El enigma de Felipe Ángeles

Ago 24 • Conexiones, principales • 7351 Views • No hay comentarios en El enigma de Felipe Ángeles

POR JULIO AGUILAR

 

Hundida en un sofá frente al televisor, con un camisón blanco ligero y muy corto que dejaba al aire sus rodillas angulosas, Elena Garro parecía un recuerdo sin porvenir en medio del ambiente enrarecido por la peste de una docena de gatos que holgazaneaban a sus anchas en el pequeño departamento de Cuernavaca.

 

Ahí, una tarde de 1993, cinco años antes de la muerte de la escritora, oí dos comentarios a los que no les di importancia: “Octavio me apuraba a escribir las obras para Poesía en Voz Alta, estaba encima de mí apurándome para que las terminara. Lo mismo con Felipe Ángeles…”. En eso la interrumpió, como de costumbre, su hija Helena Paz: “Mi papá le decía que Felipe Ángeles era una tragedia genial. Él quería firmarla”. “Pues por mí hubiera firmado todas”, le respondió entonces Garro.

 

Aquello fue todo lo que se dijo acerca de Felipe Ángeles antes de que la conversación se interrumpiera para proseguir, mucho más tarde, sobre cualquier otro tema. Así eran las dispersas entrevistas con la narradora y con Helena Paz, hija del poeta Octavio Paz, en las que había que distinguir en qué frase terminaba la realidad y dónde comenzaba la fantasía.

 

Quince años después, aquellos comentarios cobraron de pronto una dimensión y un sentido inesperados. Entre los volúmenes de correspondencia de Octavio Paz que poco a poco han comenzado a publicarse apareció, a finales de 2008, Jardines errantes. Cartas a J.C. Lambert 1952-1992 (Seix Barral) un tomo de misivas que el poeta dirigió a su traductor al francés de cabecera. En ese libro, en una carta fechada el 9 de diciembre de 1955, Octavio Paz escribe a Jean-Clarence Lambert:

 

“En estos días, en colaboración con Helena, he escrito —aprovechando diez días en que me fugué a un pueblo cercano a la ciudad de México— una tragedia mexicana. Aún no está terminada del todo. Apenas lo esté la ofreceremos a alguna compañía […]. También pensamos mandarla a María Casares. Posiblemente a María le interese, pues aunque se trata de un tema de la revolución mexicana, posee interés universal. Naturalmente estamos a oscuras acerca del valor de lo que hemos hecho”.

 

Para quienes conozcan al menos un poco la obra y trayectoria de Paz así como las de Garro, ese documento es, por lo menos, desconcertante ya que no se conoce ninguna obra teatral escrita por Octavio Paz además de La hija de Rapaccini, una pieza breve en un acto que ni es “una tragedia mexicana” ni aborda “un tema de la revolución”.

 

Pero quien sí tiene en su bibliografía una obra con esas características precisas es Elena Garro, autora de Felipe Ángeles, un drama histórico considerado por muchos críticos como una de las grandes obras del teatro mexicano del siglo XX. Para mayor desconcierto, los estudiosos de la obra de Garro fechan la escritura de Felipe Ángeles entre 1954 y 1956, es decir, el periodo en que Octavio Paz escribió a Lambert la carta citada. La fuente de ese dato era la propia autora.

 

Hasta antes de esta investigación, ningún estudioso de la obra de Paz había manifestado públicamente sus inquietudes sobre el enigma que guarda la carta del poeta. ¿Se trata de una obra de teatro de Octavio Paz hasta ahora desconocida? ¿Él y Garro coescribieron una primera versión inédita de Felipe Ángeles? ¿El texto conocido de esa obra es en realidad tanto de Elena Garro como de Octavio Paz? ¿En qué consistió su colaboración? ¿Él se atribuyó en esa carta una obra que no era suya? Esas preguntas son parte de lo que podría llamarse el enigma sobre Felipe Ángeles.

 

La obra desconocida de Paz

 

“Tengo mis sospechas sobre a qué se refería Octavio, pero yo no le puedo confirmar nada. Podría hablar sobre su vida, pero no soy especialista en su obra”, me dijo Marie-José Paz, segunda esposa y viuda del poeta, cuando la llamé para preguntarle si Octavio Paz le reveló alguna vez que hubiera escrito otra obra de teatro además de La hija de Rapaccini.

 

“¿Se tratará de alguna versión de Felipe Ángeles?”, le pregunté a la señora Paz. “No estoy segura, pero… creo que sí”, me respondió.

 

Que Octavio Paz haya escrito más teatro que aquella obra basada en un cuento de Nathaniel Hawthorne que se estrenó como parte del legendario programa de Poesía en Voz Alta en 1956, es un asunto que no ha sido explorado en ningún estudio sobre el poeta. Ése es uno de los pendientes de Enrico Mario Santí, quien prepara una amplia y documentada biografía sobre el único Premio Nobel de Literatura mexicano. En ese trabajo, en el capítulo que estará dedicado a la participación de Paz en Poesía en Voz Alta, el ensayista de origen cubano adelanta que escribirá sobre el tema.

 

“En efecto, a finales de 1955 Octavio Paz y Elena Garro estaban elaborando un texto trágico, una tragedia sobre la Revolución mexicana. Me di cuenta del dato cuando revisé en París la correspondencia que se publicó”, comenta vía telefónica Santí, profesor en la Universidad de Kentucky y un estudioso a conciencia de grandes autores de la literatura latinoamericana, como Pablo Neruda, José Lezama Lima, Reinaldo Arenas y, por supuesto, Paz.

 

Santí, quien mantuvo una comunicación privilegiada con Paz en largas conversaciones sobre diversos temas, lamenta no haber podido comentar con él el contenido de la carta a Lambert. “Tomé nota del asunto, pero no profundicé. Desafortunadamente ya no pude comentarlo con Paz. Ahora no sabemos si ese texto es Felipe Ángeles tal como lo conocemos o si es una versión primitiva que después la propia Elena Garro pudo haber revisado”, reflexiona Santí.

 

Si por el lado de Paz las fuentes pueden ser limitadas para dar luz al asunto, por el lado de Garro hay más opciones. Sin embargo, antes había que agotar las posibilidades y preguntar directamente a Jean-Clarence Lambert, el corresponsal al que Paz escribió la carta en 1955.

 

Desde París, Lambert, un poeta apreciable de las letras francesas, respondió por correo electrónico: “Me parece muy plausible que se refiera a Felipe Ángeles, obra que fue de gran preocupación para Elena Garro durante unos años […] Lamento mucho que las cartas de OP se publicaran sin notas y/o comentarios míos…” Lambert no pudo aportar más.

 

Hasta aquí sólo había una certeza: además de La hija de Rapaccini, en los años cincuenta Octavio Paz escribió otra obra de teatro.

 

Las pistas de Elena Garro

 

De acuerdo con su propio testimonio, Elena Garro comenzó a documentarse sobre la figura del general revolucionario Felipe Ángeles hacia 1954, una vez que la familia formada por ella, Octavio y su hija Helena regresó a México luego de un largo periplo por Estados Unidos, Europa y Oriente. Esa vida errante se debía a que desde 1943 Paz hacía una carrera diplomática.

 

De vuelta al país, Elena se involucró en el activismo en pro de reivindicaciones agrarias de grupos campesinos. Se acrecentó entonces su interés por los temas de la Revolución mexicana y por figuras específicas: las de los revolucionarios marginados por la historia oficial, entre ellos Felipe Ángeles, sobre quien comenzó a buscar información de primera mano en hemerotecas y en los archivos históricos de la Secretaría de la Defensa Nacional, apoyada por el general Carlos Zapata Vela, contaba la escritora.

 

Cuando Garro se interesó en el militar, éste era una figura relegada por la historia oficial. Ángeles representa el paradigma del revolucionario íntegro, el humanista del movimiento armado, que fue condenado al paredón de fusilamiento por un consejo militar manipulado por Venustiano Carranza. Así, Felipe Ángeles fue asesinado en Chihuahua en las primeras horas del 26 de noviembre de 1919. Con él, escribió Garro, murió la Revolución.

 

“Elena tenía interés en Felipe Ángeles como uno de los héroes olvidados de la Revolución. Buscó información en los archivos y de ahí tomó nota de partes del discurso del fiscal para incluirlos en la obra”, explica Lucía Melgar, una investigadora que ha ofrecido en sus investigaciones sobre la escritora trabajos sobrios y rigurosos.

 

Melgar, quien editó el primer tomo de las Obras reunidas de Elena Garro que publicó el Fondo de Cultura Económica, recuerda que la escritora le dijo en alguna entrevista que Octavio Paz invitó a varios escritores a una lectura de la obra y que al terminar ésta los presentes concluyeron que era imposible montarla porque en aquel entonces el general Ángeles era un tema prohibido.

 

A parte de esos datos, Lucía Melgar no tenía referencias sobre una posible coautoría de Paz en Felipe Ángeles o sobre una versión desconocida de la obra. “Antes de que la UNAM editara el texto en 1979 tal como lo conocemos, un año después de que la obra fue montada en un teatro de la Universidad, el texto se publicó en Cóatl, una revista de Jalisco. Otros investigadores que han podido ver ese texto aseguran que no hay grandes variaciones”, revela Melgar.

 

Rastrear aquella versión publicada en la revista Cóatl era imprescindible para conocer el texto primitivo en el que pudo haber colaborado Paz. La publicación, sin embargo, no está en el acervo de la Hemeroteca Nacional ni de grandes bibliotecas especializadas como la del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM o la de El Colegio de México.

 

Luzelena Gutiérrez de Velasco, coordinadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, es una de las personas que ha consultado ese texto y confirma las palabras de la investigadora Lucía Melgar.

 

“Yo he revisado la obra publicada en Cóatl en 1967. Las modificaciones al texto que hoy conocemos son mínimas. Por otro lado, no veo en Felipe Ángeles la intervención de Paz. A lo mejor lo que él hizo fue darle algún tipo de consejo pero eso es muy diferente a una colaboración. El estilo de Felipe Ángeles no tiene nada que ver con el de Paz, es el de Garro. No sé por qué él escribió eso en esa carta. Ahora bien, como investigadora no meto las manos al fuego para afirmar algo; habría que hacer un estudio serio, profundo, de Felipe Ángeles y eso lo tiene que llevar a cabo alguien que conozca muy bien tanto la obra de Paz como la de Garro”, explica la investigadora del Colmex.

 

Así que la versión de Felipe Ángeles publicada en la revista no es el eslabón perdido en esta historia, pero ¿Elena Garro habrá comentado con su primer editor la génesis del trabajo? ¿Al poeta nayarita Ernesto Flores, editor de Cóatl, la escritora le habrá dicho algo sobre una primera versión escrita en colaboración con Octavio Paz?

 

Las versiones encontradas

 

Ernesto Flores, ya retirado de las actividades académicas y editoriales, finalmente fue contactado en Guadalajara. A sus 80 años, el poeta dice recordar como si fuera ayer lo que Garro le contó sobre Felipe Ángeles. Su testimonio, nunca antes recogido en investigaciones sobre la autora, aporta información inédita al tema.

 

“Llamé a Elena porque quería que me diera algún texto para publicar en Cóatl. En 1963 yo había leído ‘El árbol’ en la Revista Mexicana de Literatura, y me había gustado mucho el cuento. Nos hicimos amigos y un día en que le insistí, me dijo que había escrito algo sobre Felipe Ángeles, que tenía una obra de teatro escrita años antes. Pero ella considera que no estaba completa porque sólo tenía un acto. Yo le ofrecí todo el número de la revista y ella se entusiasmó. ‘Si de veras la quieres, dame 15 días y te la entrego’, me respondió. Así fue como publiqué la obra por primera vez en 1967”, recuerda Ernesto Flores.

 

Sin embargo, el poeta afirma que Garro nunca comentó nada acerca de un texto escrito a cuatro manos con Paz que fuera el antecedente de la versión de Cóatl. “Sólo me dijo que reescribió lo que ya tenía, lo recuerdo perfectamente”, concluye Flores.

 

Es inquietante que Elena Garro se haya referido en 1967 a que la primera versión o borrador de la obra Felipe Ángeles sólo tenía un acto en los años cincuenta; esta es la razón: en octubre de 1978, con motivo de un nuevo montaje de La hija de Rapaccini en La Casa del Lago, Octavio Paz le dijo a Esther Seligson en una entrevista publicada en la revista teatral La Cabra: “…Siempre pensé que lo ideal deberían ser piezas en un acto, de una duración de 40 minutos máximo —l’action restreinte como la llama Mallarmé—, piezas de una gran intensidad tomadas de modelos ideales: el teatro griego, el auto sacramental y el teatro Noh”.

 

Esas declaraciones de Paz llaman la atención porque Felipe Ángeles, un drama histórico con tema de la revolución, es una obra que contiene elementos característicos del teatro griego; además, si se considera que la supuesta versión primitiva de la obra era de un acto, ¿será posible que el texto desconocido siguiera las ideas de Paz sobre el teatro citadas arriba? ¿En eso consistió una parte o toda la colaboración de Paz?

 

La hija de Rapaccini, de Paz, así como Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido, todas de Garro sin lugar a duda, son obras breves en un acto que fueron escritas para montarse en Poesía en Voz Alta entre 1956 y 1957. A ese mismo periodo corresponde también la escritura de la primera versión de Felipe Ángeles.

 

En la carta de la discordia, Octavio Paz sólo comenta a Lambert que en México se había desarrollado “cierto interés por el teatro” sin especificar que se estaba gestando el proyecto experimental de Poesía en Voz Alta. En cambio le confía que él y Helena (escribía el nombre de su primera esposa con h) pensaban enviar su obra a María Casares, la célebre actriz hispano-francesa, esposa de Albert Camus y musa del teatro producido por los autores existencialistas, a quien Paz conoció a principios de los años cincuenta en París en un homenaje a Antonio Machado.

 

A María Casares es imposible preguntarle si Paz le escribió alguna vez sobre aquella obra misteriosa o incluso si le envió el texto. La actriz falleció en 1996. Pero en México hay gente de teatro que puede aportar información para aclarar el enigma o para hacerlo aun más oscuro…

 

Héctor Mendoza, una institución del teatro en México, respondió al teléfono. Él recuerda que por instancias de Juan Soriano tomó la dirección de las obras escritas para Poesía en Voz Alta por Octavio Paz y por Elena Garro.

 

“Ninguno de los dos me comentó que estuvieran escribiendo una obra juntos. Creo que en aquellos años ya se llevaban mal como pareja. Lo que recuerdo es que Elena organizó una lectura de Felipe Ángeles en su casa en la calle Nuevo León. Fuimos Julio Bracho, Juan Soriano, Juan García Ponce, Pilar Pellicer y yo. Octavio no estuvo presente”.

 

Mendoza dice además que la obra leída no era una versión en un acto sino el texto conocido de Felipe Ángeles. Esto contradice la historia que Garro le contó a Ernesto Flores. Por si esto fuera poco, hay que recordar que en una carta muy conocida de Garro que dirigió a Carballo, recogida en el libro Protagonistas de la literatura mexicana, ella le dijo al crítico que en 1957 escribió la obra en tres actos y que la corrigió en París en 1961.

 

Para más confusión, el director teatral aclara que lo que se dijo al final de la lectura fue que la obra era “poco teatral”, no que fuera imposible montarla porque abordar el tema del fusilamiento de Ángeles estuviera prohibido, como años después contó la escritora. Las versiones abundan.

 

Honesto en sus gustos, Héctor Mendoza hoy sostiene lo dicho entonces: “Felipe Ángeles es una obra poco teatral”, afirma. Al margen de esta crítica, el director reflexiona: “Ésa es una obra que, en efecto, no se parece al resto de la producción de Elena; es muy diferente, pero se parece aun menos a lo que escribía Octavio Paz, así que entiendo que eso podría crear dudas. Yo no puedo asegurar nada. Supongo que pudieron darse pláticas entre ellos y de ahí salir ideas para la obra, eso es muy común”, concluye Mendoza.

 

El eslabón perdido

 

Elena Poniatowska consignó por escrito la supuesta colaboración de Paz en la obra de Elena Garro. Lo hizo en una frase que pasa casi inadvertida en el libro Octavio Paz. Las palabras del árbol, publicado en 1998.

 

“Elena Garro confirma que interviniste directamente en una de sus principales obras de teatro: Felipe Ángeles”, escribe la periodista y narradora dirigiéndose a Paz en segunda persona. Poniatowska ya no recuerda cuándo oyó o leyó que Garro hubiera dado ese dato y en qué consistió la intervención del poeta.

 

“Era una historia muy conocida desde siempre, yo no la inventé. Elena decía que Octavio Paz la ayudó a terminar Felipe Ángeles”, me comenta Poniatowska, y agrega: “Ningún libro sobre Octavio Paz podía ser publicado sin que él lo leyera antes. Ese libro que publiqué lo leyó y si no pidió corregir el dato es que no era mentira, es verdad”, dice la escritora.

 

Sin embargo, para otros contemporáneos de Paz que lo trataron en su momento, la “historia muy conocida desde siempre” hoy es una novedad. “Es la primera noticia que tengo”, dice Héctor Mendoza al igual que el poeta Ernesto Flores y el crítico y ensayista Emmanuel Carballo; este último es una fuente obligada para investigar sobre la literatura mexicana del siglo XX y sus creadores.

 

“No sabía ni del rumor ni de la carta, pero si Octavio escribió eso debe ser cierto. Él no era un mentiroso. Hay que investigar a fondo qué hay detrás de esas palabras”, comenta Carballo, quien fue amigo del matrimonio Paz Garro y luego de ambos escritores ya divorciados.

 

“Soy testigo de que la relación intelectual era realmente buena. Había un diálogo literario muy intenso entre ellos. Octavio tuvo una influencia fundamental tanto ideológica como literariamente en Elena. Sin embargo, aunque a ambos les interesaba la Revolución, era a Elena a quien se le caía de la boca el tema de Felipe Ángeles en sus conversaciones; para ella era una obsesión. Quizá sí pensaron la obra entre los dos pero no creo que la escribieran juntos. No veo el estilo de Paz. De ellos la que sabía hacer teatro era Elena, unas obras bellísimas a diferencia de la de Octavio. Él escribió La hija de Rapaccini, que es infame por aburrida”, dice Carballo.

 

El verdadero eslabón perdido e imprescindible para aclarar el enigma sin duda es el original de la primera versión de Felipe Ángeles que pudo conservar Elena Garro. Pero no aparece entre los documentos que se han abierto para la investigación en la Universidad de Princeton. “El texto no está. De hecho hay muy pocas cosas de los años en que fue escrita la obra”, confirma Lucía Melgar, quien ha revisado los documentos en aquella universidad estadounidense.

 

Patricia Rosas Lopátegui, otra investigadora que ha dedicado varios trabajos de lectura obligada sobre Garro y quien ha tenido acceso como nadie a los archivos de la escritora, también confirma que el primer original de la obra no está entre los papeles legados por Elena.

 

Desde Estados Unidos, donde es profesora universitaria, Lopátegui aporta información al tema. Ella ha consultado un diario inédito de Helena Paz Garro en el que la hija de los escritores apuntó que en diciembre de 1955, su padre se reunió con ella y Elena en Cuernavaca (el dato cuadra: éste es el “pueblo cercano a la ciudad de México” al que se fugó diez días para escribir con su esposa “una tragedia mexicana”, según la carta a Lambert).

 

El resto de la versión de Helena Paz fue consignada por Rosas Lopátegui en Yo quiero que haya mundo, un grueso volumen publicado en 2008 sobre la dramaturgia de Garro.

 

“Según Helena Paz, su papá escribió las escenas con los generales pero no sirvieron y Elena las volvió a escribir”, dice la investigadora vía telefónica desde Nuevo México. En el libro, a partir de testimonios de Helena Paz, Rosas Lopátegui abunda en la versión de que Octavio Paz quiso firmar la obra junto con Elena Garro. “Mi papá se sentía autor de Felipe Ángeles, afirma Helena en una entrevista citada por la investigadora.

 

Sin embargo, hay datos notablemente contradictorios e imprecisos que ofrece la hija de los escritores en sus testimonios. Por ejemplo, los nombres de quienes asistieron a la lectura de la obra. Ella dice que fueron Alfonso Reyes, Carlos Fuentes y Martín Luis Guzmán. Nada que ver con los citados por Héctor Mendoza, presente en la sesión. Esto quizá se deba a que en 1955 Helena apenas era una adolescente de 15 años. Entrevistada en 2009, a punto de cumplir 70, Paz Garro afirma lo dicho: “Mi papá quiso apropiarse de Felipe Ángeles”, dice por teléfono desde una casa de reposo donde se encuentra internada en Cuernavaca. A parte de su propio testimonio ella no ofrece otras pruebas para fundamentar su acusación.

 

Patricia Rosas Lopátegui, por su parte, afirma que otros miembros de la familia Garro también pueden ser testigos de que Elena Garro es el único autor del texto de Felipe Ángeles que se conoce. Uno de ellos es Jesús Guerrero Galván, cuñado de la escritora, a quien no se pudo localizar. La profesora de la Universidad de Nuevo México coincide con otros en que la prueba definitiva para aclarar el enigma es el original de la primera versión. Al margen de esto ella sostiene, y de hecho encabeza, las opiniones de quienes consideran que Paz fue un obstáculo más que un apoyo para el desarrollo literario de Elena Garro. Su escepticismo sobre una posible colaboración es más que fuerte. Pero hay quienes piensan de otro modo.

 

“No sería raro que Paz hubiera aportado opiniones sobre la obra. De hecho, hay obras de ambos que pueden leerse como respuestas entre sí, pero este campo ha sido poco estudiado. A Octavio Paz y a Elena Garro se les ha tomado como antagonistas pero la verdad es que tenían una vida intelectual muy rica, por eso no descartaría que haya habido una colaboración de Paz en Felipe Ángeles”, dice Melgar quien tiene esperanzas de que el original de la primera versión de la obra no esté destruido y aparezca en los próximos años, quizá en México, en Estados Unidos o incluso en Argentina, donde los herederos de Adolfo Bioy Casares guardan con celo algunos documentos de Garro de cuando la escritora mantuvo una intensa relación amorosa con el argentino.

 

Santí coincide con Lucía Melgar en que algunas obras de Garro y Paz pueden y deben estudiarse sin prejuicios antagónicos. “Tenemos ejemplos célebres de colaboraciones entre escritores que han vivido en pareja y creo que ellos no son la excepción. A la obra de Elena Garro la leo con atención porque la considero un contrapunto de la de Paz. La carta de él a Lambert representa que su relación literaria e intelectual con Elena fue significativa, es una señal de riqueza creativa en pareja.

 

“Por otro lado, la carta también representa un gran problema para los críticos que rechazan la idea de una colaboración entre Paz y Garro porque creen que esto significa disminuir o menospreciar el valor de la obra de ella. Pero la obra de Elena Garro se extiende más allá de esto. Su narrativa y el resto de sus obras teatrales son importantes por sí mismas. Ahora con Felipe Ángeles tenemos una incógnita que no aclararemos hasta que tengamos una prueba concluyente: el manuscrito al que se refiere Paz. El gran problema es que desconocemos dónde está”, concluye Santí.

 

El enigma sobre la génesis Felipe Ángeles está por aclararse. Podría no resolverse nunca la incógnita, pero en el camino sin duda se conocerá más y mejor la obra de Elena Garro y de Octavio Paz y su colaboración literaria e intelectual durante los años que vivieron en pareja. Y eso no es poca cosa para la literatura mexicana.

 

*Fotografía:  “Felipe Ángeles”, de Elena Garro, se presentó en el Festival Internacional Cervantino en 1999 bajo la dirección de Luis de Tavira/Cortesía FIC.

 

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