Viento aparte: Cine mexicano, realidad social y la búsqueda de los espectadores
POR IGNACIO M. SÁNCHEZ PRADO
Antes de comentar Viento aparte, la más reciente película de Alejandro Gerber Bicecci, es necesario tener en cuenta la esquizofrénica realidad que una película mexicana enfrenta al llegar a cartelera. Por un lado, hemos visto en los últimos tres años distintos fenómenos que indican que sí existe un público real para el cine mexicano en el mercado doméstico: los taquillazos del 2013 o el inusitado número de películas en 2014 alcanzaron más de un millón de espectadores. Por otro, las extraordinarias obras de algunos de nuestros mejores directores (Alfonso Pineda Ulloa, Ernesto Contreras, Hari Sama, Mariana Chenillo, entre otros) pasan completamente desapercibidas, estrenadas en horarios poco favorables o en un número reducido de pantallas.
Alejandro Gerber Bicecci es, precisamente, el tipo de director mexicano que debería tener una audiencia mucho más amplia, pero cuya obra no alcanza la resonancia merecida. Los pocos espectadores que apuestan por el cine mexicano recordarán su excepcional ópera prima, Vaho (2009), la historia de tres personajes de Iztapalapa narrada a través de una magistral combinación de memoria histórica, exploración afectiva y suspense narrativo. Me atrevería a decir que es una de las mejores películas mexicanas de los últimos diez años y los espectadores deberían correr a comprar el DVD para apreciar esta obra maestra.
Viento aparte, el segundo filme de Gerber Bicecci, se estrenó el viernes 10 de julio pasado en la Cineteca, el Cine Tonalá, algunos otros espacios del circuito independiente y en las plataformas digitales FilminLatino y MUBI (notando su ausencia en Cinemex y Cinépolis). Es una película importante y el esfuerzo de buscarla en esos pocos espacios recompensa a los espectadores con un ejemplo de cine mexicano que supera con mucho la mediocre oferta que domina la cartelera. Viento aparte se centra en dos hermanos, Omar (Sebastián Cobos) de 15 años y Karina (Valentina Buzzurro) de 12, que deben realizar solos el recorrido desde la costa de Oaxaca hasta Paquimé, como resultado de la embolia sufrida por su madre durante sus vacaciones en una pequeña y aislada población. Estos dos muchachos, capitalinos y privilegiados, deben improvisar y subsistir en un viaje que los confronta con las diversamente terribles realidades del México contemporáneo: los asesinatos de campesinos, la amenaza del abuso sexual, los cadáveres colgados en espacios públicos y los retenes militares entre otras vicisitudes.
El road movie es un género frecuentemente recurrido en el cine mexicano reciente, sobre todo desde Y tu mamá también. En esta vena, Viento aparte toma el tropo del bildung central al género, y lo utiliza no para explorar la educación sentimental de sus protagonistas, sino para forzarlos a recibir una violenta formación ciudadana, al confrontarlos sin mediaciones a realidades invisibles desde su posición de privilegio. El recorrido de los adolescentes es una suerte de ruta circular que inicia y termina en los espacios paradisiacos en los que se desarrolla su infancia tardía y su temprana adolescencia. El punto de partida es una hermosa playa casi virgen donde los vemos, a través de videos grabados en el celular, actuando como niños en la seguridad de un ambiente familiar enmarcado por una provincia turística e incólume y el de llegada una suerte de retorno a la semilla en las ruinas de Paquimé, donde vive su abuela. Al salir de espacio comienzan a aflorar las tensiones raciales y de clase en las que se sustenta su posición social: comienza a verse la población afrodescendiente de la playa donde vacacionaban, el trato violento y despectivo que Omar dispensa a un chofer indígena. La película resiste la tentación de proveer a Omar una típica historia de formación y, de hecho, rompe esta expectativa como mecanismo para confrontarnos con la constante violencia de su situación. Omar tiene la posibilidad de perder su virginidad con dos jóvenes de clase baja y, por razones que dejo por descubrir a los espectadores potenciales, no sólo fracasa, sino que su fracaso está atado a la disonancia de su subjetividad con el país que le rodea. En sus momentos más notables, Viento aparte se basa en un equilibrio entre la dolorosa relación de dos hermanos enfrentados a una calamidad que supera sus capacidades afectivas y existenciales y la experiencia de adquisición de consciencia de un país violento al que no pertenecen del todo. Los niños actores logran transmitir con precoz maestría tanto la naturaleza igualmente irritante y vulnerable de los muchachos de su edad como el aplomo y la valentía con que asumen su responsabilidad de crecer de repente y de descubrir la realidad aterradora que reemplaza el paraíso perdido de la infancia.
Viento aparte no es una cinta del todo perfecta. El guión tiene giros didácticos que explican realidades cuyo impacto sería mucho más intenso sin tanta prédica y algunos personajes secundarios no funcionan debido a su esquematismo maniqueo. Pero estos pequeños defectos no son en lo absoluto obstáculo ni para su disfrute como espectador, ni para la experiencia intelectual y cinematográfica que plantea. Es cierto que Vaho es una película superior (y yo diría obligatoria para cualquier cinéfilo), pero en Viento aparte atestiguamos una continuación relevante y bien desarrollada de muchas de las preocupaciones nucleares de la ópera prima del director. No existe razón alguna para que el público que ha consumido otros filmes mexicanos, dramas familiares norteamericanos y franceses y series televisivas estadounidenses no encuentre en Viento aparte una experiencia penetrante y disfrutable. Es el tipo de película mexicana que debería ser norma en la cartelera, de un director talentosísimo cuya obra plantea una representación inteligente de las divisiones geográficas, de clase y raciales de nuestro país, y que es parte de un contingente de cineastas cuya obra, valiente y necesaria, debe dejar acceder al público mexicano que merece.
FOTO: Viento aparte es la segunda cinta del director mexicano Alejandro Gerber. Se estrenó el 10 de julio en el Cine Tonalá, de la Ciudad de México./Especial.
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