Benoît Jacquot y el corazón vulnerado
POR JORGE AYALA BLANCO
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En 3 corazones (3 coeurs, Francia-Bélgica-Alemania, 2014), estratégico filme 22 del prolífico estilista romántico parisino siempre diferente a sí mismo aún a sus 57 años Benoît Jacquot (El asesino músico 73, Una chica sola 95, El séptimo cielo 97; y poco después, su heteróclita versión de El diario de Célestine 15), con guión suyo y de Julien Boivent, el asesor fiscal de una agencia parisina Marc Beaulieu (Benoît Poelvoorde) pierde celular y tren durante su rápida visita a una indiferenciada pequeña ciudad de provincia exacto el día de sus 47 años, aunque pronto compensa angustia y soledad a la deriva al conocer por azar en un establecimiento nocturno a la entequita anticuaria treintona irresistible para él Sylvie Berger (Charlotte Gainsbourg ya curada por completo de su Ninfomanía de taberna danesa), quien, críticamente indecisa de irse a EU al lado de su insatisfactorio novio Christophe (Patrick Mille), establece con el desconocido un instantáneo principio de romance que los hace errar y errar por las calles, de pronto transfiguradas y llenas de esperanzas sensoriales, hasta el amanecer, sin necesidad de hablar acerca de sus respectivas vidas privadas y ni siquiera decirse sus nombres, pero dándose una muy exacta cita de amor frente a la pileta del Jardín de las Tullerías para días después, con tan mala suerte que, si bien la mujer acude con puntualidad, él es retenido por ineludibles clientes chinos monolingües, sufre un conato de infarto por el stress, sale del hospital y llega tarde, entonces ella parte a Minneapolis para ser desdichada con su pareja establecida y el buen Marc se dedica a rondar melancólicamente por la lejana ciudad diminuta, conoce un día a la guapa llena de torpezas e inseguridades Sophie (Chiara Mastroianni), se siente atraído por ella sin saber que se trata de la hermanita menor de su añorada Sylvie adorada, y acaba casándose con la muchacha cual sucedáneo ignorado, tras congeniar de maravilla con su intuitiva suegra en ciernes Madame Berger (Catherine Deneuve), llegándose a enterar demasiado tarde del parentesco tan temido, engendrando a un niñito, eludiendo a Sylvie, o jugando al gato y al ratón con ella por años, hasta que se reencuentran y establecen una candente relación clandestina que los inspira para desafiar sus conflictos de corazón vulnerado e incluso denunciar los fraudes fiscales del alcalde del pueblo Castang (André Macon), rumbo a un inevitable estallido sentimental del trío discordante en secreto.
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El corazón vulnerado da a entender de manera tácita, pero subrepticia y poderosa, la paradoja básica que la acciona: criaturas desglamourizadas y de bajo perfil sensual son asaltadas, estremecidas y devastadas por el flechazo del amor loco, sin que ellos mismos lo acepten, o puedan siquiera darse cuenta, pues aquí se crea todo un mundo romántico delicuescente a partir de una gloriosa deriva relacional nocturna que se convierte en diurno trueque de las figuras esenciales, cual universo de la brillante y uniforme informe grisura social de un Simenon sin Simenon sin crimen ni enigma qué perseguir, con esa insondable sensación de vértigo que sólo Juan Vicente Melo e Inés Arredondo lograron capturar entre varias generaciones nuestras de febriles por ejemplo, de corazón vulnerado, e incluso como los 3 corazones abiertos del irrepetible realizador Jacquot que en realidad son cuatro, si se incluye el de la madre estoicamente impasible, y considerando que uno de esos corazones aparece como rojo órgano abierto en un estudio clínico de emergencia, tras un primer infarto, y siempre propenso al hitchcockiano suspenso del siguiente y definitivo ataque, acaso misericordioso y salvador, que por trágica ironía nunca llega.
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El corazón vulnerado se enfrenta al secreto y a la crispación románticas sin salir de lo cotidiano clasemediero mediocre francés con problemas fiscales y sólo exultando en cumpleaños y bodas, todo se transforma y he ahí entonces la metafísica del encuentro decisivo vuelto desazonado y reflejante como el monumental espejo del siglo XVIII y demás ítems simbólicos que expone la resnaisiana tienda de antigüedades de esa etimológica Sophie sin sabiduría posible y la Sylvie nervaliana, el tejido estrecho de mínimos elementos dramáticos, la cálida fotografía tan exacta de Julien Hirsch que debe constreñirse en habitaciones y pasillos y rincones apenas entrevistos como enclaustrados espacios fractales vistos con perpetuo cámara en retroceso puesto que llenos de escondites y escondrijos donde anidan subterfugios e insatisfacciones profundas, la inmensamente triste cópula conyugal y la tierna paternidad perfecta como refugios y sucedáneos de lo inalcanzable ahora al endemoniado alcance de la mano, las temidas imágenes amadas por skype que son eludidas y convocadas porque al egoísmo y a la crueldad (con la otra, consigo mismo) deben sumar la hipocresía, la terrible soledad culpable que se sienta durante horas desvencijadas ante la pared transparente hacia el jardín dentro de uno más uno implacables planos fijos muy abiertos, la música desasosegante de Bruno Coulais a base de cimbalón magyar y violín con diluido fondo orquestal, la gran red sutil de las miradas apenas entrecruzadas, las distancias en tinieblas eléusicas que deben atravesarse para consumar el adulterio reiterado en la caseta del jardín doméstico o en una gruta y last but not least la denuncia social como endurecimiento individual tan vindicador o heroico cuanto suicida.
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Y el corazón vulnerado ha conseguido plasmar el mundo inexpresable, informulable e inasible del amor a primera vista vuelto misteriosa experiencia de los límites y agonía del mito del amor-pasión en un desesperado clandestinaje cardiaco, rumbo a la catastrófica revelación y el suntuoso travelling ascendente de la pareja romántica por fin junta e irremediablemente de la manita en el Jardín de las Tullerías, como el más intempestivo y redentor de los finales felices inimaginables.
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FOTO: Protagonizada por Benoît Poelvoorde y Charlotte Gainsbourg, 3 corazones se proyectará hasta el 18 de agosto en la Cineteca Nacional.