José Juan Tablada: Hay orgías de salvia en la floresta

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Las correspondencias entre el lenguaje y el universo –siempre influidas por la presencia de eros–, fueron el principal sustrato en la obra de este poeta, quien en todas sus etapas mantuvo un perpetuo movimiento creativo

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POR JOSÉ HOMERO

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¿No es curioso que a los antiguos haijines, monjes zen vagabundos, los caracterizara el movimiento y que al introductor del hai kai –término que prefería el poeta al hoy más popular de haikú– y de la sensibilidad poética japonesa en nuestra lengua, José Juan Tablada (1871-1945), lo defina el movimiento? En una carta de 1919 dirigida a José María González de Mendoza, a propósito de las nuevas tendencias plásticas y literarias que había conocido durante su estancia en París, Tablada razona que aceptar la innovación o aferrarse a la tradición responde a una concepción del arte. Huelga decir, de una poética:

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Todo depende del concepto que se tenga del arte. Hay quien lo cree estático y definitivo; yo lo creo en perpetuo movimiento y en continua renovación como los astros y como las células de nuestro cuerpo mismo. La vida universal puede sintetizarse en una sola palabra: movimiento. El arte moderno está en marcha, y dentro de él la obra personal lo está también sobre sí misma, como el planeta, alrededor del sol.1

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A diferencia de poetas cuyo movimiento es una misteriosa forma de la inmovilidad, en Tablada el movimiento imbrica la mutabilidad con que el budismo zen, sustrato del haikú2, asume el universo. Fuera por influjo búdico, del conocimiento de la física einsteniana –consustancial no lo olvidemos a la teoría cubista que Tablada conocía tan bien– o de la asociación con la teosofía –doctrina a la que se convierte en la década de los veinte–, Tablada consideró a la existencia y con ello al arte, como transformación y cambio.

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Tablada detenta doble primicia: introducir el decadentismo en la poesía mexicana y ser el primer vanguardista. “Introductor del modernismo” lo llamó Amado Nervo3; “Introductor de la vanguardia”, Octavio Paz; “introductor del haikú” entona el coro.4

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Si conforme a la convicción general, la poética del Imagism –de impacto decisivo en el devenir de las poéticas occidentales del siglo XX– surge por influjo de la divulgación del haikú en occidente, en México y en nuestra lengua, los poemas sintéticos de Tablada, distribuidos en Al sol y bajo la luna (1918) y principalmente en Un día (1919), Li-Po y otros poemas (1920) y El jarro de flores (1922), transforman la propia noción de poesía. Nueva paradoja: Tablada, cuya obra es culmen del modernismo se convierte en victimario de aquella estética; la aclimatación del haikú y la preminencia de la imagen en detrimento del metro, serán el cimiento de la poesía que en adelante se escribirá en México. En un artículo polémico, el estudioso del haikú en Tablada, John G. Page, señala como distintivo del haikú en Tablada “la fuerza de la imagen desnuda de adjetivización”.5 Octavio Paz, reciente la muerte de Tablada, observó que su haikú “dio libertad a la imagen y la rescataron del poema con argumento, en el que se ahogaba”. 6 

El poeta José Juan Tablada publicó sus primeros poemas en las páginas de El Universal de Rafael Reyes Spíndola. Circa 1900./Archivo EL UNIVERSAL

Enseña el “Hsin Hsin Ming”, poema fundador del zen:

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Sólo mira calmamente:

Diversidad toda es Uno

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Si intentas condicionarle

Brotarás disturbación

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Seguirás individuando

La Unidad: no la sabrás7

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Unidad. Los primeros poemas de Tablada contienen elementos que encontraremos a lo largo de las sucesivas etapas de su hacer poético; sin menoscabo de la corriente en que se le sitúe: modernista, posmodernista, orientalista, nacionalista. Las instancias no importan, lo auténtico es la concepción poética.

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José María González de Mendoza, el célebre Abate, advirtió esa trama en la obra de Tablada:

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Pero universalidad no quiere decir dispersión, ni la multiplicidad implica necesariamente veleidad. La obra, “en marcha sobre sí misma, como el planeta, y alrededor del sol”, abarca, a medida que avanza, nuevas modalidades, mas en sus innovaciones el poeta sigue siéndole fiel. El nexo de su fuerte personalidad une las primeras obras con las últimas; éstas arraigan en aquéllas, y a la luz de la nueva expresión del mismo sentimiento, les presentan un nuevo sentido.8 

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Un hilo de oro nos conduce a través del aparente laberinto que es la obra entera de José Juan Tablada. La analogía, en la formulación de Charles Baudelaire, propone al universo como unidad plena de correspondencias. La articulación del universo es el lenguaje: proferir es crear, existir es decir. El poeta, en palabras del propio Baudelaire es un traductor que toma sus metáforas del libro del universo:

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Ahora bien, ¿qué es un poeta (tomo la palabra en su acepción más extensa) sino un traductor, un descifrador? En los poetas excelentes no hay metáfora, comparación o epíteto que esté adaptado con exactitud matemática a la circunstancia actual, porque comparaciones, metáforas y epítetos son recogidos del fondo inagotable de la analogía universal y no podrían ser tomados en otro lugar.

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Si advertimos, Baudelaire contrapone a la analogía universal, la exactitud matemática, debido a que esa concepción analógica, en la cual se ha visto un influjo de las concepciones de Joseph de Maistre y de Emanuel Swedenborg, a partir de la perspectiva filosófica sustentada en la matemática de Baruch Spinoza, había caído en descrédito. Un poeta caro al romanticismo, Novalis, describe a la poesía en términos científicos: “bella matemática” y “matemática mística”. Baudelaire busca recobrar para la analogía su posición axial. Sin conseguirlo. Como bien observa Octavio Paz, la ironía disuelve esas correspondencias. Y esa ironía se encuentra presente en el famoso soneto: el lenguaje de las columnas es confuso.9

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Romper lanzas arguyendo a favor de la unidad y coherencia de la obra de Tablada… Hasta uno de sus contemporáneos, Jesús E. Valenzuela, director de la Revista Moderna (1898-1907), indicó con perspicacia que Tablada nos muestra la naturaleza de una forma insólita señalando esa inextricable unidad:

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Viva y palpitante, dentro y fuera de nosotros, encadenando desde el astro que se refleja en nuestras pupilas hasta la toxina que envenena nuestras venas o la recia roca que lastima nuestras plantas en la efímera vida de la tierra.10

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Hay en The Wall (1979), el film de Alan Parker conformado a partir del álbum homónimo de Pink Floyd, una secuencia impresionante: la cópula de dos flores, una de las cuales, émula de la vagina, termina devorando a la flor-falo. En seguida, tras la cópula terrible en que la flor literalmente deviene en la temible vagina dentada de los surrealistas, el bulbo se transforma en ave-reptil, casi pterodáctilo. Recuerdo tal secuencia porque remite a la temprana imaginería de José Juan Tablada, a quien sus contemporáneos unánimemente reconocen como el introductor de una nueva escuela estética, además de discípulo directo de Baudelaire11.

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Los primeros poemas de Tablada aparecieron principalmente en El Universal. Héctor Valdés los recopiló en el volumen I de las Obras completas, agrupándolos en la sección “Poemas dispersos”. De impronta decadentista, configuran al paisaje cargado de erotismo donde las mariposas, enunciadas no gratuitamente como falenas, copulan con las flores, devenidas azucenas, acaso para representar la albura nupcial, presente en el título del poema “Nupcial”, escrito en 1889 pero publicado en 1891.12

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No será éste el único poema donde la naturaleza es afectada por el furor erótico: los insectos copulan con las flores o la luna con la floresta13. La llegada de la primavera, por ejemplo, se percibe, como en general toda la ronda de las estaciones, con una óptica sexual:

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Hay orgías de salvia en la floresta,

Los árboles bañados

De luz y de color, tienden las ramas

A la luz clara y al ardiente rayo.14

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Este poema, “Floreal”, propone además una liturguia procedente de la mitología griega, dilecta de Tablada: la azucena se convierte en Danae. La identidad se debe a que la flor es como una doncella violada por un agente metamórfico. En este sistema de correspondencias y metamorfosis el polen es la lluvia de oro que es el semen divino que impregna el núbil vientre/recipiente:

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La azucena es Danae, el polen tiembla

Como una lluvia de oro en su regazo,

Y su talle se mueve estremecido

Al temblar convulsivo del espasmo.15

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En cierta manera, “Floreal”, un poema incluido en el primer libro de Tablada, Florilegio (primera edición 1898; segunda, 1904), se antoja una variación de “Nupcial”, ya que en éste el polen posee también a la azucena:

Y el polen la inundó, sintió su abrazo

Y un ósculo de amor en cada poro,

Y temblar en su mórbido regazo

¡la dulce lluvia de sus besos de oro!16

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Si representar a la polinización con atributos de la cópula humana implica una metáfora pero natural e incluso analógica en el sentido que el término tiene en biología (elementos distintos comparten una función, en este caso la reproductiva), lo sorprendente es que incluso la transición de la luz a la sombra en el crepúsculo nocturno se asuma como una posesión.17

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Esta concepción plena de erotismo del universo, escenario de cópulas y de continua metamorfosis, no cambiará con el ulterior misticismo del poeta. Los poemas de su periodo último comparten ese sistema de correspondencias donde los elementos, merced a su función, irrumpen y trasgreden los ámbitos separados; acaso porque esa separación es ilusoria. En Un día, un haikú remite a esa identificación entre arriba y abajo, entre cielo y tierra, pero sobre todo entre flor y violación:

Apenas la he regado

Y la mata se cubre de violetas

Reflejos del cielo violado18

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Del mismo modo veremos que ese mundo animal al que con aparente inocencia parece acercarse el poeta maduro contiene seres que se comportan con la galantería y la incontinencia sexual de los galanes humanos. El gallo de La feria puede convertirse en un sultán o un califa en el serrallo cuya promiscuidad haría palidecer a Salomón.19 Lo cual nos remite justamente a esa concepción de la analogía como unidad en lo diverso. La naturaleza se forma mediante lenguaje pero entre los elementos de la naturaleza comparten vínculos. Remitir esa concepción a su noción medieval, estudiada por Michel Foucault20, implica reconocer la inextricable unidad entre los elementos del micro y el macrocosmos, esa verdad hermética asentada en la Tabla Esmeralda de Hermes Trimegisto. Concepción de la realidad como mutación de contrarios, indisociable de la doctrina budista, familiar a Tablada.

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Si bien esta concepción analógica del universo como un sistema erótico –¿ecos de Charles Fourier matizados a través de la lectura de Charles Baudelaire?– determina una afinidad entre la imaginería decadentista y la nacionalista, expresa en La feria (1928), un libro que aún no ha sido apreciado con justicia, no es la única analogía a lo largo de esta obra. Menos visible pero asimismo importante es la asociación entre vida y navegación. La operación analógica ve en el mar una metáfora de la existencia. Quien navega es el hombre. Sus decisiones implican la conducción de la barca a través del cambio constante que simboliza el mar. El único puerto posible es la muerte. La expresión más fehaciente de tal concepción la encontramos en la “Epístola primera”, correspondiente al poema “Epístolas a un sibarita”21. El propio título denota ya la contrición que en ese momento de su vida afecta a Tablada. Arrepentido de haber cultivado el decadentismo, de sus coqueteos con el satanismo y los opiáceos, Tablada en 1904 decide transformar su vida. Se recluye en una casa de salud, se ajusta a una rutina gimnástica.22 

Fotograma de la película “The Wall” (1979), de Alan Parker. Esta imagen funciona como una analogía del erotismo en la poesía de Tablada./ESPECIAL

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Jorge Luis Borges conjeturó en un ensayo célebre que las metáforas eternas son aquellas que poseen un vínculo diríase natural: comparar las estrellas con los ojos, la mujer con la flor. Tablada muestra al universo como un sistema de correspondencias afectado por el eros –ese sentimiento que mueve al sol y las demás estrellas, según fórmula famosa de William Shakespeare– y a la vida como un peregrinar, como una travesía marítima donde el navegante enfrenta la intemperie. No sorprende entonces que esta metáfora “natural”, la concepción de la vida como un mar y del hombre como navegante, lo que implica una alegoría, encuentre eco en otra metáfora intrínseca al pensamiento zen: la idea del camino. El monje, el estudiante, se aventura por los caminos como un vagabundo del mismo modo que el poeta de Tablada es un navegante aventurándose por el proceloso océano.

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La unidad que sostiene la obra en apariencia dispersa de José Juan Tablada, que González de Mendoza llama universalidad y Paz fidelidad a la aventura, se sustenta en el uso de comparaciones analógicas, pero éstas existen porque Tablada, lector de los artífices decadentes, Theodore de Banville o Joris Karl Huysmans, como avizoran sus contemporáneos, poseía un don único para apreciar, más allá de las diferencias, la comunidad de rasgos. Y aquí acaso sea pertinente asociar este don con otro menos conocido: Tablada no sólo fue un gran crítico de arte, un connoisseur y un coleccionista sino que cultivó el dibujo y la pintura. Prefirió la miniatura y las láminas naturalistas. Por ello no sería gratuito remitir a su formación naturalista ese don para observar la diversidad natural y apreciar la unidad de la creación, a la vez que para encontrar en el mundo de los insectos y de la hierba los ecos del cielo estrellado y la música de las esferas. Un episodio de su niñez ilumina y acentúa la impresión de una educación plástica:

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En pintura se especializaba en ornitología, sólo pintaba pájaros, con la única preocupación de reproducirlos fielmente, y porque me tenía afecto y apreciaba mi actitud contemplativa, me iniciaba en sus pintorescos conocimientos de naturalista, de pintor y de amante de la belleza plástica … Atribuyo en gran parte al tío Pancho el interés hacia los animales que más tarde habría de desarrollarse en mí, manifestándose al principio asaz negativamente, convirtiéndome en entomólogo y haciéndome matar, para estudiarlos, cuantos insectos podía atrapar, pero que al fin, tras de análisis tal, operó su síntesis en puro y grande amor hacia “los hermanos inocentes del hombre”.23

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¿Se ha advertido que un buen puñado de poemas de Tablada comparten, además de metáforas, escenarios y comparaciones comunes, algunas de las cuales he señalado al paso –la noche, el bosque, pero también el aquelarre, la posesión en la recámara o el jardín galante, la seducción del vampiro, a veces trasmutado en femme fatal– una situación que puede comprenderse y enunciarse en una suerte de fábula en el sentido formalista? Poemas del periodo modernista y posmodernista, como “Transmigración”24 u “Odas nocturnas”25, proponen una narratividad: el recorrido de un elemento que busca un objetivo. Puede ser el vuelo, la salida, la búsqueda, el arribo, el camino, el encuentro. Y el complemento, el objeto hacia el que se proyecta o dirige ese elemento es asimismo diverso: una flor, la luna, la amada… En esta fábula burdamente expresada y resumida se advierte un recorrido que persigue una cierta posesión, un encuentro que en cierta manifestación se revela trascendente. Es que en rigor se trata de una transformación del periplo del alma, la aventura divina que cifra el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.26 El gran episodio narrativo en la poesía de Tablada es el tránsito crepuscular: la transformación de la luz en sombras o de las sombras en luz. Menciono “Mascarada”, donde dicho tránsito es animado por dos personajes de la Commedia dell’Arte, Pierrot y Colombina, o “Alba mística”27, que describe el amanecer en un templo. El poema que mejor ilustra esta huida del alma y su vinculación con el paso de la noche al día es “El poema del alma”:

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Pero una aurora estalla tras de la noche obscura!

La sombra huye del cielo que el iris empurpura,

Del yermo conflagrado germina en las arenas

La cándida fragancia de un campo de azucenas

Y borra al fin la culpa más grande y más umbría

El llanto silencioso del que en la sombra expía…28

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Clasificar la poesía de José Juan Tablada mediante periodos puede servir para una periodización, para ilustrar incluso con sus poemas tales periodos –el modernismo, el posmodernismo, la vanguardia, el nacionalismo… Poco sin embargo puede decirnos de la esencial unidad y belleza, en el sentido romántico, que entraña tal obra. Tras la muerte de Tablada acaecida el 2 de agosto de 1945 hemos aprendido, paulatinamente a apreciar primero la riqueza, después la diversidad y posteriormente a reconocer la unidad en la diversidad, la grandeza de esta poesía. Su fulgor pareciera emitirse hacia el futuro.29 Desde el pasado la estrella de Tablada continúa alumbrándonos y el periplo que trazó con su poesía y la inextricable unidad que ésta tiene con su vida, orienta nuestros caminos.

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Notas: 

1 “Las nuevas teorías estéticas de José Juan Tablada”, publicada en Álbum Salón, T. I. Núm. 5, mayo de 1919. En La crítica de arte en México, 1896-1921: estudios y documentos, Xavier Moyssén Echeverría, Julieta Ortiz Gaitán, comps. Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, p. 260.

2 Vid. José Vicente Anaya, “Breve destello intenso (el haiku clásico del Japón)”, en La Jornada Semanal núm. 64, 2 de septiembre, 1990, pp. 42-44.

3 Amado Nervo, Obras completas II, Madrid, Aguilar, 1956. p. 341.

4 Vid. John G. Page, José Juan Tablada: introductor del haikai en Hispanoamérica, México, UNAM, 1963.

Seiko Ota, un investigador japonés de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kyoto, comienza su estudio “José Juan Tablada. La influencia del haikú japonés en Un día…” con estas palabras:

José Juan Tablada (1871-1945) fue introductor del haikú japonés en la poesía en español.

5 John Page, “José Juan Tablada y el anti-haiku”, en La Jornada Semanal núm. 64, 2 de septiembre, 1990, p. 41.

6 Octavio Paz, “Estela de José Juan Tablada”, en Las peras del olmo, México, Seix Barral, p. 53.

7 “Hsin Hsin Ming”, Mente afirmada en mente”, trad. de Carlos Ortega Guerrero, La Jornada Semanal num. 64, 2 de septiembre, 1990, p. 40. [s. fa]

8 José María González de Mendoza, Los mejores poemas de José Juan Tablada, México, Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, p. XVI.

9 Charles Baudelaire, “Correspondencias”, en Las flores del mal. México, Historia Universal de la Literatura, Editorial Origen, p. 15.

10 “Para un libro de Tablada”, en José Juan Tablada, Obras completas, tomo I, México, UNAM, 1991, pp. 168-69.

11 Jeanbernat, “Decadentismo”, en La construcción del modernismo, Belem Clark de Lara, Ana Laura Zavala Díaz, comps. México, Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, 2002, pp. 151-157.

12 José Juan Tablada, op. cit., p. 30.

13 Cf. Crónica de la poesía mexicana. José Joaquín Blanco efectuó una certera lectura de esta condición: “Lo novedoso es el tratamiento franca y excesivamente sexual del paisaje, que no era cumplimiento de receta hispanoamericana sino introducción del escándalo… En el Tablada adolescente la naturaleza idílica se vuelve desenfrenadamente fornicatoria: las lianas se trenzan como piernas de amantes y los “pálidos estambres” de las flores se erigen fálicamente” (pp 30-31).

14 J. Tablada, op. cit., p. 64.

15 Ibid.

16 Una variante de esta asociación metafórica aparece en “Díptico”, donde los elementos presentes: “polen dorado” y “flor desmayada”, si bien remiten a la posesión, no son caracterizados como eróticos. En vez de una metáfora advertimos una asociación metonímica. La amada que mira caer el polen sobre la flor piensa en su amado. Es decir, anhela la posesión pero no lo indica. Tablada. op. cit. p. 208.

Si el reguero de polen dorado

ve caer en la flor desmayada,

ella sueña en que viene el amado

y en que besa su frente inclinada

17 Remito a “El crepúsculo”:

Y esa cadencia de dolor preñada…,

Ese angustiado acento,

¿no es tu grito de virgen inmolada

que ledo arrastra el rumoroso viento? op. cit. p. 30.

18 op. cit., p. 375.

19 op. ci., p. 469.

20 En Las palabras y las cosas.

21 Tablada, op. cit., pp. 353-55.

22 José Juan Tablada. Obras IV: Diario (1900 – 1944), Ed. de Guillermo Sheridan, México, UNAM, 1992. (Nueva Bilioteca Mexicana, 117). pp. 31-33.

23 José Juan Tablada, La feria de la vida, México, Botas, 1942, pp. 72-73.

24 op. cit. ,pp. 31-32.

25 op. cit., ,pp 50-51.

26 Cf. “Los dos florilegios”. Con perspicacia González de Mendoza advierte esta presencia: “Ya en El florilegio, su primer libro, hay versos donde álzase el alma sobre el ardor pasional”. Ensayos selectos, México, Fondo de Cultura Económica, p. 132.

27 op. cit., p. 202.

28 op. cit., pp. 218-21.

29 “José Juan Tablada visto a fines del siglo XX” de Rubén Lozano Herrera [en La república de las letras: asomos a la cultura escrita del México decimonónico, Belém Clark de Lara, coord.] ofrece un ejemplar estudio de la recepción crítica que ha merecido la obra de José Juan Tablada; desde los estudios pioneros de José María González de Mendoza hasta los más recientes. Leyéndola advertimos como el fulgor que emite Tablada parece cobrar brillo a medida que trascurren los años.

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