Ver a Clarice

May 30 • Conexiones, destacamos, principales • 4454 Views • No hay comentarios en Ver a Clarice

 

POR NÁDIA BALLETA GOTLIB

 

El deseo de crear una Fotobiografía de Clarice Lispector, como la que aquí se propone, es un viejo proyecto. Comencé a reunir imágenes al mismo tiempo que leía sus textos, mientras preparaba cursos destinados a mis estudiantes universitarios. Eran imágenes en fotocopias, recopiladas a partir de reproducciones que encontraba en periódicos y revistas y, después, en archivos de esos periódicos, que guardaba con la intención de ordenarlas algún día en función de su contexto, que en la época me era casi desconocido: ¿cuándo se habían tomado esas fotos?, ¿en qué lugar?, ¿en qué circunstancias?

 

Al mismo tiempo que me hacía esas preguntas, iba familiarizándome con el acervo de Clarice resguardado en la Fundación Casa de Rui Barbosa (fcrb), que comprendía casi setecientas imágenes y más de dos mil documentos que en total integran el Archivo Clarice Lispector, donado por su heredero, Paulo Gurgel Valente, en los años ochenta.

 

Una primera organización del material visual quedó consignada en el cuaderno de imágenes que integra el libro titulado Clarice, uma Vida que se Conta, que realicé como tesis de habilitación, defendida en la Universidad de São Paulo en diciembre de 1993, y que se publicó a principios de 1995, actualmente en su 7a edición, Edusp, São Paulo, 2013. Y en español: Clarice, una vida que se cuenta, Álvaro Abós (tr.), Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2007.

 

En ese libro intenté registrar los momentos más significativos de la vida y de la producción literaria y periodística de la escritora, con la idea de construir una “biografía de escritora” a partir de una lectura de textos de la propia autora y de otros que giraran en torno a ella: cartas, artículos críticos, anécdotas y testimonios; trabajo que dio como resultado una narrativa orientada a una mejor construcción de la imagen de Clarice, en el sentido más amplio.

 

Por ello, conservo en este libro, que ahora se publica, el mismo criterio de organización de los capítulos adoptado en el libro anterior, con la distribución del material en orden cronológico y en función de los espacios habitados o recorridos por la escritora. Al seguir de cerca la producción ficcional de Clarice en Brasil y en el extranjero, desdoblo, no obstante, algunos capítulos en otros, repitiendo ciertos títulos y subtítulos. Y conservo algunos de los textos de la escritora seleccionados y transcritos en aquella edición. Es también inevitable mantener un cierto modo de leer a Clarice a partir del conjunto del material reunido y seleccionado con anterioridad, que hace énfasis en ciertas singularidades de su trabajo con el lenguaje.

 

El material documental se amplió cuando personas ligadas a Clarice pusieron gentilmente a mi disposición imágenes de su acervo personal. Con ello, a los documentos que ya había compilado se sumaron otros, cedidos por los parientes tanto del lado materno como del paterno, en ocasiones acompañados por valiosos testimonios, lo que completó el abanico de colaboraciones que había logrado reunir para el primer libro.

 

Este conjunto amplio y diversificado propició una nueva dirección en la investigación, marcada por la sugerencia de un nuevo código –la apariencia de las imágenes– que  hizo surgir, de los archivos personales e institucionales, una serie de documentos antiguos, fotos de ciudades, personas y objetos. La narrativa tuvo que ceder, así, a estas imposiciones y se amoldó a las exigencias del nuevo material recabado, del que emergió una nueva configuración: otro retrato de Clarice.

 

A los datos ya agrupados, que me llegaron por medio de los documentos consultados y de la bibliografía actualizada, tuve que sumar los demás. Fui a los lugares donde vivió Clarice: Ucrania, Italia, Inglaterra y Estados Unidos. Conocí Chechelnik, su tierra natal. Recorrí el itinerario de sus antepasados, comerciantes que transitaban entre Kiev y Odesa para vender mercancías en el pueblo donde habitaban, a medio camino entre esas dos ciudades. En Nápoles pude ver el edificio del Consulado de Brasil, que fue también residencia de Clarice, a la orilla del mar; y el hospital donde trabajó como voluntaria en la época de la Segunda Guerra Mundial. En Berna caminé por la vielle ville, el barrio medieval donde vivió, y por otros barrios de esa ciudad suiza donde también residió; intenté reconstruir el circuito de su rutina. En Inglaterra fui hasta la ciudad del sur, Torquay, donde pasó seis meses. Y fui, naturalmente, a Chevy Chase, cerca de Washington, donde vivió casi siete años. Además de esos sitios, visité en más de una ocasión los lugares donde vivió en Brasil: Maceió, Recife y Río de Janeiro.

 

Los archivos que pude consultar en todos esos lugares –bibliotecas, hemerotecas, museos– fueron de gran valor, pues contaban con documentos de la época que brindaron el contexto necesario. Además de esos archivos, añadí varios más que guardan imágenes de vital importancia gráfica. Tal es el caso del yivo (Instituto para la Investigación Judía), con sede en Nueva York, al que, por cierto, fui personalmente, aunque ya conocía su archivo desde antes gracias a la exposición en línea de algunas de sus colecciones, entre ellas “A Thousand Towns” [“Mil pueblos”], con dieciocho mil registros de mil ciudades que documentan la vida de los judíos en el Este europeo.

 

En los “Apéndices”, al final del volumen, incluyo los “Comentarios sobre las imágenes” que completan los datos concisos que componen los pies de foto, con información adicional de diversa índole, como la transcripción de algunos textos mencionados en los capítulos y la debida especificación de fuentes bibliográficas de los textos ahí transcritos o simplemente aludidos.

[…]

Una vez recorridas las etapas y definidos el formato y la diagramación es inevitable preguntarse: ¿por qué una fotobiografía de Clarice? ¿No sería preferible dejarla allí, en su lugar, que es el de su literatura, un lugar destacado y otorgado por sus de por sí numerosos lectores, gracias a la calidad estética innovadora de sus textos, marcados por un denso y sorprendente poder deconstructor?

 

Tal vez Roland Barthes pueda ayudarnos a entender ese impulso dirigido a la figura del autor, de quien quedan sólo las cenizas, a partir de cada obra publicada. Pues al terminar su obra, el autor se desprende de ella y nos deja sólo frente a su literatura. La Clarice-autora es, pues, otra, la que desaparece por la fuerza de su propia creación. Sin embargo, el autor, ya muerto, de algún modo parece revivir a través del rescate documental. Fotos, documentos, declaraciones, encuentros, viajes, relaciones sociales y profesionales, datos, en fin, que parecen dormidos, adquieren cierta vida o sobreviven a partir del registro visual.

 

También es Roland Barthes quien afirma, en La chambre claire: Note sur la photographie [La cámara lúcida: nota sobre la fotografía] (Seuil/ Cahiers du Cinéma/ Gallimard, París, 1980, pp. 129-130), que el efecto que la imagen de tiempos pasados produce no se reduce a restituir lo que el tiempo y la distancia abolieron, sino que permite confirmar que lo que ahí se ve, existió. Esto es: coloca al espectador, al que ve, frente a algo que no es extraordinario, es tan sólo lo que ninguna pintura realista estaría en condiciones de darle, lo coloca frente a lo que efectivamente sucedió: lo real en estado pasado. Y concluye: esto es, al mismo tiempo, el pasado y lo real.

 

De alguna manera, es lo que nos muestra el Autor, personaje creado por Clarice Lispector en Un soplo de vida, quien afirma: “Tomar lo vivo y hacerle su retrato inmóvil y mirarse en el retrato y pensar que la flagrancia ha dejado una prueba, la de ese retrato ya muerto”. Pero Ángela Pralini, personaje de esta misma “ficción”, manifiesta extrañeza frente a lo que la fotografía registra: “La cámara fotográfica ha singularizado el instante. Y he aquí que automáticamente salí de mí misma para captarme mareada por mi enigma, frente a mí, insólito y aterrador porque es extremadamente verdadero, profundamente vida desnuda amalgamada a mi identidad” (Clarice Lispector, Um Sopro de Vida, Nova Fronteira, Río de Janeiro, p. 68. Publicado en español como Un soplo de vida, Mario Merlino (tr.), Siruela, Madrid, 1999.)

 

La prueba y el enigma: juntos componen el repertorio de los registros con los que se involucrará el lector-espectador de esta Fotobiografía. Es natural también que, de vez en cuando, en el transcurso de la lectura de este libro, aflore por ahí uno que otro fantasma de escritor, por la asociación inmediata que se puede establecer entre lo que acerca de ella se lee y se ve en estas páginas.

 

Dichos encuentros mágicos pueden ocurrir a partir de algunas transcripciones de textos suyos, o de modo más sutil, en cada detalle gráfico: ciertos paisajes, pedazos de ciudades, personas solas o en grupo, en la caligrafía de ciertas cartas y dedicatorias, en espacios interiores, en papeles a veces deteriorados por el tiempo, a veces en sepia y a veces rasgados a propósito; signos gráficos de lo que existió, como son también signos los registros de paseos, posturas corporales, miradas y gestos.

 

Con esta edición, cuento ahora con un conjunto de dos libros accesibles al público de lengua española: el primero es un recorrido narrativo en que se estudian vida y obra, el ya mencionado Clarice, una vida que se cuenta; y éste, Clarice Lispector Fotobiografía, es un recorrido narrativo visual de su vida y de su obra.

 

Que este volumen, que ahora se publica en español, logre concretar un viejo deseo mío que sigue vigente: el de intentar acercar aún más la literatura de Clarice Lispector a lectores y admiradores de su obra.

Espero que les guste “ver” este libro.

 

 

Nádia Battella Gotlib, Clarice Lispector. Fotobiografía, Sara Schulz (ed.), Brenda Ríos y Paula Abramo (tr.), S Consultores en Diseño-dgp Conaculta-Cooperativa La Joplin, Ciudad de México, 2015, 636 pp.

 

*FOTO:  Clarice Lispector en Río de Janeiro en 1944, a poco tiempo de trasladarse a Bélem do Pará, Brasil/Especial

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