Minería: Antoni Ros-Marbà y Manuel Blanco

Ago 8 • Miradas, Música • 3626 Views • No hay comentarios en Minería: Antoni Ros-Marbà y Manuel Blanco

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

Para el quinto programa de su temporada de verano, escuchado por este reseñista el domingo 2 de agosto, la Orquesta Sinfónica de Minería recibió al joven trompetista español Manuel Blanco (Daimiel, 1985) como su solista, para encargarse del Segundo concierto de Brandemburgo en Fa Mayor, BWV 1047, de Bach, y del Concierto para trompeta en Mi bemol Mayor, Hob. VIIe:1, de Haydn, en un programa redondeado por el ballet mozartiano (K. 367) para la ópera Idomeneo, rey de Creta y la Octava Sinfonía, “La grande”, D. 944 (numerada así en el nuevo catálogo del compositor), de Schubert, que fue dirigido por Antoni Ros-Marbà (Barcelona, 1937) en lo que ha resultado la actuación más apreciada de las que ha ofrecido el catalán al frente de orquestas mexicanas en los últimos años.

 

El programa comenzó con el Segundo Brandemburgo, que fue en general bien ejecutado, aunque quizá hubiese tenido frutos de mayor naturalidad sin la presencia fija y dura del director. En el concertino, destacaron la elegancia de sonido y musicalidad a solo y en dueto –especialmente en el íntimo Andante– de la violinista Shari Mason y de la flautista Lenka Smolcakova, quien con sorpresa se desempeña mejor con la flauta de pico que con la traversa, instrumento del que ocupa la silla principal en el ensamble; no tanto así la oboísta Kathy Holvorson, de dudosa afinación y emisión en muchos pasajes, ni el trompetista Manuel Blanco, principal atractivo del programa, quien enfermó del estómago y fue recuperándose durante el programa, teniendo problemas de afinación en su registro sobreagudo, sobre todo en el primer movimiento, y de acoplamiento con los otros instrumentistas, siendo más notables los pasajes a dueto con el oboe solista; evidente la incapacidad para mantener largas respiraciones en este primer momento, su fraseo fue también inconstante. Una lástima haberle escuchado en estas condiciones una de las piezas más emblemáticas y virtuosas del repertorio barroco para trompeta conociendo la característica redondez de su bello sonido y su impecable articulación cuando se encuentra en mejor estado.

 

Ampliamente conocida y respetada en estas tierras, de la batuta de Ros-Marbà se recuerda el tedio con que brindó la cantata escénica Atlántida, de Manuel De Falla, con esta misma orquesta en 2006 y una patética presentación en el Festival de Morelia de 2012 al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional. Este verano aquí, sin embargo, logró un mayor lucimiento, lográndolo sobre todo con la música de ballet para la ópera Idomeneo de Mozart. No se sufrieron los tempi lentos por los que es célebre: recurrió a la sencillez de tempi moderados y al cuidado de las articulaciones y de un fraseo afable, logrando un sonido de mucha frescura y movimiento en todo el ensamble.

 

Tras una larga pausa, la presentación continuó con el Concierto para trompeta de Haydn, otro monumento en el repertorio del instrumento, y la reaparición de Manuel Blanco en el escenario. Aparentemente más recuperado, ofreció con gran soltura su primer Allegro, un sonido más amplio y seguro y a pesar de no tener aun las mejores capacidades de respiración, un fraseo más melódico y natural que el ofrecido antes para el concierto de Bach. Ya en el segundo movimiento, esa página que inauguró en la historia la escritura cromática para los instrumentos de metal, su canto con la trompeta fue afectuoso y de mucha calidad sonora en su registro grave. La energía recuperada y la generosidad de su sonido fueron escuchados en el Rondo Finale, tocado con mucha pericia y confianza en los pasajes virtuosos y las fanfarrias características. No pudo culminar mejor para merecer el favor del público, que con justicia solicitó un bis: el Oblivion de Piazzolla que literalmente enamoró a cuantos escuchamos la redondez del sonido de su trompeta y el ardor de su pausado y terso fraseo. Queda en el registro la amplia respiración para la extensa nota final: es probable que no hayamos escuchado nunca esa capacidad a un instrumentista de metal no acostumbrado a la altitud de la Ciudad de México.

 

Ambas piezas fueron acompañadas con claridad por la batuta de Ros-Marbà, quien tras el intermedio, ofreció la Octava Sinfonía, La Grande, de Schubert en una ejecución ortodoxa en intenciones y ligeramente lenta en tempi que no perdieron sentido de movimiento, ni, como se esperaría al final con tal intensidad de sonido y amplitud rítmica, energía. Como lo ha sido a lo largo de esta temporada, sigue sintiéndose la flaqueza en la sección de maderas: ya no se trata únicamente de igualar articulaciones, tema que no funcionó al mejor nivel durante esta sinfonía, sino que también se escuchan constantes problemas de afinación y acoplamiento entre músicos del mismo instrumento y señaladamente, entre los instrumentistas principales de flauta, Lenka Smolcakova, oboe, Kathy Holvorson, y clarinete, Christopher Pell, en los pasajes a soli. Admirable, por otro lado, el impecable solo inicial de corno encargado a Jeffrey Rodgers.

 

 

FOTO: Durante la temporada de verano, la Orquesta Sinfónica de Minería tuvo como invitados al director catalán Antoni Ros-Marbà y al trompetista Manuel Blanco/Crédito del sitio manuel-blanco.es

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