Soriano en libertad

Abr 12 • destacamos, Miradas, Visiones • 2803 Views • No hay comentarios en Soriano en libertad

 

POR BLANCA VILLEDA

 

Cuando conversé con él en el año 2000, en medio de los atronadores festejos por sus 80 años, Juan Soriano se presentó como un hombre libre antes que como artista. Su fraseo vehemente, su sinceridad, sus pocos deseos de complacer al público o a las autoridades de cualquier índole, fueron afinando su rostro escultórico a medida que transcurrían los minutos.

 

Falleció en 2006 y, tras un breve receso en el segundo plano de la atención pública, su presencia en la vida cultural mexicana vuelve a cobrar nitidez: se ha informado que pronto se construirá en el estado de Morelos un centro cultural donde se conservarán su obra y sus archivos personales, actualmente custodiados por la Fundación Juan Soriano y Marek Keller, A. C. Entre tanto, con ese acervo se montó la exposición Juan Soriano. Abstracción en libertad, en el Centro Nacional de las Artes, en la ciudad de México.

 

Recorrer la muestra que abarca medio siglo de creación, de 1955 a 2005, se parece a conversar sin palabras con él, y lo vuelve más contundente y enigmático. Aquí el visitante se individualiza y puede recorrer la biografía del estilo de Soriano, un puntal de la ruptura o la apertura, como se ha dado en llamar últimamente a la reacción estilística e ideológica contra la Escuela Mexicana: el uso paroxístico del color, la valoración totémica de la figura animal, la reflexión sobre la objetividad de los artefactos y el cuestionamiento de la materialidad (el vuelo de aves y aviones), casi siempre fiel a su lenguaje escultórico de formas gruesas y contundentes.

 

Soriano nació en Guadalajara, Jalisco, en 1920, ya signado por una vocación anterior al dibujo, a la pintura y la escultura: la de la libertad. En su adolescencia, antes de emigrar a la capital del país por descontento ante la estrechez prohibicionista de la moral de la época y la región, ya se había hecho amigo de la pintora María Izquierdo, nacida en San Juan de Los Lagos en 1902. En la ciudad de México conoció a pintores, escritores y dramaturgos. Su hermana Martha le presentó a los primeros: los poetas Xavier Villaurrutia y Elías Nandino (originario de Cocula, Jalisco) y el pintor Agustín Lazo.

 

En la exposición se aprecia la especial importancia que para Soriano tuvo la zapotlanense Guadalupe Marín Preciado, mejor conocida como Lupe Marín, la segunda mujer de Diego Rivera. Marín sedujo a Soriano por su personalidad inconformista y tumultuosa que escandalizó a la sociedad mexicana de la época. En sus ojos, en sus cuadros, Marín se proyecta majestuosa, intransigente. “Donde ella está, lo oculto tiembla de miedo, adivina y señala”, escribió el pintor.

 

En la galería de la Biblioteca de las Artes que lleva el nombre de Soriano se encuentra uno de los aspectos más intensos de la exposición: tres retratos de Marín, dos óleos y una acuarela que muestran como objeto de estudio monumental a esa artista de la vida quien, igual que Nahui Ollin, irrumpió sorpresivamente en el club masculino de artistas mexicanos de la primera mitad del siglo XX, aunque sea para mostrarles que seguían siendo unos señores a quienes sus excentricidades y sus hábitos bohemios no convertían en semidioses.

 

Las tres obras también ofrecen la ocasión de comprobar una característica del arte de Soriano: no repetía la imagen mental que tenía de su modelo sino que exploraba al ser cuando era atravesado por la luz de aquel instante particular. Los dos retratos al óleo de Marín datan de 1962. No es desdeñable el hecho de que Soriano aborde en esa forma tan personal a un icono que Diego Rivera plasmó como una figura telúrica y primigenia en su famoso mural de Chapingo. En el texto de catálogo para una exposición sobre el tema en la Galería Misrachi, también en 1962, Octavio Paz escribió: “Con una libertad mayor que Diego Rivera, con más crueldad pero también con más ternura, Soriano pinta ahora a Lupe Marín. La pinta con pinceles fanáticos, con el rigor del poeta ante la realidad cambiante de un rostro y un cuerpo, con la devoción del creyente que contempla la figura inmutable de la deidad […] Lupe Tonantzin”.

 

Imágenes verbales

 

En la entrevista del 2000 Soriano relató: “Después de salir de Jalisco me tardé 40 años en volver, y eso de visita, porque nunca regresé a vivir allá. Pero esos pocos años de infancia y adolescencia son la piedra angular de mi persona, significan toda mi tradición […]. Guadalajara es una ciudad gigantesca pero sigue siendo muy provinciana.

 

“Cuando crecí un poco, decidí salirme. Allí la vida era muy estrecha, llena de límites por la influencia de la iglesia católica. Además, en mi niñez vi la guerra cristera, que fue tan nociva para el país. En todo mexicano hay una idea horrible: la prohibición para vivir la vida en que estás; tienes que prepararte para ir al cielo cuando mueras. Me repugnaba, porque yo quería vivir la vida de todos los días, sin importar que se acabara”.

 

No le gustaba vender un cuadro que había realizado con gusto. “Sin embargo, también llegó la hora en que necesité dinero y es más fácil vender un cuadro que a tu hermana”, decía.

 

Sobre la celebridad, pensaba que “te orilla al negocio y ya no pintas para desarrollarte. [Con las entrevistas] me divertía al principio, pero luego te ves obligado a repetir o a inventar. Además, es muy difícil recuperar el recuerdo. Si estoy de buen humor, invento cosas chistosas, pero si no hasta puedo ponerme grosero porque me siento acosado en algo muy íntimo. La verdad absoluta de cómo has vivido no la puedes contar porque está llena de cosas muy emotivas o fuertes que no se pueden exhibir. Mostrarías llagas. Las cosas que son muy interesantes en una vida personal no lo son para los demás”.

 

Sobre su obra escultórica explicó: “Es un género que empecé a hacer antes de la pintura. Hasta que cumplí 70 años aceptaron poner un toro mío en Tabasco. A partir de entonces me pidieron más. Las del Zócalo eran de seis, siete, ocho metros. El arquitecto del Museo de Monterrey me pidió una paloma, aunque no fue fácil, por los prejuicios de gente tremendamente poderosa, pero a mí no me importaba tanto. Hay una fuente en uno de los Sanborns de Slim, pero era difícil de instalar, porque tenía chichis y nalgas. Ponle brasier, decían. Era divertidísimo”.

*Imagen: “Sol”.

 

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