Las siluetas del emblemático Audiffred

Jul 30 • destacamos, principales, Reflexiones • 8858 Views • No hay comentarios en Las siluetas del emblemático Audiffred

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

@agusanch; Autor de José Guadalupe Posada, Fantasías, calaveras y vida cotidiana (Madrid, Ediciones Turpin, 2014)

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Celestino Andrés Audiffred Jiménez es el nombre completo del caricaturista más emblemático y prolífico que tuvo EL UNIVERSAL durante la primera mitad del siglo XX. Sus primeros cartones en esta casa datan de 1922, el último apareció el mismo día que falleció, en 1958.

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Descendiente del grupo de barcelonetas, franceses de los Alpes Bajos, nació en la Ciudad de México el 30 de noviembre de 1895; desde niño tuvo una gran habilidad para dibujar.

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Las ganas de hacerlo lo empujaron a El Heraldo, de Luis Reyes Spíndola, donde insistió tanto hasta que, a pesar de su corta edad, lo aceptaron como meritorio. Ahí se acogió a las órdenes de Álvaro Pruneda, Jr.; sus primeros compañeros fueron Juan Arthenack y Mariano Martínez. En este inter falleció su padre y lo que era una diversión y aprendizaje, lo llevaron a laborar en forma. El caricaturista Carlos Alcalde lo acogió como ayudante en El Imparcial, donde se convirtió en “su discípulo favorito”.

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Audiffred es otro caso de niño genio, como Gabriel Vargas. Apenas tenía 17 años y en 1912 ya estaba haciendo monos en el periódico maderista Nueva Era, donde firmaba como Audi. Estudió artes plásticas en la Academia de Bellas Artes y participó en las Escuelas al Aire Libre, fundadas por Alfredo Ramos Martínez. En plena revolución marchó a Estados Unidos en busca de trabajo, donde pasó dos cortas estancias. Gracias a ello conoció de cerca el nuevo periodismo que se ejercía en ese país y que estaba generando una industria con fuerte impacto político, comercial y cultural, y donde las historietas vivían una expansión universal.

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En 1919, de vuelta a México trabajó en Policromías. Semanario Humorístico de Estudiantes, y un año después en Zig-Zag. Semanario Popular ilustrado, donde participó en la página de “Sánchez filmador”, misma que trasladaría a EL UNIVERSAL al año siguiente y que era ilustrada, primero, por Santiago R. de la Vega y, después la retoma Audiffred.

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En Zig-Zag compartió espacio con Ernesto García Cabral, quien firmaba sus colaboraciones como “Equis”, mientras que Audiffred firmaba con su apellido sus “Muñecos”, que a la postre titularía “Siluetas”, nombre que conservaron hasta su última colaboración en vida. Ilustró alguna portada y realizó retratos de algunos beisbolistas, con lo que se convirtió en precursor de la caricatura deportiva. Por esos años, en 1919, realizó una importante contribución al humorismo gráfico al crear la historieta Lipe, donde quedó clara la influencia de su viaje allende la frontera.

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“El Míster”, como le apodaron sus colegas, logró un impacto importante al incorporar el discurso visual de la historieta norteamericana a la realidad nacional. Lipe es la historia de un chino en México y apareció en El Heraldo Ilustrado. En este mismo diario nació Don Catarino y su apreciable familia, escrita por Hipólito Zendejas y dibujada por Salvador Pruneda, que se convirtió en una historieta clásica y que logró sobrevivir por más de veinte años.

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Toda una vida en El Universal

El 10 de agosto de 1922 Andrés Audiffred inició su trabajo en El Universal Ilustrado, donde realizó un sinfín de portadas y contraportadas de una gran calidad. Aunque de corta duración, su primera tira cómica, Kid Cáscaras, apareció el primero de diciembre de 1924, y se centró en el tema del boxeo.

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Kid Cáscaras, publicada el 1 de diciembre de 1924 en EL UNIVERSAL.
Kid Cáscaras, publicada el 1 de diciembre de 1924 en EL UNIVERSAL.

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Lo mejor llegó en 1927 con el concurso de Historietas cómicas ilustradas, donde obtuvo el segundo premio con Don Odilón, un trabajo por el que el jurado argumentó que “dejó correr el tiempo, ocupado en los dibujos de otras publicaciones, antes de dedicarse a forjar las historietas que habría de presentar al concurso”. La simpatía por Audiffred era obvia: es “uno de nuestros mejores dibujantes y el que más siente de entre todos esperó a los dos últimos días para emprender el ataque al primer lugar. Obtuvo sólo el segundo, pero por haber hecho su trabajo en menos de 48 horas, Audiffred puede envanecerse de un triunfo legítimo”. Don Odilón apareció en blanco y negro, pero no tuvo el impacto de la historieta ganadora: Mamerto y sus conocencias, de Hugo Tilghmann.

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Además de las señaladas –Lipe, Kid Cáscaras y Odilón-, Audiffred publicó Tito Melcocha, o melcochadas, Toribio Santiag y El Sr. Pestaña, esta última su gran éxito, y sobre la que escribieron Armando Bartra y Juan Manuel Aurrecoechea en su libro Puros cuentos: “La ‘obsesión’ de Audiffred; el personaje que siempre sobresale en sus cartones, es precisamente el hombre de corbata. Sus actitudes apocadas cuando es regañado por el jefe o la esposa, sus hambrientas miradas a las torneadas piernas de las flappers que se desempeñan como secretarias o cajeras”.

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Audiffred mostró también una nueva mirada en un país que emergía de la revolución. Sin duda, era la misma la sociedad que había descubierto con nuestros vecinos del norte cuando anduvo por esos lares.

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El Sr. Pestaña, publicada en El Universal, el 6 de enero de 1929. Ambas tiras cómicas fueron creación de Andrés Audiffred.
El Sr. Pestaña, publicada en El Universal, el 6 de enero de 1929. Ambas tiras cómicas fueron creación de Andrés Audiffred.

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El Señor Pestaña fue concebido por Hipólito Zendejas, seudónimo de Carlos Fernández Benedicto, actor, escritor, periodista que aparecía siempre en las mejores obras de teatro, entre ellas México nuevo, precursora de las revistas teatrales políticas. A pesar de que poco se conoce sobre su vida, participó en grandes publicaciones de caricatura, como Multicolor, Moheno o Caricaturistas, y en las grandes historietas de nuestro país: Don Catarino y su apreciable familia y en, SM Segundo I rey de Moscabia, entre otras.

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Aun cuando Audiffred abandonó la historieta, muchos de sus dibujos contemplaron viñetas múltiples, es decir, cartones con una historia subdividida en cuadros, innovación original, única en esos días, y se concentró en la ilustración, la caricatura y retratos para EL UNIVERSAL ILUSTRADO, hasta su desaparición, y EL UNIVERSAL hasta el último día de su vida.

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El costumbrismo

La grandeza de Andrés Audiffred se debe a que durante toda su vida profesional modificó su proyecto estético acorde a los espacios, visiones, sensaciones y expresiones que vivía. Discípulo de Carlos Alcalde, Audiffred comenzó a describir al mexicano medio que existió entre siglos, así como la angustia y los sueños de sus connacionales que padecieron la revolución. Sus monos en Nueva Era, a los 17 años, son una muestra de la excelencia artística que revelaba a un jovencito que a la postre se convirtió en uno de los más grandes caricaturistas de nuestra historia./

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El pequeño problema del agua. El Univesal Ilustrado. 6 de junio de 1929.
El pequeño problema del agua. El Univesal Ilustrado. 6 de junio de 1929.
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Su estancia en Estados Unidos resultó vital para modificar su visión del mundo y gestó un proceso cuyo resultado hizo notorio, por un lado, la influencia de la historieta norteamericana, con Lipe, y por otro, el art-nouveau que expresó en publicaciones como Policromías, pero sobre todo, en sus portadas e ilustraciones de El Universal Ilustrado, desde 1922.

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Después, en los años veinte, su arte se acercó al nacionalismo en boga, una visión que conservó prácticamente hasta los últimos cartones que publicó. El retrato de las escenas de la vida cotidiana, los nuevos habitantes que llegaban a la ciudad, campesinos que buscaban una mejor vida y a veces se transformaban en los “peladitos” que buscaban su identidad; o la clase media pretenciosa, vestida con traje, sombrero y corbata, y con sus mujeres modernas, las pelonas, damas anatómicamente perfectas -imágenes, sin duda, heredadas de su paso por Estados Unidos-, mientras que las otras mujeres, las del pueblo y vecindades, seguían manteniendo el rebozo y las trenzas. Eran las “changuitas” de barrio, que buscaban a su “tarzán”, a su catrín, a su “fufurufu”.

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Pero Audiffred también retrató a los caciques, los políticos abusivos, los que imponen su ley a fuerza de pistola y labia, o los abusivos comerciantes. Los tipos nacionales se convirtieron en una constante y se exhibieron tal como eran concebidos en el imaginario del estereotipo. Los cuadros de costumbres mostraban a una “guapa muchacha tapatía de la clase humilde”, al “charro joven y apuesto”.

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Su mundo fue un microcosmos que iba creciendo, como un gran monstruo que retrató una ciudad que se fue poblado por miles de mexicanos que la invadían amorosamente y construyeron con sus imágenes el país que la modernidad exigía. Andrés Audiffred fue el gran creador de lo mexicano en nuestra caricatura. Su obra artística fue de una gran originalidad. Fue uno de los caricaturistas que generaron y desarrollaron un estilo propio, único e inimitable.

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Cabe destacar que vivió una época en donde el control en los medios y la crítica política, sobre todo presidencial, era una constante. Desde el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, en 1929, la caricatura política estuvo proscrita, en los hechos y era una osadía realizarla. Por eso resulta común la escasez de una crítica política personalizada en la obra de Audiffred. Un dato interesante: es muy pequeño el número de caricaturas dedicadas (y personalizadas) a los políticos de entonces. Tal vez, como piensan algunos caricaturistas, retratar al “maloso” es una suerte de homenaje que nunca merecería.

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Su obra se inscribe en la crítica social, en la observación de la vida cotidiana, en el retrato de lo que somos y por ello, es considerado un símbolo de la caricatura nacionalista. Carlos Monsiváis señaló que Audiffred “forja la estética del peladaje, expresa divertidamente el hambre sexual de la gleba, destruye con trazos la invisibilidad social de sus personajes y produce por acumulación el gran mural (tierno y satírico) del costumbrismo urbano”.

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Aunque la mayor parte de su obra se desarrolló en EL UNIVERSAL, también colaboró en publicaciones como Vea, Todo, Don Timorato, entre otras, además de ilustrar algunos libros como Cajeme, publicaciones como Mundo Musical, partituras para Casa Wagner y un sinfín de trabajos más.

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Murió el 8 de diciembre de 1958. Como un homenaje apareció la última silueta de Audiffred. Durante casi medio siglo estuvo sin soltar su lápiz. Al morir, sus colegas le retrataron una y otra vez, queriendo que “El Míster”, que don Andrés, que Audiffred, no se fuera nunca.

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FOTO: Retrato de Charles Chaplin, por Andrés Audiffred/ Publicado el 7 de enero de 1932 en El Universal Ilustrado.

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