La cruzada Tsvietáieva
POR GENEY BELTRÁN FÉLIX
Selma Ancira (México, 1956) ha dedicado sus esfuerzos de traducción, en gran medida, a la literatura rusa. Y, de ese panorama, destaca su devoción por verter al español la prosa de Marina Tsvietáieva (1892-1941), una de las grandes figuras de la generación del Siglo de Plata ruso, y quien sufrió la desaprobación de los órganos oficiales soviéticos. Ancira ha aceptado conversar sobre su “cruzada Tsvietáieva” para los lectores de Confabulario.
—¿Cuál fue su primer acercamiento a la obra de Tsvietáieva, y en qué circunstancias?
—La descubrí cuando aún estaba estudiando en Moscú y me deslumbró. En ese momento yo no sabía que Brodsky la consideraba el poeta más grande que diera el siglo XX, ni conocía su vida. Pero leí las cartas que se cruzó con otros dos grandes poetas, Rainer Maria Rilke y Borís Pasternak, y me sentí poderosamente atraída por ella. Al terminar de leer aquel epistolario escrito durante el verano de 1926, sentí una necesidad muy grande de comprenderla mejor, de trasladarla a mi lengua, de compartirla. Y así me hice traductora, oficio al que me he dedicado con pasión desde hace ya más de tres décadas. Marina me descubrió mi vocación. Y siempre, desde ese momento ya muy lejano en el tiempo (1979), ha sido constante en mí la necesidad de traducirla.
—¿Cómo fue su experiencia al traducir las Cartas de verano de 1926, la primera que emprendió con textos de Tsvietáieva?
—Ahora me asombro de mi osadía. Son textos de una dificultad enorme, pero entonces afortunadamente pudo más en mí el entusiasmo que la razón. Esas cartas me permitieron adentrarme en su mundo, irla conociendo poco a poco, irla descubriendo con cada frase, y lo que en un principio fue enamoramiento, se convirtió con el tiempo en un amor duradero. Si tuviera que resumir la experiencia en una palabra, esa palabra sería “apasionante”.
Además, tuve la fortuna de contar con la ayuda del hijo de Borís Pasternak, Evgueni Pasternak, quien con una dedicación asombrosa se dio a la tarea de explicarme y ayudarme a entender muchos momentos entonces para mí muy confusos y oscuros. Fueron meses de una gran intensidad.
—¿Cuál ha sido la respuesta de los editores ante sus propuestas de publicar a Tsvietáieva?
—Siempre espléndida. Desde el principio, con don Arnaldo Orfila en Siglo XXI, el primer editor que me abrió las puertas de su casa para comenzar lo que alguien ha llamado la cruzada Tsvietáieva. He tenido mucha suerte con los editores a los que les he llevado mis proyectos. Todos han sido sensibles y eso ha permitido que en este momento ya haya una gran parte de la obra de Tsvietáieva en español. Desde aquí mi gratitud para ellos.
—¿En qué sentido es diferente la tarea de traducir la prosa de Tsvietáieva a la de otros contemporáneos suyos de la Generación del Siglo de Plata? ¿De qué manera se dificulta la tarea por el hecho de que la autora es poeta?
—Cada autor es un mundo. Y dentro de cada autor, cada obra es un mundo. Y cada una presenta un reto distinto. No me siento capaz de resumir en unas cuantas líneas las dificultades que presentan los distintos escritores en el momento de traducirlos. Lo que sí le puedo decir es que lo que caracteriza la obra de Tsvietáieva es la música. Su poesía es música, pero su prosa también es música. Es una autora eminentemente musical, y eso me resulta fascinante. Encontrar constantemente las cadencias y lograr la melodía es un reto. Un reto maravilloso. En la prosa lo he afrontado sola; en la poesía, acompañada de Francisco Segovia.
—¿Cómo ha influido su experiencia de traducir a Tsvietáieva, en sus demás traducciones de literatura rusa?
—Como le comentaba, cada autor es un mundo. Y cada escritor aporta algo único a la experiencia del traductor, lo enriquece, le abre los ojos a ciertas cosas, lo sensibiliza a ciertas otras… Cada traducción le permite al traductor ahondar más en su oficio, comprenderlo desde ángulos distintos, probarlo de diversas maneras. Las distintas experiencias de traducción, desde mi punto de vista, más que influir unas en otras, se complementan unas a otras.
—¿Existe la posibilidad de reunir sus traducciones de la prosa de Tsvietáieva en una sola colección?
—Es un sueño para mí. Ojalá algún día pueda publicar en dos gruesos volúmenes la prosa completa de Tsvietáieva. Me encantaría. Hace mucho tiempo que acaricio esa idea. Tengo incluso pensados los índices. Todo llegará, espero.
—¿Vienen nuevas traducciones suyas de Tsvietáieva?
—¡Sí, sí! ¡Por supuesto! Tengo en el escritorio, reposando, un libro precioso que apenas sienta yo que ya está listo, que ya está maduro, se lo propondré a mi editor. Y en mente… ¡otra joya a la que espero poder dedicarme pronto!
*Fotografía: Marina Tsvietáieva (1892-1941), una de las grandes figuras de la generación del Siglo de Plata ruso/Especial.