Luis Barragán. Historia de una profanación

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Los archivos del arquitecto fueron el pretexto para que, en nombre del arte, y con la complicidad de familiares y funcionarios culturales, sus restos fueran ultrajados. He aquí la historia de un anillo de compromiso, pieza protagónica de la más reciente exposición en el MUAC de la Ciudad de México

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POR SONIA SIERRA

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Frente a la Casa Luis Barragán, en el antiguo barrio de Tacubaya, en la Ciudad de México, está ubicada la galería Labor que representa, entre otros artistas, a la estadounidense Jill Magid (Connnecticut, 1973). Una visita a esta galería, en 2011, llevó a Magid a interesarse en la obra del arquitecto mexicano.

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En esa calle, llamada General Francisco Ramírez, nada le dice al visitante que el inmueble de altos muros y escasas ventanas, correspondiente a los números 12-14, donde vivió y tuvo su taller el arquitecto mexicano, es uno de los más grandes ejemplos de la arquitectura del siglo XX en el mundo.

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Ahí arrancó una historia que tiene uno de sus capítulos centrales con la apertura este jueves 27 de abril, en el MUAC, el más importante museo público de arte contemporáneo de México (perteneciente a la UNAM), de una exposición conformada por 41 piezas, síntesis de su proyecto titulado Los Archivos Barragán.

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La aparición en agosto de 2016 de un extenso reportaje de Alice Gregory en la revista The New Yorker hizo pública esta historia que se había mantenido guardada entre sus protagonistas.

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La “ocurrencia” de transformar en un diamante la cuarta parte de las cenizas del más importante arquitecto en la historia de México, sólo provocó risa —ninguna acción para evitarlo— entre varios integrantes de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán (FATLB). Así quedó consignado en un correo electrónico, fechado en agosto pasado, escrito por la presidenta de esta Fundación, Arabella González.

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Desde agosto hasta ahora, cuando se anunció la exposición en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), el tema se ha hecho cotidiano en los  medios de comunicación, más allá incluso de las secciones culturales de los diarios.

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Interesada en la obra y archivos de Luis Barragán, Magid buscó información  desde 2011. Formada en la Universidad de Cornell y en el MIT,  ha expuesto en recintos como la Tate Modern y el Whitney Museum, y la obra de esta camaleónica y seductora artista, de acuerdo con información de la galería Labor, se ubica en una línea que explora “la intimidad y el secreto al interior de los sistemas de poder”.

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A la periodista de  The New Yorker la artista contó que su interés por Barragán comenzó, primero, por la historia de “amor gótico” que  envolvía la propiedad de su archivo, y, en segundo lugar, por el tema de derechos de autor y propiedad intelectual.

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El arquitecto mexicano Luis Barragán, retratado en 1963. Crédito de foto: Ursula Bernath. Cortesía: Barragán Foundation, Suiza.

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Fue entonces que buscó acercarse a la dueña del archivo Barragán, Federica Zanco, doctora e investigadora en arquitectura y esposa de Rolf Fehlbaum, presidente de Vitra, compañía mueblera internacional con sede en Basilea, Suiza.

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Nacido en Guadalajara en 1902 en el seno de una familia conservadora y acomodada, Luis Barragán Morfín llegó a obtener el mayor premio internacional a que puede hacerse merecedor un arquitecto, el Pritzker, en 1980. Es recordado como un hombre austero, elegante y de finos modales que gustaba de la equitación y profesaba la fe católica; como un gran dibujante y un artista que al lado de Chucho Reyes y Mathias Goeritz concibió las Torres de Satélite; pero, sobre todo, como el autor de una obra que privilegió el mundo interior:

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“Toda arquitectura que no exprese serenidad está equivocada, por eso ha sido un error sustituir el abrigo de los muros por la intemperie de los ventanales”, escribió.

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Fallecido en 1988, Barragán heredó sus archivos profesionales, derechos de autor y documentos a su socio, el arquitecto Raúl Ferrera Torres, quien durante varios años manejó los derechos de la obra.

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A la muerte de Ferrera (se suicidó en 1992), los archivos fueron puestos a la venta por su viuda Rosario Uranga, quien primero se los ofreció a instituciones culturales en México, pero, al no obtener respuesta favorable, terminó vendiéndolos en Estados Unidos al galerista Max Protetch, por un millón de dólares. A Protetch se los compró Rolf Fehlbaum, presidente y CEO de Vitra, por 2.5 millones de dólares. Jill Magid aseguró a la revista Código que, según Protetch, Rolf Fehlbaum compró el archivo como un regalo de compromiso para su entonces prometida, Federica Zanco. Este dato será clave en el discurso de la obra de Magid, en su propuesta concretada en el anillo y en la carta que acompaña la petición de intercambio. ¿Qué tan cierto es que Zanco lo aceptó como regalo de compromiso?, ¿qué tanto, ficción?

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The Barragan Foundation —que nació en 1996, que dirige Federica Zanco y que tiene su sede en Basilea, Suiza— es dueña de los derechos de autor, y del archivo que contiene 13 mil 500 dibujos originales; 7 mil 500 fotografías en blanco y negro y a color; 82 paneles fotográficos, tres mil 500 negativos; 7 mil 800 transparencias; 290 publicaciones relativas a la obra de Luis Barragán; 54 publicaciones que fueron coleccionadas por el propio arquitecto; siete modelos, materiales hemerográficos de manuscritos, notas, listas y correspondencia. También posee una serie de muebles del arquitecto.

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Tras la compra del archivo, los nuevos dueños adquirieron también las fotografías de la colección Armando Salas Portugal, con imágenes del arquitecto y sus obras; son cerca de 500 fotografías, una serie de fotomurales, diapositivas y más de 2 mil 300 negativos.

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En 2013, cuando iniciaba con la planeación de su proyecto Los Archivos Barragán, Magid se  puso en contacto con Zanco para solicitar acceso a los archivos, pero asegura que le fue denegado. Este rechazo fue el que la llevó a trabajar en el tema, según ha enfatizado Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del MUAC.

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Pero más que el propio archivo, lo que llamó poderosamente la atracción de Magid está relacionado con una historia imaginada por ella, algo que nombró como un “triángulo” entre Zanco, Fehlbaum y Barragán:

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“Magid —escribió Alice Gregory en su texto para The New Yorker— está de acuerdo con quienes sostienen que el archivo Barragán debe abrirse al público y regresar a México, pero insiste en que no es eso lo que le interesa. ‘Si ésa fuera mi intención, creo que no me dedicaría al arte’, me dijo. ‘Siempre he considerado que el archivo es su amante [amante de Federica Zanco]. Para casarse con un hombre [con Rolf Fehlbaum], ella negoció la posesión de otro hombre, a quien le ha dedicado la vida [se refiere a Luis Barragán]. Es un raro triángulo amoroso, y yo soy la otra’”.

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De acuerdo con Cuauhtémoc Medina, el propósito del proyecto es “revisar cómo operan los patrimonios culturales bajo fundaciones o corporativos”. Para el curador, el eje de Los Archivos Barragán es que “toma el legado cultural local y el modo en que el patrimonio moderno cambia al pasar a estar bajo control de estructuras corporativas privadas internacionales, y cómo el derecho de autor está condicionando nuestra aproximación a la obra”.

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En 2014, la artista inició en Guadalajara las gestiones para sustraer las cenizas. El primero a quien le planteó la propuesta fue a Hugo Barragán Hermosillo (que falleció a los 83 años en febrero pasado), uno de los sobrinos herederos del arquitecto, y quien en 2002, en representación de la familia, había firmado los documentos para trasladar los restos de Barragán a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, ubicada en el centro de Guadalajara, a un costado de la emblemática Catedral.

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Del interés que tenía Magid por retirar parte de las cenizas del arquitecto y transformarlas en un diamante, le contó Hugo Barragán a la familia y, en particular, a su primo Miguel Barragán Gortázar, en una carta fechada el 2 de junio de 2014, en la cual afirma lo siguiente:

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“Hace tiempo ha estado en contacto conmigo la directora de su galería [sic], la sra. Jill Magid de Nueva York, presentándome junto con Juan Palomar, Pamela Echeverría [directora de la galería Labor] y la Casa Barragán la idea de transformar un poco de cenizas del tío Luis en un diamante en un proyecto que ella ha llamado ‘La Propuesta’ solicitando la autorización de la familia para tomar un poco de  la urna que descansa en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

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“Yo no he querido porque no estoy autorizado para ello, resolver en ningún sentido. Sin embargo ella ha seguido con su proyecto, y ha preparado una cena para la familia en la que expondrá el Proyecto y contestará todas nuestras dudas para tomar la decisión en conjunto.

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“Viviana Kuri, directora del Museo de Arte de Zapopan [esposa del arquitecto Juan Palomar] está insistiendo en conocer quién o quiénes pueden asistir a este evento que para la promotora Jill Magid [sic] es de gran importancia por obvias razones”.

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La carta no sólo muestra cómo se abrió el proceso que condujo a la cristalización de las cenizas en un diamante, sino que es explícita en cuanto a la participación que tuvieron en el proyecto de Magid Juan Palomar y la Casa Barragán.

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El arquitecto Palomar es uno de los miembros fundadores de la FATLB, que es copropietaria con el gobierno de Jalisco de la Casa Luis Barragán, en la Ciudad de México, inmueble que en 2004 fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, y que conserva sólo los archivos personales. La FATLB, a través de cartas y desplegados en prensa, ha negado su participación en la exhumación. Pero varios de sus miembros —es el caso de Palomar— sí estuvieron al tanto y no emprendieron una acción para impedir que se llevara a cabo la extracción de las cenizas.

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El arquitecto Miquel Adrià, quien renunció a la FATLB como consecuencia de la  forma como se procedió en lo relacionado con la exhumación de las cenizas, asegura a EL UNIVERSAL:

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“Algunos miembros de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán nos preguntamos cómo una artista, gringa además, había podido llegar a Guadalajara, conociendo lo conservadora que es la sociedad tapatía, y cómo pudo tener este fácil acceso a la tumba para profanarla, siendo de un ciudadano ilustre como Barragán. Rápidamente entendimos, no sólo porque fuéramos muy listos sino porque hasta en el catálogo de la obra de Jill Magid aparece, que fue gracias a las gestiones que hizo gente como Juan Palomar y su esposa, la curadora Viviana Kuri. Con la ayuda de ellos, obviamente, la artista fue capaz de convencer a un sobrino de Barragán para que firmara y  autorizara, y a las autoridades locales para convencerlas de que eso fuera posible”.

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Además de Adrià, otros tres miembros de la FATLB renunciaron por el mismo motivo: Daniel Garza Usabiaga, Víctor Alcerreca y Dolores Béistegui.

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Entrevistada a propósito del tema, Béistegui dice:

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“Supimos del tema del anillo, cada quien de una manera diferente. Cuando pedí, junto con otros miembros de la Fundación, a la presidenta [Arabella González] la posibilidad de discutirlo, fue en una reunión antes del verano [de 2016], en junio, y hubo muchas promesas pero no se llevó a cabo. No se dio ese debate, hubiera sido extremadamente rico, era obligación de la Fundación liderar ese debate y no hacerse a un lado, como si no tuviera velas en el entierro. Sí tiene velas en el entierro, porque la responsabilidad de la Fundación es justamente la protección y la difusión del legado de Luis Barragán en México”.

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Béistegui opina que es bueno que la obra de  Jill Magid se presente en el MUAC, espacio emblemático de la UNAM, que se ha caracterizado siempre por fomentar el diálogo abierto. “Presentar  la obra va a permitir un diálogo en torno a la noción del legado. Celebro que la UNAM abra sus puertas a esta exposición y a un debate público que seguramente tendrá resonancias”.

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Aclara que no está contra de que Jill Magid haya hecho lo que hizo:

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“Lo que yo cuestioné, en el seno de la Fundación, es la opacidad con la cual se manejó esta información. Mi profunda inconformidad fue que no se pudieran debatir, en la  Fundación, de una manera respetuosa, ordenada, estos temas sobre los que habla Jill Magid, como el legado de Luis Barragán, el archivo. Y que la Fundación, en vez de decir que no tiene nada que ver con el tema, y que no es de su competencia, no propiciara ese diálogo entre los miembros que la conformábamos. Juan Palomar, que fue quien creó la Fundación con mucho valor y permitió rescatar la casa Luis Barragán, sabía de este proyecto de Magid. Tenía mucha información al respecto, una información que no quiso discutir con nosotros. Eso me orilló, en lo personal, a separarme de la Fundación”.

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EL UNIVERSAL solicitó una entrevista con Juan Palomar, pero no hubo respuesta a la petición.

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El sábado 19 de julio de 2014 se celebró una cena a la que asistieron 18 personas de tres generaciones de la familia —aunque no la totalidad de los herederos—, en la planta alta del Museo de Arte de Zapopan (MAZ), una noche antes de que Magid inaugurara allí su exposición Mujer con sombrero, la primera de las cuatro fases que comprende su proyecto en torno a Los Archivos Barragán (conformado además por el video La Exhumación del que se mostraron partes en la muestra Ex Voto en la galería Labor; The Proposal, exhibida en 2016 en la galería suiza Kunst Halle Sankt Gallen y el San Francisco Arts Institute; y Una carta siempre llega  a su destino, exposición que esta semana se inaugura en el MUAC).

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Jill Magid durante su estancia en la Casa Barragán. Crédito: Jill Magid, galería Labor.

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El MAZ es un museo que recibe recursos públicos, y sus instalaciones alojaron esta cena privada. A todos los miembros de la familia Barragán presentes, la artista les planteó que su intención era producir un diamante con las cenizas de Luis Barragán para entregarlo, como anillo de compromiso, a Federica Zanco, con la intención de que ella accediera, a cambio, a abrir el archivo y regresarlo a México. Si bien Magid habló de abrir el archivo, muchos investigadores, entre ellos Miquel Adrià y el doctor Enrique de Anda, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, son algunos de los que han realizado investigaciones en este acervo, lo que muestra que no se trata de un archivo cerrado.

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Los familiares allí presentes votaron a favor de que se exhumaran las cenizas. Magid concluyó, según refiere  The New Yorker, diciéndoles que en ese momento ellos se habían convertido en “artistas conceptuales”. Su  acción recientemente fue calificada por el curador Medina de una “gran valentía cultural”.

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Pero no todos los familiares herederos de Luis Barragán fueron invitados a la cena ni fueron tomados en cuenta para decidir lo que se haría con las cenizas. No estuvieron presentes las tres hermanas Emma, Luz María Lorena y Eulalia Barragán Flores, sobrinas y herederas del arquitecto Luis Barragán, quienes desde agosto de 2016, cuando se hizo pública la historia, expresaron su molestia por el procedimiento y negaron que toda la familia Barragán hubiera apoyado el proyecto, como dijo la artista y como se documentó en un libro de la exposición. Ellas, junto a más 70 escritores, intelectuales, arquitectos,  artistas y otras personas expresaron el 7 de febrero de este año su condena a la vejación de los restos del arquitecto Barragán, y demandaron investigar y auditar a las instituciones de cultura de Jalisco, la Fundación Tapatía Luis Barragán y la Casa Barragán.

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Juan Villoro, Elena Poniatowska, Felipe Leal, Luis de Tavira, Carmen Boullosa, el recientemente fallecido escritor Sergio González Rodríguez, Néstor García Canclini, Fernando González Gortázar y Fernanda Canales, entre otros, firmaron la carta que cuestiona la vejación, exigiendo que el diamante se reduzca a polvo y se reintegre a la urna.

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Sin que se detallaran las razones para exhumar los restos de la urna del arquitecto, que se encuentra en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, el ayuntamiento de Guadalajara recibió el 22 de abril de 2015 la petición de Hugo Barragán Hermosillo. Hablaba de sacar “una pequeña y simbólica cantidad de ceniza de la urna”. En el documento se hacía saber que todo el proceso sería documentado en foto y video, ante notario, y que los gastos correrían por cuenta de la familia.

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Cinco meses se tomó la administración municipal para hallar la forma de proceder. El ayuntamiento tapatío solicitó la opinión de los legisladores mediante un oficio del 30 de abril de 2015; luego, la solicitud llegó el 13 de mayo a la Comisión de Cultura; sin embargo, en los archivos de esta Comisión  nunca quedó registrada una respuesta oficial. Finalmente, el 9 de junio de 2015 la secretaria de Cultura del estado, Myriam Vachez, respondió al ayuntamiento que la dependencia a su cargo aprobaba “el retiro momentáneo”. Entonces, el municipio procedió como si se tratara de una exhumación común.

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Según la legislación mexicana, ¿cómo se deben manejar las cenizas de un difunto?

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El Reglamento de la Ley General de Salud no refiere qué procede en el caso del manejo de cenizas o restos de una incineración cadavérica. Desde ahí mismo queda un vacío en cuanto al manejo de este tipo de materiales. Eso, en parte, abrió la puerta para que en Jalisco tantas instancias intervinieran en autorizar la apertura del nicho de Barragán —Secretaría de Cultura, Ayuntamiento, Congreso del Estado, Dirección de Cementerios— y a que, finalmente, ninguna asumiera la responsabilidad de la autorización para que se abriera la urna y se permitiera el retiro de los 525 gramos de las cenizas de Barragán con las que se creó un diamante de 2.02 kilates.

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No dice el reglamento de dicha ley nada acerca de en qué casos se puede o no retirar las cenizas. Lo que sí hay en el país son autorizaciones para retirarlas en su totalidad o de forma parcial; eso es parte de los servicios que se ofrecen en algunas casas funerarias; un proceso que cuesta menos de $400 pesos.

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Una vez que se aprobó el procedimiento, la mañana del miércoles 23 de septiembre de 2015 se llevó a cabo —en menos de dos horas— la exhumación de las cenizas  del célebre arquitecto mexicano en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

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Magid estuvo acompañada por dos obreros, un grupo de notarios, funcionarios locales, entre los que estaban el director de panteones por parte del gobierno municipal, Fernando Reyes García y Myriam Vachez quien, en declaraciones a varios periódicos, describió el proyecto de Magid como “poético”.

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Estuvieron cuatro de los familiares de Luis Barragán, Hugo entre ellos. Un video realizado por Jared Altermann, exhibido en parte en la galería Labor en 2016, mostró cómo se retiraron las cenizas de la urna y cómo Magid introdujo en ellas un caballito de plata, comisionado por ella, pieza con el mismo peso de las cenizas que fueron retiradas.

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“El primer apoyo que tuve fue de Myriam Vachez, la secretaria de Cultura de Jalisco, que tuvo una gran influencia en lograr que los miembros del gobierno de Guadalajara aceptaran. Finalmente, el proyecto fue aprobado por el gobernador de Jalisco y el Congreso del estado. El 23 de septiembre de 2015 removí de la urna depositada en la Rotonda 525 gramos de los restos cremados de Barragán. Inmediatamente volé con ellos a Coira (Suiza), en donde fueron cristalizados en un diamante de 2.02 quilates”, dijo Magid a la revista Código.

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Mientras esperaba la entrega del diamante con las cenizas (enviado por correo desde Suiza a Brooklyn, donde vive con su esposo), Magid continuó con su proyecto. Pasó cinco días completos con sus noches en la Casa Barragán, entre el jueves 29 de octubre y el martes 3 de noviembre de 2015.

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“Pidió dormir ahí para estar más en contacto, de día y de noche, con el espíritu de Barragán. Jamás, sin embargo, se había permitido que alguien se quedara a dormir en la Casa”, contó un investigador. En una de las fotografías que registran la estancia de Magid en la Casa Barragán, ésta aparece comodamente sentada con los pies encima de un mueble.

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De la cristalización del diamante se encargó Algordanza Memorial Diamonds; el costo del procedimiento, llevado a cabo en el laboratorio suizo de esta empresa, fue de cerca de 28 mil dólares y se tomó seis meses. Una vez que tuvo el diamante, Magid buscó el encuentro anhelado durante años con la dueña del archivo, en Basel.

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Muy cerca de allí, en St. Gallen, se preparaba la primera exhibición de The Proposal, en la galería Kunst Halle Sankt Gallen, muestra integrada por todos los documentos del proceso —correspondencia, peticiones y trámites—, por el video de la exhumación y por el anillo.

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Todavía sin abrirse la exposición, con el anillo guardado en una cajita y metido en su bolso —se relata en The New Yorker Magid se presentó ante la dueña del archivo y directora de  la Barragan Foundation. La cita tuvo lugar el 31 de mayo de 2016, en la sede de Vitra, en un conjunto de edificios con la firma de arquitectos como Zaha Hadid, Tadao Ando y Frank Gehry,  entre otros.

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Pero el encuentro no fue como estaba previsto en el guión del performance.  Magid se sorprendió cuando, a la esperada cita, Federica Zanco no acudió sola, sino con su esposo Rolf Fehlbaum.

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La reunión fue la acción que, en buena medida, dio sentido a lo que quería la  artista, quien se fijó como propósito rescatar para México el archivo, y acabar con la soledad que, según ella, envolvía el trabajo de Zanco con el archivo.

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Allí, Magid le expresó a Zanco:

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“Sin aceptas este anillo, devolverás el archivo a México. Una vez me confesaste que has estado sola con el archivo. Con este anillo te propongo que no te sientas más sola”.

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En torno a lo que propone e imagina Jill Magid han quedado muchas preguntas, reflexiones, críticas. El doctor Enrique de Anda recoge, a la luz de la ética y la estética, varias inquietudes que, no hay duda, serán parte de los debates que habrá ahora que el anillo con el diamante, elaborado a partir de las cenizas de Barragán, ha llegado para exhibirse en México.

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De Anda, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, uno los firmantes de la carta que en febrero cuestionó la vejación de las cenizas del arquitecto Barragán, se pregunta:

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“¿Habrían los franceses autorizado que se abriera la tumba de Le Corbusier para sacar un pedazo de tibia, engarzarlo, montarlo y hacer algún objeto que después se pusiera en exhibición?”

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“Llama la atención, primero, la necrofilia; el abrir un pequeño nicho donde yacen los restos de una persona, en forma de ceniza. Yo no estoy horrorizado por la necrofilia en sí; la historia del arte y de la cultura nos ha dado ejemplos de obras que se han hecho a partir de actitudes necrofílicas: Drácula, Frankestein; obras que apuntan a este lado de la condición humana.

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“Lo que me mortifica es que esto se está desarrollando en México; tengo la impresión de que nos están intercambiando espejitos y abalorios por oro, nos traen espejitos y los pagamos al precio que sea. No es un asunto de xenofobia ni de malinchismo. Me parece que quienes compraron esos espejitos carecen de un sentido crítico y fueron facilmente convencidos.

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“¿Cuál es la violación a la ética en este caso? Que no fueron respetados los derechos de la memoria del señor Luis Barragán; aunque no lo hubiera establecido por escrito, creo no le hubiera hecho ninguna gracia saber que, a la postre, sus restos iban a ser utilizados para hacer un diamante. Pero además no todos los familiares fueron tomados en cuenta.

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“Hay una violación a partir de este montaje del archivo, de que tiene que regresar a México: ¿se consultó a las personas de la Barragan Foundation si estaban de acuerdo con que sus nombres aparecieran en esta historia?

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“Está el tema del archivo; suponiendo que regrese a México, ¿dónde lo van a poner?, ¿quién lo va a controlar?, ¿de dónde va a salir el presupuesto para su manutención?

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“Para mí es un cuento, una fantasía bastante mala, en la que escandalizar es el propósito. ¿Por qué, casualmente se va sobre la memoria de Barragán? Porque es el que tiene mayor visibilidad; debajo de este montaje económico hay un apetito de sobrevaluación de la obra del artista. Para mí es un montaje económico comercial que se ha hecho con la intención de vender un nombre y una marca, y lucrar con una serie de temas.

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“En el tema de la estética, tengo mis dudas de que estos trabajos sean obras de arte. Una de las condiciones para que el arte sea arte es que tiene que ayudar a entender y transformar el mundo. Entonces, me preguntaría: ¿dónde está el proceso de reflexión que, a partir de ver el anillo, permite ver mejor el mundo? Hay algo que sí me permitiría entender: la estupidez humana”.

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En un correo electrónico fechado el 7 de julio del año pasado (del que EL UNIVERSAL tiene copia), que nunca se ha hecho público y que fue la última comunicación entre Jill Magid y Federica Zanco, la directora de la Barragan Foundation se dirige a la artista en estos términos:

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“Gracias por tu visita. Disfruté reuniéndome contigo y comparando nuestras respectivas visiones de Barragán. En tu más reciente carta, escribes: ‘Ambas sabemos cómo se construyen las historias: parte verdad, parte especulación’. No puedo estar más de acuerdo, particularmente en relación con la historia que tú has inventado sobre los archivos de Barragán. De hecho, has convertido la especulación en arte y, en el proceso, me has transformado en un personaje de ficción. Por lo tanto, mi ser real es irrelevante para tu proyecto y mi actual participación, innecesaria. Estás por mucho servida por tu imaginación.

Sin embargo, estaría encantada de verte de nuevo”.

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/Crédito de foto: Cortesía MUAC. “The Proposal”, 2016, obra de la artista Jill Magid

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