La Constitución, una primicia en El Universal

Feb 6 • Conexiones • 4637 Views • No hay comentarios en La Constitución, una primicia en El Universal

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

 

Luego de dos meses de negociaciones, la asamblea formada por generales indígenas, ex magonistas, periodistas, profesores, un ex rector de la Universidad, abogados, socialistas y ex dirigentes obreros de Cananea, aprobó la Constitución surgida de “la bola”. Era el 31 de enero de 1917 y atrás habían quedado la fiesta de las balas, las salvajadas de Victoriano Huerta y las levantiscas de Félix Díaz.

 

El Teatro Iturbide, de Querétaro, que desde el primero de diciembre anterior había sido un hervidero de legisladores en constantes negociaciones se iba quedando vacío, con sus palcos como miradero perfecto de algunos fotorreporteros, de aquella generación que aún iluminaba sus placas con bombillas de magnesio. Más abajo, en plena sala de sesiones, los reporters habían presenciado los reclamos del general Francisco J. Múgica, el intento de inhabilitación de varios diputados y, por las noches –cuando las sesiones se extendieron más de lo planeado–, los cabeceos dispersos de algunos legisladores.

 

Eran doscientos dieciséis congresistas: unos, los licenciados, vestían de levita y de bombín; otros, menos habituados a las etiquetas de los “leguleyos”, aún conservaban los modos de campaña y  pateaban la escupidera que los mozos colocaban en los pasillos porque les estorba su camino a la tribuna. Sin embargo, fuera de las formalidades de la etiqueta legislativa, los diputados festejaban a las afueras del Teatro Iturbide porque en sólo dos meses habían comprobado que el debate y el foro público son una munición que no requiere de canana y máuser.

 

Entre la marejada de legisladores, el reportero Ernesto Hidalgo –guanajuatense sin inhibiciones, veinteañero y cronista del periódico El Pueblo–  se acercó al diputado Félix Palavicini, director de El Universal, para proponerle el tiraje de la nueva Carta Magna y que ésta se distribuyera en su diario. Palavicini no era el único de los involucrados en esta empresa periodística que participaba como diputado en Querétaro. Con él estaban el coahuilense Manuel Amaya y el michoacano Pascual Ortiz Rubio, accionistas fundadores del periódico, además del colaborador Alfonso Cravioto, quien dio los  ajustes del texto final de la Constitución como miembro de la Comisión de Estilo.

 

Con la mira en dar un salto profesional hasta el principal rotativo de la Ciudad de México, Ernesto Hidalgo convenció a Palavicini. El trato estaba hecho. Mientras el grueso de los constituyentes descansaba a la espera de que Venustiano Carranza se decidiera regresar a la Ciudad de México, Hidalgo recibió el encargo de preparar la logística para la impresión y distribución del tiraje especial de la Carta Magna que saldría desde las rotativas de El Universal. Así, las trayectorias de ambos periodistas sumaban la experiencia de tres lustros en el periodismo y el entusiasmo y la capacidad de organización del joven reportero.

 

Las herramientas la difusión de la nueva Constitución eran una imprenta marca Goss manufacturada en Chicago, además de un ejército de voceadores que desde la salida del primer número del diario repartía por toda la ciudad sus dieciséis planas en tamaño standard. Esto se complementaba con la distribución que aprovechaba las primeras corridas ferroviarias de las estaciones Colonia, La Villa y San Lázaro para llevar sus ejemplares a otras ciudades.

 

El 1 de febrero, El Universal anunció en su primera plana la firma y protesta a la Carta Magna por parte de Venustiano Carranza y el pleno del Congreso Constituyente. “En la C. de Querétaro se Dió Glorioso Término a la Obra de la Revolución. Ayer se Firmó y Protestó Solemnemente la Constitución de 1917”. A un costado del cabezal, un anuncio de la tienda L. Gas y Cía promocionaba la venta de sus camisas y calzoncillos que “Le han dado gran fama”. La Constitución no exigía ropones, pero llegaba bien vestida.

 

Tres días después, Palavicini había regresado a la Ciudad de México para tomar de nuevo la dirección del periódico que había fundado en octubre de 1916. A su arribo, Ernesto Hidalgo tenía planeada la estrategia de publicación y distribución de los ejemplares de El Universal con el texto legal surgido en Querétaro y para conducir a sus lectores a un nuevo tipo de periodismo que se abría como un foro para el debate de la vida pública.

 

Desde la fundación de El Universal en el edificio Gambrinus, la calle Madero se había convertido en un punto de distribución periodística. Los redactores comenzaban el montado de las planas a las seis de la tarde y hasta las tres de la madrugada podían esperar la última actualización de las noticias urgentes antes de imprimir sus últimas páginas. Por sólo seis centavos, sus lectores compraban un ticket sin retorno al siglo XX con los anuncios del “Aviso Oportuno”, los promocionales de la nueva sensación que eran las salas de cine y los nuevos productos que urgían a la Ciudad para diferenciarse de sus primas provincianas.

 

Aunque El Universal tomaba el pulso de la guerra en Europa, México vivía una realidad propia que a partir de ese momento se movería al ritmo de sus 136 artículos constitucionales. Las crónicas parlamentarias que recogieron algunos legisladores con habilidades periodísticas abundan en las discusiones que durante esos dos meses enfrentaron a los dos bandos más notorios: los renovadores, orquestados por Palavicini, y los radicales con Francisco J. Múgica como timón, que a pesar de las arengas demoledoras que se lanzaban desde la tribuna tuvieron siempre mano izquierda para mitigar enojos.

 

Meses atrás, Palavicini y Cravioto habían dejado la Secretaría de Instrucción y Bellas Artes del gobierno carrancista para fundar el periódico donde se narrarían los pormenores de ese parto constitucional, mientras que el rector de la Universidad Nacional, José Natividad Macías, había solicitado licencia de su cargo para formular desde el proyecto de Constitución desde el think tank que rodeaba al caudillo de Cuatro Ciénegas. Eran los renovadores.

 

Sin embargo, desde los trabajos de instalación del Congreso, la agenda del bando obregonista anunciaba la lucha de facciones que iniciaría tres años después con el Plan de Agua Prieta. Como expone Palavicini en su Historia de la Constitución de 1917, a través del diputado Rafael Martínez de Escobar, los hombres de Obregón pidieron la anulación de las credenciales de varios diputados, entre ellos el director de El Universal y del ex rector Macías. El 28 de noviembre, el periodista hizo una defensa convincente de su derecho a representar el distrito 5 del Distrito Federal, mientras que –para sorpresa de los obregonistas– Macías recibía el apoyo desde tribunas del general Múgica, un rojillo en botas constitucionalistas. La defensa que el periodista tabasqueño hizo de sus credenciales se publicó en El Universal al final de los trabajos del Congreso.

 

Pero antes de publicar su defensa ante el Colegio Electoral del Constituyente, Palavicini ordenó que la noche del 3, la rotativa Goss –conocida después como La Constituyente– produjera la nueva Carta Magna con un día de anticipación al Diario Oficial de la Federación. Había que salir antes que nadie y en la primera plana de El Universal de ese 4 de febrero, un recuadro anunciaba el contenido exclusivo para sus lectores de la nueva constitución: “La primera edición de la Constitución. La primera edición que se hace de la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es la que Ofrece hoy a sus Lectores ‘EL UNIVERSAL”

 

Al anuncio lo acompañaba un par de fotografías horizontales en las que aparecían varios congresistas, más preocupados por las próximas elecciones y por las leyes secundarias que por la fallida fotogenia de sus retratos.

 

El Universal fue el primer periódico –un display de celulosa que corría para entintar las manos e informar a sus lectores– en el que se narró cómo el debate y el foro público podían sustituir a la munición de la canana y el máuser. La edición del 4 de febrero corrió desde la esquina de Madero y Motolinía en manos de los voceadores, llegó a las esquinas de Peralvillo, a las encopetadas casonas afrancesadas de Santa María la Ribera, de la colonia Roma y en ferrocarril al puerto de Veracruz, a Tulancingo, Guadalajara y al resto de las ciudades donde los suscriptores leyeron la primera versión de la Carta Magna.

 

Un día antes de su entrada en vigencia, los lectores de El Universal conocían la Constitución y los periódicos dejaban atrás la leontina y la levita para para narrar la vida del país con los nuevos códigos del siglo XX.

 

*FOTO: Félix F. Palavicini, fundador de El Universal, fue uno de los diputados participantes en el Congreso Constituyente de 1916-1917. En la imagen, a lado de Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en la ciudad de Querétaro/  Archivo El Universal.

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