El viaje hacia la otredad

Jul 4 • destacamos, principales, Reflexiones • 4464 Views • No hay comentarios en El viaje hacia la otredad

 

POR GENEY BELTRÁN FÉLIX  

(@GeneyBeltran)

 

Treinta y ocho años después de la muerte de Francisco Tario, el Fondo de Cultura Económica inicia la publicación de sus Obras completas. No hay tardanza en el fenómeno: al ser un autor por entero reacio a la promoción de sus libros, distanciado al final de su vida del medio literario de México, Tario sólo habría podido llegar al catálogo de la editorial más importante de Hispanoamérica por la devoción crítica de sus lectores.

 

 

Este primer tomo reúne la ficción breve y un puñado de títulos bajo el rubro de “varia invención”. El cuento fue el género en el que de modo más reiterado y feliz se adentró Tario. Es inevitable, para un autor de imaginación, tener en algún sitio de la mente, así sea entre las sombras y sin dar barruntos desde lo reflexivo, cierta derivas e intuiciones que, si bien evolucionan con los años y las obras, sostienen un perfil visible. Con tres volúmenes de cuentos publicados, uno por década (La noche en 1943, Tapioca Inn en 1952 y Una violeta de más en 1968), Tario hizo de la ficción breve el espacio arquetípico de las trasmutaciones y los movimientos de la conciencia hacia la otredad.

 

 

La noche es uno de los libros más revulsivos y crueles de las letras mexicanas. Tario dibuja territorios en que los privilegios de la conciencia no son exclusivos de hombres y mujeres, sino que también resultan propios de animales, objetos, fantasmas y monstruos, quienes, como testigos de los esfuerzos humanos, muestran un distanciamiento sarcástico, aunque eso no los exima de conocer un proceso de agitación interna. En La noche funda Tario sus sellos intransferibles: la experiencia de lo macabro y lo absurdo, los recursos del humor negro, una prosa enfática y potente en su fraseo de la sensorialidad y una construcción dramática que propicia a menudo la revisión destemplada de las convenciones sociales. De este libro, en que la narración recurre frecuentemente al monólogo, no hay sino destacar piezas notables como “La noche del féretro”, “La noche de Margaret Rose” y “La noche de la gallina”.

 

 

En “La noche de La Valse”, un pintor ha llegado a un pueblo costero en busca de un anciano. Este ha rescatado de un yate a la deriva un cuadro. Se trata de la representación de “una mujer palidísima con un lirio entre las manos”. El narrador informa: “Me impresionó sobremanera este especial detalle: la analogía —por no decir identidad— de esta obra extraña con otra concebida por mí ha tiempo y no realizada nunca”. Con la promesa de volver, el pintor se despide del viejo. Inquietado, camina por la playa. Ahí tiene una experiencia de dislocación perceptiva, en la que el paisaje natural se reviste de tonos amenazantes, propios de entes vivos. Descubre la presencia de la nave y, una vez ha subido en ella, de la misteriosa mujer del cuadro. La epifanía extrema que acaba de tener es el prólogo a un viaje por el mar y el tiempo que lo lleva a descubrir su identidad en una vida anterior: fue un hombre negro, amante de la mujer del lirio. El relato, así, presenta una pauta de anagnórisis que va más allá de lo racional, pues trastoca el sentido de identidad del protagonista: él fue, y ahora vuelve a ser, una persona distinta. A como recupera la memoria, su individualidad se esfuma: el personaje de la primera página deja su lugar para el regreso de un ser anterior, y todo esto se registra y hace real a través de los sentidos. El viaje hacia la otredad tiene repercusiones insalvables.

 

 

Tapioca Inn luce un cariz más liviano. La prosa trae una elasticidad y chispa lúdica que podría hacerla ver como la manifestación de un temperamento que ha dejado con la primera juventud su inclinación por la angustia y el extremismo emocional. El autor sabe punzar con picardía y don satírico los costados del cuadro de costumbres, aderezados con asuntos fantásticos que hacen patente una mirada dirigida hacia los absurdos de la vida moderna. “La polka de los curitas” y “Ciclopropano”, los dos ejemplos más acabados de efectividad, preservan la lógica fabuladora de las trasmutaciones. En “Ciclopropano”, el protagonista es un hombre sospechoso de los avances de la tecnología y la ciencia. Luego de una apendicetomía, se descubre diferente: antes soltero, ahora se descubre casado y con hijos; su cuerpo es otro, más gordo y envejecido; su mismo médico ha cambiado de catadura y edad. Su alma ha trasmigrado y esto lo lleva a experimentar la vida bajo un nuevo pacto con la realidad. Su familia no tarda en advertir el cambio… El tono del relato es de un carácter festivo, pero el esquema sigue siendo unitario: la trasmutación de la conciencia, la experiencia de la alienación psíquica.

 

 

Con esto llegamos a Una violeta de más, una obra de indudable madurez. Difícil mantener la mesura ante un despliegue tal de sabiduría en la construcción de distintos planos y percepciones, así como de elegancia y sutileza en una prosa que, con la misma inclinación por los afanes sensoriales, ha ganado en profundidad a la hora de los virajes de vida y emoción de sus creaciones.

 

 

La recurrencias del absurdo, con las variaciones que van de la parodia y la sátira, se hallan en “El mico”, “La Vuelta a Francia” o “Ragú de ternera”. Un ejemplo consumado es “Ortodoncia”. Aquí, un padre de familia pierde los dientes. Sobreviene una serie de calamidades: ninguna de las sucesivas dentaduras que se le hacen le sienta bien; tiene una condición particular que provoca el reiterado fracaso del dentista. Su humor se agria; el temperamento le cambia. La transformación del pobre hombre viene espoleada por un hecho incomprensible pero que se asume y enfrenta con naturalidad gracias a una prosa no desentendida del encanto que hay en la ligereza cómica.

 

 

La expansión de las fronteras de la conciencia es una de las líneas de mayor fuerza en Una violeta de más. El cuento más relevante en este punto es “Entre tus dedos helados”, un ejemplo de superiores dones literarios. El relato hace convivir dos planos: uno real y otro onírico. En el primero, un estudiante que se ha preparado para un examen cae enfermo. En ese estado, sueña una existencia en la que es el sospechoso de haber asesinado a una muchacha, quien resulta ser su hermana y amante. La imaginación, tan reminiscente del romanticismo gótico con los parajes invernales y la historia de un incesto, convive con la introspección de la culpa, la más angustiante de todas: la de quien kafkianamente no sabe de qué se le acusa (pues no le es dado recordar con claridad los términos de su vida anterior o paralela) y poco a poco descubre o acepta con resignación su delito. En un entorno así de aciago, la tonalidad melancólica se mantiene, y al trasgredir los planos de la realidad, el mundo del sueño se apodera no sólo de la sensibilidad sino también de la energía y la vida del narrador. El final es emblemático: los amantes se reúnen y emprenden un viaje, quizá de liberación.

 

 

La obra cuentística de Tario cierra así con una trasmutación definitiva: el estudiante deja su identidad y asume un devenir más auténtico y poderoso porque, sustentado en la pasión, trasciende la ruina de la carne. Hay aquí la representación del ciclo de la vida de la conciencia como un eterno existir. No es poco significativo que Una violeta de más esté dedicada, en clave, a Carmen Farell —la esposa de Tario y quien falleció en 1967— y que cierre con este relato en que se concreta la reunión de los amantes más allá de la muerte.

 

 

La ficción breve permitió a Tario dar forma a la percepción de una realidad más amplia que la cotidiana y en la que todas las formas de la materia —sea humano, animal u objeto— comparten las facultades sensibles. Se trata de un horizonte que vulnera los límites de lo racional para hacer experimentar nuevos espacios, más plenos, de lo existente. Por eso Tario, aunque poco valorado en vida, es hoy visto como uno de esos grandes autores dotados para provocar en sus lectores una inusitada expansión de la sensibilidad a través de la más ambiciosa imaginación.

 

 

 

Francisco Tario, Obras completas. I. Cuentos. Varia invención, edición y prólogo de Alejandro Toledo, FCE, México, 2015, 598 pp.

 

 

*FOTO: El trabajo cuentístico de Francisco Tario, reunido en el primer volumen de sus Obras completas, llega a uno de los catálogos más importantes de Hispanoamérica/Especial

 

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