza sarcásticas observaciones al oído del inspector).

 

Semejante nómina de personajes, adivinas y fantasmas incluidos, nos planta otra vez frente a la pregunta inicial: ¿cómo es que el gobierno de Nicaragua ha decidido prohibir esta obra ficticia y ha orillado a su autor a exiliarse? Para aventurar una respuesta conviene recordar que uno de los temas literarios de Ramírez es la compleja relación entre ficción y realidad, pues al contrario de lo que muchos piensan, no se trata de categorías mutuamente excluyentes. Dicho de otra manera, no son agua y aceite. El autor ha dedicado no pocas páginas a recordarnos que el mundo objetivo, el de los hechos, no es tan sólido como pensaba Kant, pues por mucho que se base en hechos concretos, la “realidad” de cada quien está determinada por su percepción (percepción teñida, entre otros factores, por prejuicios, experiencias, miedos y esperanzas).

 

Conviene decir también que el 23 de abril de 2018, durante la ceremonia de recepción del Premio Cervantes, Ramírez aprovechó el paraninfo de Alcalá de Henares para recordarnos la responsabilidad que los narradores tenemos con nuestro tiempo y nuestro entorno: “Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio”, dijo entonces y agregó: “Lo que calla o mal escribe la historia, lo dirá la imaginación, dueña y señora de la libertad, por la que se puede y debe aventurar la vida”.

 

Lo que calla la historia debe decirlo la imaginación. Así entendida, la ficción no resulta lo contrario de la realidad sino su complemento. Recordando al argentino Juan José Saer, podemos decir que no se escriben ficciones (léase novelas) para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la “verdad”, sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de ciertas situaciones en donde limitarse a lo verificable implicaría una reducción abusiva y un empobrecimiento.

 

Podemos decirlo ya: sin dejar su carácter de novela negra, Tongolele no sabía bailar es una magistral y dolorosa crónica de los momentos más sensibles en la historia reciente de Nicaragua. Porque, aunque muchos ingredientes de este relato parecieran elementos fársicos producto de la imaginación del autor, pertenecen al terreno de lo verificable. Son reales, por ejemplo, las casi 200 estructuras de metal de entre 15 y 20 metros de altura llamadas “árboles de la vida” que han sido plantadas por todo Managua por el gobierno de Daniel Ortega. También son reales las protestas populares contra ese gobierno desatadas en abril de 2018, encabezadas por miles de estudiantes y ciudadanos que se manifestaron en las calles de la capital, y cuya represión violenta por parte de grupos paramilitares armados con fusiles y ametralladoras resultó en la muerte de al menos 400 personas. Es real y documentado el episodio en el que varios encapuchados intentaron apostarse como francotiradores en el techo de una casa y ante la negativa del padre de familia cerraron la casa antes de encenderle fuego con sus habitantes adentro.

 

Así pues, la trama ficticia de este libro no es un recurso de evasión sino una herramienta que permite, desde esa “dueña y señora de la libertad” que es la imaginación, aventurar hipótesis que quizá no resulten tan lejanas de lo que ocurrió realmente durante la primavera nicaragüense de 2018.

 

A lo largo de la historia abundan los casos en donde una ficción resulta la chispa que propicia un cambio. Dicen que cuando el presidente Abraham Lincoln conoció a Harriet Beecher Stowe, autora de La cabaña del tío Tom, exclamó: “así que usted es la señora que escribió el libro por el que comenzó esta guerra”. Haya o no ocurrido este pasaje, hoy nadie niega el profundo efecto que tuvo esa novela en el movimiento antiesclavista en los Estados Unidos. En esta época de redes sociales y posverdades, una novela como la que Sergio Ramírez ha publicado bien podría ser el factor decisivo en Nicaragua. Al poner sobre la mesa un “así pudo ocurrir”, el autor nos invita a cuestionar las versiones oficiales, a ejercer el pensamiento crítico y sobre todo a reflexionar en torno a cómo, en un gobierno desgastado, la corrupción se convierte en una maquinaria que trabaja sólo para sus propios fines.

 

FOTO: Portada del libro Tongolele no sabía bailar/ Crédito: Alfaguara

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