Jim Jarmusch y la lírica deambulatoria
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Fuera de su rutina como conductor de un autobús en la pequeña ciudad de Paterson, un poeta aficionado descubre, a lo largo de una semana, la belleza de los detalles de su vida cotidiana. Su única tragedia será recuperar su libreta de apuntes para sus poemas
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POR JORGE AYALA BLANCO
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En Paterson (EU, 2016), autosuficiente filme 12 del autor completo de culto mundial surgido en Ohio como el gran pionero minimalista estadounidense ya con 63 años Jim Jarmusch (de Vacaciones permanentes 83 a Sólo los amantes sobreviven 13), el intenso poeta y calmado chofer de autobús Paterson (Adam Driver propositivamente remiso) amanece abrazado a su apoyadora mujercita repostera de domésticos pasteles/cortinas/vestidos arlequinescos en b/n Laura (Golshifteh Farahani la linda estrella iraní americanizada) un lunes cualquiera en su idílica minicasita de madera, para iniciar el rito de una baldía a la vez que subrepticiamente colmada y desbordante semana, en la que su vehículo se averiará y su alter ego Rapero (Sterling Jening) se perderá el viernes, su mujercita recibirá su deseada guitarra infomercial y logrará colocar por fin sus productos el sábado, el despachador indio Donny (Rizwan Manji) se quejará de sus problemas íntimos cada tercera jornada, el afroenamorado del consuetudinario bar de los sabios cuates multirraciales Everett (William Jackson Harper) será rechazado por una amante ingrata todas las noches; y él mismo escribirá cada día poemas coloquiales a los Cerillos, al Amor, a las Calabacitas, a la Línea, sólo para que su perro hiperconsentido Marvin destroce la libretita donde los anotaba como único fin de su inédita aunque irreprimible lírica deambulatoria.
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La lírica deambulatoria constituye titular, tutelar y obsesivamente un verdadero Festival Paterson, Paterson y más Paterson, Paterson por el apelativo del héroe ubicuo (acaso inspirado en el ultraliterario guía de turistas neoyorkino del famoso documental La travesía de Bennett Miller 98), Paterson por el pueblo-microcosmos de Nueva Jersey con amplia gama fotogénica de tonalidades-variaciones ocre jamás acre, Paterson por el autobús ruta “23 Paterson” que maneja, Paterson por el dilatado poema épico en 4 volúmenes del poeta cotidiano por excelencia William Carlos Williams (Rutherford, Nueva Jersey, 1883-1963) que se emula y se habita, Paterson por el bar con una pared de la fama donde se aglomeran el cómico tontín hollywoodense Lou Costello y el beatnik duro Allen Ginsberg y cuantos deportistas renombrados pueda apropiarse la trivia enumerativa de los orgullosos niños caminito de la escuela, de la misma forma que el film constituye además un auténtico Festival Jarmusch, Jarmusch y más Jarmusch, pues ahí están en móvil bandeja de plata bendita por invocaciones a Emily Dickinson y Jean Dubuffet o Franco Halland, la enrarecida errancia marginalista cual docuficción subjetiva de Vacaciones permanentes, la road movie intimista sobrepoblada de las notaciones chuscas de Más extraño que el paraíso 84, la agridulce efusión afectiva de los perdedores casi parias de Bajo la ley 85, el unanimismo coincidente de Noche en la tierra 91, el poderoso llamado de la soledad de larga distancia poswesternista del Hombre muerto 96, el rigor de los rituales vueltos ostracista severo de Ghost Dog-el camino del samurai 99, el bar-digest de lo real de Café y cigarrillos 03, el microitinerario sentimental de Flores rotas 05, el egocentrismo paranoico de Los limites del control 09, el vampirismo creador de Sólo los amantes sobreviven, y así.
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La lírica deambulatoria extiende, consolida y clausura sus pliegues con la mayor sencillez posible imaginable, si bien con fotografía preciosista en clave ínfima de Frederick Elmes y en torno de un héroe tan discreto cuan vorazmente hegemónico, como si todo, realidad o ficción, estuviese determinado y dispuesto al modo de una suma de breves poemas y a ese colega poeta al que en algún momento se le nombra de cariño Carlos William Carlos, cual si en esencia el relato estuviese “hecho de cosas y no de ideas”, divagante, a la deriva, con estructura de juego poético tradicional nipón haiku, y apenas sujeto a una serie de ejercicios de montaje a los que Eisenstein también llamaba haiku, hundido en su propio caparazón, diseminante, encerrado en el hilo de los días y en lo predramático, o sea, anterior a cualquier embate aristotélico del caos sobre el orden, clamando por una pacificación inmediata en torno a ese Héroe de las Mil Caras y ninguna (el suicidio y salvación del Everett con mal de amores se efectúa blandiendo una pistola de juguete), sólo aquí donde nunca le “suceden cosas/ de mayor trascendencia que las rosas” (Pellicer), y cuya única tragedia posible será la devoración de sus productos líricos por el querido perro juguetón derribabuzones, sustituidos de inmediato por la espontánea factura de nuevas obras literarias basadas en la inmanencia inmediatamente trascendente de lo Inmediato.
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La lírica deambulatoria lleva hasta sus últimas consecuencias la entrañable idea de los gemelos, la universal idea metafórica de las almas gemelas, la subvertida idea romántica del sosias poeiano que nos asedia de manera permanente sin apenas darnos cuenta, la inasible idea abstracta de la gemelitud en sí y el subterráneo horror de la intolerable identidad revelada en la duplicación exacta que empieza a desplegarse desde el matutino deseo de la adorada esposa Laura de engendrar gemelos, y habrá de prolongarse a todo lo largo plástico y lo ancho narrativo-incidental y lo hondo metafísico de la cinta, a través de los afrogemelitos discutidores del autobús, las nenitas pululantes o las ancianas idénticas, pero también incluye a la inquietante mujer pantera Kathleen Burke cual doble reciclada de Laura (en La isla de las almas perdidas de Erle C. Kenton con base bestia-cienciaficcional en H.G. Wells 33) y en un por supuesto al intempestivo poeta japonés gemelo (Masatoshi Nagase) que reanima ante la cascada pueblerina al decaído protagonista.
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Y la lírica deambulatoria jamás se apresura al hacer pausas en negro o luego de escribir sobre pantalla los textos poemáticos del héroe (en realidad de un profesional Ron Padgett), porque ahora las páginas vacías representan más posibilidades.
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FOTO Paterson, de Jim Jarmusch, se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 3 de agosto. Cuenta con las actuaciones de Adam Driver, Golshifteh Farahani y Barry Shabaka Henley, entre otros. /Cortesía especial.