Ayotzinapa: el vértigo perverso

Sep 26 • Lecturas, Miradas • 4792 Views • No hay comentarios en Ayotzinapa: el vértigo perverso

POR GERARDO DE LA CONCHA

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Sergio González Rodríguez, autor de Los bajos fondos, El Centauro en el paisaje, Huesos en el desierto, El hombre sin cabeza, Campos de Guerra, De sangre y de sol, El mal de origen, El robo del siglo, es indudablemente uno de los mejores ensayistas mexicanos. Ocupado en desentrañar realidades complejas, ocultas, metapolíticas y trágicas, ha sido capaz de combinar en su obra ensayística la crónica, el reportaje, la reflexión filosófica, el dato duro y la crítica negativa. Representa entre los escritores mexicanos contemporáneos esa pasión por entender sin cuyo aporte nuestra cultura estaría mutilada actualmente.

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Le ha dedicado ahora a la tragedia de Iguala un libro con el cual se puede tener divergencias, pero no se le debe ignorar, ni mucho menos rodear de silencio. Sus páginas están escritas con urgencia. Hay en ellas información, interpretaciones polémicas y, sobre todo, una observación conmovida, un pathos personal/abstracto para abordar un hecho que, asumido con dolor, merece el rigor del análisis, la investigación, la propuesta.

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Primero mis principales coincidencias con este libro. En efecto, la llamada guerra del narco –impulsada por Estados Unidos y el presidente Felipe Calderón– es el contexto que hizo posible esa escala de agresión sufrida por los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, pues al desestabilizarse el orden mexicano surgió una espiral de violencia y de predominio criminal en algunas regiones del país. En mi concepto, esta guerra es como un tren de alta velocidad, no pudo ser frenada de golpe, se requiere un proceso paulatino de pacificación. Con enorme esfuerzo institucional y varias recaídas, México lleva dos años y medio en eso.ste problema se remonta a antecedentes importantes, como el papel de la CIA en los años 70, que a través de su agente Alberto Sicilia Falcón introdujo en Guerrero el cultivo del opio y el tráfico de heroína, con el propósito de financiar operaciones encubiertas propias de la guerra fría. En nuestros días, el territorio en disputa por distintas bandas criminales es el asiento de este tráfico de una droga dura, controlado en Iguala por el alcalde perredista, José Luis Abarca y su esposa –que habría sido consejera nacional de este Partido si no estuviera ahora guardada en la cárcel–, en unión con la banda sanguinaria de los “Guerreros Unidos”.

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En mi segunda coincidencia importante, se encuentra el señalamiento de este libro hacia la responsabilidad de la izquierda radical en el origen de la tragedia de Iguala. El autor transcribe una referencia y anota: “El padre de uno de los 43 afirmó que, en su momento, denunciaría a los líderes estudiantiles que los condujeron a la muerte con actividades riesgosas. Es lo menos que debe hacer en memoria de su hijo y el resto de las víctimas. Estoy seguro de que el complemento perfecto de la barbarie normalizada son quienes la ahondan en nombre de un futuro mejor”.

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En otra página afirma: “En 2013, Abarca fue acusado de asesinar a tres dirigentes sociales y a un síndico municipal. La red de complicidades a nivel local llegaba hasta el gobierno del estado de Guerrero y aún más lejos: a sus nexos con y simpatías hacia políticos y dirigentes del PRD y otros organismos de izquierda, como el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y su dirigente Andrés Manuel López Obrador, quien conocía los antecedentes oscuros de Abarca.”

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Se debe acreditar el valor moral y político de Sergio González Rodríguez para asumir una postura políticamente incorrecta en este tema. Así como a su modo expone su crítica integral a las autoridades federales y se hace eco de dudas y cuestionamientos a la versión oficial de estos hechos, tampoco se vuelve cómplice mediante cortinas de humo de los responsables directos del PRD y Morena en la protección política a los criminales que gobernaban Iguala. Ni le concede en su crónica/ensayo ninguna carta de impunidad al Comité Estudiantil de la Normal de Ayotzinapa, ni a su director José Luis Hernández Rivera. Por el contrario, anota las fuentes que documentan la probable penetración de la narcoguerrilla y la banda de “Los Rojos” en dicha Normal y la dirección maoísta de la CETEG, el sindicato magisterial radical y violento de la entidad.

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En varios artículos publicados en La Razón, el primero de ellos “Iguala, el Tlatelolco de la izquierda (4/10/2014), insistí en que no debían evadirse estas responsabilidades políticas y seguramente penales de los dirigentes de izquierda y del gobierno estatal involucrados con José Luis Abarca. Consideré importante para la verdad de los sucesos esta implicación, así como la provocación montada por los líderes de la Normal de Ayotzinapa, quienes enviaron engañados a Iguala a un grupo de muchachos de nuevo ingreso, “los pelones”, pues originalmente se dirigían a Chilpancingo. El grupo radical sabía de la peligrosidad de Abarca, quien ya tenía denuncias por asesinato en la Procuraduría estatal. Las desapariciones en la zona de Iguala y la operación en la plaza por parte de “Los Guerreros Unidos” junto con la policía municipal, también era algo conocido regionalmente.

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La tardanza del gobierno federal en reaccionar ante la funesta noche de Iguala ese 26 de septiembre, abonó para que hubiera maniobras en redes sociales y movilizaciones orientadas a culpabilizar al presidente Enrique Peña, exigiendo su “renuncia”, en detrimento de las responsabilidades directas de obradoristas, de chuchos y de líderes normalistas y magisteriales. Un mes después, comenzó la campaña mediática contra el Ejército unido al uso del dolor de los padres de familia para encubrir a los actores de izquierda.

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Para mí, fue la izquierda, no fue el Estado, si nos atenemos a los hechos en su conjunto, no a las causales o el contexto o la historia pasada, o a las especulaciones no probadas del papel jugado esa noche por los militares del Batallón 27 acuartelado en Iguala. Esta es una divergencia mía de fondo con el libro de Sergio, quien, sin embargo, acierta en su crítica incisiva al señalar ausencias en la investigación de la PGR que, por otra parte, ha dado pruebas de la incineración de las víctimas, refutadas asimismo con evidencias circunstanciales y un peritaje particular de la CIDH. ¿Son dudas que expresan los problemas de comunicación o que responden al desaseo típico de los procesos de investigación judicial en México, donde la institucionalidad del país tiene mucho que reparar? Quizás una lección de la tragedia de Iguala sea la necesidad de que se implante pronto la autonomía jurídica y política de la Fiscalía federal, como una forma de fortalecer el Estado de Derecho.

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En una primera impresión pareciera haber divagaciones del escritor en su libro en torno a la tragedia de los 43 desaparecidos y de los muertos esa noche terrible, que no va a ser olvidada. Finalmente uno se da cuenta del enfoque, es un caleidoscopio donde los datos, la interpretación, lo observado, los recuerdos, los sentimientos, la ira, la crítica, las ideas, las posturas, los hechos, todo compone un libro a la altura de su tema, para que sepamos, para que reflexionemos, para que debatamos y para compartir también con él “el vértigo perverso que interrogo”.

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*FOTO: En Los 43 de Iguala, México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos Sergio González Rodríguez hace una reconstrucción de las circunstancias en las que desaparecieron los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, contrasta testimonios y describe la dinámica local del narcotráfico/Especial.

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