La danza en México: una revisión urgente

Feb 20 • destacamos, principales, Reflexiones • 14541 Views • No hay comentarios en La danza en México: una revisión urgente

POR JUAN HERNANDEZ

 

El conflicto vivido recientemente en la Compañía Nacional de Danza (CND) del INBA obliga a reflexionar seriamente sobre los esquemas oficiales que promueven el desarrollo de la cultura dancística en el país. Más allá de las demandas laborales de los bailarines de la CND, al parecer satisfechas, el quehacer dancístico de México requiere de una política pública adecuada a las exigencias de nuestra época, tanto en el terreno de la profesionalización, producción y distribución de la danza, como en la creación de públicos.

 

La reciente “rebelión” de los bailarines de la compañía apeló a asuntos relacionados, exclusivamente, con las condiciones del contrato laboral y no hubo una sola exigencia referente a mayor apertura en los modos de aproximación a la danza, con el objetivo de promover el desarrollo artístico y proyección nacional e internacional de sus integrantes, o la captación de nuevos talentos y la producción de obras contemporáneas, cuyos discursos correspondan a la sensibilidad de los espectadores de la época actual.

 

No exigir la revisión urgente de la estructura y manera de operar de la Compañía Nacional de Danza significa dejar pasar la oportunidad de un cambio de rumbo y con él ampliar el campo para el desarrollo del quehacer dancístico en el seno de la casa de ballet de mayor relevancia en el país.

 

Necesario es exigir, por ejemplo, que el cargo de director de la CND se otorgue de acuerdo con criterios auténticamente artísticos, toda vez que se trata de una responsabilidad de naturaleza distinta a la operación de un departamento de corte burocrático-administrativo.

 

El perfil del próximo titular de tan importante casa de ballet debería estar perfectamente delineado y reglamentado, de tal forma que se le exija experiencia como creador, con obra artística sólida y reconocida, así como conocimiento del manejo complejo de una compañía de alto nivel.

 

Un artista que sostenga el timón con firmeza, que contemple las necesidades expresivas de los bailarines, explote las personalidades únicas de cada intérprete a favor de un lenguaje igualmente peculiar, que dé identidad a la agrupación y la coloque en un lugar relevante en el concierto y la competencia dancística internacional.

 

Además de cubrir los requisitos establecidos en el perfil que se espera del  titular de la CND, no se debe soslayar que sea capaz de elaborar un proyecto artístico de largo plazo, con objetivos claros, encaminado al desarrollo de una búsqueda artística que la convierta en una compañía que produzca obras pertinentes en los temas, la estética, el lenguaje y la explotación no sólo técnica sino creativa de los intérpretes.

 

Un proyecto artístico que promueva la inclusión de coreógrafos sobresalientes de la escena contemporánea de México y el extranjero; que rete, técnica, estilística y artísticamente a los bailarines, pero que al mismo tiempo los comprometa, con propuestas seductoras, que ofrezca a los intérpretes un lugar como co-creadores de los espectáculos y dejen de verse a sí mismos como instrumentos ejecutores sin voz dentro de las búsquedas creativas.

 

Hasta el momento la realidad de la danza y, sobre todo, clásica, ha sido otra en México. En el país, los aspirantes a bailarines clásicos son formados bajo una rígida disciplina que les impide opinar sobre su formación como intérpretes. De ahí que su concepción de la naturaleza de su quehacer se reduzca a la ejecución apegada al canon exigido por sus profesores o, en el caso del ejercicio profesional, de los coreógrafos o del repertorio tradicional, inamovible, del ballet.

 

Las experiencias de otras compañías sobresalientes en el mundo no deberían ser ignoradas en la operación de la agrupación de ballet mexicana, si se quiere seguir más de cerca el desarrollo que este arte tiene en el llamado primer mundo. Y es que en los grandes polos de desarrollo dancístico encontramos que los directores artísticos tienen la cualidad del genio creador: son poseedores de visiones amplias del mundo, capaces de generar pensamiento complejo, de abarcar en su estudio otras áreas del conocimiento como la filosofía, la política, la historia y la ciencia; y de exponerse de manera cotidiana a la literatura, el cine, las artes plásticas y visuales, así como entender la amplia gama de recursos tecnológicos para sorprender la mirada y mover la conciencia del público contemporáneo desde la escena.

 

En México el modelo no sólo está lejos de aquellas propuestas actuales de las compañías más importantes del mundo, integradas por bailarines clásicos del más alto nivel sino, incluso, se ha mantenido en el nicho conservador del repertorio de ballet decimonónico: de princesas y príncipes, de historias edulcoradas, visiones ingenuas del mundo que poco o nada tienen que ver con la realidad del ciudadano promedio en los tiempos que corren.

 

La danza, como otras artes, ha dado al mundo obras clásicas memorables producto del genio de artistas que pasaron a la historia por su talento para crear piezas que desafían el paso del tiempo. Sin embargo no se trata de un repertorio “intocable”: su lectura debería hablar de manera directa al espectador en el tiempo y espacio de su representación, y para ello requiere de otro genio que haga la reinterpretación de aquellas piezas cumbre, como ocurre en el teatro, en donde el ejemplo más evidente son los dramas, comedias y tragedias de Shakespeare, que resisten la relectura y su adaptación a propuestas escénicas que nada tienen que ver con el teatro isabelino.

 

En México la danza camina varios pasos atrás al quehacer de esa misma disciplina en otros países.  La CND es el caso más elocuente del anquilosamiento. Es una compañía que ha sido dirigida, incluso, por un ingeniero; o por bailarines —a quienes no se les niega su lugar en la historia de la danza—, que no han sobresalido como creadores y directores de compañías de corte internacional.

 

Cuando hablamos de la necesidad de dotar a la Compañía Nacional de Danza de un proyecto artístico acorde a los tiempos que corren, nos referimos a un proyecto que contemple la invitación de coreógrafos renombrados, mexicanos e internacionales, para montar obras memorables que conecten con las necesidades y la sensibilidad de los públicos de la actualidad y, por otro lado, enriquezcan la experiencia creativa y técnica de los bailarines.

 

Que contemple perfilar temporadas que tengan impacto, como una guía en el quehacer mismo de la danza, propiciando la promoción de coreógrafos y bailarines de gran calidad; con miras a generar cultura dancística en el país, a partir de la presencia de la máxima casa mexicana de ballet en los festivales y los teatros en todo el país, estableciendo alianzas con las entidades federativas, para sumar recursos a favor de un crecimiento del arte de la danza, en beneficio de los públicos.

 

Las cifras no mienten, la propia CND presumió que en el 2015 realizó 118 funciones y captó a 184 mil espectadores. Es decir el 1.8 por ciento de la población del país, de 100 millones de habitantes. Lo que nos permite inferir la necesidad de realizar un esfuerzo para que la danza producida por la compañía deje de ser del consumo exclusivo de una élite.

 

Por otro lado es fundamental garantizar la ejecución de un futuro proyecto artístico para la CND, con la vigilancia rigurosa de un consejo plural, que dirima, de manera objetiva y equilibrada, los retos creativos y de operación de una compañía de este nivel; que esté al tanto de los conflictos y los resuelva de manera oportuna, para evitar la inoperancia o el anquilosamiento de la agrupación, siempre en función de la calidad artística.

 

El INBA ha informado que en el actual periodo de “transición”, luego de la renuncia de Laura Morelos a la dirección de la CND, un “consejo artístico” estará a cargo de la próxima temporada de El lago de los cisnes, en la Isleta del Lago de Chapultepec, y un “grupo de especialistas” revisará las propuestas y proyectos de quienes se postulen de manera libre o por invitación a ocupar el cargo de director, que será elegido por la titular de la institución, María Cristina García Cepeda, de una terna que proponga dicho grupo.

 

Lo que no se ha revelado aún es quienes son los “especialistas”  y cómo se evitará que respondan a grupos de poder y se garantice la pluralidad e independencia de sus miembros en la toma de decisiones.

 

Captación de nuevos talentos

 

Necesario es que la CND esté atenta a la captación de los talentos mexicanos que egresan de las escuelas profesionales. Vincularse con las instituciones de formación profesional es absolutamente indispensable para apoyar el desarrollo de los estudiantes sobresalientes, con becas y cursos, e incluso creando la figura de aprendiz dentro de la agrupación, para integrar a los jóvenes talentos a la vida escénica.

 

De acuerdo con datos proporcionados por el INBA, en el 2015 ingresaron a la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea 26 alumnos en la especialidad de danza clásica y egresó igual número de bailarines. Mientras que en la Academia de la Danza Mexicana el año pasado se matricularon 5 nuevos estudiantes de danza clásica y egresaron 7. Estos bailarines buscarán una oportunidad laboral en la CND, como primera opción, y en el Ballet de Monterrey, como segunda oportunidad. La Compañía Nacional de Danza tiene 64 integrantes, los cuales se encuentran en plenas facultades y los lugares para las nuevas generaciones son prácticamente nulas.

 

Urgente es que las primeras figuras de la danza mexicana participen del quehacer escénico del país y no tengan que emigrar, por necesidad —ante la carencia de oportunidades en México— a otros países para integrarse como primeras figuras de compañías renombradas a nivel internacional. No es que se busque retener a estos talentos a costa de su proyección mundial, se trata de ofrecerles una opción que les permita enriquecer el quehacer coreográfico antes de partir, de manera natural y no obligada, a otras latitudes.

 

Sólo por mencionar algunos casos sobresalientes están el de Elisa Carrillo, egresada de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA, quien hoy es primera bailarina del Staatsoper de Berlín, o de Isaac Hernández, formado por su padre, Héctor Hernández Valle, en Guadalajara, actualmente primera figura del Ballet Nacional de Londres, o la regia Rocío Alemán, quien estudió en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, ganadora del Youth American Grand Prix 2008 de Nueva York, quien después de su triunfo le fue otorgada una beca para estudiar en la John Cranko Schule, en Alemania, de donde pasó a ser aprendiz del Stuttgart Ballet, para después ascender a miembro del cuerpo de baile y actualmente ser semi-solista de la prestigiada compañía.

 

La política cultural que se instrumente —a partir de la recién creada Secretaría de Cultura— para el desarrollo del arte dancístico en el país no podrá soslayar la realización de un diagnóstico profundo sobre la situación actual de esta disciplina artística; contemplar líneas de acción para aprovechar la infraestructura existente, sumar recursos públicos en todo el país, crear una red efectiva para la distribución de los productos dancísticos, promover el desarrollo de polos regionales para la profesionalización, producción, promoción e investigación de la danza, con miras a descentralizar y desconcentrar la actividad del quehacer coreográfico.

 

Un área que debería apuntalar el desarrollo de la danza en México es el de la investigación, prácticamente nula en el país. De acuerdos con el INBA, el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza “José Limón” cuenta con una planta de 30 investigadores, quienes durante 2015 produjeron cero publicaciones. Según la información oficial, en el catálogo del Cenidi-Danza, el año pasado hubo 10 publicaciones, sin embargo, se trata de tesis realizadas por estudiantes de la Maestría en Investigación de la Danza, lo que nos hace preguntar: ¿Qué hacen las tres decenas de investigadores de la dependencia?

 

El Cenidi-Danza no hace aportaciones imprescindibles a la práctica escénica cotidiana, tampoco brinda instrumentos teóricos para la formación de los futuros profesionales del quehacer coreográfico y, no está de más señalar, que aún sigue pendiente la conformación de una historia general de la danza mexicana.

 

En suma, el arte de Terpsícore en México tiene frente a sí el reto ineludible de promover vías para la continuidad de su desarrollo; impulsar, desde la plataforma de una política cultural acorde con los tiempos actuales, la libertad para la creación escénica, que coloque al país como uno de los polos atractivos del quehacer dancístico tanto para los artistas mexicanos y extranjeros, como de los públicos locales y de otras partes del mundo.

 

*FOTO: “En México se ha mantenido en el nicho conservador del repertorio de ballet decimonónico: de princesas y príncipes, de historias edulcoradas, visiones ingenuas del mundo que poco o nada tienen que ver con la realidad”. En la imagen, interpretación de Giselle, de Adolphe Adam, con coreografía de Jean Coralli y Jules Perrot, con libreto de Jules Henry Vernoy y Theóphile Gautier, por la Compañía Nacional de Danza/ Adrián Hernández. EL UNIVERSAL.

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