60 Minutos: un viaje por el teatro de la violencia

Jun 24 • Escenarios, Miradas • 5374 Views • No hay comentarios en 60 Minutos: un viaje por el teatro de la violencia

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En esta obra de Marco Petriz montada por el Grupo Teatral Tehuantepec, nos recuerda cómo la tragedia es la forma de mayor contundencia para entender la existencia humana

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POR JUAN HERNÁNDEZ 

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Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca, tiene a uno de los creadores de teatro más brillantes del país. Su quehacer lo lleva a cabo en la más profunda intimidad, entre el calor húmedo, el olor a comida y a mar del istmo mexicano. Por ahí corre un río y hay dos puentes; uno de ellos antiguo, por el que la gente transita entre las vigas desgastadas por el tiempo.

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Los jóvenes de piel quemada bajan a la ribera y arrojan piedras contra el agua que corre de manera perenne; las mujeres en el mercado compran el recaudo o espantan las moscas sobre los montones de camarón de color naranja. Con sus huipiles bordados y enaguas, cubriendo sus caderas anchas, otras más trepan en las motonetas para transportarse a San Blas. Algunos todavía hablan zapoteco y parecen felices en esas calles terregosas.

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La descripción viene al caso para entender la particularidad del arte que produce Marco Petriz, con el Grupo Teatral Tehuantepec —compañía que cumple 30 años—. El director, quien pudoroso se niega a reconocerse como dramaturgo a pesar de la contundencia eficaz de las historias que ha creado para la escena, se ha atrincherado en esta parte del país como un jaguar que se aferra a su hábitat para sobrevivir. Desde ahí entiende el mundo, al que sintetiza en una célula viva, para observarlo con minuciosidad.

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Los textos de Petriz son acción y no están hechos para permanecer estáticos en la impresión de una hoja, en la cual no les encuentra sentido. Las palabras y los silencios que preceden a una frase dicha por uno de sus actores, convocan a un ordenamiento del caos cotidiano y permiten llegar profundo a realidades que escapan al tiempo y espacio ordinarios.

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Con Curandero de Dios, Ayer pasé por Tehuantepec, La llorona, Oscura ventana, En el cuarto del fondo, En la sombra del viento, La casa de enfrente, La familia, Fatalidad, Los instantes de luz y Fin de fiesta, entre otras obras, Petriz ha logrado construir un patrimonio teatral con una identidad y un estilo inconfundibles; pero no por ello se trata de un teatro inamovible: esa es una de las cualidades de su arte, que sorprende, cada vez, con una historia nueva, entrañable, violenta, dolorosa y profundamente humana.

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Las historias que crea para la escena no son nunca lo que parecen. Como el gran metafísico del teatro, oculta enigmas; es decir, otras historias que se abren paso en la fisura del tiempo-espacio escénicos. Petriz actualiza la tragedia como la forma de mayor contundencia para entender la existencia del hombre. En ella se desarrolla la vida: en el aquí y el ahora, como decía el maestro Héctor Mendoza.

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En 60 Minutos, su más reciente creación, actúan su actriz fetiche y compañera de vida Gabriela Martínez (beneficiaria del Programa creadores Escénicos del Fonca); Azucena Desale, una jovencita tehuana cincelada por Petriz para convertirla en joya de la escena contemporánea, así como Hugo Ramírez, quien sobresale por el dominio de su cuerpo, con una flexibilidad que le permite transitar de estados emocionales, síquicos y orgánicos.

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La historia de la obra es la de un secuestro, dicho de manera fácil; pero con el teatro de Marco Petriz nada es simple. La anécdota es apenas un punto de partida para indagar sobre el espacio, el tiempo y las motivaciones humanas que, finalmente, conducen a esa visión violenta y trágica de la realidad, de la que el espectador participa (de manera consciente o inconsciente).

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El montaje se lleva a cabo en una casa de Tehuantepec, que han llamado “Casa de ensayos”. El espacio físico es intervenido con la pintura escénica (gris neutro y lloroso) y una iluminación minimalista concebidas por Jorge Lemus. El diseño espacial busca la neutralidad, evitar referencias específicas a un lugar y tiempo (una transgresión que Petriz hace a su propio discurso, al hacer a un lado el costumbrismo del lenguaje coloquial y la vestimenta, para buscar en esta propuesta la esencialidad del arte teatral).

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Sin embargo, de vez en cuando el director regresa a su origen; ya sea a través de la música, en este caso la popular mexicana (Los Plebes del Rancho, Calibre 50 o Valentín Elizalde) para luego dar un salto mortal y recurrir a los nocturnos de Chopin, que sorprenden, de entrada, pero se justifican porque son la puerta de entrada a otra dimensión en este teatro intertextual que se constituye en discurso estético.

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En 60 Minutos no hay espacio para el maniqueísmo ni las lecciones morales. Hay una proyección de una realidad trágica, terrible y violenta. No encontramos personajes buenos o malos, pero sí una búsqueda del origen de la maldad, que nos conduce a un dilema moral personal.

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En uno de los corredores de la casa cuelga un costal (que simbólicamente puede referir a los cuerpos que aparecen bajo los puentes, con una leyenda del narco), el cual es golpeado por “Gokú” (Hugo Ramírez, “El secuestrador”), quien tiene la quijada trabada y la mirada perdida. En una de las columnas resalta un pequeño cuadro con una imagen religiosa. La madre de “Gokú” (Gabriela Martínez, una actriz madura y sólida), lleva flores que llenan el espacio de un olor santo, y la joven secuestrada (Azucena Desales) menstrúa en su encierro. Ambas mujeres son siniestras y luminosas al mismo tiempo.

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Teatro potente, vivo, lleno de energía, es el de Marco Petriz, quien desde aquella tierra llena de contrastes, crece y se desarrolla como uno de los creadores más prolijos e importantes de México.

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FOTO: 60 Minutos, de Marco Petriz, con Gabriela Martínez, Azucena Desales y Hugo Ramírez; escenografía e iluminación de Jorge Lemus, vestuario y utilería de Sergio Ruiz, entrenamiento físico de Hugo Ramírez, asistencia de dirección de Alicia Morales y la producción ejecutiva de Gabriela Martínez e Israel Franco, se presentó en la Casa de Ensayos de Tehuantepec, Oaxaca, para conmemorar 30 años del Grupo Teatral Tehuantepec, el 18 de junio (fin de la primera temporada)./Foto: Sergio Leyto/cortesía Grupo Teatral Tehuantepec 

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