¿Cómo se escucha una novela de la Onda?

Ago 16 • principales, Reflexiones • 10370 Views • No hay comentarios en ¿Cómo se escucha una novela de la Onda?

 

POR CÉSAR OTHÓN HERNÁNDEZ

 

Es bien sabido que la música ocupa un lugar importante en la obra de José Agustín. Su autobiografía (El rock de la cárcel, publicada en 1984) lleva el título de una famosísima canción de Elvis Presley. Asimismo, Agustín ha publicado dos colecciones de ensayos que recogen sus impresiones acerca del rock, la última de las cuales remite a un clásico del repertorio popular estadounidense (La casa del sol naciente, 2006). En sus cuentos y novelas abundan las menciones a músicos, álbumes y letras de canciones pero, más allá de lo anecdótico, cabe preguntarse: ¿qué significó el rock para los escritores de la Onda y para sus críticos?; ¿cómo interpretar la presencia de esa música en los textos literarios y de este modo conectar con una manera particular de apreciación sonora?

 

Existen dos libros clave para comprender qué entendieron los escritores de la Onda por música rock. El primero es En la ruta de la Onda, publicado en 1972 por Parménides García Saldaña. La intención del texto es legitimar la música rock a partir de su valor social. Saldaña identifica ese valor como el de la liberación sexual. Él lo explica así: durante los cincuenta, la clase media británica y estadounidense estaba regida por una sexualidad hipócrita. El capitalismo estaba tan incrustado en esas sociedades que la mujer blanca y su cuerpo devinieron el símbolo último de la propiedad privada. Ella era para amarla “con respeto” (tomándola de la mano y llevándole serenata), por lo que el varón adolescente tenía que acudir a prostitutas para satisfacer sus necesidades sexuales. Cuando esta juventud descubrió las radiodifusoras afroamericanas, dio con un sonido que expresaba la sexualidad de manera directa y honesta, por lo que decidió incorporarlo en su propia producción musical.

 

Grupos como los Beatles y los Rolling Stones rompieron con esa dicotomía de la virgen estadounidense/mujer-mercancía. Los primeros concibieron el sexo como una energía interior que se ligaba al amor (es decir, con aquello que los hippies llamaron “amor libre”). En las canciones de los Beatles, por primera vez el adolescente anglosajón pudo tomar a su chica de la mano, decirle que la amaba y así manifestar su pasión con honestidad. Por lo que respecta a los Stones, ellos no buscaron hacer del sexo un acto amoroso, sino reclamar satisfacción sexual abierta y cínicamente. A las chicas que elegían a sus parejas a partir de las joyas que ofrecían sus pretendientes o el coche que manejaban, las consideraban unas enajenadas e idiotas; quienes elegían una experiencia amorosa, eran unas hipócritas en busca de un pretexto legítimo para acostarse.

 

El segundo libro es del propio José Agustín. Se trata de La nueva música clásica, publicado originalmente en 1968 y reeditado con modificaciones en 1972. Al igual que En la ruta de la Onda, el texto de Agustín busca validar la música rock, pero ahora en terreno estético y no social. La misión es emparentar el rock con expresiones que todos aceptamos como Arte.

 

Agustín señala tres razones por las que la música rock puede considerarse una forma artística. En primer lugar, porque crea belleza, en segundo porque manifiesta una realidad “catalizada” y, por último, porque ofrece un nuevo orden estético. Por “nuevo orden estético”, Agustín se refiere a la voluntad de los músicos por incorporar en sus obras sonidos provenientes de todo el mundo (música clásica, jazz, folk, blues, sones, ritmos afroantillanos, sonidos orientales, etcétera), lo cual demuestra un profundo conocimiento musical. Asimismo, señala que el buen rock no debe recurrir a la obviedad y el panfleto a la hora de elaborar sus letras sino, por el contrario, expresarse a través de metáforas e imágenes. Esto acerca la música rock a la poesía.

 

Con “una realidad ‘catalizada’”, Agustín quiere decir que el buen rock es aquel que se opone a la hipocresía, al egoísmo, al fanatismo, a la guerra, la explotación y la miseria; que busca la paz, el amor, la creatividad y el cambio. Todas estas cualidades convierten el quehacer de los músicos en una experiencia colectiva de comunicación, amor, respeto, aprendizaje y de profunda identificación con el prójimo; en el caso de las audiencias, hacen de la música rock un arma poderosísima contra los convencionalismos y las buenas costumbres. De este modo, el rock ayuda a propiciar la evolución de las estructuras sociales.

 

Tanto García Saldaña como Agustín identifican en la música rock un cambio de sensibilidad estética y moral que separa a los jóvenes de los sesenta de las generaciones anteriores. Para ellos, el rock influye positivamente en la actitud de las personas con respecto a sí mismas y en su relación con los demás. Sin embargo, al momento de revisar la presencia del rock en la literatura de la Onda, buena parte de la crítica no estuvo de acuerdo con esa percepción.

 

Margo Glantz, quien acuñó el término de “literatura de la Onda”, opina que el lenguaje ondero se construye a partir de asociaciones auditivas. El uso de pausas y signos ortográficos condiciona la velocidad y el tono de lectura, de tal suerte que el texto literario semeja las variaciones musicales del rock y las improvisaciones del jazz. Glantz también menciona que cuando la música (cuya naturaleza es efímera) se fija a la narración escrita y puede repetirse de manera obsesiva, ocurre una mediación entre los personajes y el lector. Para ella, los personajes de la literatura de la Onda se “desnudan” ante el lector, pero su voz se apaga o queda en segundo plano frente al lenguaje del rock.

 

John S. Brushwood, por su parte, considera que los textos de José Agustín donde aparecen alusiones y descripciones de la música rock (o de cualquier otro elemento de la cultura pop) constituyen un mero juego de referencias o de erudición inútil. Para él, casi ninguna referencia cumple una función en la trama. Solamente en contadas ocasiones sirven para identificar personajes o desarrollar temas. Desde esta perspectiva, la obra de Agustín se compondría de textos para iniciados cuya finalidad consistiría en “guiñar el ojo” a los lectores que conozcan a los músicos, álbumes y canciones aludidas.

 

Con un afán más taxonómico, Sergio Antonio Tovilla Martínez en su tesis de maestría La narrativa de José Agustín revisa las alusiones a la música rock que aparecen en una sola novela de Agustín, Se está haciendo tarde (final en laguna), publicada en 1973. Él identifica que el rock se hace presente de tres maneras: en los epígrafes y a manera de notas que se colocan en los costados de página a lo largo de todo el libro; en las canciones que los personajes cantan o tararean; y en la música que ellos reproducen en distintos dispositivos y que se escucha a medida que transcurren las acciones.

 

La elección de esa novela es significativa. Se está haciendo tarde… cuenta la historia de Rafael, quien viaja a Acapulco para leerle el tarot a Virgilio, su dealer. Allí, conoce a Francine y a Gladys; dos señoras canadienses con un gusto particular por el alcohol y las drogas alucinógenas. También le presentan a Paulhan: un joven homosexual, sabio y callado, por quien Rafael siente una fascinación inexplicable. Los cinco emprenden un recorrido que hace eco de La Divina Comedia, particularmente de la primera parte: el Infierno. Su travesía por Acapulco, marcada por las drogas y la música rock, finaliza en una lancha sobre la laguna de Coyuca. Abismados en un estado alucinatorio de silocibina, los personajes viven una experiencia límite que es diferente para cada uno de ellos.

 

Tovilla Martínez escogió esa novela porque, según él, es la que mejor se ajusta a la definición canónica de “literatura de la Onda” propuesta por Glantz: presenta un tono de antisolemnidad obtenido mediante formas coloquiales de lenguaje; realiza una burla reiterada a costa de sí misma; aborda temas sexuales con una gran naturalidad, pero dentro de una actitud puramente epidérmica; y crea una atmósfera lograda por el lenguaje y no por las situaciones. Además, Se está haciendo tarde… está repleta de alusiones a la música rock.

 

Es posible que las opiniones de Glantz y de Brushwood, quienes abordaron obras de José Agustín que tenían poco tiempo de haberse publicado, respondieran al corte generacional descrito en La nueva música clásica o En la ruta de la Onda. En cambio, la propuesta de Tovilla Martínez da las herramientas necesarias para conocer cómo puede escucharse una novela de la Onda. Tomaré un ejemplo de cada una de las formas en la que la música rock se presenta en Se está haciendo tarde…

 

A lo largo de la novela aparece una cita en el costado de varias páginas. Son cuatro versos de la canción de los Beatles Everybody’s got something to hide except me and my monkey: “Your outside is in/ Your inside is out; The higher you fly/ The deeper you go”. La cita constituye una especie de brújula en el camino de los personajes.

 

“Your outside is in/ Your inside is out” es una sinécdoque en la que se equipara al mundo interior con el espacio que rodea al sujeto. Esto es esencial para entender el viaje de Rafael por Acapulco. Así como Dante en La Divina Comedia, él atravesará por un proceso iniciático de degradación, a manera de prepararse para lo que le espera en la laguna. Acapulco, por su parte, hará lo propio: los personajes transitarán desde la Costera, repleta de edificios hoteleros, hacia las colonias suburbanas de Mozimba, y de allí hasta la comunidad rural de Coyuca, por una barra que sólo se abre en una época determinada del año. “The higher you fly/ The deeper you go” desvela el camino por el cual se decantarán los personajes. A fuerza de repetición (como sucede en el caso de las danzas o cantos rituales que se llevan a cabo durante muchas horas), el uso de drogas producirá una sedimentación significante: el acceso a regiones desconocidas de la mente, o quizá hacia otros planos existenciales, como el mítico o el de la divinidad.

 

Como puede deducirse a partir de su nombre, el personaje de Virgilio (el dealer de Rafael) cumple la función de guía y ayudante. Es quien dirige a Rafael hacia donde se encuentra aquello que busca, y quien le proporciona los medios (la mariguana y la silocibina) que le permitirán acceder a ese lugar. Las canciones que él tararea sirven para caracterizarlo.

 

Tras encontrarse en un restaurante de Caleta, Francine invita a Rafael y a Virgilio a fumar mariguana en el departamento que comparte con Gladys. A petición de ellas, Rafael compra una botella de alcohol. Entra al departamento y encuentra la recámara de Francine. Arde de ganas por husmear en ella. Está a punto de entrar cuando la puerta se abre de improvisto. Es Virgilio que sale de la regadera. Muerto de risa ante la reacción de Rafael, Virgilio pregunta si él también se piensa bañar. Luego mira la botella. ¿Se meterá a la regadera con todo y chupe? Rafael se pone muy nervioso. Piensa que Virgilio puede mirar muy dentro de sí. Por fin, contesta:

 

Yo creí que aquí se habían reunido todos, ves, por eso vine, y se arrepintió en el acto al ver una chispa burlona en los ojos de Virgilio.

Ah picarón, yo creí haber oído que te querías bañar. Pero no hay pedo de nada, Rafaelito, a mí no tienes que verbearme, soy tu soul brother,

soul brother mis huevos,

llégale por acá, agregó Virgilio. Dio un empujoncito a su amigo, sintiéndose de un humor espléndido, al grado de canturrear:

I’m not tryin’ to compete with you beat or cheat or mistreat you classify you sacrify [sic] you deny defy or crucify you all I really want to do babe is be friends with you,

y después, palmeando y haciendo pasos de baile,

I’m Jumpin’ Jackflash it’s a gas gas gas;

recorrieron el pasillo, I was raised by a toothless bearded hag, ignoraron el desorden de la cocina y siempre oyendo las voces de las señoras a lo lejos, it’s a gas gas gas. El pasillo, antes de desembocar en la terraza, se abría en otra habitación pequeña, sin puertas. […]. Virgilio construía un collage de canciones: she took me upstairs for a ride, y luego it’s a gas gas gas.

 

En las líneas anteriores, Virgilio ha tarareado pedazos de tres canciones distintas: All I Want to Do, de Bob Dylan; Jumpin’ Jack Flash y Honky Tonk Women, de los Rolling Stones. Las letras son variadas e incluso contradictorias. Una habla de tratar a los demás, particularmente a las mujeres, sin engaños y con respeto; la otra de tener sexo con una prostituta del sur de Estados Unidos; y la última, de afrontar las situaciones adversas con el humor más negro posible.

 

Este collage de canciones tiene más sentido si se mira a la luz de las acciones que le preceden. Rafael va a abrir una puerta cuando descubre que del otro lado, como en un espejo, ya estaba Virgilio. El protagonista siente que Virgilio puede ver muy adentro de él porque, en efecto, ambos son soul brothers. En la figura del ayudante se concretan todas las ambigüedades del inconsciente. Que Rafael confíe en él, representa el apoyo de la personalidad consciente en ese sistema más grande, misterioso y caótico. Las canciones tarareadas por Virgilio señalan ya las preocupaciones inconscientes de Rafael: relacionadas con las mujeres, el sexo y la situación que lo llevó a Acapulco.

 

Más adelante, cuando Rafael y Virgilio van a la sala para fumar mariguana con los demás, Rafael tiene un “mal viaje” en el que siente que es arrastrado por un remolino hacia las profundidades de un pozo. Afortunadamente, logra superarlo. Fuma un poco más de mariguana mientras siente placidez y una especie de melancolía voluptuosa. Rafael piensa que si fuma un poco más, sólo se hará más feliz:

 

Cashbox Hits by Stanley Black terminó y alguien puso With a Little Help From My Friends: Joe Cocker. Un organito gentil. La música parecía muy diáfana, una vez más como si saliera de su cabeza y no de la porquería de pilas con forma de librito que asesinaba los discos. I shall be released. I shall be released.Las voces de todos parecían salir de la música, a tal grado se hallaban integrados en la belleza, franjas de sol, pero, ¿qué están diciendo?

 

Este fragmento no sólo señala el nombre del álbum, del intérprete e incluso del título de la canción, sino que también ubica al lector en una parte específica de la obra. El “organito gentil” se hace escuchar justo antes del estribillo:

 

I see my light come shining From the west unto the east. Any day now, any day now, I Shall Be Released.

 

La letra de I Shall Be Released es de tema carcelario. Un reo reflexiona sobre la reclusión, sus causas y consecuencias. Durante el estribillo se expresa la fe del prisionero en que pronto encontrará la libertad. En lo que respecta al sonido, el “organito gentil” en el cover de Joe Cocker (la canción fue grabada originalmente por Bob Dylan) recuerda géneros religiosos afroamericanos como el gospel. Por supuesto, el adjetivo “gentil” no despierta esas significaciones en alguien no familiarizado con la canción. Si no se ha escuchado I Shall Be Released, no se podrán comprender las relaciones que se activan a partir de la referencia al órgano.

 

El tinte religioso de la versión de Cocker permite comprender la letra en un sentido metafórico con respecto a la experiencia del protagonista. La prisión de Rafael es su propio cuerpo y la voz que habla desde el exilio su alma o su mente. Inmersa en el rito iniciático, ella ve la luz que llegará pronto a liberarla.

 

Es bien sabido que la música ocupa un lugar importante en la obra de José Agustín. Este recorrido por distintas aristas acerca de la música rock en la literatura de la Onda, y en la obra de José Agustín en particular, constituye apenas una vía para discernir y reflexionar acerca de distintas formas de apreciación sonora, su relación con la literatura y la vida personal y social. Las posibilidades de interpretación para el rock en la obra de José Agustín no se acaban aquí. Del mismo modo, continuarán apareciendo otras formas de relación entre música y literatura, en la medida en que la música continúe imbricándose en nuestra cotidianeidad y existan nuevos soportes para interactuar con ella.

 

*Fotografía: José José, Angélica María, Kiki Herrera Calles y José Agustín, después de la exhibición de la película “Ya sé quién eres (te he estado observando)”, dirigida por el autor de “La tumba”, abril de 1972./ARCHIVO GRÁFICO DE “EL NACIONAL” CORTESÍA: INEHRM.

 

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