Cuatro poemas
POR MALVA FLORES
Isla central
¡Alumbra, lumbre de alumbre,
Luzbel de piedralumbre, sobre la
pobredumbre!
Miguel Ángel Asturias
Cebolla del sudor, la urticaria de la hora en el mercado.
—Que no es la mía.
—Heliotropo, diamantina y rash
—Violetas, señorita, unas violetas…
10:25 am
Heliotropo
—Que no es la mía, repito.
—Y tú, ¿a dónde vas?, me dice un hombre que quiere pasar por guía
—qué guía el heliotropo
“Violetas, señorita, unas violetas”
—qué canta diamantina la voz del papagayo
Ya dejo de insistir y acepto la maleta que no es mía. Cuánto diablo sin rostro me la ofrece y tomo el equipaje sin ser Fausto.
Rash, rush, rouge
Miro el reloj de la Isla Central. Es 26 de julio y unos puercos lustrosos caminan por la calle.
Cd. de México-Xalapa- Cd. de México,
26 de julio de 2004-26 de julio de 2013
Primero en todo
(Diálogo frente a un retrato de
Fanny Calderón de la Barca)
pedacito de patria que sabe
sufrir y cantar
Agustín Lara
—Una serie de pulcras idioteces divididas por punto decimal. Que si el puerto era el primero en todo el continente, que si aquí aposentó sus reales el magnífico Humboldt, que si vino la dama y señaló que acá todo era delabré.
—Ya puedo imaginarla, con sus ojos de asombro, sus brocados de seda y sí, esa mirada azul de no puedo creerlo. ¿Dónde vine a parar?, pensaría la señora. Buzas con el tirabuzón, escuchaban sus criadas y pobrecita, ella, con el tirabuzón pegado hasta en la frente: el piojo del calor.
—Una pocilga, sí, pero no importa. Los oriundos adoran la ciudad sobre todas las cosas y la ponen “en un pedestal más alto que a cualquier otra parte del mundo”. Ay la marquesa, en qué almohada de chinches recostó la cabeza.
—Te recuerdo que escribió sobre flores, emblema principal de la ciudad. Por todos lados, flores, y en cualquier ocasión: que si para las vírgenes, que si para los santos, que si en los tendajones, escribió.
—Sí, Fanny, (tendríamos que decirle), acá hay todas las flores aunque nadie acostumbre ponerlas en florero. ¿Para qué, si con mirar la selva se te llenan los ojos?
—¿Cuál selva? Quieres mortificarme. En una carta dijo: “Nada existe en México que parezca vulgar. Todo alcanza grandes proporciones y todo tiene un aire pintoresco”.
—¿Y ya olvidaste al gordo, al cacique gordo de Cempoala? No están equivocados: acá, la traición fue primero.
—Hablábamos de Fanny. Siempre lo cambias todo.
—Qué importa la voz de la marquesa. Si se trata de flores, la única que encuentro es la bien reputada Dionaea muscipula, Venusatrapamoscas.
—Pero, ¿ya probaste el café?
—Y tú, ¿ya te fijaste que la palabra “todo” sólo tiene su anverso? No existe un sinónimo exacto.
Azoteas
Hay que subir siempre. Eso es el
destierro, una cuesta, aunque sea en el
desierto.
María Zambrano
Perder el pie, el piso, la cadencia del salto; quedarse parado en la azotea. Sí. Así. Solos en la azotea, entre ropa tendida como cuerpos exangües y todas las viejas cosas de las que te desprendes porque no quieres ver lo que pasó, pero las guardas, las metes en cofres, en cajitas, hasta en bolsas de plástico. Las guardas.
Lo que pasó es sencillo. Te equivocaste. Perdiste el pie, el piso, la cadencia del salto y viniste a parar hasta esta isla suspendida en el azul blanquísimo de una tarde brillante: esta eterna azotea.
Campanas de una iglesia
Y regresar al punto de partida
al paraíso irrespirable
la ardorosa helada inmovilidad
Blanca Varela
Uno lo extraña todo, hasta la barbacoa del domingo. El viejo trolebús que cruzaba por San Juan de Letrán.
Las palmeras que entonces fraccionaban el tiempo del verano, se fueron con el aire.
En esta capital de la Isla 50 no existen las palmeras. Las jacarandas son un remedo de árbol y es mentira que aquí haya nacido todo.
Aquí no hay pan. Miasmas que son culebras envenenan el aire, asfixian a los niños.
No se filtra la luz a las 6 de la tarde. No se escuchan jamás campanas de una iglesia.
No puedo perdonarlos. No voy a perdonarme nunca.
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