Las notas de Giacomán en la gran pantalla

May 24 • Conexiones, destacamos, principales • 4239 Views • No hay comentarios en Las notas de Giacomán en la gran pantalla

 

LUIS PÉREZ SANTOJA

 

Función: Tarde

 

Alejandro Giacomán, uno de los compositores para cine más activos de las recientes generaciones, es un ejemplo típico del doble quehacer de estos músicos: crear música para acompañar imágenes cinematográficas y desempeñarlo en México.

 

Para quien ha conocido el trabajo de Giacomán en una docena de películas en las últimas tres décadas, sorprende ver en su catálogo total que sus musicalizaciones suman más de 85 títulos, aunque estos incluyen largometrajes de calidad muy diversa: algunos cortometrajes y series y programas para la televisión, películas con una pequeña participación musical —canciones en La mujer de Benjamín (Carlos Carrera, 1991), “su primera de autor” y con alto nivel cinematográfico—, hasta las de gran producción musical como en las espléndidas recreaciones fílmicas sobre un Hidalgo y un Morelos (Antonio Serrano, 2010 y 2012) de “carne y hueso”, con todo y verdades “incómodas” y lejos de sus estatuas de bronce. (Lo de gran producción musical implica el trabajar con orquestas en lugar de con el “salvador” de la música de cine en tiempos de crisis: el sintetizador).

 

Por supuesto, la más reciente suele ser la favorita y ahora lo es la excelente, sagaz, sutil y contundente en su mensaje, oportuna y sobre todo, útil e imprescindible, Obediencia perfecta (Luis Urquizo, 2014).

 

La partitura de esta película muestra las cualidades invariables de Alejandro Giacomán, además de la madurez que ha desarrollado, desde sus pininos cinematográficos de 1985 y su primera musicalización en forma (Deuda saldada, 1989)

 

Función: Moda

 

Alejandro Giacomán estudió ingeniería electrónica pero la música fue la que motivó su instinto de aprendizaje. Hizo estudios de flauta y de piano, con ideas experimentales que alejaban a los maestros —el más cercano fue Radko Tichavsky— y estudió después en la Dick Grove School of Music de Los Ángeles. Incluso fue tecladista del grupo de rock Bon y los enemigos del silencio —en el que nuestro eminente director de orquesta José Areán era el bajista de planta.

 

Además de las películas ya mencionadas, hay que destacar en el catálogo de Giacomán las más notables: Quemar las naves y Tercera llamada (Francisco Franco, 2007 y 2013), El efecto tequila (León Serment, 201l), Parejas (Enrique Arroyo, 1996), En el aire (Juan Carlos de Llaca, 1995), la espléndida “trilogía de Belascoarán”, nuestro detective autóctono: Amorosos fantasmas, Días de combate y Algunas nubes (1994-95) todas de Carlos García Agraz, como también Desiertos mares (1995), confirmación de que tenemos mancuernas director/compositor como las del cine internacional; La última batalla y El triste juego del amor (Juan Antonio de la Riva, 1993); Sonata de luna (Marina Stavenhagen, 1992), documentales turísticos como Tajín, Teotihuacán, Tulum, de la serie México Antiguo, en los que lo mejor es la eficiente música además, ciertamente, de los monumentos prehispánicos.

 

Claro, por las usuales crisis de la industria del cine, también se acumulan filmes muy comerciales. Que nos ilustre el ilustre Felipe Cazals, el autor de Canoa, quien recurrió a este expediente (Desvestidas y alborotadas, Burbujas de amor)para las que Giacomán hizo aportaciones.

 

Intermedio

 

(En estos tiempos en que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas gesta un proyecto para recuperar y editar, tal vez grabar, la música de nuestro cine desde su inicio sonoro, recordemos brevemente a los grandes músicos que con sus canciones, partituras incidentales e inconfundibles temas para créditos, contribuyeron a la llamada “época de oro”, en la que se filmaban 200 películas anuales y la orquesta del sindicato cinematográfico tenía que trabajar tiempos extras. Sin pensar en un orden ideal mencionemos a los más significativos: Raúl Lavista —más de 360 películas—, Manuel Esperón (el más prolífico, el más recordado), Gonzalo Curiel, Pepe Guízar, Rubén Fuentes, Joaquín Gutierrez Heras, Leonardo Velázquez, Lucía Alvarez, Mario Lavista (musicalizador para Nicolás Echeverría, con quien hizo una singular mancuerna), Gustavo César Carrión, Enrico Cabiati, Luis Hernández Bretón, Jorge Pérez Fernández, Sergio Guerrero y… en fin, Francisco Gabilondo Soler y letristas como Ernesto Cortázar, mancuerna de Esperón o Pedro de Urdimalas, letrista de Amorcito corazón, también para Esperón. Algunos autores de la música clásica como Manuel Enríquez, Blas Galindo y hasta Eduardo Mata contribuyeron a enriquecer el sonido de nuestras pantallas.)

 

Función: Noche /Hacia Obediencia perfecta

 

La música de Obediencia perfecta es una partitura sugestiva, atmosférica, conductiva e inductiva que parece inofensiva en cd, pero que se revela sutil cómplice del director.

 

Más que una descripción fiel de los delitos y perversiones del nefasto Marcial Maciel (muy difundidos en los últimos años), la película es, sobre todo, una denuncia (una más) sobre el contexto que se lo permitió (seminarios y claustros cerrados para la improbable sospecha, retórica religiosa para disfrazar los hechos, incomprensión e incapacidad familiar y social para aceptar la verdad de las denuncias); y la impunidad, hoy premiada, con que concluyó la vida del personaje. Por ello no importa que la película no use nombres reales o que “no diga todo”. La poco benévola crítica no capta el favor que le hace a los culpables al propiciar una menor difusión e interés por verla. Para nuestros intereses, como es usual, una vez más pareciera que la banda sonora no existe, pues en la crítica casi nunca hay menciones a la música de una película. ¿Qué harían nuestros críticos si estuviéramos en tiempos de Rosza, Korngold y Herrmann? También estos serían ignorados porque la música no es parte de un gusto personal. “Al cine no se va a oír música”.

 

En una época en que se musicaliza a base de canciones o en la que muchos “componen” con programas para PC, aptos para cualquiera —además de que hoy muchos prefieren películas con escasa música—, la mancuerna Urquizo/Giacomán pareciera abusar de ella con su presencia continua. Sin embargo, la música nunca es protagónica y su discreto trasfondo juega en la doble labor de concientización de la película: la sugestiva, insidiosa y sutil seducción de la presa sexual en turno y la cínica y engañosa defensa, de estos “lobos con piel de oveja”. Ante los estremecedores hechos que vemos, la tensión musical no puede ser intensa sino sutil. Y ese es el logro principal de la música en Obediencia perfecta.

 

Las secuencias más crueles en las que el cura Ángel de la Cruz (prototipo de Maciel) muestra su perversión —a veces con una celebratoria complicidad con el “elegido”; otras, con un disimulado castigo— están resueltas musicalmente con el perturbador uso de Sympathy for the Devil de Rolling Stones y de, ¡oh!,la ingenua Popotitos de nuestros ayeres. Y, después, la siempre sutil e inquietante banda sonora de Giacomán, que se ¿resuelve? en el laberinto modal de los créditos.

 

El oficio de musicalizador de cine requiere de recursos creativos que se aparten de la creación musical clásica o de la vernácula. Giacomán ha mostrado siempre un buen oficio para la música “diegética” (argot del cine para la música ambiental, la que transmite la radio en un bar o en una calle transitada, en un supermercado o en un auto), lo cual le da una autoría casi total sobre la partitura de un filme y, mañas del oficio, reduce costos de derechos. Así, es tan suya la rola pop de los años cincuenta en la radio de pilas que escucha un niño entre su oído y la almohada, como la atmósfera mística que crea un coral polifónico o una improvisación de órgano y la imitación gregoriana en el tendencioso lavatorio de pies.

 

En este número de Confabulario dedicado al cine consideré importante destacar una de las nuevas voces de la música del cine mexicano, quien con su pericia y formación es poseedor de un oficio tan pragmático como creativo, pues, como bien dice que “le gustan las notas”, hace mucho que hizo suya la pantalla cinematográfica.

 

*Fotografía: Still de “Obediencia perfecta” (2014), de Luis Urquizo./ ESPECIAL

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