Arqueología de un complot
POR MAURICIO BRAVO CORREA
El 28 de junio de este año se cumplió el centenario del nacimiento de Rafael Bernal. Los
pocos homenajes que se celebraron en los medios impresos como en las ceremonias
oficiales y culturales coincidieron en que aun cuando no perteneció al “canon”, su novela
El complot mongol ocupa un lugar relevante en la literatura mexicana. Como parte del
rescate de su obra narrativa se resaltó la novela Su nombre era muerte (1947), por ser una
novela ciencia ficción sui generis y por tratarse de una denuncia al movimiento sinarquista,
en el que militó Bernal. Aunque esta empresa se opacó por los ensayos referentes a El
complot…, en los que se analizaron desde su valor lingüístico, su atmósfera urbana, el uso
de dos narradores, su controversia histórica, hasta el debate de si es novela negra, es
importante resaltar que hizo falta un debate sobre si la ponderación de esta novela
correspondió a los críticos literarios o a los lectores. Aun cuando esta novela no tiene la
misma cantidad de reseñas frente a otras obras mexicanas, el interés de los lectores se
aprecia año con año.
Antes de continuar, debe mencionarse la posición de Bernal como escritor ante la
literatura mexicana. En 1968 impartió una conferencia en el Palacio de Bellas Artes bajo la
serie “Narradores ante el público”. En ella expuso cómo abandonaba los libros a su suerte
después de escribirlos y editarlos. Esto lo hacía sin preocuparse de la crítica literaria o en
futuras reediciones; menospreciaba la importancia de la presencia de un autor en la
divulgación de su obra, y de la utilidad de las relaciones culturales y periodísticas para su
promoción.
Otro aspecto importante es su segunda etapa como narrador, que empezó en 1963 al
publicar su novela Tierra de gracia, 13 años después de su último libro Gente de mar
(1950). Después vendrían un libro de cuentos En diferentes mundos (1967) y luego de 23
años de escribir su última novela policiaca, Un muerto en la tumba (1946), publicaría El
complot… El principal motivo para suspender su actividad literaria fue su residencia en
Venezuela desde 1956 a 1959, en donde trabajó en la televisión esos tres años, y el inicio
de su carrera diplomática en 1960. En estos años su contacto con los círculos periodísticos
y literarios en México fue nulo, a diferencia de su actividad en los países en los que estuvo
asignado, y en donde impartió conferencias, dio clases y editó libros. Para los años 60, los
reseñistas y lectores jóvenes creían que Bernal era un narrador principiante y sin
antecedentes en el medio cultural. A esto se sumó la atención que había hacia escritores de
la Generación del Medio Siglo y de la Onda, que experimentaban con la narrativa sin
hacer mayores acercamientos al género policiaco.
Aunque la trama de El complot… se desarrolla en el contexto de la Guerra Fría, las
acciones suceden en el Centro de la Ciudad de México a partir de una orden que hacen
funcionarios mexicanos para evitar un atentado. A lo largo de la historia protagonizada por
el matón Filiberto García aparecen constantes referencias al cambio de poder en la década
de los 50 con un desenlace en el que el complot tiene por objetivo al presidente de México.
Esta situación provocó resquemores entre los servidores públicos de todos los niveles. Por
ejemplo: la Secretaría de Relaciones Exteriores, por medio de Antonio Carrillo Flores,
solicitó un informe a Alfonso Rosezweing Díaz. En mayo de 1969 este diplomático
dictaminó que El complot… era una novela policiaca sin ideología marcada, con críticas a
“la Revolución hecha gobierno”. Menciona también que las experiencias de Bernal
obtenidas en Perú influyeron en la redacción de la novela (no hay indicios del centro de
Lima en el libro). Refiere que las menciones a la política mexicana fueron añadidas para
darle realismo y que el esclarecimiento del complot se dio apenas en 25 renglones. Al final,
el embajador recomendó la novela, pero Bernal no la defendió públicamente. También
existe el rumor sobre el enojo que esta novela provocó en Alfonso Corona del Rosal,
entonces regente de la Ciudad de México, debido a que empezaba la carrera presidencial y
no quería que se creara una mala interpretación del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Estos
rumores políticos, finalmente afectaron la distribución de la novela y no permitieron una
reedición inmediata.
Ante estos hechos, Idalia Villarreal Solís, viuda de Bernal, hizo en 2006 un
importante rescate de la obra intelectual de su esposo para esclarecer muchos datos. Entre
otras acciones, recopiló las reseñas de su narrativa, contenidas en su archivo personal, en el
Archivo de Escritores del CNIPL (ahora CNL) y las mencionadas en el Diccionario de
Escritores Mexicanos de la UNAM. Sobre El complot… existían un total de 34 reseñas, de
las cuales 10 se publicaron el mismo año que la novela. Una de las reseñas más interesantes
fue la de Carlos Monsiváis, que con su estilo antisolemne la tituló “Réquiem por una
manera de morir”, en1969 y que se publicó en La cultura en México. En la introducción
afirmó que la novela es el punto de reunión de Eric Ambler y Federico Gamboa, por las
referencias cinematográficas que hay del primero, y por el tono reiterativo y naturalista que
existen del segundo. Sentenció: “La ambición de Bernal es más sutil: disfrazar un género,
dar gato por liebre, con el pretexto de confeccionar una novela policial se estará escribiendo
la obra límite de la novela de la Revolución Mexicana”. En la segunda parte estableció una
comparación entre Los de abajo y El complot…, pero “las causas del fracaso son evidentes:
el género híbrido (El complot…), nació muerto”. Después reanudó las comparaciones
cinematográficas para preguntar: “¿cuál es el caso de reseñar un libro evidentemente
malogrado como este de Rafael Bernal?” La respuesta fue por el profesionalismo del autor
y porque la novela es legible. En la tercera parte, con la intención de desdibujar la novela,
Monsiváis escribió el tratamiento de un guion de cine sobre un thriller que acontece en una
remota tierra caribeña. En la conclusión afirmó que “entre nosotros no hay literatura
policial porque no hay confianza en la justicia y todo mundo teme identificarse o defender
al sospechoso”; luego se preguntó el porqué no hay escritores de novela policiaca en
México como los mejores del mundo. Aseveró que es imposible un thiller en nuestro país
por nuestra idiosincrasia y la existencia de la nota roja.
Si la ausencia es el principal motivo para el olvido, reseñas como esta le dan la
razón a Bernal cuando afirmó que su lejanía física del país lo mantuvo marginado, pues
ningún crítico literario de su generación escribió sobre El complot….
A Bernal sólo le molestó la crítica que escribió Monsiváis. En su archivo personal
se encontró una carta aclaratoria, dirigida a José Pagés Llergo, director de la revista
Siempre, medio donde se encartaba el suplemento La cultura en México, dirigido por
Fernando Benítez, y en el que se publicó esa reseña. Después de los saludos y de mencionar
la analogía que existe entre el cohetero y el escritor, Bernal escribió sobre “el artículo
crítico, o lo que sea que publicó… el señor Monsiváis”. Mencionó que el reseñista destruyó
su novela con su cultura cinematográfica y reconoció que “Dios se la dio, San Pedro se la
bendiga, y toda cultura es buena, sobre todo sí cuesta 4 pesos por función”. Aclaró que no
pretendió hacer una parodia de la Revolución, ni escribir la novela que el reseñista deseó
que escribiera, pero que “por agradar al señor Monsiváis y a su cultura cinematográfica, lo
hubiera intentado”. Aseguró la nula intención de hacer parodia de Los de abajo, “obra
que… se vale sobradamente por sí misma, sin necesidad de parodias”. Recordó la finalidad
de su narrativa: la de reflejar la manera de ser del mexicano, la del ser humano, alejado de
lo folclórico, cuestión que intentó escribir en El complot… Después, le pareció extraño que
“el señor Monsiváis” considerara su libro malogrado y le reclamó: “Careciendo de una
honda cultura cinematográfica no puedo hacer comparaciones al alcance del niño
Monsiváis… Me pareció necesario, dentro de la imagen del mexicano, ahondar en esa
soledad tan nuestra, tan ajena a la Zona Rosa y en ese individualismo cabal”. Le pidió al
señor Monsiváis que “si quisiera ver en una ironía el envejecimiento de la Revolución, o un
thriller, o una nota roja, la escribiera él y dejará a otros escribir sobre el mundo”. Se
despidió pidiéndole una mejor lectura de su novela y le agradeció el largo espacio de su
reseña. Terminó de escribir la carta y la guardó 40 años.
Las reseñas se pueden dividir en tres grupos: El primero está conformado por 12
referencias publicadas entre 1969 y 1976. El segundo está conformado por 18 referencias
hemerocríticas publicadas entre 1983 y 1994, cuando sucedió la exitosa reedición de la
novela en 1985. El tercero lo conforman 4 referencias publicadas entre 1999 y 2003. La
mayor parte está mencionada en el Diccionario de Escritores Mexicanos de la UNAM. En
el primer grupo se aprecia el inicio de los comentarios más comunes que se utilizaron al
reseñar El complot…, pero con la diferencia de que estos surgieron de una reflexión a partir
de la lectura de la novela y de mayores conocimientos de teoría literaria.
El segundo grupo empezó después de la ausencia de reseñas en un lapso de nueve
años. En estas, los reseñitas mencionaron la necesidad de rescatar no sólo El complot...,
sino toda la obra literaria de Bernal, justo como lo propuso Mempo Giardinelli. En este
grupo de reseñas se menciona la reedición en la segunda serie de la colección “Lecturas
Mexicanas”, de la SEP, en 1985. Esto provocó un análisis crítico equilibrado y con mayor
profundidad de los temas. Era imperante definir si El complot… era una novela policíaca,
negra o de intriga. Se demostró con argumentos que era una novela de denuncia política,
resultado de años de oficio narrativo. El tercer grupo se publicó después de cinco años sin
que se publicara una reseña. Para entonces, la mayoría de los suplementos o secciones
culturales de los periódicos que publicaron reseñas sobre Bernal habían desaparecido. Los
lectores leyeron y recomendaron la novela gracias a las reediciones que se habían hecho en
diferentes formatos. Sin embargo, en 2009, el cuarenta aniversario de El complot… pasó
desapercibido en los medios impresos.
Al final se comprobó la existencia de una práctica adecuada de la crítica literaria
mexicana. La historia de Filiberto García fue leída por muchos críticos literarios que
disfrutaron de la trama y de los personajes. Sólo María Elvira Bermúdez conocía este
género cuando se publicó esta novela en 1969. Y fue ella la maestra de reseñistas jóvenes
que lograron después especializarse en el tema y conocer a profundidad la obra Bernal,
como Vicente Francisco Torres. Los críticos literarios mexicanos coincidieron en el ritmo,
el lenguaje, el personaje principal, la verosimilitud, la trama, las influencias, los
sentimientos y valoraciones. Esclarecieron la técnica narrativa, el uso del monologo, el
manejo del tiempo, la interacción de los personajes, el estilo, el antihéroe, el mito y el
proceso de lectura. Las valoraciones también sirvieron para que los reseñistas en
desacuerdo expresaran que no todo era virtud y oficio en Rafael Bernal, como hicieron Leo
Eduardo Mendoza y Juan Domingo Argüelles.
Estas reseñas comprueban las críticas positivas a El complot… y son causantes de su
revaloración dentro de la literatura mexicana. Sin embargo, lo que detonó su éxito fue la
reedición en 1985 con 30 mil ejemplares que se distribuyeron a precios bajos en todo el
país y con una campaña mediática importante. Incluso, los saldos de la serie “Lecturas
Mexicanas” se ofrecieron en los cruceros de la Ciudad de México. Esto logró una cantidad
inusitada de lectores que hacían sus recomendaciones de boca en boca, entre ellas la lectura
de El complot mongol.
*FOTO: “Más que un barrio chino, da el aspecto de una calle vieja donde han anclado algunos chinos, huérfanos de dragones imperiales, de recetas milenarias y de misterios”. Fragmento de El complot mongol.
Adrián Hernández/EL UNIVERSAL.
« Una modesta proposición (y decorosa) Entre pantanos, chinos y mosquitos »