El extraño caso de Cristina Rascón

Jul 25 • Lecturas, Miradas • 7799 Views • No hay comentarios en El extraño caso de Cristina Rascón

POR ROBERTO FRÍAS

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En nuestras letras, pocos pero muy acuciosos han sido los escritores interesados en el lejano oriente. De sobra conocidos son los ejemplos de Octavio Paz y Salvador Elizondo, quizá un poco menos el de Pablo Soler Frost, pero, en todo caso, hablamos de escritores cuya vida ha estado anclada a México, a pesar de sus muchos viajes y vidas en el exterior. Es decir, escritores que trabajan de mexicanos sin importar a dónde vayan. No sería el mismo caso el de José Juan Tablada, quien, aunque aún no hay pruebas contundentes, viajaría a Japón en 1900 y, primero por el exilio provocado por la revolución mexicana, después por gusto, vivió muchos años en el extranjero, sobre todo en Nueva York. Según Rodolfo Mata, el japonismo de Tablada está dictado por su afrancesamiento, más consecuente con las aspiraciones de modernidad literaria de su época. No parece contradecir esta tesis Hiroshigué: el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y de la luna (1914), obra biográfica donde Tablada admite haber confeccionado un libro que su maestro Edmund de Goncourt ya no pudo realizar, aún cuando estaba en sus planes. Tablada intenta explicarse y explicarnos el Japón, y en el proceso lleva para sí algunos métodos de composición poética como el del Haikú.

 

Cristina Rascón (Ciudad Obregón, 1976), exhibe el impulso de una nueva camada de escritores que han formado parte de una tácita emigración, iniciada muchas veces por los estudios pero quizá en todo momento dictada por la necesidad de escapar a la asfixia mexicana, ahí donde los horizontes creativos se topan con la chata realidad de un ambiente enrarecido por el desastre social. Rascón, como varios escritores de su edad y otros aún más jóvenes, terminó una licenciatura (en economía) y se fue al extranjero. En Japón, específicamente en Kansai y en Osaka, se sumergió en estudios asiáticos y política pública, para después caer en la literatura. Ha vivido también en Austria, Brasil, Canadá y China. Su cosmopolitismo, surgido de la experiencia de vida real en otros países, es patente en todo lo que escribe sin que por ello dejara de lado su labor de consultora en los campos que los estudios académicos le fueron volviendo familiares. Como dije antes, Tablada trataría de explicarse el exterior, mientras que Paz, Fuentes o Pitol, intentarían llevar a México hacia el mundo, pero las nuevas generaciones de escritores mexicanos van hacia el mundo para llevarlo a su obra.

 

Rascón se ha destacado como escritora de ficción, poesía y traducción, y en todas esas áreas está presente la huella de su nomadismo, sobre todo la de su vida japonesa, que la ha llevado a convertirse en traductora de esa literatura (Tanikawa, Aida, Ishigakirin o Machi) y en cumplida hacedora y divulgadora del Haikú. Mi interés en estas líneas se detiene sobre su ficción, es decir, sobre la manera en que el mundo japonés (el literario y el de la calle) informa la construcción, los temas y las estructuras de sus espacios narrativos. En el libro de cuentos Hanami (Tierra Adentro, 2009) presenta historias muy arraigadas en el imaginario nipón, no sólo en lo que toca a temas, situaciones y lenguaje (incluyendo palabras japonesas que sólo pueden comprenderse del todo al ser explicadas por un diccionario, no al intentar una traducción literal) sino en el conflicto de percepción del occidental que busque lo que busque, ya sea amor o una comida con gente amigable, se ve siempre enfrentado a una línea de sombra que debe cruzar.

 

No encajo. En este lugar no encajo. Me pica tanto

orden y perfeccionismo. Pero allá, en el lugar que se

llama Backhome, allá el lugar no encajaba conmigo.

Entonces la pregunta es Dónde, ¿o es el Dónde

precisamente el obstáculo?

 

Pocos son los escritores mexicanos que abierta la puerta del “Dónde” no volvieron al país. Pareciera que México ejerce su propia fuerza de gravedad, como una maldición, o quizá es mucho más fácil volver después del ansiado periplo y aprovecharse del aislamiento proverbial de este lugar para convertirse en otro tuerto del páramo de los ciegos. El punto es que la sombra del aprendizaje ya no lo deja a uno en paz, ahora las pesadillas son las de aquello aprendido fuera, se sueña con otras costumbres, se visitan rincones oníricos imposibles, se escribe desde un no lugar y la literatura híbrida se convierte en un lenguaje mestizo más rico pero salpicado de extrañamientos.

 

Si bien Hanami es la primera respuesta, una muy lógica, al extrañamiento, a la imposibilidad del “Dónde”, por medio de sus temas y situaciones, El sonido de las hojas, que se presenta a sí mismo como “minificciones”, sería el paso siguiente, cuando el extrañamiento se adueña también de la forma y hace de la expresión de lo pensado una interrogante más para el azorado lector.

 

A mi entender, el subtítulo de “minificciones” se queda corto. Quizá algunos textos califiquen como narraciones en las que se señala una acción, un suceso, incluso un ambiente o una mirada, pero muchos otros habitan los espacios del aforismo, la sentencia, la máxima, el apunte, la viñeta, el ¿haikú-occidentalizado-reloaded-narrativo?

 

Morse

Enviar mensaje a la brevedad posible.

¿Será posible tan breve mensaje?

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Parque

Se levantaron. Nadie dijo una palabra. Como si no hubieran llegado juntos a la banca.

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Nostalgia

Así como cruza un auto el horizonte enmarcado en la ventana, así cruza tu nombre algunas noches, ráfaga que no frena, que no gira para ver mi cara de edificio desmoronado.

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Entre el pasado y el futuro, el “dónde” que sigue buscando la voz de estos espacios narrativos, quizá también la autora y otros escritores de su generación o más jóvenes, se convierte en la obra; el único país portátil que da consuelo a un síndrome del Jamaicón al que se renuncia con orgullo cosmopolita. En ese lugar, como evidencia El sonido de las hojas, la tradición de la breve ficción latinoamericana (se abren los recuerdos a Monterroso, Arreola, Edmundo Valadés o Lauro Zavala) puede encontrarse ahora con la brevedad de las epifanías japonesas, convirtiéndose en parte de la obra de una autora de difícil clasificación. Para trazar un punto de fuga entre ella y Tablada, el japonismo es en Rascón, primero, gusto directo por una literatura que ha conocido de primera mano y, segundo, herramienta de composición literaria. La literatura japonesa toda como una herramienta más para que una escritora mexicana posicione su cursor. Esto no quiere decir que su apropiación sea ornamental, todo lo contrario, es de inmersión, dispuesta para entender a profundidad y producir desde ahí. La consecuencia: los textos de El sonido de las hojas se sitúan a caballo entre un mundo contemplativo y un mundo de acción, entre el país del sol naciente y el país de los ojos cerrados.

 

 

 

*FOTO: Cristina Rascón es una exploradora de las divergencias entre las culturas oriental y mexicana. Es autora del libro de microrrelatos El sonido de las hojas./Archivo EL UNIVERSAL

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