El Zancudo: el humor en la Constitución

Feb 4 • destacamos, principales, Reflexiones • 8145 Views • No hay comentarios en El Zancudo: el humor en la Constitución

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

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Autor de 100 años de caricatura en El Universal (Secretaría de Cultura-El Universal)

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Pocas veces en la historia mexicana se han registrado documentos dedicados al humor en momentos sumamente álgidos. En los días previos a la promulgación de la Constitución Política de 1917, en la ciudad de Querétaro, un quinteto de diputados se dio a la tarea de realizar una diminuta publicación de humor que circuló en esos momentos en que se estaban sentando las bases jurídicas de nuestro país.

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Fue el 11 de enero de 1917 cuando apareció el primer número de un periódico, de pequeño formato, llamado El Zancudo, que tuvo como lema “Sale cuando se le hincha y no se les hincha cuando les pica”. De autor anónimo, decía: “El director, no se raja cuando lo busquen”. Después hubo tres números más: el 18 y 25 de enero y el 1 de febrero.

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Una de los aspectos más solemnes en México ha sido el poder, que fue otorgado, al Tlatoani, por los dioses, según los pueblos mesoamericanos, y bajo la custodia de un rey, emanado de dios, según la conquista.

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Los mexicanos hemos tenido una especial seducción por el poder personal, por el autoritarismo. No es gratuito percibir personajes que se aferren al poder como Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez o Porfirio Díaz, en el siglo XIX; la revolución gestó caudillos como Venustiano Carranza y, posteriormente, a personajes como Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles; después, se modificó el entorno de caudillos por un poder presidencial omnipotente, como el Tlatoani o el rey, donde el Jefe del Ejecutivo tenía el poder político, económico y militar, mientras sus súbditos, en este caso, los ciudadanos, obedecían el mandato sexenal.

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Este poder omnipotente ejerció férreos controles, que sólo podrían romperse a través del humor, que retrataba esa parafernalia que solía asumir la ridiculez y lo absurdo del propio poder.

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El presidencialismo del siglo XX tuvo un control absolutista en los medios, hecho que generó que el humor brillara por su ausencia en la mirada de la historia, siempre tan solemne, siempre en busca de una verdad que suele afirmar y reafirmar al poder.

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Por eso, resulta gratificante encontrar que unas semanas antes de que se promulgara la Constitución, este grupo de talentosos jóvenes diputados se diera a la tarea de romper la solemnidad y monotonía del momento.

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Los que rinden pleito homenaje a la ‘Diosa Risa’ te saludan”, se lee en su editorial de presentación. Ahí plantean “No abrigamos intención de atacar tal o cual grupo o persona alguna, ni menos sostener determinada tendencia política; sólo nos ocuparemos de los chispazos de ingenio, de las notas cómicas, picarescas, extrambóticas (sic), cínicas o ridículas que broten y se destaquen del maremágnum de ideas que nace del seno de la Honorable Representación Nacional”.

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Poco se ha ponderado la calidad intelectual de muchos de los diputados constitucionalistas, que antes o después destacaron en la literatura, el periodismo y hasta en la ciencia.

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En El Zancudo, participaron personalidades como Marcelino Dávalos, poeta, dramaturgo y periodista; autor de media docena de títulos como Carne de cañón; fue director un breve tiempo de EL UNIVERSAL, y escribió en otras publicaciones como El Mundo Ilustrado, en Revista de revistas y en Savia Moderna.

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Esta última es de vital importancia para la cultura mexicana, pues se considera fundamental en la creación del Ateneo de la Juventud. Entre sus fundadores estaba Alfonso Cravioto, otro de los autores del Zancudo. Poeta, autor de Cantos de Anáhuac y de diversos ensayos sobre artistas plásticos como, por ejemplo, Germán Gedovius. Un personaje de la cultura modernista.

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Rafael de los Ríos hizo periodismo en publicaciones tan importantes como El Diario del Hogar, de Filomeno Mata, y en México Nuevo, que dirigió Juan Sánchez Azcona y que tuvo un papel decisivo en la lucha maderista.

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Este trío, al que se le suman Salvador R. Guzmán, un médico que representaba a Puebla, Teniente coronel del ejército carrancista y miembro de la Comisión de estilo del Congreso; finalmente, Pedro A. Chapa, arquitecto, aviador profesional, compañero infantil de Alfonso Reyes y Coronel del Ejército Constitucionalista, era quien dirigía la publicación.

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Este quinteto realizó este periódico, cuyo lema se modificó en el número tres: “Si este mosco te pica, no hay remedio en la botica”; en el número final, es cuando aparece el directorio y, además, una serie de espléndidos retratos a varios de estos personajes cuyo caricaturista, por desgracia, no he logrado identificar ya que sólo firma como SEM (la maestra María del Carmen Ruiz Castañeda, en su libro El periodismo en México, afirma que lo ilustró Salvador Pruneda. Pero yo tengo mis dudas pues no es su estilo y no encuentro motivo de que no firmara, además de que Pruneda tiene un par de libros de memorias donde lo consignaría). Cabe señalar que este número fue publicado en una plana entera en EL UNIVERSAL, del 8 de febrero de 1917.

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Las páginas de El Zancudo son un espléndido retrato de la cotidianidad política mexicana y una muestra de cómo el humor expresa una lectura diversa de esos momentos. Hay muchas historias donde se encuentra con ese lenguaje absurdo de la realidad que se expresa en el humor.

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El bautizo de la Constitución, dice: “La Honorable asamblea Constituyente, distinguida esposa del caballero Pueblo Mexicano, dio hoy a luz con toda felicidad una robusta Constitución. La niña es el vivo retrato de su padre. La señora madre a pesar de sus crueles sufrimientos en el alumbramiento disfruta de cabal salud. La recién nacida será llevada hoy mismo, a la pila bautismal por el C. Venustiano Carranza, en cuyo obsequio la madre de la pequeña dará un banquete. Se ignora aún el regalo que el padrino hará a la comadre. Felicitamos cordialmente a los padres y deseamos mil años de vida a la niña “Carta Magna”.

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O esta otra, llamada En pleno debate:

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Palavicini: (mordiéndose un bigotito de cepillo de diente.) Señores, eso es grave, esto es serio, esto es inconcuso, no importa que el espíritu de la asamblea sea indómito y rebelde como el copete del señor Lizardi. Aquí lo que se trata es de aprobar el Proyecto del Primer Jefe y los que no lo hagan así, son obstruccionistas; yo extra-cámara puedo hacer toda la política que quiera, pero aquí quiero hacer pura… constitución; yo no soy un matón pero Palavicini tiene su pistola…”

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Garza Zambrano: Miau!…

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Palavicini: Yo no sé si Ud. Será gato o será garza, pero de lo que estoy seguro es de que aquí no lo han mandado a Ud. a Maullar como los gatos ni a patear como… Dávalos….”

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Un delicioso y humorístico diálogo que retrata El Zancudo, al igual que otras descripciones de momentos tensos del quehacer parlamentario, o hasta las cuartetas, con pequeños versos que se convierten en juegos de palabra y las acompañan caricatura que dedican a varios diputados, como esta que hacen a Palavicini:

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Decía entre sus elocuencias

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El señor Palavicini

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-Si las das de Freganini

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Atente a las consecuencias,

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Ya tendrás tu paganini”

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Otro aspecto importante es no tentarse el corazón para burlarse de ellos mismos, los creadores del Zancudo, como puede leerse en esta cuarteta dedicada a Marcelino Dávalos:

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Y como es tan chaparrito

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Toda lucha es importuna;

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Ni subido en un banquito

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Logra alcanzar la tribuna

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El propio director, Pedro A. Chapa, no fue ajeno a estas bromas:

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Este joven arquitecto

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Vino electo

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Desde tierras muy lejanas,

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Y con ganas

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De hablar sobre arquitectura

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Qué locura

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Y como trajo una capa

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Que no tapa

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Hasta su propio “Zancudo”

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Ya no pudo

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Aguantan una sonrisa

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Al estilo Mona Lisa.

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Antes de cerrar sus páginas, publicó su testamento, afirmando “ser originario de una imprenta que no es la del Diario de los debates, hijo del buen humor de algunos Padres serenos de la Patria, y por lo mismo, una edad regular, que está entre la juventud casi mamífera de Martínez Escobar, y los cuarenta siglos de Don Nati; sin sucesión conocida”.

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El primero se refiere al diputado tabasqueño, de nombre Rafael y que tenía menos de treinta años; y el otro, José Natividad Macías, que contaba con sesenta y era uno de los de mayor edad.

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Este testamento es de una agudeza tan ácida, que expresa fielmente ese humor negro mexicano: “Del ingenio y buen humor que derroché en mi corta vida aún debe quedarme algunas toneladas que dejo en su totalidad a un insípido colega que anda escaso de estos elementos”.

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El cierre del mismo no tiene desperdicio: “Manifiesto además que no obstante las sátiras y piquetes que prodigó en su corta vida, muere sin rencores ni remordimientos, agradeciendo en nombre de la Patria los muchos y valiosos servicios de los Constituyentes y la ardua y bien intencionada labor de las Comisiones (Esto va en serio)”.

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El Zancudo resulta, pues, una publicación prácticamente anónima hoy en día, que vale la pena rescatar y estudiar como una expresión fundamental realizada por los protagonistas de la vida política mexicana.

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FOTO: El 8 de febrero de 1917, EL UNIVERSAL reprodujo el último número de El Zancudo. En la imagen, diputados de la mesa Directiva del Constituyente, cada uno con su respectivo piquete de mosco./Archivo EL UNIVERSAL

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