Sueño en otro idioma: cuando las palabras no alcanzan

Jun 9 • Miradas, Pantallas • 12019 Views • No hay comentarios en Sueño en otro idioma: cuando las palabras no alcanzan

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Sueño en otro idioma, película reconocida como mejor película en los premios Ariel 2018, aborda la historia de Martín y Evaristo, últimos hablantes de una lengua indígena a punto de desaparecer, pero que viven alejados por viejos rencores de juventud

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POR RODRIGO MENDOZA

Ernesto Contreras, actual presidente de la Academia Mexicana de las Artes y Ciencias Cinematográficas, vuelve a formar equipo con su guionista y hermano Carlos Contreras tras la formidable Las oscuras primaveras (2015) para dar vida a uno de los proyectos cinematográficos más ambiciosos de la historia nacional reciente. La perfección formal que el cineasta ha alcanzado a través de los cuatro largometrajes que componen su filmografía –entre los que se encuentra ese buen documental sobre Café Tacvba llamado Seguir siendo (2010)– halla el cauce ideal en Sueño en otro idioma, un filme que por momentos se acerca al realismo mágico de Juan Rulfo y a la sensibilidad indigenista de Rosario Castellanos.

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Sueño en otro idioma cuenta la historia de Martín, un joven lingüista que llega a un pueblo en la costa de Veracruz para emprender una empresa que rescate la frágil lengua zikril (creada específicamente para esta película como homenaje a las más de 50 lenguas indígenas mexicanas en peligro de extinción) que ya solamente cuenta con tres hablantes, de los cuales dos no se hablan entre sí. A partir de esto, Martín descubrirá que la riña que mantienen los hablantes Evaristo e Isauro se remonta a una lejana juventud afectada por prejuicios, deseos reprimidos y rencores nocivos que lenta e inevitablemente han desdibujado una identidad colectiva.

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Lo que comienza como una historia acerca de un pueblo y una lengua que agonizan desesperadamente, se convierte en un relato sobre el poder que el orgullo y el rencor ejercen sobre el perdón. Los hermanos Contreras entendieron perfectamente que esta historia no era solamente sobre aquello que nos conecta con las raíces de nuestros pueblos originarios, sino también sobre esas pasiones que forjan nuestro carácter y que marcan el destino de nuestras vidas para siempre. En el corazón de esta película se halla una poderosa historia de amor no correspondido, de una amistad resquebrajada por la ignorancia, la ingenuidad y la represión. Por otro lado, lo que la recubre es una piadosa mirada a los espacios rurales que ahora parecen abandonados por una sociedad cada vez más centralizada y temerosa, es un vistazo a lo mejor de esos territorios secuestrados hoy en día por la violencia que impera en nuestro país, porque uno de los méritos de Sueño en otro idioma es olvidarse de lo peligrosa que puede llegar a ser la provincia mexicana. Los Contreras se olvidan del México que es y nos regalan una larga mirada al México que sabemos que está allá fuera pero al que pocas veces podemos acceder. Sueño en otro idioma, conforme evoluciona, se convierte también en una reflexión sobre ese entorno verde lleno de voces místicas donde lo real se fusiona con lo maravilloso, donde el corazón encuentra la paz junto al canto de las aves.

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Ernesto Contreras se olvida del asfalto, del estruendo y la opacidad de la urbe que invadían Párpados azules (2007) y Las oscuras primaveras (2014), sus filmes previos, y los remplaza por el sonido del viento, de la lluvia, por la textura de la tierra mojada. Al ser oriundo de Veracruz, Ernesto Contreras entrega un poema visual que rescata el misticismo de su tierra natal, la mitología y las creencias que conforman una esplendorosa identidad que ahora parece ajena en medio de la vorágine de sangre que ahoga el territorio mexicano.

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Si bien Las oscuras primaveras hablaba de esos impulsos carnales que descomponen la vida conyugal y que nos llevan al borde de la tragedia gracias a la falta de comunicación y empatía en medio del caos metropolitano, Sueño en otro idioma opta por rodearse de una atmósfera rural, completamente opuesta de la urbe, y retoma a la vez la reflexión sobre lo peligrosos que pueden llegar a ser los impulsos carnales y sentimentales en una sociedad que reprime más que libera y cómo esas consecuencias pueden acarrear una vida llena de arrepentimiento. Al centrarse en las posibilidades de la lengua y de la comunicación entre individuos, Sueño en otro idioma se asemeja a esa sobresaliente película de ciencia ficción dirigida por Denis Villeneuve, La llegada (Arrival, 2016), ya que ambas disertan sobre la trascendencia del lenguaje en un sentido existencialista, sólo que aquel filme conjugaba lo cósmico con lo efímero de la vida, mientras que Sueño en otro idioma entiende el lenguaje como pieza angular para la conformación de la identidad colectiva e individual mediante dos personajes con personalidades opuestas: Evaristo, un anciano reticente, de costumbres rígidas, de pocas palabras y muy terco, y a Isauro, un anciano marginado de su propia comunidad porque no habla español, que está conectado visceralmente con sus raíces indígenas y de carácter afable.

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Las 16 nominaciones que Sueño en otro idioma alcanzó en el Ariel 2018 –de las cuales se alzó con seis en la ceremonia del 5 de junio– demuestra la calidad técnica que hay detrás de esta película: por un lado está la música de Andrés Sánchez, quien logra conjugar una atmósfera rural y un sutil misticismo que, codo a codo con el gran trabajo de Enrique Greiner, Pablo Tamez y Raymundo Ballesteros en la edición de sonido consiguen capturar la esencia de la selva veracruzana. Por el otro, están la elegante y naturalista fotografía de Tonatiúh Martínez –colaborador habitual del cineasta– y la extraordinaria elección de las locaciones.

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Así, el nuevo filme de Ernesto Contreras se convierte en una oda al lenguaje, a la identidad, al perdón, al amor juvenil no correspondido y a los caminos que las creencias que nos definen abren en nuestra vida, e, incluso, en nuestra muerte.

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Foto: La película de Ernesto Contreras está protagonizada por José Manuel Poncelis y Eligio Meléndez. / Especial.

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