Tres años sin Estrella Carmona

May 17 • Miradas, Visiones • 4384 Views • No hay comentarios en Tres años sin Estrella Carmona

ANTONIO ESPINOZA

 

Conocí a Estrella Carmona en 1991. Me puse en contacto con ella después de ver su exposición Ejercicios de guerra, en el Museo de Arte Carrillo Gil, en la ciudad de México. Días después, vimos juntos la exposición y platicamos. Fue una charla muy grata que me permitió conocer a una mujer excéntrica que había encontrado en la pintura el medio para expresar su escepticismo ante la vida. Vestida de negro, con aspecto medio vampiresco, respondió puntualmente a mis preguntas. Me habló de su vida, de su obra, de la posmodernidad. Estrella leía mucho y no sólo sobre arte. Le gustaba mucho la ciencia ficción. Sus conocimientos en materia de filosofía eran más que evidentes: leía a Descartes, Kierkegaard, Nietzsche, Spinoza, Schopenhauer… Estaba convencida de que la filosofía debía sustentar su discurso plástico.

 

A poco tiempo de la entrevista, publiqué un artículo sobre la exposición: “Estrella Carmona: el arte contra la guerra”, en el suplemento cultural Dominical del periódico El Nacional, el 12 de mayo de 1991. Al igual que yo, otros críticos escribieron sobre la exposición. Y es que Estrella fue muy favorecida por la crítica. Los comentarios sobre su obra siempre fueron muy positivos. En lo personal, lo que me llamaba la atención de Estrella era su pasión por pintar, su fuerza gestual, su postura ética frente al arte, el compromiso real que tenía con su oficio. Después, me gustaba su pesimismo crítico, su temática bélica, su filiación con José Clemente Orozco y el trasfondo intelectual de su pintura. Llegué a entusiasmarme tanto con su obra, que fue el tema de mi tesis de licenciatura, con la que obtuve el título de historiador en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), el 31 de octubre de 2003.

 

Estrella Carmona (Veracruz, Veracruz, 1962-México, D. F., 2011) concebía la pintura como “un modo de acceder al conocimiento”. Afirmaba que la pintura es cosa mental (Leonardo dixit). Pintaba con el cerebro y afirmaba que sus cuadros ilustraban postulados teóricos. Perteneció a una generación de artistas (Manuela Generalli, Gustavo Monroy, Roberto Parodi, Luciano Spano, Roberto Turnbull, Boris Viskin) que no se interesaron en el neomexicanismo y prefirieron explorar otras vías. De todos ellos, Estrella fue la más escéptica. Con justa razón, Raquel Tibol etiquetó su obra de “nihilismo posmodernista” (1991). No fue una pintora “comprometida social y políticamente”, creadora de una obra que buscara concienciar al público de la necesidad de un cambio de régimen. Influida por el pesimismo crítico de los filósofos alemanes posthegelianos Nietzsche y Schopenhauer, dos de sus principales héroes culturales, la pintora nos decía en su pintura que el mundo es terrible, es conflicto y lucha permanente. Su actitud rebelde era más nihilista, escéptica en cuanto a la posibilidad de emancipación humana. Y si acaso había en su obra algún mensaje libertario, se trataba más bien de una liberación espiritual, a través de la aspiración mística y la contemplación estética.

 

Estrella Carmona fue una digna exponente del expresionismo. Se sabía heredera de grandes maestros, sobre todo de José Clemente Orozco, a quien admiraba enormemente. Compartía con el maestro jalisciense el escepticismo y el desencanto existencial. Admiraba también a Francisco de Goya, un expresionista avant la lettre. Como el maestro aragonés, siempre se preguntó el por qué de la violencia humana y en su pintura respondió categóricamente: porque los sistemas son opresivos, son invenciones del hombre para dominar al hombre. Si bien estaba convencida de que el capitalismo es perverso y la guerra su razón de ser, en su obra no había lugar para el discurso mesiánico-revolucionario. La verdad es que la utopía estético-social de las vanguardias históricas (la idea del arte como instrumento de transformación social) no le importaba mucho.

 

En su pintura, Estrella Carmona cuestionó el poder, el progreso tecnológico y la deshumanización de las sociedades postindustriales, pero lo hizo siempre desde una postura desconfiada y recelosa de la historia. Siguiendo al historiador y filósofo alemán Oswald Spengler, autor de La decadencia de Occidente (1918), Estrella creía que nuestra civilización recorría el camino hacia el declinar definitivo. Para la pintora veracruzana, no había posibilidad alguna de salvación: la consumación apocalíptica de la humanidad era inevitable. Impulsada por su escepticismo y su desencanto existencial, imaginó a cada momento escenarios catastrofistas y apocalípticos. Pintó pesadillas donde las cosas se rebelan siempre contra los hombres y sus esperanzas. Convencida de que los sueños de la razón producen monstruos, nos ofreció en su pintura su visión catastrofista de la realidad, las imágenes alucinantes de su delirio. Con sus figuras monstruosas y sus objetos aguerridos, nos condujo a un mundo paranoico, donde la violencia es la única forma de vida posible.

 

Estrella Carmona vivió como artista la imposición del neoliberalismo, la exaltación del individualismo, la crisis de los absolutos, las ideologías, las utopías y los valores. Y enfrentó a ese mundo que consideraba injusto y opresor, una obra pictórica que es un testimonio contundente de una artista y su tiempo. Ella concibió al arte como un medio para expresar su inconformidad, para denunciar la realidad atroz del mundo, el sentido trágico de la existencia humana. Vivió por y para el arte. Su prematura muerte hace tres años, el 9 de mayo de 2011, nos dolió a todos. Ese día terminó una de las aventuras plásticas más intensas del arte mexicano; hace falta un libro que dé cuenta de esa aventura.

 

*Fotografía: Comando élite, 2009/ CORTESÍA EDUARDO LAUFER

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