Felipe Ehrenberg: neólogo posmoderno
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Identificado como uno de los pioneros del arte conceptual en México, este perfil revalora la obra de uno de los creadores plásticos mexicanos más revolucionarios, fallecido el 15 de mayo
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POR ANTONIO ESPINOZA
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“A Felipe bien le corresponde –haciendo analogías– la calificación del Joseph Beuys mexicano, por ser artista generador de lenguajes, generador de actitudes, no sólo de performances, de happenings, de aerosoles y de todo lo que ustedes quieran…” (La Jornada Semanal, núm. 96, 14 de abril de 1991, p. 24). Así definió Raquel Tibol a Felipe Ehrenberg, uno de los artistas más completos e influyentes de México, cuya muerte el pasado 15 de mayo todos lamentamos. No exageraba Tibol al referirse a Ehrenberg en esos términos, pues la verdad es que el gran neólogo fue uno de nuestros artistas más revolucionarios. Autor que desde los inicios de su carrera desafió las nociones del oficio y la práctica pictóricas, introductor del arte conceptual en México, figura estelar de los colectivos artísticos de los años setenta, precursor del “neomexicanismo” de los años ochenta, mago posmoderno que no estableció diferencia alguna entre hacer arte y vivir, Ehrenberg realizó a lo largo de más de cinco décadas una obra vanguardista, tan crítica como lúdica e irreverente.
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Felipe Ehrenberg fue, en efecto, el primer artista mexicano posmoderno. Si recurrimos a las categorías posmodernas de Perry Anderson (Los orígenes de la posmodernidad, Barcelona, Anagrama, 1998), sería un “ultramodernista” que quería recuperar el espíritu de la vanguardia y los presupuestos de la modernidad artística. Admirador de Marcel Duchamp, del arte pop, de Fluxus y de Joseph Beuys, Ehrenberg transitó sobre todo por el camino abierto por el maestro alemán, para quien el arte era el único poder revolucionario. Una utopía, sin duda, pero que el artista mexicano nacido en 1943 asumió como un reto. Su búsqueda obsesiva de “lo nuevo” lo llevó a peregrinar por el mundo para encontrar un lenguaje o más bien para experimentar con distintos tipos de lenguajes. La etapa expresionista que caracterizó su trabajo a principios de los años sesenta y que lo acercó mucho a la figuración humanista que practicaron en esa época los miembros del grupo de Los Interioristas (Arnold Belkin, Jacobo Borges, Rafael Coronel, Francisco Corzas, José Luis Cuevas, José Hernández Delgadillo, Francisco Icaza, Francisco Moreno Capdevilla y Héctor Xavier, entre otros), pasó muy pronto a la historia.
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Felipe Ehrenberg no se conformaba con ser un pintor-pintor. Quería más: buscaba “lo nuevo”. Quería que su obra se liberara de las redes tradicionales del arte. En 1964, en su primera exposición individual, en la Galería 1577, presentó obras experimentales con nuevas técnicas y realizadas con materiales sintéticos. Luego de un viaje a Nueva York, que le permitió conocer las nuevas tendencias artísticas, montó en 1965 otra exposición individual titulada Kinekaligráficas, en la Galería de la Ciudad de México (Pérgolas de la Alameda). En la inauguración de la muestra realizó una especie de performance (que no se llamó así porque el término todavía no existía), trepándose a una escalera y mostrando cartones impresos, como en el cine mudo. Aún cuando estas exposiciones no revelaban un lenguaje definido, ya prefiguraban su posterior conceptualismo. Faltaba poco para que dejara de ser un artista y se convirtiera en el neólogo antisolemne que todos conocimos.
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En 1968 se estableció en Londres, ciudad que entonces vivía una gran efervescencia cultural. Era la época de Fluxus, un movimiento vanguardista internacional que combinaba la experimentación con el activismo político. Sus integrantes eran artistas, escritores y músicos, con horizontes e inquietudes diversas que pretendían escapar de los circuitos oficiales de difusión del arte. Joseph Beuys, George Brecht, Yoko Ono, Nam June Paik, Ben Vautier, Wolf Vostell y La Monte Young, entre otros, integraron un movimiento que a través de distintos medios (conciertos, desnudos, happenings, manifiestos, videos), rechazaba el objeto artístico tradicional y, aún más, pretendía la gradual eliminación de las bellas artes. Ehrenberg participó con entusiasmo en muchos de estos eventos, entre ellos el Destruction in Art Simposium, organizado por Gustav Metzger y el poeta Alex Trocchi.
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En 1970, junto con el conceptualista austriaco Richard Kriesche y el fotógrafo mexicano Rodolfo Alcaraz, fundó en Londres el Poligonal Workshop (Taller Polígono), que marcará el inicio de su obra conceptual. Un año después, fundó la editorial Beau Geste Press, pionera en la edición del libro-objeto. Ehrenberg se adentra decididamente en las nuevas formas de expresión: la instalación, la neográfica, el performance, la poesía visual. Plenamente convencido de que el arte debe ser una actividad creadora y vital, regresó a México en 1973 para presentar su exposición: Chicles, chocolates y cacahuates, que incluyó dibujos, instalaciones, mapas y un performance proponiendo su propio cuerpo como obra de arte. Como en aquella época imperaba un ambiente bastante hostil a la experimentación en el arte, la muestra de Ehrenberg pasó inadvertida. Pero esta hostilidad no fue un impedimento para que numerosos artistas jóvenes decidieran trabajar en colectivos, rechazando las ideas estéticas tradicionales, dándole un nuevo sentido al acto creativo y concibiendo al arte como un instrumento de transformación social. Como integrante de Proceso Pentágono, Ehrenberg participó activamente en esta aventura de trabajo experimental en equipo.
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La utopía del arte colectivo terminó muy pronto y el neólogo siguió su camino sólo. Poco a poco, fue construyendo una obra en la que mezclaba imágenes de la cultura popular, la historia del arte y los medios masivos. Conceptualista neopop, artista de la ubicuidad, se apropiaba de imágenes que utilizaba como alfabeto semiótico, “signos que en una obra dicen una cosa, y en otra algo distinto”, como le dijo a Néstor García Canclini (Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Conaculta/Grijalbo, 1990, p. 123). Una de sus exposiciones más celebradas llevó como título: Pretérito imperfecto (Museo Carrillo Gil, 1992), realizada con motivo de la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Otra exposición memorable, en la que tuvo una participación destacada, fue la colectiva: Fuego, masa y poder. Alrededor de Elías Canetti (Museo de Arte Moderno, 1995). Ehrenberg se desempeñó también como ensayista y teórico. Publicó un libro que siempre recomiendo: El arte de vivir del arte (México, Biombo Negro Editores, 2000), un auténtico manual que orienta a los artistas en su carrera, los obliga a poner los pies sobre la tierra y aterrizar su quehacer en el mundo real.
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FOTO PRINCIPAL: De la serie “Tropi-bang“, acrílico en aerosol sobre papel, 1988. /Especial