Un lagarto en Europa

Dic 23 • destacamos, Ficciones, principales • 3865 Views • No hay comentarios en Un lagarto en Europa

POR GERARDO GONZÁLEZ PRADO

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Cuando mi padre me contó de su visita a un bar, me sorprendió no sólo por el hecho de que había ido a un lugar así, sino que fue solo, en unos de sus viajes. Él siempre viaja acompañado al igual que en esta travesía pero esa noche decidió ir solo a un bar no muy importante de Madrid, otro lugar raro en él, ya que siempre desprecio un viaje a España. Por lo que sé, esa noche no tuvo ningún conflicto o altercado con su esposa para decidir irse a tomar esa noche sin compañía.

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Caminó de su hotel al bar y se sentó en la barra, pidió una cerveza Cruzcampo, la empezó a tomar mientras observaba el ambiente un poco desolado del bar, al tiempo que se le hacía un bigote en el labio superior con la espuma blanca de la cerveza fría.

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Todavía no entiendo esa actitud tan extraordinaria de mi padre. Sin embargo, creo que nunca lo entenderé.

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Por lo que me contó, él seguía disfrutando su cerveza, cuando un tipo alto, con barba blanca un poco descuidada se sentó a su lado. Aproximadamente tendría unos setenta años. Cabe resaltar que el hombre viejo de su lado y mi padre eran los más adultos aquella noche de verano en ese establecimiento.

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El tipo era barbón, flaco pero con una barriga menuda, lo saludo en inglés. “Hi, it´s a wonderful night tonight”

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Mi papá le contesto que sí, en inglés, por supuesto, y comenzaron a platicar. Aquí hay otro punto importante, a mi papá no le gusta socializar con extraños, sin embargo por lo que pude recabar, esa noche entabló una gran plática con este hombre adulto.

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El tipo se presentó como Douglas, “Just call me Douglas the Mo”. Mi padre inmediatamente se presentó como el Dr. José González, “but you can call me only Pepe.”

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Poco a poco la plática fue fluyendo. Hablaron de España, los viajes y finalmente de sus profesiones. Douglas comento: “¿Entonces tú eres un médico?” –“Sí. Así es, soy cirujano de colon”./

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–“Muy bien. Uno nunca sabe cuándo tiene que recurrir a ustedes, pero al final tenemos que ir” –“Si es cierto, ¿tú a que te dedicas?” –“Ah, yo ya a nada, a pasear por todos estos lugares, se podría decir que soy un vago”. –“Bueno, ¿pero a qué te dedicabas antes de viajar?” –“A lo mismo, viajar”. –“¿Pero qué hacías para viajar?” –“Escribir poesía”. –“¿Entonces eres escritor?” –“Digamos que sí, un escritor americano”.

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Y así siguieron platicando por más de dos horas, sin parar. Pidieron una cerveza tras otra. Hablaron sobre la importancia de los viajes y de diferentes puntos de vista sobre la vida. Hasta que Douglas dijo una frase que dejo perplejo a mi padre. “Soy un poeta americano, muerto para todos, vivo para la música” –“¿La gente cree que estás muerto?” –“Sí, morí hace más de 30 años, y me retiré para viajar y disfrutar de esta soledad.” –“¿Pero no tienes familia, hijos, padres, por qué te hiciste el muerto?” –“Tú sabes, viejo, te cansas, es mucho ajetreo, amores fugaces, amistades por conveniencia, dinero por todas partes, compromisos obligados y los vicios, sí, los malditos vicios, que aparentemente me mataron.” –“¿Pero quién eras? ¿A qué te dedicabas?” –“A difundir mi poesía, escribir canciones, cantarlas, era y sigo siendo un soñador. Aprendí de los grandes escritores, como Nietzsche, William Blake, Baudelaire y mi favorito Huxley, quien abrió mi percepción a destinos insospechados, gracias a sus poemas y ensayos”.

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Poco a poco mi padre se empezó a interesar en este sujeto, extraño y extravagante a la vez. Podría ser todo una gran mentira, pero la plática era demasiado amena como para desconfiar y marcharse, total si todo era una farsa de todos modos los dos contemporáneos se habrán divertido.

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Mi padre contó un poco de su vida, sus viajes, su profesión como médico, que había tenido tres matrimonios, algunas actividades como el tiro y un poco de su juventud a partir de los 16 años, mientras que Douglas lo escuchaba con atención mientras tomaba pausadamente del tarro de cerveza, para luego el también platicar de los viajes que había realizado y de los eventos que marcaron su vida.

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Algo que de pronto dio un giro inesperado a la plática fue un acontecimiento que según Douglas cambió su vida por completo. Él admiraba mucho a los nativos americanos, a los indios que por siglos estuvieron preservando aquellas tierras de un suelo tan fértil y deseoso de convulsiones demográficas.

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Cuando aún era un niño observó en el desierto la muerte de un indio. “Se dice que si tú presencias la muerte de un indio, él se encarna en ti, por eso yo creo que él está en mí y pude realizar tantas cosas más de las que me creía capaz, tanto como seguir vivo hasta estos días”.

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Mi padre, por su lado, confesó no saber nada sobre esa teoría o leyenda de la encarnación, pero agradeció que Douglas haya tenido la confianza para contarle aquella extravagancia o confesión muy personal. Después pasaron a temas más serios como la poesía, literatura y filosofía en estos tiempos y aquellos años de desenfreno juvenil y el movimiento hippie. Mi padre desconocía casi por completo aquellos movimientos estudiantiles y pacifistas en los 70´s, que quedó atónito con todas las anécdotas del viejo no mucho más mayor que él. Por su parte el amigo nuevo de mi padre estaba tan sorprendido y a la vez entusiasmado en conocer y poder platicar todo esto con alguien de su misma época pero que no conocía nada de esos años, ahora ya tan lejanos.

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Douglas tampoco tenía idea de que en aquellos años, mi padre cazó un tigre, fue campeón olímpico, inicio y termino una carrera, tuvo un programa de televisión y realizó varios viajes por el mundo.

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Conforme pasaba la noche, cada uno contaba su vida, de momentos Pepe, luego Douglas, sin darse cuenta se habían tomado una gran confianza, como de amigos de toda la vida.

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Si hubiera visto esa noche a mi padre no lo hubiera reconocido hablando con tanta soltura y naturalidad con un desconocido que dejaba mucho que desear su imagen, pero quizás sus historias eran fenomenales.

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Ese era Douglas quien estaba sorprendido con la vida de su nuevo amigo, un olímpico, doctor y cazador. Él sólo un músico, escritor y poeta, quien afirmaba que John, Mick y su tocayo Jimi fueron grandes rivales y colegas.

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Mientras tanto, en el bar se escuchaba de fondo una canción un tanto vieja, de Jimi Hendrix llamada “Cocaine”, que le daba al establecimiento cierto ambiente de melancolía y de recuerdos perdidos en el tiempo.

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“¿Escuchas eso? Es buena, ese Hendrix era un genio con la guitarra, lástima que muriera tan joven, esa canción es de esos años, supongo que tampoco la conoces, realmente eres la primera persona que conozco que no sabe nada, quizás no eran tan famosos como se creían. Esta canción habla de la cocaína, supongo que tampoco consumes o consumiste drogas, viejo, realmente no puedo creer que hayas pasado esa época tan dentro del mundo pero a la vez tan alejado de una realidad de grandes cambios y de rebeldía juvenil por todas partes. Te creeré que no consumiste drogas, pero el no saber siquiera que eran el motor de una sociedad como la americana de esos años, no te lo puedo creer de verdad. En fin, viejo. Allá tú si quieres pretender no saber nada o simplemente hablas con la verdadera inocencia de un hombre que no tuvo la vivencia del realismo rebelde de aquellos años”.

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Mientras Douglas hablaba, con una soltura admirable y con frases que parecían sacados de libros filosóficos, mi padre pensaba en todo el tiempo que estuvo fuera de todo eso que le platicaba este tipo viejo.

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“¿Conoces a Dionisio, el Dios griego que alocaba al mundo con sus presentaciones teatrales y sus desvergonzadas representaciones de lo que provocaba el vino? Pues yo era algo así a finales de los 60´s e inicios de los 70´s, bueno según la gente que me rodeaba en aquella época, me consideraban un Dios, una divinidad griega en un país capitalista y tan material como Estados Unidos, ¿lo puedes creer, Pepe? Eran los famosos ‘días extraños’”

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“En verdad no sabía casi nada de todo lo que me cuentas, Douglas. Mira que ser comparado con un Dios no es cosa de todos los días, pero no puedo imaginar quién eras para ser lo que dices ser, una divinidad. Creo que estaba tan enfocado en mis cosas que no prestaba atención al mundo y menos a la rebeldía y sabes en parte porque nunca se me dio lo de ser rebelde, porque todo lo que hacía era por darle satisfacciones a mi padre, a quien yo siempre admiré y estaré eternamente agradecido de la vida que me dio.”

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“Qué bueno que tengas esos sentimientos a tu padre. Yo en cambio me alejé muy joven de casa, para vivir cosas insospechadas. En realidad estaba tan lleno de gente que al final me sentía solo y por eso me refugiaba en las drogas y los vicios como el alcohol. También yo estudie una carrera, pero nunca recogí mi título ni me importó. Descubrí que yo podía representar mi poesía en canciones y en presentaciones que incitaban a la gente a volverse locos y vivos hacia esta vida de inmundicia conmigo. Sentía que yo controlaba todo, Pepe, los medios, los mensajes, que controlaba la mente de todos, yo era un mensaje, una oración americana que mantuvo a una divinidad en la cumbre pero que también cuando yo quise descontrolar ese mensaje me caí de ese pedestal donde estaba. Ahora no soy más que un icono, una sombra del reptil que fui, escondido en su cueva para ya no salir nunca más a escena ni a ese teatro llamado mundo, el cual yo reinaba.”

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En cierto punto mi padre comenzó a sospechar que todo lo que este tipo decí era una gran mentira, que estaba tan borracho el viejo frente a él que ya no sabía qué decía, pero lo que era sorprendente era la sobriedad de sus palabras, la seriedad con la que hablaba. Volvió a confiar en Douglas cuando éste le habló de sus grandes amores.

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“Tuve dos grandes amores. La primera la conocí en Los Ángeles y estuve enamorado de ella demasiado tiempo, pero debo confesar que mi gran amor siempre fue la ‘Reina lagarto’, la gran inspiración de lo que fui y soy ahora. Ella estuvo en los grandes momentos de mi vida, incluso en el más importante: mi muerte como orador. Hay quien la acusa de mi supuesta muerte, sin embargo sólo ella y yo sabemos la verdad sobre ese grandioso día. Me enamoré de ella como un loco, la seguía a su casa, le escribía poemas. En fin, sólo estaba ocupado en conquistarla y pasar mi vida con ella. Ella fue quien ‘Encendió mi fuego’”.

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“Yo en cambio, tuve tres mujeres. En realidad creo que nunca me enamoré, simplemente me dejé llevar. Soy de los que necesita una compañera para vivir, nunca he pensado tanto en el amor. Todo en mi vida ha sido una constante distracción, pero podría decirse que he tenido suerte, creo que soy feliz con la mujer que ahora vivo. Yo tuve tres hijos, dos de ellos cuando yo era muy joven de veintitantos y el último ya algo adulto. Después de mi carrera como tirador, comencé una carrera en comunicaciones, puse un programa de televisión, pero finalmente caí en la cuenta de que quería ser médico al igual que mi padre y esa creo que fue la mayor alegría que le di a mi papá, el llegar a ser un prominente médico. Estudiando medicina fue cuando me casé y rápidamente tuve mi primer hijo, todo fue demasiado rápido, y mientras estudiaba, la vida cambiaba en un abrir de ojos ante mí, de un día para otro ya tenía dos hijos, una casa y empezaba a destacar como médico”.

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“Pues qué maravilloso todo eso, Pepe. Mi padre en cambio fue un militar demasiado rigurosos y casi no tenía contacto con él, yo a la que admiraba es a mi madre, la gran mujer de mi vida. Después de mi ‘trágica muerte’ he vivido en el anonimato, con nombres inventados, rentas impagables, climas extremos y todo sin sentirme parte de nada, pero a la vez tan dentro de la conciencia setentera del mundo occidental. No he regresado a Estados Unidos desde que partí en el 71, he vagado por Europa y alguna vez en ya tantos años regresé a las Bahamas a despejarme de tanta gente y estar tranquilo escribiendo y recordando tantas cosas. Créeme que 30 años fuera de lugar te sirven para reflexionar mucho no sólo sobre tu persona, sino del mundo en general, comienzas a filosofar a respetar tantas ideologías y entender que somos seres indomables. Con esta frase me despido, Pepe. Ya es tarde y no es justo que tu esposa espere tanto, ha de estar preocupada. Yo seguiré viajando y caminando. Cuando hables de mí recuerda que fui lo que fui gracias a que soy un lagarto y pude hacer cualquier cosa. Soy un ser suplantado, veme cambiar. Bueno, soy el aire que respiras, el alimento que comes, el amigo a quien le das la bienvenida en la calle llena de gente. Adiós, amigo Pepe”.

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El rey había muerto, el lagarto retirado, pero las puertas de la vida seguían aún vivas.

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“Pepe, soy un rey sin reino, un lagarto retirado, un poeta sin palabras, un orador vacío, un americano vivo”.

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Al terminar esta confesión, Douglas se levantó y caminó sin voltear nunca más atrás hacia la puerta del bar que a esa hora ya estaba totalmente vacío. Mi padre pagó la cuenta y regresó a su hotel. No comentó nada en todo el viaje de este episodio con el tipo de las historias fabulosas.

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Indios, poesía, música, cine, viajes, amistades, relaciones, familia, fama, negocios, dinero, todo en una noche tan peculiar como histórica.

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Cuando mi padre regresó del viaje, que duró dos semanas más por toda España, contó sus aventuras y grandes sorpresas que se llevó de ese país al que tanto despreció en otros tiempos.

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Días después desayunando, sólo él y yo me comentó del encuentro con Douglas. Cabe recalcar que yo soy el único que sabe de este encuentro de mi padre con aquel tipo del bar, ya que inexplicablemente a nadie más quiso relatar esta historia, otra cosa rara en él.

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Después de escuchar toda la plática y fragmentos que pudo recordar de la conversación, me sorprendí de que mi padre hubiera platicado nada más y menos que con James Douglas Morrison.

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“Pero papá, ¡es Jim! ¿Recuerdas que visite una tumba en París? Era supuestamente la de él, mira toma este disco y escucha con quien hablaste. Con el Rey Lagarto…

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Ilustración: Rosario Lucas

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